Wilhem de Kooning, Mujer I. Óleo sobre tela 1952

De_Kooning_MOMA_Woman_1Nunca podré olvidar la primera vez que vi Mujer I. Tenía en ese entonces unos trece o catorce años y quedé fuertemente impactado por la crudeza de los trazos, por los colores brillantes, por la mirada que  me retaba, por esa sonrisa que se burlaba de no sé qué. En definitiva, por el vigor y la evidente violencia que se percibía en toda esta pintura que vi en un pequeño libro de arte moderno que cayó en mis manos. Desde entonces Wilhem de Kooning se convirtió en un misterio y a la vez en un paradigma, un referente a través del cual evaluaba casi todo el arte contemporáneo que tenía la oportunidad de apreciar.

 Lejos están los retratos convencionales; atrás quedó la mímesis, la corrección en el trazo, la delicadeza de la pincelada. Están ausentes los rasgos finos, la belleza sugerente y algunos dirían que hasta el pudor. De Kooning se muestra aquí mucho más ‘’salvaje’’ que los propios fauvés, mucho más ‘’expresivo’’ que los miembros de El Puente o el Jinete Azul, más ‘’crudo’’ que Ensor o Nolde. Es, diríamos, casi escatológico.

Sonríe, más bien se ríe descaradamente, enseñando unos dientes amenazantes. Es como una Gorgona que se custodia a sí misma y nos petrifica con sus ojos saltados y negros, con su torso frontal de grandes pechos provistos de un sujetador, en contraposición con su vientre y con sus piernas ladeadas, abiertas y provistas de zapatos de tacón alto mientras permanece sentada. Podría decirse que, con evidente ambigüedad,  tiene también la pierna izquierda cruzada sobre la derecha, pero no a la manera en que cruzan las piernas las mujeres, sino como las cruzan los hombres. De cualquier manera, en ambos casos los muslos están separados, dejando abierto el camino que va hacia el vientre que debe existir debajo de lo que pudiese ser una amplia falda de colores rojo y naranja. 

Estos colores son crudos y sin matices. No hay claroscuro. En general predominan los tonos cálidos acompañados por unos cuantos grises que los exaltan y contrastan. Los trazos, ya lo dije, son violentos, salvajes, primarios. Parafraseando al docto ignorante que diría que este tipo de pintura la podría haber hecho un mono, yo diría que este ‘’mono’’ está muy enfadado y a la vez es capaz de realizar un profundo análisis sobre la condición humana y su representación.

Se podrían discutir muchos aspectos relacionados con la psicología y la circunstancia que revela este personaje, a pesar de lo sintético de su ejecución pictórica; o se puede discutir también sobre si el autor está tratando de expurgar sus demonios edípicos a través de una obra de estas características, o tal vez sobre los significados ocultos que subyacen detrás de la aparente violencia del trazado. Mujer I es una obra de arte que nos da mucho de sí para hacer una gran cantidad de conjeturas.   

Nativo de Rótterdam, nació en 1904 en el seno de una familia de clase media. Su padre era comerciante y se divorció de la madre de Willem cuando éste tenía tres años. El matrimonio ya tenía una hija, Maria Cornelia, que era cinco años mayor que Willem. En la adolescencia dejó la escuela para colocarse como aprendiz en una firma de artes aplicadas y decoraciones, mientras que por las noches asistía a la Academia Arte y Técnica de Rotterdam, donde estudió por cuatro años, hasta 1921. Posteriormente regresó a esta Academia en 1925 para completar su formación, la cual dejó una huella imborrable en el quehacer de su obra durante toda su vida.

En 1926, tras una serie de trabajos en empresas de decoración de Rótterdam y Bélgica, de Kooning emigró a Estados Unidos como polizón en un barco de carga en busca de un porvenir más atractivo. Se instaló casi inmediatamente en Hoboken (New Jersey), donde trabajó un tiempo como pintor de brocha gorda, lo cual le permitió vivir de una forma modesta. En 1927 se trasladó a Nueva York, donde se afincó definitivamente.

Para principios de los años 30 empezó a experimentar con el arte abstracto, usando formas derivadas de elementos biológicos a la manera de Miró y ciertas formas geométricas con las que estructuraba sus composiciones, pero su obra principal seguía siendo de carácter figurativo. Por esta época también se relaciona con figuras como el crítico John D. Graham, y el pintor armenio Arshile Gorky, también emigrado a los Estados Unidos y quien se convertiría en su amigo más cercano e influiría en su obra decisivamente. Por medio de su amistad con estos personajes ingresó como miembro en la Artists’ Union en 1934.

Hacia 1935 de Kooning consiguió un trabajo para realizar los murales de un proyecto que patrocinaba el gobierno federal, dirigido por Fernand Léger, como parte de un programa para ayudar y sostener económicamente a los artistas durante la gran depresión. Gracias a este trabajo obtuvo una solvencia económica que, por primera vez, le permitió dedicarse por entero al arte, abandonando todos los demás trabajos que tuvo que realizar para ayudarse a sobrevivir. Los murales que diseñó nunca se realizaron, pero le permitieron demostrar su amplio conocimiento y dominio de las técnicas en boga por esa época, en especial de Picasso, de quien estudió detalladamente su obra.

Los murales no se realizaron y de Kooning perdió la oportunidad de seguir trabajando en este programa ya que no era ciudadano norteamericano. De nuevo se vio pasando penurias económicas, mientras visitaba asiduamente el estudio de Gorky, bajo cuya influencia realizó diversos experimentos pictóricos utilizando sus ya familiares figuras biomórficas. La mayor parte de estas obras de estudio fueron destruidas por el propio de Kooning un poco más tarde.

En 1937 recibe un encargo para realizar un mural en el World’s Fair Hall of Pharmacy, con ocasión de la Exposición Universal de Nueva York de 1939, con lo cual se empieza a dar a conocer entre un grupo más amplio de artistas, críticos y conocedores. Es por esta época que conoce a Philip Guston y Barnett Newman, así como a Elaine Fried, una joven artista que se convierte en su discípula y amante y con quien se casaría en 1943.

El final de la década de los años 30 sorprende a de Kooning experimentando entre las dos vertientes plásticas, abstracción y figuración, para lo cual establece en su obra un delicado equilibrio entre  ambas que se expresó en una serie de pinturas y dibujos. El predominio de los tonos pastel, así como una meticulosa construcción de las formas y la equilibrada combinación entre abstracción y figuración se convierten en su sello personal. Pero de Kooning nunca permaneció estático, ni se conformó con hallar un único lenguaje pictórico que le permitiera expresarse; era un inconformista autocrítico, así que siguió experimentando con nuevas ideas. Desde 1938 hasta 1944 desarrolló su primera serie de Mujeres.  

Julián González Gómez


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