Kazimir Malevich, «Cuadrado negro». Óleo sobre tela, 1915

Julián González Gómez

La máxima simplicidad de una expresión artística, llevada hasta casi sus últimas consecuencias. Un arte que no pretende otra cosa que expresarse a sí mismo sin ninguna simbología y solo pretende ser tal cual. Muchas veces no resulta fácil la interpretación de una pintura como ésta y quien pretenda encontrar un lenguaje escondido y críptico no lo va a poder hacer. El arte abstracto tiene su génesis en expresiones como esta, vista en un contexto en el cual se estaban buscando nuevos derroteros y se pretendía acabar con cualquier alusión al arte tradicional. La obra fue presentada como una muestra de un arte de vanguardia que no pretendía escandalizar ni crear controversia sino que buscaba expresar algunos de los elementos más profundos del alma humana y precisamente en eso es en donde el poder de representación puede resultar equívoco para el espectador.

Como ya se ha dicho en otras oportunidades en este espacio, para apreciar el arte abstracto es necesario verlo primero en su contexto y después investigar sobre sus características y valores para poder ser comprendido a cabalidad y, eventualmente, apreciado. Esta pintura pertenece a una vanguardia que creó el propio Malevich llamada suprematismo. El suprematismo pretendía crear la representación de un universo que no contenía objetos y por lo tanto resultaba parcialmente invisible su representación y eso se expresaba a través de la reducción de la misma a los mínimos elementos. En consecuencia con ello la palabra “suprematismo” hace alusión a la supremacía de la nada como expresión última de lo incognoscible, de lo no representable. Las formas geométricas puras se conciben entonces como las representaciones que mejor describían esta “nada” en las obras. Algunos historiadores han afirmado que el suprematismo tenía ciertas relaciones con el constructivismo pero esto no es cierto. Partían de puntos de vista totalmente opuestos. Mientras que el constructivismo pretendía acentuar la base social del arte, el suprematismo estaba más relacionado con la naturaleza metafísica. Si bien ambos partían de esquemas geométricos, el constructivismo se basaba en la construcción de conjuntos congruentes de elementos geométricos formando composiciones con un diseño holístico y autorrelacionado. Por el contrario el suprematismo solo expresaba la geometría pura mediante los menos elementos posibles.

Los conceptos fundamentales que hemos explicado, se vierten en la obra a través de un lenguaje formal en el cual se inscriben algunos elementos que pueden considerarse como básicos de cualquier composición de estas características, como armonía, expresada en cuanto al uso de los colores; tensión por la manera en la cual se expresan las formas con el soporte y con otros elementos, cuando hay más de uno; contacto, cuando entre las figuras se establecen fronteras que las ligan o las distancias quedando claramente establecidas; semejanza, que se expresa a través de las redundancias formales de los elementos entre sí mismos y el formato del soporte y superposición, que es cuando las figuras se vierten una sobre otra, pero sin perder su propia forma. Los colores son siempre los más básicos y se expresan de forma absolutamente plana, sin matices.

Bajo este programa Malevich pretendió crear un arte substancial que expresara así la naturaleza de lo más básico y profundo, tal como él lo concebía. La influencia del suprematismo se evidenció en otras vanguardias como el propio constructivismo y unos años más tarde, la Bauhaus y su arte minimalista y geométrico.

Kazimir Malevich nació en Kiev en 1878, proveniente de una familia de extracción obrera. En su juventud estudió en una escuela de agricultura, pero ya desde esta época tenía aspiraciones artísticas. Aprendió por sí mismo a pintar paisajes y naturalezas muertas, lo que lo llevó un tiempo después a inscribirse en la Academia de artes de Kiev. Con una educación más formal empezó a pintar con una fuerte influencia del impresionismo. En 1904 se marchó a Moscú, donde sus conocimientos se amplían al poder ver más arte, incluso del que se hacía en Europa occidental. Un año después se marcha a Kursk, donde se había establecido su familia y sigue pintando, ahora de una forma más postimpresionista. De nuevo en Moscú realizó su primera exposición en 1907 sin mucho éxito, pero esto le sirvió de acicate para seguir produciendo un arte cada vez más ligado a las vanguardias. Malevich siempre estuvo comprometido con las vanguardias y esta idea nunca lo abandonó, por ello participó en varias organizaciones con otros artistas rusos de la misma tendencia y realizó con ellos varias exposiciones desde 1911.

En 1915 sus propias investigaciones lo llevaron a crear la vanguardia del suprematismo, el cual empezó a desarrollar de una forma intensa, pero tuvo poca respuesta de la sociedad y otros artistas que se volvieron más afines al constructivismo. Fue partidario de la Revolución bolchevique de 1917, pero en su programa nunca estuvo el compromiso con un arte político que juzgó ajeno a sus ideas. En 1921 algunas de sus obras se expusieron en Alemania junto a las de otros artistas. En 1925 se involucró en la dirección de algunos grupos de creadores revolucionarios, pero en 1929 fue expulsado al no quererse comprometer con el arte soviético. En 1932 su arte volvió a la figuración, cambiando totalmente de paradigma hasta el final de su vida. Murió en 1935 en Leningrado, actualmente San Petersburgo.


Umberto Boccioni, Formas únicas de continuidad en el espacio. Bronce, 1913

Julián González Gómez

800px-'Unique_Forms_of_Continuity_in_Space',_1913_bronze_by_Umberto_BoccioniEl futurismo fue un movimiento de vanguardia que surgió en París alrededor de 1910 y sus principales exponentes eran todos de origen italiano. Estos artistas eran fanáticos de la técnica y del progreso, en el que creían ciegamente y pensaban que conduciría a la humanidad hacia fronteras cada vez más altas. No podían prever que, unos años más tarde, la Primera Guerra Mundial acabaría abruptamente con esos sueños y despertaría en la sociedad la polarización y un sentimiento de desengaño. Mientras tanto, los futuristas crearon un arte vanguardista de gran alcance y sus investigaciones los llevaron a descubrir anticipadamente los aspectos más sobresalientes de la cinemática y la plasmación del movimiento de los objetos.

Esta escultura representa una figura humana que está moviéndose, caminando, y la vemos desde su perfil izquierdo. Conforme se mueve, va dejando en el espacio tras de sí las formas de diversas partes de su anatomía que están como quedándose rezagadas y se van diluyendo. Es como si se tomara una fotografía de un objeto en movimiento con el objetivo abierto. La figura es de un gran dinamismo no solo por esta plasmación de continuidad, sino además porque algunos otros componentes se están adelantando en simultaneidad a las partes que se están quedando atrás, por ejemplo la rodilla derecha, los brazos y partes de la cabeza. El resultado es una asombrosa combinación de elementos sintetizados y una dinámica continuidad espacial, tal y como su nombre lo expresa. Algunos han comparado las formas de esta escultura con una bandera ondeando al viento y es que en la continuidad de los diversos planos la luz también juega un papel fundamental, revelando la complejidad del desarrollo de las superficies en el espacio visible.

Aunque la distorsión de la figura es evidente, todavía es fácilmente reconocida como una figura humana y es que los futuristas heredaron del cubismo la necesidad de mantener inteligibles los elementos que representaban, aunque tenga que ser la mente la que los reconstruya mediante diversas referencias. Hay que decir que posteriores desarrollos del arte futurista derivaron hacia senderos que se acercaron a la abstracción pura, pero en todo caso su punto de partida fue siempre la representación del movimiento de formas del mundo real y nunca estuvo en su programa representar aquello que perteneciese a otro tipo de esferas, aún las conceptuales, como sucedió con el neoplasticismo o el suprematismo.

Boccioni realizó la escultura original en yeso en 1913 y fue expuesta en Italia poco después. Posteriormente se realizaron diversas copias en bronce, las cuales actualmente son parte de las colecciones de varios museos alrededor del mundo. Boccioni nunca llegó a ver su obra fundida, pero indudablemente pensó que esta escultura debía realizarse en metal, ya que solo de esta forma se pueden revelar los inquietantes juegos de luz que la animan y que complementan a la perfección su emotiva plástica.

Actualmente, esta es la obra escultórica más célebre del futurismo y se ha convertido en un ícono de las vanguardias de los primeros años del siglo XX, no faltando nunca en cualquier reseña artística. Muchos artistas de épocas posteriores desarrollaron su escultura con base en los caminos abiertos por esta obra.

Umberto Boccioni nació en Regio de Calabria en 1882. Tras sus primeros años estudiando arte en su tierra natal, se marchó a Milán donde entabló amistad con varios artistas de un movimiento vanguardista llamado divisionismo. Sin embargo, el encuentro más crucial de su carrera ocurrió cuando conoció a Filippo Tommaso Marinetti, poeta y artista plástico que lo inició en el movimiento futurista junto a otros pintores como Gino Severini, Giacomo Balla y Carlo Carrá. Todos ellos emigraron a París, que era la meca de las artes por ese tiempo y en esa ciudad publicaron en 1910 el Manifiesto del movimiento futurista. De acuerdo a sus principios, el artista moderno debía dejar atrás el esquema figurativo del pasado para centrarse en lo contemporáneo que está en continua evolución y movimiento. Para ellos, eran los automóviles y la ciudad caótica los modelos en los cuales basarse para desarrollar una auténtica expresión contemporánea.

Para Boccioni fue inevitable sentirse influenciado por el cubismo, aunque criticaba lo que consideraba un excesivo énfasis de esa vanguardia en la línea recta y por ello siempre realizó sus obras con base en curvas y superficies ondulantes, representando movimiento y dinamismo espaciales. Fue uno de los pocos artistas futuristas que experimentaron con la escultura, para la cual utilizó siempre materiales que consideraba modernos como el hierro, el cemento o el cristal. Su vida oscilaba entre París e Italia, en la cual se estableció definitivamente al iniciarse la Primera Guerra Mundial.

Boccioni fue reconocido además como notable teórico al desarrollar conceptos claves del futurismo como el de líneas-fuerza, compenetración de planos, simultaneidad y expansión de los cuerpos en diversas superficies. De acuerdo a los conceptos que desarrolló se advierte que la idea fundamental de todos ellos es la reciprocidad de las relaciones que existe entre los objetos y entre éstos y el ambiente que los circunda.

Su carrera y su vida se vieron truncadas cuando tuvo un accidente al caerse de un caballo en Verona en 1916.


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