Julián González Gómez
Egipto (Quinta parte)
Antes de considerar cualquier aspecto acerca de la arquitectura del antiguo Egipto, es necesario considerar las características de la región que ocupó esta cultura. Egipto es predominantemente una tierra desértica y, por consiguiente, está muy poco poblada, con la excepción del valle del Nilo y su delta. Estas son tierras de gran fertilidad, a consecuencia de las inundaciones periódicas del Nilo, en las cuales se deposita una capa de limo que se extiende a ambos lados de la ribera, sobre una franja estrecha, pero que permite desarrollar cultivos extensivos. Casi toda la población se estableció en esta franja, en la cual se fundaron la mayor parte de las ciudades y asentamientos desde la más remota antigüedad. Tal vez por esa razón es que Heródoto declaró en la antigüedad: “Egipto es un don del Nilo”.
Egipto también es una tierra que carece de mucha variedad de materiales de construcción, por lo que los egipcios se vieron en la necesidad de optimizar las técnicas constructivas para aprovecharlos mejor. Los dos principales materiales de construcción utilizados en el antiguo Egipto eran el adobe y la piedra. De esta última, la más abundante era la piedra caliza, pero también había arenisca y granito, extraídas de canteras que fueron explotadas desde los tiempos predinásticos, en el IV milenio a.C. La madera, muy escasa y de poca variedad, se empleó sobre todo en detalles accesorios. El adobe se empleó en la construcción de las viviendas, palacios, fortalezas y murallas; mientras la piedra se reservó para la construcción de las tumbas y los templos. Este tipo de materiales permitían la construcción de un tipo de arquitectura llamada “adintelada”, que consiste básicamente en un sistema compuesto de columna y viga como elemento tectónico básico. El muro era otro elemento fundamental de cierre y soporte, mientras que las techumbres eran a base de pares (vigas) de madera, con cubierta de paja, o bien de terrazas planas a base de barro con vigas de madera. Aunque los egipcios conocieron el arco y la bóveda desde la época del Imperio Nuevo (siglos XVI-X a.C.) lo emplearon en muy escasas ocasiones.
Debido a que el clima de Egipto es árido y seco, su arquitectura doméstica se tuvo que adaptar a una vida que se desarrollaba sobre todo al aire libre, reservando los pequeños recintos interiores para dormir y algunas pocas actividades más. Las habitaciones se agrupaban alrededor de patios interiores, hacia donde se dirigían las escasas ventanas, evitando su exposición hacia el exterior para prevenir el ingreso del calor. De esa arquitectura doméstica, en la cual se incluyen los palacios, solo existen vestigios de sus cimientos, ya que los muros y techos desaparecieron hace mucho tiempo por la precariedad de los materiales de construcción empleados.
En cambio, su arquitectura religiosa, construida casi toda con piedra, estaba regida por la jerarquía de los recintos internos, que eran los más importantes. Estos recintos se caracterizan por grandes espacios llamados “Salas Hipóstilas” que eran salones de grandes dimensiones, cuyos techos planos estaban sostenidos por gran número de columnas, debido a que los dinteles de piedra no debían ser muy largos, ya que se podían derrumbar. Había dos tipos principales de templos: los funerarios y los de culto a los dioses, cada uno de los cuales presenta ciertas diferencias entre sí. La principal es que, sin excepción, los templos funerarios, al igual que las necrópolis, fueron construidos en la ribera occidental del Nilo. La razón es que, de acuerdo a la cosmología egipcia, el recorrido diurno del Sol marca simbólicamente el devenir de la vida terrena, a semejanza del trayecto Este-Oeste de la barca en la que navega Ra; hasta llegar al horizonte vespertino, donde se sumerge en la vida después de la muerte, donde aborda otra barca para su recorrido nocturno. La oposición entre el eje Este-Oeste y el recorrido del Nilo, que es Norte-Sur establece el cruce de dos ejes contrapuestos que se armonizan entre sí, representando la naturaleza intrínseca del Maat (ver los artículos anteriores sobre el arte egipcio). Los antiguos egipcios pensaban que su vida estaba indisolublemente asociada con estos conceptos y por ello el culto funerario quedó señalado por la trayectoria solar.
Los templos egipcios primitivos estaban construidos de troncos de palmeras y posteriormente se empezaron a construir de adobe. Se supone que el primer templo construido en piedra es el que se encuentra en el complejo funerario de Saqqara, realizado por Imhotep para el faraón Zoser de la III dinastía en el Imperio antiguo. En este complejo se encuentra también la primera pirámide como monumento funerario. Sobre la figura de Imhotep ya hemos comentado en un artículo anterior y aquí no vamos a agregar nada sobre su figura, de gran importancia histórica. A partir de la construcción de este complejo, los templos funerarios de los faraones se construyeron casi en su totalidad de piedra, lo mismo que los complejos de templos dedicados a los diversos dioses. Los templos de culto al dios Rase erigieron en Heliópolis y posteriormente se erigió el conjunto templario de Hawara en El Fayum, durante el Imperio Medio. Los templos más monumentales surgieron en el Imperio Nuevo (1550-1070 a. C.), sobre todo en Tebas y sus cercanías, donde se encuentran los complejos de Karnac y Luxor en honor a Amón. La tipología de estos templos es similar en sus características arquitectónicas, consiste en una serie de elementos espaciales ordenados en un esquema lineal, de acuerdo a un recorrido que simboliza el acercamiento progresivo hacia la deidad. Todo el pueblo, sin distinción social, acudía a los templos en peregrinación durante determinadas fechas del año. El
primer elemento del recorrido es el Dromos, una avenida con esfinges a ambos lados, donde se inicia la procesión multitudinaria. La avenida finaliza en la entrada del templo, provista de dos pilonos, que son grandes muros trapezoidales decorados con relieves, además de varios obeliscos, o en otros casos con gigantescas estatuas del faraón. El pueblo llano sólo podía llegar hasta este punto; el resto del recorrido, ya en espacios amurallados e internos, estaba reservado a los militares, dignatarios y el faraón con su familia. El siguiente elemento de esta secuencia es la Sala Hiperta, un patio descubierto con columnas a ambos lados, hasta aquí podían llegar los militares. El próximo espacio es la Sala Hipóstila, que era un lugar de reunión comunal, donde se reunían sólo los familiares del faraón y los sacerdotes. Al final del recorrido se encuentra el santuario, donde reside el dios al que estaba consagrado el templo, y al cual sólo podía ingresar el faraón y los sacerdotes principales. Este Sancta Sanctorum era un lugar cerrado, más bien pequeño y carente de ventanas e iluminación indirecta. El conjunto templario se completaba con un lago sagrado, templos menores anexos, residencias para los sacerdotes, bibliotecas, aulas para escribas y almacenes. Los templos fueron, además de centros religiosos, importantes enclaves económicos, ya que estaban asociados a ellos un gran número de actividades agrícolas, artesanales y comerciales.
En cuanto a la arquitectura funeraria, los faraones de las primeras dinastías, así como los sacerdotes y dignatarios, eran enterrados en edificios llamados Mastabas, de planta rectangular, techo plano y muros laterales inclinados, construida con bloques de adobe o con piedra. Debajo del edificio se excavaban las tumbas en la roca subterránea para depositar el sarcófago y los tesoros que acompañaban al difunto. Posteriormente se empezaron a erigir las pirámides y los templos dedicados al culto funerario del faraón. A partir del complejo erigido en honor al faraón Zoser, ya mencionado antes, con su pirámide escalonada, sus sucesores establecieron nuevos parámetros en el diseño de los conjuntos funerarios. Empezando con el faraón Snefru (2614-2579 a. C), primer gobernante de la IV dinastía, quien mandó a construir hasta tres pirámides: la primera, fallida, en Dashur; la segunda, también imperfecta, en Meidum y la tercera, la primera de caras lisas, llamada “Pirámide Roja” también en Dashur. En este complejo se erigió un templo a las orillas del Nilo, que se comunicaba por medio de una larga calzada con un segundo templo ubicado al pie de la pirámide, a lo largo del eje Este-Oeste. Sus sucesores siguieron este patrón y aquí hay que mencionar obligadamente a las que, sin duda, son las estrellas de la arquitectura egipcia antigua: las grandes pirámides de Giza. Fueron erigidas en honor a los faraones Khufu (Keops), la más grande y antigua; Jafra (Kefrén) y Menkaura (Micerino). Junto a ellas se encuentran los templos funerarios y la llamada “Esfinge”. Todas fueron construidas en el Imperio Antiguo, empezando por la de Khufu, terminada en el 2570 a.C. y considerada el edificio más alto del mundo hasta el siglo XIV y una de las maravillas del mundo antiguo. Aunque son consideradas como obras arquitectónicas, son fundamentalmente grandes volúmenes de piedra con unos mínimos espacios internos, realizados para contener los restos funerarios de los faraones y algunos de sus servidores y esposas. De acuerdo a los descubrimientos arqueológicos, el complejo de las pirámides de Giza seguía un patrón armónico, basado en la geometría de la espiral áurea y cuyo foco estaba precisamente en el lugar donde se encuentra la Esfinge, que se supone fue erigida durante los tiempos del faraón Jafra.
Los gobernantes del Imperio Medio (2055-1650 a. C.) continuaron la construcción de los complejos funerarios con pirámides, pero de menor escala que las del Imperio Antiguo. En el Imperio Nuevo (1550-1070 a. C.), al mismo tiempo que se construyeron los grandes templos de Tebas, los faraones empezaron a ser enterrados en los Hipogeos, cerca de la misma ciudad, específicamente en el lugar llamado “Valle de los Reyes”. Los Hipogeos eran galerías excavadas en la roca, consistentes en una serie de cámaras conectadas con un pasillo central y una cámara más importante, donde se encontraba el sarcófago del faraón. Las paredes estaban decoradas con frescos y relieves alusivos a la vida del gobernante, su familia y sus funciones. Todas las tumbas encontradas hasta el día de hoy, fueron saqueadas ya desde la antigüedad, excepto la famosa tumba del faraón Tutankamón, descubierta por el arqueólogo Howard Carter hace exactamente un siglo, la cual se encontró intacta.
Con esta breve descripción de las principales características de la arquitectura del antiguo Egipto, cerramos este ciclo, para iniciar en la próxima entrega la descripción de las características del arte helénico, base fundamental de nuestra cultura.