Julián González Gómez
De acuerdo al Evangelio de San Lucas, el Arcángel Gabriel se le apareció a la joven María para anunciarle que sería la madre del salvador del mundo y ella, manifestando sorpresa y aceptación quedó encinta por gracia del Espíritu Santo. La iglesia conmemora este hecho el 25 de marzo de cada año, coincidiendo con la fecha en que nueve meses después nacería Jesús. El tema de la Anunciación ha sido muchas veces representado en la historia del arte desde la Edad Media. Empezó siendo muy popular en el arte bizantino, donde se representaba la escena de la Virgen, el Arcángel y también el Espíritu Santo en las entradas de las basílicas bajo el arco de entrada y también en Europa occidental, donde comúnmente se representaba en el reverso de los retablos. Ya a fines de la Edad Media y comienzos del Renacimiento, el tema de la anunciación se empezó a realizar autónomamente sin depender de su ubicación en el reverso de los retablos, apareciendo entonces como tema central.
Son famosas varias de estas representaciones como las de Fra Angélico, Guirlandaio y Leonardo da Vinci, en las cuales la iconografía es siempre la misma: el Arcángel se ubica a la izquierda y la Virgen, que está a la derecha y sentada, está leyendo un libro piadoso sobre un atril y muestra una expresión de contenida sorpresa. El contexto de la escena es variado, porque mientras Fra Angélico representa la escena en un jardín al igual que Leonardo, en la pintura de Guirlandaio transcurre en el interior de una suntuosa residencia.
En el caso de la pintura que estamos comentando aquí, Antonello da Messina ha representado esta escena de una forma muy diferente a la de los demás artistas y con ello dio muestra no solo de una gran originalidad, sino también de una capacidad de penetración psicológica en el personaje de la Virgen y su relación con nosotros como observadores, dejándonos con varias interrogantes que solo se resuelven analizando la sutileza de la representación. Para empezar, la escena está ubicada en un contexto oscuro, sombrío, como si fuese el final de la tarde o ya de noche, pero en todo caso transcurre en un interior, lo cual denota recogimiento. María lee un libro que está colocado sobre un pequeño atril y parece que en este preciso momento ha levantado su mano derecha, la cual sujetaba las páginas del libro y estas se están volteando, lo que indica sorpresa. Con la mano izquierda se cierra apresuradamente el velo que la cubre, lo que señala también cierto sobresalto. Parece entonces que aquí se está representando el momento preciso en el que el arcángel Gabriel se le ha presentado para anunciarle la gran noticia, pero este personaje no está en la pintura. ¿Acaso es la luz que emana del arcángel la que baña la escena lateralmente?
El contraste con el elemento que es la sorpresa se establece en el rostro de la Virgen, que está sereno y con los ojos dirigidos ligeramente a su derecha y abajo. El rostro de la bella joven no denota conmoción alguna ni sobresalto, al contrario, parece como si ya hubiera estado esperando la visita y en este momento solo se está confirmando lo que ya sabía que pasaría. Una ligerísima sonrisa hace que su boca se mueva casi imperceptiblemente a su izquierda, lo que podría hacernos pensar que ya conocía al personaje que se le ha aparecido. El diálogo entonces entre las manos y el rostro es contrastante, aunque también ambiguo y a mi parecer no existe aquí ningún elemento que denote piedad, aunque sí cierto trance místico.
También esta escena nos podría hacer pensar que lo que se está representando no es el momento en el que ha aparecido el arcángel, sino al contrario, el momento en el que se acaba de ir y María, en su soledad y ante la noticia recibida muestra sentimientos encontrados, pues mientras sus manos todavía están nerviosas, su rostro ha alcanzado el estado de serenidad que este trance requiere. Esta interpretación se puede reforzar con el argumento de que el Arcángel no aparece y de que la escena oscura implica el recogimiento de María en este momento único y especial. Estas interpretaciones nos pueden hacer mucho más atractiva esta obra de arte la cual, al margen de su gran calidad plástica, refleja la psicología del personaje como se dijo antes.
Antonello da Messina, cuyo nombre original era Antonello di Giovanni d’Antonio nació en Mesina, Sicilia alrededor de 1430. Poco se conoce de su familia y niñez, pero seguramente empezó a formarse como pintor en su ciudad natal, la que abandona en 1446 para trasladarse a Nápoles, donde recibió una formación más sistemática con el pintor Colantonio. En esta época todavía no se había extendido a Nápoles la pintura renacentista que ya en otras latitudes de Italia estaba en pleno apogeo, así que su influencia todavía estaba marcada por los modelos tardomedievales.
Se sabe que alrededor de 1450 empezó a trabajar en Milán a las órdenes de la familia Sforza, gobernantes de la región, donde realizó algunos encargos para retornar a Mesina unos años más tarde y establecerse en su propio taller. Es posible que en su estancia en Milán conociera algunas obras de los maestros flamencos, los cuales ejercerían gran influencia en su propia producción, caracterizada por la implantación de la pintura al óleo y la temática realista y minuciosa de sus modelos. Vasari afirmó que Antonello fue discípulo de Jan van Eyck, pero esto no parece posible ya que no consta que viajó a Flandes alguna vez. Posteriormente, la influencia de Pietro della Francesca hizo que su arte se comprometiera con los modelos renacentistas italianos, dominados por la perspectiva, la modulación matemática y el idealismo de las escenas. A mediados de la década de 1470 era ya un reconocido maestro en toda Italia y fue requerido por Venecia para realizar varias obras en esa ciudad, ejerciendo influencia sobre los artistas locales. Una enfermedad le hizo regresar a Mesina, donde pasó su última época pintando algunos encargos. Murió en esa ciudad, en 1479 de una pleuritis, sin haber podido finalizar las obras que le había encargado la Señoría y que finalizaron algunos de sus discípulos.
Julián González Gómez
Debo confesar que Rubens no está en la lista de mis artistas favoritos, pero no soy quién para criticar su obra ya que por muchos es considerado uno de los más grandes pintores de la historia. Mi opinión es tan sólo eso: una opinión y nada más; a fin de cuentas, su influencia en la pintura del barroco ha sido comparable con la de Caravaggio. Lo que pasa es que muchas veces pienso si fue realmente su mano la que pintó la gran cantidad de obras que realizó. Debido a sus múltiples ocupaciones y a la gran cantidad de pedidos que tenía, tuvo que ampliar su taller y llenarlo de ayudantes que hacían buena parte del trabajo, pero era él quien daba los toques finales y maestros a las pinturas, algo que muchos otros artistas hicieron, entre ellos Rafael y Poussin.
Tuvo una vida muy variada, de múltiples facetas y situaciones, la mayoría de ellas afortunadas, por lo que su biografía es bastante interesante y extensa. Fue durante muchos años el rector del arte de las principales cortes europeas y su dictamen era considerado como punto final en lo que se refiere al arte. Poseedor de un amable carácter y de una extraordinaria habilidad diplomática, trabajó para reyes y príncipes como emisario y seleccionó muchas obras para las colecciones de sus patrones viajando por toda Europa, mientras dejaba la administración de su taller a su esposa y el trabajo a sus ayudantes. Gracias a esto, su legado abarca más de mil quinientos cuadros, además de toda una serie de dibujos, grabados e ilustraciones para libros.
Rubens nació en Siegen, actualmente Alemania, en 1577. Era el hijo menor de una familia calvinista de Amberes, ciudad de la que tuvieron que salir debido a las persecuciones religiosas. Su padre era abogado y durante un tiempo trabajó para Guillermo de Orange, con cuya esposa, Ana de Sajonia, tuvo un romance y por ello fue encarcelado. Pedro Pablo nació después que su padre saliera de la cárcel y la familia se estableció por fin en Colonia, pero con poca suerte. Su padre murió en 1589 y la viuda se convirtió al catolicismo y dispuso que ella y sus hijos se trasladasen a Amberes. Probablemente la primera formación como pintor que recibió Pedro Pablo fuese en Colonia, pero no fue sino hasta su traslado a Amberes cuando inició sistemáticamente su aprendizaje. En Flandes se sumaban las tradiciones de la pintura flamenca de los siglos XV y XVI con las influencias de la pintura italiana, lo cual fue una suerte para el joven Rubens, pues las dos sólidas escuelas formaron la base de su arte, influencias que lo acompañaron durante toda su carrera.
Después de pasar por diversos talleres de artistas de Amberes, Rubens, ya un joven maestro, se trasladó en 1600 a Italia y residió por un tiempo en Venecia para después trasladarse a Mantua, donde fue contratado por el duque Vincenzo Gonzaga como pintor de cámara. La corte de los Gonzaga era una de las más ricas en cuanto a colecciones de arte y Rubens fue encomendado por el duque a diversas ciudades italianas para comprar pinturas para su colección. Esto permitió al joven pintor empaparse en el arte italiano y en el estudio de sus grandes maestros, los cuales siempre veneró. En un viaje a Roma pintó tres cuadros encargados por el príncipe Alberto de Austria, regente de los Países Bajos, lo cual muestra que ya para ese entonces era un artista de gran prestigio. En 1603 fue enviado por su patrón a España, para entregar unos regalos al rey Felipe III. En España entabló contactos en la corte, especialmente con el valido, el duque de Lerma, para quien pintó un sobresaliente retrato ecuestre. En 1604 regresó a Mantua y luego estuvo en Génova y Roma, ciudades donde le fueron encargadas varias pinturas para ser colocadas en algunas de las iglesias más importantes. En esta época es evidente la influencia que ejercieron sobre su arte las pinturas de Correggio y Caravaggio. Del primero absorbió su naturalismo y del segundo las frágiles cualidades de luminosidad que caracterizaban sus obras. Otra gran influencia en su obra fue la pintura de Tiziano, de la que absorbió su exuberante colorido y sus composiciones de grupos. Pero fue Miguel Ángel el maestro que más le impresionó y del cual admiró no sólo sus frescos en la Capilla Sixtina, sino además sus dibujos y bocetos, muchos de los cuales copió y que dejaron en él una profunda impresión.
En 1608 se trasladó de nuevo a Amberes, ciudad en la que se estableció definitivamente y se convirtió en el pintor más famoso de la ciudad. Por ese tiempo Flandes pasaba por los conflictos de separación de las Provincias Unidas, desmembrándose de la corona de Augsburgo las provincias que luego formaron Holanda. En 1609 Rubens fue nombrado pintor de cámara del archiduque Alberto de Austria, el regente de las provincias y de su esposa, la infanta española Isabel Clara Eugenia. Contrajo matrimonio con Isabel Brandt, perteneciente a una de las familias más importantes de la ciudad y su situación social y económica se consolidó, haciéndolo uno de los personajes más influyentes de todo Flandes. Montó un gran taller en el que colaboraron numerosos ayudantes y otros pintores especialistas en diversos motivos como flores o paisajes, los cuales intervenían en sus obras. En 1621 la reina madre de Francia María de Médici le encargó dos ciclos sobre su vida y la de su difunto esposo Enrique IV. El ciclo de la reina constó de 24 lienzos, que fueron colocados en una de las alas del Palacio de Luxemburgo de París, mientras que el ciclo de Enrique IV no llegó a ser acabado por el exilio de María que forzó su hijo Luis XIII.
En 1621, tras el fin de la tregua de los doce años en las Provincias Unidas, los reyes españoles confiaron a Rubens algunas misiones diplomáticas, las cuales fueron muy intensas entre 1627 y 1630, viajando entre España e Inglaterra con el fin de conseguir la paz entre las provincias separadas, ahora llamadas Países Bajos y las Provincias Unidas. El rey de España Felipe IV le otorgó en 1624 un título nobiliario como gentilhombre de cámara, posteriormente también fue ennoblecido por el rey inglés Carlos I. En 1630, algunos años después de haber enviudado, Rubens se casó con Hélène Fourment, acaudalada heredera de dieciséis años, con quien tuvo cinco hijos. Después de su intenso período diplomático, Rubens se volvió a establecer en Amberes y se compró un castillo en las cercanías, donde pasó sus últimos años siendo respetado y admirado por toda la sociedad europea de su tiempo. Murió en 1640 en Amberes, aquejado por la gota y fue enterrado en la Iglesia de Santiago de la ciudad.
El cuadro que aquí se presenta: La Adoración de los Magos, pertenece al período inmediatamente posterior a su regreso de Italia, ya que fue pintado en 1609. Años después, entre 1628 y 29 Rubens lo retocó y lo amplió con algunos temas y elementos decorativos. Este cuadro fue un encargo de la Corporación Municipal de Amberes para decorar las estancias en las que se llevarían a cabo las negociaciones que después dieron como resultado la paz de los doce años en las Provincias Unidas. La alegoría de los Reyes Magos se refiere aquí a las expectativas que tenía la ciudad de obtener las ventajas de un gran desarrollo económico que vendría gracias a la paz. Es un cuadro de grandes dimensiones y su organización es claramente diagonal, partiendo los trazos reguladores de la figura del Niño Jesús. La organización general, así como la composición de las figuras es de clara influencia de Tiziano, mientras que el colorido se lo debe Rubens también al gran maestro veneciano, pero matizado por el claroscuro barroco. Como detalle curioso, hay que decir que cuando Rubens retocó el cuadro, pintó su autorretrato montado a caballo con una espada y una cadena de oro como símbolos de su condición nobiliaria.