Julián González Gómez
Los principios conceptuales del neoplasticismo estipulaban un purismo casi obsesivo en cuanto a la determinación de los elementos plásticos de una obra visual. Para los neoplasticistas, el enfoque principal estaba en el espacio y la división de este en diversos campos cuyas articulaciones establecían separaciones que conformaban espacios rectangulares o cuadrados con límites claramente establecidos. Toda composición neoplasticista se debía ver desde adentro hacia afuera en una suerte de juego visual y espacial, en el cual los bordes eran siempre provisionales y arbitrarios.
La obra neoplasticista expresa una totalidad sintetizada en elementos formales reducidos a su mínima expresión y basados en una geometría purista. El uso de los colores era sumamente restringido, limitándose su paleta al blanco, negro, gris y los tres colores primarios: azul, amarillo y rojo. Es así como la obra refleja no una realidad fenomenológica, aunque ella en sí lo sea, sino una condición subjetiva del espíritu del autor. Podríamos decir entonces que expresa un universo personal por medio de la geometría y una composición balanceada y armónica siempre buscando la eliminación de la simetría.
Los promotores de este movimiento fueron los artistas holandeses Piet Mondrian y Theo van Doesburg y su órgano de difusión fue la revista De Stijl, publicada desde el año 1917. En ella describían metódicamente sus hallazgos y propuestas y su difusión permitió que muchas personas se involucraran con este movimiento purista hasta el punto en que fue considerado como uno de los medios de abstracción más importantes de su época junto al constructivismo ruso y el suprematismo, con el que tenía muchos aspectos conceptuales en común.
En esta obra visual nos encontramos con una composición muy básica y aparentemente elemental dividida en distintos campos de color y blancos que pretenden formar una totalidad armónica y espiritual de múltiples alcances. Todas las líneas negras no sólo establecen los límites de los campos sino también en conjunto hacen una composición que se superpone a los rectángulos como un ente geométrico intrínsecamente ligado con el concepto general. No hay ningún elemento simbólico ni tampoco ninguna alusión a la realidad de la experiencia constituyéndose por sí en una experiencia distinta y al margen. Ni siquiera se pretende que esta experiencia sea similar a otras que se pueden experimentar contemplando otras obras de la misma tendencia. En contraposición a los principios de Mondrian, para quien toda composición neoplasticista debía contener únicamente elementos dispuestos en vertical u horizontal, Van Doesburg disiente colocándolos en un ángulo de 45 grados que es en todo caso el ángulo ideal y perfecto ya que divide la ortogonalidad en dos partes iguales. Precisamente por esta disidencia, ambos artistas tuvieron diferencias que los llevaron con el tiempo a separarse y emprender caminos distintos.
Otro elemento especial es que los colores están dispuestos en dos tonalidades distintas aunque no muy diferentes entre sí. Se nota que Van Doesburg ya se había separado de los rígidos esquemas que había establecido junto a Mondrian, iniciando una búsqueda de otros medios de expresión, aunque sin apartarse de la tónica general del movimiento.
Theo van Doesburg nació en Utrecht, Holanda, en 1883 proveniente de una familia de comerciantes. Desde niño recibió clases de arte y sus primeros pasos fueron en su ciudad natal donde aprendió dibujo y los principios básicos de composición y pintura bajo esquemas más bien tradicionales. Establecido como artista independiente desde principios de siglo, realizó su primera exposición personal en La Haya en 1908 sin mayor éxito. Por esta época se empezó a interesar en la vanguardia del cubismo, del que trató de incorporar en sus obras los principios conceptuales. Avanzando en su investigación alcanzó cada vez un grado mayor de abstracción mediante la síntesis de los elementos a representar y reduciéndolos a sus principios geométricos más básicos. Desde 1916, se empezó a relacionar con Mondrian y los principios del constructivismo. En 1917 fundaron ambos la revista De Stijl con la cual empezó oficialmente a difundirse sus hallazgos y principios neoplasticistas.
En 1921 se trasladó a Weimar desde donde siguió editando la revista, ya sin la participación de Mondrian. En esta época entabló una estrecha relación con el constructivismo alemán y algunos de sus principales artistas. También se relacionó periféricamente con la Bauhaus y aunque nunca fue profesor de la misma, sus ideas influenciaron muchos de los principios de este movimiento. A partir de 1928 empezó a desarrollar diversos diseños arquitectónicos basados en los principios del neoplasticismo y, aunque novedosos y vanguardistas, ninguno se construyó, excepto una remodelación de un café que realizó en conjunto con Jean Arp y Sophie Taeuber-Arp en Estrasburgo. Durante los años siguientes estuvo involucrado en diversos proyectos artísticos en Alemania y Francia ganando notoriedad no sólo como artista sino también como teórico. Falleció de un infarto en Davos, Suiza en 1931.
Julián González Gómez
El futurismo fue un movimiento de vanguardia que surgió en París alrededor de 1910 y sus principales exponentes eran todos de origen italiano. Estos artistas eran fanáticos de la técnica y del progreso, en el que creían ciegamente y pensaban que conduciría a la humanidad hacia fronteras cada vez más altas. No podían prever que, unos años más tarde, la Primera Guerra Mundial acabaría abruptamente con esos sueños y despertaría en la sociedad la polarización y un sentimiento de desengaño. Mientras tanto, los futuristas crearon un arte vanguardista de gran alcance y sus investigaciones los llevaron a descubrir anticipadamente los aspectos más sobresalientes de la cinemática y la plasmación del movimiento de los objetos.
Esta escultura representa una figura humana que está moviéndose, caminando, y la vemos desde su perfil izquierdo. Conforme se mueve, va dejando en el espacio tras de sí las formas de diversas partes de su anatomía que están como quedándose rezagadas y se van diluyendo. Es como si se tomara una fotografía de un objeto en movimiento con el objetivo abierto. La figura es de un gran dinamismo no solo por esta plasmación de continuidad, sino además porque algunos otros componentes se están adelantando en simultaneidad a las partes que se están quedando atrás, por ejemplo la rodilla derecha, los brazos y partes de la cabeza. El resultado es una asombrosa combinación de elementos sintetizados y una dinámica continuidad espacial, tal y como su nombre lo expresa. Algunos han comparado las formas de esta escultura con una bandera ondeando al viento y es que en la continuidad de los diversos planos la luz también juega un papel fundamental, revelando la complejidad del desarrollo de las superficies en el espacio visible.
Aunque la distorsión de la figura es evidente, todavía es fácilmente reconocida como una figura humana y es que los futuristas heredaron del cubismo la necesidad de mantener inteligibles los elementos que representaban, aunque tenga que ser la mente la que los reconstruya mediante diversas referencias. Hay que decir que posteriores desarrollos del arte futurista derivaron hacia senderos que se acercaron a la abstracción pura, pero en todo caso su punto de partida fue siempre la representación del movimiento de formas del mundo real y nunca estuvo en su programa representar aquello que perteneciese a otro tipo de esferas, aún las conceptuales, como sucedió con el neoplasticismo o el suprematismo.
Boccioni realizó la escultura original en yeso en 1913 y fue expuesta en Italia poco después. Posteriormente se realizaron diversas copias en bronce, las cuales actualmente son parte de las colecciones de varios museos alrededor del mundo. Boccioni nunca llegó a ver su obra fundida, pero indudablemente pensó que esta escultura debía realizarse en metal, ya que solo de esta forma se pueden revelar los inquietantes juegos de luz que la animan y que complementan a la perfección su emotiva plástica.
Actualmente, esta es la obra escultórica más célebre del futurismo y se ha convertido en un ícono de las vanguardias de los primeros años del siglo XX, no faltando nunca en cualquier reseña artística. Muchos artistas de épocas posteriores desarrollaron su escultura con base en los caminos abiertos por esta obra.
Umberto Boccioni nació en Regio de Calabria en 1882. Tras sus primeros años estudiando arte en su tierra natal, se marchó a Milán donde entabló amistad con varios artistas de un movimiento vanguardista llamado divisionismo. Sin embargo, el encuentro más crucial de su carrera ocurrió cuando conoció a Filippo Tommaso Marinetti, poeta y artista plástico que lo inició en el movimiento futurista junto a otros pintores como Gino Severini, Giacomo Balla y Carlo Carrá. Todos ellos emigraron a París, que era la meca de las artes por ese tiempo y en esa ciudad publicaron en 1910 el Manifiesto del movimiento futurista. De acuerdo a sus principios, el artista moderno debía dejar atrás el esquema figurativo del pasado para centrarse en lo contemporáneo que está en continua evolución y movimiento. Para ellos, eran los automóviles y la ciudad caótica los modelos en los cuales basarse para desarrollar una auténtica expresión contemporánea.
Para Boccioni fue inevitable sentirse influenciado por el cubismo, aunque criticaba lo que consideraba un excesivo énfasis de esa vanguardia en la línea recta y por ello siempre realizó sus obras con base en curvas y superficies ondulantes, representando movimiento y dinamismo espaciales. Fue uno de los pocos artistas futuristas que experimentaron con la escultura, para la cual utilizó siempre materiales que consideraba modernos como el hierro, el cemento o el cristal. Su vida oscilaba entre París e Italia, en la cual se estableció definitivamente al iniciarse la Primera Guerra Mundial.
Boccioni fue reconocido además como notable teórico al desarrollar conceptos claves del futurismo como el de líneas-fuerza, compenetración de planos, simultaneidad y expansión de los cuerpos en diversas superficies. De acuerdo a los conceptos que desarrolló se advierte que la idea fundamental de todos ellos es la reciprocidad de las relaciones que existe entre los objetos y entre éstos y el ambiente que los circunda.
Su carrera y su vida se vieron truncadas cuando tuvo un accidente al caerse de un caballo en Verona en 1916.