Julián González Gómez
La máxima simplicidad de una expresión artística, llevada hasta casi sus últimas consecuencias. Un arte que no pretende otra cosa que expresarse a sí mismo sin ninguna simbología y solo pretende ser tal cual. Muchas veces no resulta fácil la interpretación de una pintura como ésta y quien pretenda encontrar un lenguaje escondido y críptico no lo va a poder hacer. El arte abstracto tiene su génesis en expresiones como esta, vista en un contexto en el cual se estaban buscando nuevos derroteros y se pretendía acabar con cualquier alusión al arte tradicional. La obra fue presentada como una muestra de un arte de vanguardia que no pretendía escandalizar ni crear controversia sino que buscaba expresar algunos de los elementos más profundos del alma humana y precisamente en eso es en donde el poder de representación puede resultar equívoco para el espectador.
Como ya se ha dicho en otras oportunidades en este espacio, para apreciar el arte abstracto es necesario verlo primero en su contexto y después investigar sobre sus características y valores para poder ser comprendido a cabalidad y, eventualmente, apreciado. Esta pintura pertenece a una vanguardia que creó el propio Malevich llamada suprematismo. El suprematismo pretendía crear la representación de un universo que no contenía objetos y por lo tanto resultaba parcialmente invisible su representación y eso se expresaba a través de la reducción de la misma a los mínimos elementos. En consecuencia con ello la palabra “suprematismo” hace alusión a la supremacía de la nada como expresión última de lo incognoscible, de lo no representable. Las formas geométricas puras se conciben entonces como las representaciones que mejor describían esta “nada” en las obras. Algunos historiadores han afirmado que el suprematismo tenía ciertas relaciones con el constructivismo pero esto no es cierto. Partían de puntos de vista totalmente opuestos. Mientras que el constructivismo pretendía acentuar la base social del arte, el suprematismo estaba más relacionado con la naturaleza metafísica. Si bien ambos partían de esquemas geométricos, el constructivismo se basaba en la construcción de conjuntos congruentes de elementos geométricos formando composiciones con un diseño holístico y autorrelacionado. Por el contrario el suprematismo solo expresaba la geometría pura mediante los menos elementos posibles.
Los conceptos fundamentales que hemos explicado, se vierten en la obra a través de un lenguaje formal en el cual se inscriben algunos elementos que pueden considerarse como básicos de cualquier composición de estas características, como armonía, expresada en cuanto al uso de los colores; tensión por la manera en la cual se expresan las formas con el soporte y con otros elementos, cuando hay más de uno; contacto, cuando entre las figuras se establecen fronteras que las ligan o las distancias quedando claramente establecidas; semejanza, que se expresa a través de las redundancias formales de los elementos entre sí mismos y el formato del soporte y superposición, que es cuando las figuras se vierten una sobre otra, pero sin perder su propia forma. Los colores son siempre los más básicos y se expresan de forma absolutamente plana, sin matices.
Bajo este programa Malevich pretendió crear un arte substancial que expresara así la naturaleza de lo más básico y profundo, tal como él lo concebía. La influencia del suprematismo se evidenció en otras vanguardias como el propio constructivismo y unos años más tarde, la Bauhaus y su arte minimalista y geométrico.
Kazimir Malevich nació en Kiev en 1878, proveniente de una familia de extracción obrera. En su juventud estudió en una escuela de agricultura, pero ya desde esta época tenía aspiraciones artísticas. Aprendió por sí mismo a pintar paisajes y naturalezas muertas, lo que lo llevó un tiempo después a inscribirse en la Academia de artes de Kiev. Con una educación más formal empezó a pintar con una fuerte influencia del impresionismo. En 1904 se marchó a Moscú, donde sus conocimientos se amplían al poder ver más arte, incluso del que se hacía en Europa occidental. Un año después se marcha a Kursk, donde se había establecido su familia y sigue pintando, ahora de una forma más postimpresionista. De nuevo en Moscú realizó su primera exposición en 1907 sin mucho éxito, pero esto le sirvió de acicate para seguir produciendo un arte cada vez más ligado a las vanguardias. Malevich siempre estuvo comprometido con las vanguardias y esta idea nunca lo abandonó, por ello participó en varias organizaciones con otros artistas rusos de la misma tendencia y realizó con ellos varias exposiciones desde 1911.
En 1915 sus propias investigaciones lo llevaron a crear la vanguardia del suprematismo, el cual empezó a desarrollar de una forma intensa, pero tuvo poca respuesta de la sociedad y otros artistas que se volvieron más afines al constructivismo. Fue partidario de la Revolución bolchevique de 1917, pero en su programa nunca estuvo el compromiso con un arte político que juzgó ajeno a sus ideas. En 1921 algunas de sus obras se expusieron en Alemania junto a las de otros artistas. En 1925 se involucró en la dirección de algunos grupos de creadores revolucionarios, pero en 1929 fue expulsado al no quererse comprometer con el arte soviético. En 1932 su arte volvió a la figuración, cambiando totalmente de paradigma hasta el final de su vida. Murió en 1935 en Leningrado, actualmente San Petersburgo.
Julián González Gómez
Los principios conceptuales del neoplasticismo estipulaban un purismo casi obsesivo en cuanto a la determinación de los elementos plásticos de una obra visual. Para los neoplasticistas, el enfoque principal estaba en el espacio y la división de este en diversos campos cuyas articulaciones establecían separaciones que conformaban espacios rectangulares o cuadrados con límites claramente establecidos. Toda composición neoplasticista se debía ver desde adentro hacia afuera en una suerte de juego visual y espacial, en el cual los bordes eran siempre provisionales y arbitrarios.
La obra neoplasticista expresa una totalidad sintetizada en elementos formales reducidos a su mínima expresión y basados en una geometría purista. El uso de los colores era sumamente restringido, limitándose su paleta al blanco, negro, gris y los tres colores primarios: azul, amarillo y rojo. Es así como la obra refleja no una realidad fenomenológica, aunque ella en sí lo sea, sino una condición subjetiva del espíritu del autor. Podríamos decir entonces que expresa un universo personal por medio de la geometría y una composición balanceada y armónica siempre buscando la eliminación de la simetría.
Los promotores de este movimiento fueron los artistas holandeses Piet Mondrian y Theo van Doesburg y su órgano de difusión fue la revista De Stijl, publicada desde el año 1917. En ella describían metódicamente sus hallazgos y propuestas y su difusión permitió que muchas personas se involucraran con este movimiento purista hasta el punto en que fue considerado como uno de los medios de abstracción más importantes de su época junto al constructivismo ruso y el suprematismo, con el que tenía muchos aspectos conceptuales en común.
En esta obra visual nos encontramos con una composición muy básica y aparentemente elemental dividida en distintos campos de color y blancos que pretenden formar una totalidad armónica y espiritual de múltiples alcances. Todas las líneas negras no sólo establecen los límites de los campos sino también en conjunto hacen una composición que se superpone a los rectángulos como un ente geométrico intrínsecamente ligado con el concepto general. No hay ningún elemento simbólico ni tampoco ninguna alusión a la realidad de la experiencia constituyéndose por sí en una experiencia distinta y al margen. Ni siquiera se pretende que esta experiencia sea similar a otras que se pueden experimentar contemplando otras obras de la misma tendencia. En contraposición a los principios de Mondrian, para quien toda composición neoplasticista debía contener únicamente elementos dispuestos en vertical u horizontal, Van Doesburg disiente colocándolos en un ángulo de 45 grados que es en todo caso el ángulo ideal y perfecto ya que divide la ortogonalidad en dos partes iguales. Precisamente por esta disidencia, ambos artistas tuvieron diferencias que los llevaron con el tiempo a separarse y emprender caminos distintos.
Otro elemento especial es que los colores están dispuestos en dos tonalidades distintas aunque no muy diferentes entre sí. Se nota que Van Doesburg ya se había separado de los rígidos esquemas que había establecido junto a Mondrian, iniciando una búsqueda de otros medios de expresión, aunque sin apartarse de la tónica general del movimiento.
Theo van Doesburg nació en Utrecht, Holanda, en 1883 proveniente de una familia de comerciantes. Desde niño recibió clases de arte y sus primeros pasos fueron en su ciudad natal donde aprendió dibujo y los principios básicos de composición y pintura bajo esquemas más bien tradicionales. Establecido como artista independiente desde principios de siglo, realizó su primera exposición personal en La Haya en 1908 sin mayor éxito. Por esta época se empezó a interesar en la vanguardia del cubismo, del que trató de incorporar en sus obras los principios conceptuales. Avanzando en su investigación alcanzó cada vez un grado mayor de abstracción mediante la síntesis de los elementos a representar y reduciéndolos a sus principios geométricos más básicos. Desde 1916, se empezó a relacionar con Mondrian y los principios del constructivismo. En 1917 fundaron ambos la revista De Stijl con la cual empezó oficialmente a difundirse sus hallazgos y principios neoplasticistas.
En 1921 se trasladó a Weimar desde donde siguió editando la revista, ya sin la participación de Mondrian. En esta época entabló una estrecha relación con el constructivismo alemán y algunos de sus principales artistas. También se relacionó periféricamente con la Bauhaus y aunque nunca fue profesor de la misma, sus ideas influenciaron muchos de los principios de este movimiento. A partir de 1928 empezó a desarrollar diversos diseños arquitectónicos basados en los principios del neoplasticismo y, aunque novedosos y vanguardistas, ninguno se construyó, excepto una remodelación de un café que realizó en conjunto con Jean Arp y Sophie Taeuber-Arp en Estrasburgo. Durante los años siguientes estuvo involucrado en diversos proyectos artísticos en Alemania y Francia ganando notoriedad no sólo como artista sino también como teórico. Falleció de un infarto en Davos, Suiza en 1931.
Julián González Gómez
“La naturaleza puede ser malgastadora en todas partes, pero el artista debe ser extremadamente frugal. La naturaleza es casi vertiginosamente locuaz; el artista debe ser taciturno. Si mis obras a veces dan una impresión primitiva, ello se puede explicar afirmando que surgen de mi disciplina, que busca reducirlo todo a unos pocos pasos. Es sólo frugalidad, la habilidad profesional final, en realidad lo opuesto al verdadero primitivismo”.
Estas palabras de Paul Klee, uno de los mayores artistas del siglo XX, reflejan la visión integral del arte que practicó: una aventura profundamente humana e intimista que se manifestaba con los mínimos elementos posibles, pero todos de una enorme elocuencia expresiva. Klee nunca quiso impresionar a nadie con su obra, la cual se asemeja a una especie de diario íntimo que desarrolló durante toda su existencia y tampoco pretendió dejar escuela. Tan solo manifestarse a sí mismo a través de un lenguaje absolutamente personal, el cual se asemeja al de los niños por su candidez y claridad.
En esta obra, una esfera roja, ligeramente desplazada hacia arriba sobre el centro, domina la composición. El halo de luz que la rodea, de color parecido al del oro, empuja hacia los márgenes los elementos del mundo que Klee reprodujo: pájaros, extraños habitantes zoomorfos y entes que recuerdan a la flora, todos reducidos a un lenguaje de signos que se desenvuelven accidentadamente, como si hubiesen sido desplazados de improviso. También se encuentran algunos misteriosos signos alfabéticos que parecieran haber sido colocados al azar intensificando así la sensación de que un aparente caos acaba de irrumpir en este mundo. La simbología es entonces oscura por su ambigüedad, ya que a primera vista pareciese que la estructuración de la composición manifiesta un orden que va desde los bordes hacia el centro, pero en realidad es un orden centrífugo, lo opuesto, que se puede verificar por medio de la cantidad de figuras y formas que están cortadas por los márgenes.
Los colores, apenas el rojo intenso del círculo y el amarillo dorado con ciertas variantes están desarrollados en sutiles gradaciones y claroscuros que definen las formas de las figuras por medio de las tonalidades. El balance resultante es entonces de un equilibrio sólido y concreto que le da a esta obra un ligero toque decorativo. Finalmente, el lenguaje de signos de Klee aquí se concreta en formas naturales y combinaciones aleatorias que denotan la influencia que en esta época ejerció el surrealismo en el artista.
Cuando Klee terminó esta obra, empezó a advertir los primeros síntomas de la dolencia que le causó la muerte sólo cinco años después: la esclerodermia, una grave enfermedad degenerativa que ataca la piel y consiste en una afección que ocurre cuando el sistema inmunitario ataca por error y destruye tejido corporal sano. Sin embargo, a pesar de su afección, Klee produjo gran cantidad de dibujos y pinturas ininterrumpidamente hasta el final.
Paul Klee nació en Münchenbuchsee, Suiza, en 1879, en una familia de músicos. Su padre era alemán y por esta razón Klee obtuvo esa ciudadanía, la cual no abandonó durante toda su vida. A la vez que inició los estudios de arte en su ciudad natal, empezó a recibir lecciones de música de su padre y luego en varias escuelas por lo que se convirtió con el tiempo en un virtuoso del violín, aunque dio muy pocos conciertos, prefiriendo dedicarse a la pintura y el dibujo.
En 1910, asentado en Munich, conoció a los pintores Wassily Kandinsky y Franz Marc quienes fundaron en 1911 el grupo Der Blaue Reiter (el jinete azul), vinculado al expresionismo aunque hay que destacar que Klee nunca perteneció formalmente al grupo, pero se vio fuertemente influenciado por su tendencia durante esos años, incluso expuso con ellos en varias oportunidades.
En 1914 viajó por el norte de África, específicamente a Túnez, cuyo sol y colorido marcaron una transformación en sus obras, utilizando colores mucho más cálidos y de gran viveza, dotando a su arte de un nuevo cromatismo que empezó a contrastar con las tendencias de color que por ese entonces se desarrollaban en Alemania. Ese mismo año fue enlistado en el ejército y estuvo en el frente de batalla de la Primera Guerra Mundial hasta el final del conflicto.
En 1919 se convirtió en profesor de la Bauhaus, la escuela de arte y diseño fundada por Walter Gropius en Dessau y luego en Weimar, donde dio varias clases hasta 1931 en que pasó a enseñar en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf. En 1933 fue denunciado por los nazis de producir “arte degenerado” y se prohibieron sus exposiciones por lo que abandonó Alemania y se instaló en Berna trabajando incansablemente a pesar de su enfermedad. Trasladado a una clínica de Muralto-Locarno, falleció en este lugar en 1940.