Julián González Gómez
La vanguardia llamada cubismo fue iniciada por Pablo Picasso y Georges Braque en París en el año de 1908. Fue consecuencia de una serie de experimentos llevados a cabo por este par de artistas que empezaron a sintetizar las formas reduciéndolas a sus elementos geométricos más simples y presentándolas en un juego de múltiples planos simultáneos con lo cual rompían por primera vez con la representación de la perspectiva renacentista que era dominante hasta esa época. El cubismo se puede presentar como la verdadera primera vanguardia del arte del siglo XX, en cuanto a su rompimiento radical con las representaciones acostumbradas en el arte occidental hasta ese entonces.
El cubismo tuvo dos etapas diferenciadas, la primera era el “cubismo analítico” en la cual el artista limitaba su paleta de colores a unos cuantos tonos de grises y marrones y que evolucionó hasta llegar a una máxima expresividad de planos simultáneos; la segunda fue llamada “cubismo sintético” y en ella se empezaron a desarrollar nuevas técnicas que permitían simplificar, hasta cierto punto las figuras y los planos simultáneos eran menos. Esto se debió a que la experimentación del cubismo analítico llevó cada vez más a los artistas a una representación que tendía a ser abstracta, pero ellos nunca pretendieron que así fuera. En cierto modo, era una especie de trampa que los arrinconó bajo su evolución a la abstracción, paso que nunca se animaron a dar, pero que otros artistas más tarde sí lo hicieron.
Braque y Picasso trabajaron de la mano durante varios años y ambos evolucionaron en el cubismo, tanto el analítico como el sintético, creando obras en las cuales predominaban las naturalezas muertas como motivos de representación. Se agrupaban los objetos y se pintaban desde múltiples planos con lo cual se les podía reconocer aunando todas las partes para formar finalmente la imagen de las mismas. En estos primeros años, es difícil diferenciar las obras de uno con respecto a las del otro, ya que trabajaban bajo los mismos parámetros. Un poco más adelante, se pueden empezar a captar las sutilezas que hicieron sus obras más personales.
Este cuadro presenta un título puramente programático, como sucedía con la mayor parte de estas obras y su nombre, Botella y pescados no hace más que referirse a los objetos representados en él. Los elementos simbólicos han sido descartados por un esquema concreto que presenta la composición arreglada al gusto del artista y con los diferentes planos formando una composición total que abarca todo el soporte. La botella, al lado izquierdo, está dividida en una serie de planos perspectivos que la deforman, aunque el resultado final no hace que se pierdan sus rasgos más esenciales. Los pescados están colocados sobre una mesa encima del papel que les sirvió de envoltura y por tener formas más complejas se pierde parcialmente su identificación, haciendo de esta parte de la obra la más abstracta. Al lado derecho podemos ver otro objeto cuya volumetría no delata su naturaleza y no podemos reconocerla. El fondo, que se integra a las formas representadas, consiste en una serie de poliedros rectangulares y algunos trapecios. Los colores dominantes son varios tonos de marrón y los ocres, mezclados con una reducida gama de grises. Braque presenta así una pintura de gran complejidad, a pesar de la mínima cantidad de objetos representados en ella.
Este artista nació en Argenteuil-sur-Seine, Francia, en 1882. En su infancia su familia se trasladó a Le Havre, donde estudió en la Escuela de Bellas Artes de esa ciudad. Más tarde, en 1900, se trasladó a París para continuar con sus estudios y se inscribió en la Academia Humbert y posteriormente, en la Escuela de Bellas Artes. Su trayectoria como pintor independiente comenzó en el fauvismo a partir de 1905. Poco después hizo varios viajes para ampliar sus horizontes, pero regresó a París, donde pudo ver la exposición retrospectiva de Cezanne que lo impresionó bastante, sobre todo las síntesis geométricas del maestro. Poco tiempo después conoció a Picasso y se hicieron amigos, empezando a pintar juntos a partir de 1907 y dando los pasos para crear el cubismo y su evolución. A Braque se le debe la invención del collage como medio expresivo, adoptando esta técnica en sus cuadros de cubismo sintético. A partir de 1912 empezó a experimentar con esculturas de papel, las cuales se perdieron.
Movilizado al frente en 1914, participó en la Primera Guerra Mundial como soldado y fue gravemente herido en 1915. Regresó a París y se reincorporó a su trabajo, pero esta vez suavizando la geometrización que había caracterizado su obra anterior. Continuó su carrera influyendo a gran cantidad de artistas de las vanguardias y en 1930, se trasladó a vivir al campo fuera de París. Sus pinturas se expusieron en varios museos y ganó gran fama internacional. En 1961 se convirtió en el primer pintor vivo cuya obra fue exhibida en el Museo del Louvre. Acosado por varias enfermedades, que hicieron menguar su trabajo artístico, murió en París en 1961.
Julián González Gómez
Los polípticos fueron muy populares en la Europa de los siglos XIV y XV en cualquiera de sus versiones: dípticos, trípticos, etc. Consistían en una serie de tablas que se podían cerrar una sobre la otra, de tal modo que formaban una especie de caja que se podía transportar con facilidad. En el caso de este díptico, ambas partes se pueden plegar una sobre la otra, quedando las pinturas protegidas en el interior; mientras que el exterior, que estaba expuesto durante el transporte de la pieza, exhibía motivos ornamentales de menor calidad artística, incluso a veces ni siquiera pintados por el maestro responsable de las obras del interior. En todos los polípticos los temas siempre estaban relacionados de tal manera que formaban un conjunto coherente. Se dice que los polípticos fueron ideados en Flandes o Borgoña durante la baja edad media, pero ya encontramos pequeños polípticos de marfil o pintados al temple sobre tablas desde mucho tiempo antes.
Este díptico fue pintado en 1450 por Jean Fouquet, que ya era en esa época el pintor más célebre de la corte francesa, muy apreciado por sus libros de horas, realizados al temple con la exquisita técnica que había aprendido de los maestros flamencos del gótico internacional. Desconocido durante mucho tiempo, empezó a ser revalorado a principios del siglo XIX por los artistas románticos. Muy poco se sabe de su vida y de su formación, pero parece seguro que nació en Tours entre 1415 y 1420 y seguramente su primera formación se llevó a cabo en talleres de maestros miniaturistas de su ciudad, que por esa época era la sede del trono francés. También se sabe que en 1443, ya como artista reconocido en Francia, realizó un viaje a Italia, que se prolongó hasta 1447 o 1449 y entró en contacto con los artistas sieneses, romanos y florentinos del primer renacimiento. Incluso se especula que trabajó con Fra Angélico. En Italia aprendió la nueva disciplina de la perspectiva geométrica que estaban desarrollando artistas como Piero de la Francesca, Masaccio o Alberti y la incorporó a su propia obra, aunque hay que decir que lo hizo con ciertas reservas, ya que en sus cuadros y miniaturas siempre se advierte la influencia de los artistas flamencos ante todo. Pero gracias a los conocimientos que adquirió en Italia, la generalidad de sus pinturas y miniaturas se muestra más naturalista que la de sus coterráneos, gracias al empleo de la perspectiva aérea y el riguroso ordenamiento geométrico al que sometía sus composiciones.
Ya de regreso en Francia y establecido en Tours, fue el pintor oficial de Carlos VII y posteriormente de Luis XI. Murió en su ciudad natal entre 1478 y 1481, poseedor de un afamado taller con múltiples encargos, el cual fue heredado por su hijo, también un afamado miniaturista y pintor.
El díptico de Melun fue encargado a Fouquet por Étienne Chevalier, caballero de la corte del rey Carlos VII de Francia para ser dispuesto en la capilla funeraria de Agnès Sorel en la catedral de Melun. Sorel era la amante del rey Carlos VII y Chevalier era su albacea testamentario, aunque la leyenda dice que estaba profundamente enamorado de ella, quien era considerada la mujer más bella de Francia por esa época y aquí está representada como la Virgen. Hacía poco tiempo que Fouquet había regresado de Italia, por lo que la influencia renacentista se puede apreciar en varios componentes del díptico, aunque el elemento flamenco está presente con más protagonismo.
Lo primero que hay que destacar es el gran contraste entre las dos tablas. La tabla izquierda, de 93 por 85 cms. representa al donante Chevalier acompañado de su santo patrón San Esteban, mientras que la tabla derecha, un poco menor, de 91 por 81 cms. representa a la Virgen con el Niño rodeados de ángeles. Ambas tablas son contrastantes, tanto por el tema, como por el tratamiento pictórico. La tabla izquierda representa el mundo terreno, mientras que la tabla derecha representa el mundo celestial y de ahí el realismo de una y el idealismo de la otra.
La figura de Chevalier, representada con un pronunciado realismo gótico, es circunspecta y tiene una expresión de profunda tristeza, sobre todo en sus ojos. Como orante, las dos manos juntas están en la posición establecida por la normativa flamenca, que se expresa también por la rigidez de su postura. San Esteban aparece más relajado, incluso apoyando su mano derecha sobre el hombro de Chevalier. El santo parece encaminar al donante hacia el altar, que es la tabla derecha, por lo que aquí se establece una relación entre ambas partes. San Esteban lleva el libro sagrado sobre su brazo y mano izquierda y sobre él hay una piedra filosa, símbolo de su martirio, ya que fue lapidado. En su expresión reflexiva se muestra devoción y una conmovedora convicción de fe interna. El complemento de estos retratos está compuesto por un fondo arquitectónico que es más renacentista que gótico, incluidos los paneles de piedras pulidas que recuerdan a la última cena de Andrea del Castagno y los pedestales y basas de pilastras clásicas.
En la tabla derecha, la rubia virgen, que tiene un rostro serio y distante, diríamos que en su hieratismo se muestra totalmente gótica, aunque esboza una tenue sonrisa al niño. Es un retrato idealizado de Agnès Sorel como se dijo antes. Se ha abierto el escote para mostrar su pecho izquierdo, que es perfectamente esférico en una alusión al platonismo de la representación y es una clara referencia a su carácter nutricio. Viste un traje azul y una capa de armiño, de acuerdo a su carácter soberano. Sobre su cabeza y hombros hay un tenue velo, casi transparente y una corona de oro, perlas y piedras preciosas, las mismas que decoran el trono sobre el que está sentada. El niño es el elemento más gótico de la composición, tanto por su postura, como por su expresión, que dirige su mirada hacia la izquierda, como viendo al panel del donante que está en ese lado. En el fondo se puede ver una multitud de ángeles pintados en rojo y azul; los rojos son serafines y los azules querubines y Fouquet los representó en un arreglo entrelazado, en el cual no se muestran sus distintas jerarquías. Se ha dicho que Fouquet los pintó con esos colores por influencia de Fra Angélico. La luz que baña toda la escena es plana y de carácter irreal, lo cual es lógico tratándose de una representación del mundo sobrenatural.
El resultado general es frío y distante, como debía corresponder a una representación de este tipo y no es carente de circunspección y rigurosidad en su arreglo. Fouquet muestra aquí una fe y religiosidad llenas de ceremonia, donde los aspectos formales son más importantes que los místicos y donde la razón impera en conjunción con las creencias y domina el mundo, que al final es pasajero.