Cy Twombly, Sin título. Acrílico y lápiz sobre panel, 1992

Julián González Gómez

UNTITLED (A PAINTING IN 3 PARTS), 1992. ACRYLIC, OIL BASED HOUSE PAINT, COLOURED PENCIL AND LEAD PENCIL ON WOODEN PANELAcercarse a la pintura abstracta puede resultar retador para la mayoría de personas, ya que es un arte en el cual lo que se aprecia no son los valores tradicionales que se acostumbra visualizar. Para muchos resulta bastante difícil la interpretación y el captar los elementos que se expresan en una obra de esta naturaleza, por lo que en general no se le aprecia en lo que vale. Por lo menos eso es con lo que me he encontrado en la mayoría de personas con quienes he consultado acerca de esto, sobre todo en el ámbito del país. Por otro lado se puede decir que la obra de este autor resulta bastante difícil de apreciar, si la comparamos con la de otros pintores que se expresan por medio de la abstracción y es que Cy Twombly plantea un arte que no está comprometido con otros valores que no sean los que él mismo se ha fijado, sin complacer a nadie más. Por ello, la interpretación que el espectador haga de una de sus obras no necesariamente refleja la captación de ningún elemento que se aproxime a cuestiones tales como composición, colores o contenido plástico concreto.

Twombly se inició como un expresionista abstracto durante los años 50 del siglo pasado, pero al tiempo abandonó esta pintura basada en el gesto espontáneo y libre de contenidos para concentrarse en un arte, también abstracto, en el cual el contenido simbólico es un factor esencial. Su propuesta se basó desde entonces, en la manifestación de gestos que respondían a elementos literarios e históricos acudiendo a las manchas de tonos negros o grises y a los garabatos elaborados con lápices, para expresar un lenguaje parecido al grafitti. En ese sentido su arte se puede catalogar como de una naturaleza bastante culteranista que expresa algunos de los valores universales que han dado pie a la civilización, como la literatura y la mitología; eso sí, todo según su particular punto de vista porque es un lenguaje ante todo personal e intransferible que responde a su formación intelectual de primer orden.

En esta obra podemos ver la preeminencia de varias manchas libres de pintura morada oscura sobre un fondo gris blancuzco de corte neutral, diversos garabatos hechos con lápiz y varias palabras expresadas como elementos simbólicos para acercar la obra a una experiencia más humana de acuerdo a valores literarios. En vez de la espontaneidad de gestos rápidos e impulsivos propia de los expresionistas abstractos, aquí cada elemento que se ha fijado ha sido meditado de manera que nos propone una reflexión sobre la naturaleza intrínseca de la acción y el entendimiento humano. Son precisamente las palabras las que, sin reflejar necesariamente su significado, son una vía de acercamiento o si se quiere de reclamo para que el observador reflexione acerca de la naturaleza intrínseca de la cultura y la búsqueda de una verdad que siempre se escapa.

La influencia de Twombly se ha dejado sentir sobre gran cantidad de artistas a partir de la década de 1980 hasta la actualidad, todos comprometidos con este lenguaje simbólico aunque hay que admitir que algunos de sus seguidores han adquirido un lenguaje bastante más críptico en lo que a sus expresiones se refiere.

Cy Twombly nació en Lexington, Virginia en 1928, hijo de un jugador profesional de béisbol cuyo sobrenombre era ‘Cy’ el cual heredó al cambiarse de nombre. Muy joven, a los 12 años empezó a formarse como artista con Pierre Daura. Algunos años después, sirvió en el ejército como criptógrafo. Después de su salida de esta institución estudió en el Darlington School en Georgia y luego, en el School of the Museum of Fine Arts de Boston. Un tiempo después ingresó en la Washington and Lee University en Virginia donde se formó en humanidades y después en la Art Students League of New York. Por esa época conoció a Robert Rauschemberg, artista que luego destacaría en el movimiento Pop quien lo invitó a ingresar en el Black Mountain College en Carolina del Norte donde completó sus estudios de vanguardia.

Tras su larga formación académica, empezó a desarrollar una obra en consonancia con el expresionismo abstracto entonces en boga. Su primera exposición individual fue en 1951 y poco después inició un viaje por varios países del mediterráneo europeo y africano. A su regreso se estableció en Nueva York, donde empezó a destacar entre un grupo variopinto de artistas abstractos que luego siguieron diversas rutas. En 1957 se mudó a Roma donde se casó y se estableció definitivamente. Desde Italia realizó su obra abarcando las décadas siguientes y pasando por varias fases de expresión, pero siempre dentro del lenguaje abstracto. Sin embargo se distanció del expresionismo abstracto iniciando una serie de pinturas de fuerte contenido simbólico que abarcaban aspectos tanto literarios como mitológicos, producto de sus estudios sobre la historia del pensamiento y de las artes. Fue recipiendario de numerosos galardones internacionales y sus obras fueron adquiridas por varios de los museos más importantes del mundo. Entre los artistas modernos era considerado casi como un mito, aunque de parte de él siempre estuvo abierto al intercambio de ideas y conceptos sobre el arte por lo que distaba mucho de ser un ermitaño. Murió en Roma en 2011, después de una fecunda carrera.


Gerhard Richter, Abstracto (613-3). Óleo sobre tela, 1986

Julián González Gómez

gerhard-richter-abstract-painting-613-3-1986-webDe acuerdo, el arte abstracto no es del gusto de muchas personas que tienen la decencia de aceptarlo, pero admito que nuestra sociedad no lo valora en su justa medida simplemente porque no lo conoce con propiedad. Mi maestro Dani Schafer afirmaba rotundamente que este país era primordialmente “figurativo”, apelativo al que en algunas ocasiones añadía el de “barroco” para describir el gusto de las personas que rechazaban la abstracción y estoy convencido de que tenía razón. Sin desmerecer el arte figurativo y mucho menos el arte barroco, que siguen siendo los más aceptados, es notable que la historia de la abstracción por estos rumbos ha sido apenas esbozada por un pequeño grupo de artistas, muchos de ellos también dedicados a la figuración, porque esta última se vende mejor dentro del público que acude a eventos y galerías. Hay que admitirlo, los artistas tienen que sobrevivir y por esta razón la creación de imágenes abstractas ha sido casi siempre un renglón marginal dentro de su quehacer.

Si lo que queremos apreciar en un cuadro, una escultura u otro tipo de arte visual es la narración de una historia, entonces el arte abstracto no tiene sentido. Tampoco lo tiene si queremos encontrar en él una alusión a un paisaje, a rostros, a figuras u otros motivos que correspondan a la noción que tenemos de la realidad tal y como es procesada por nuestro cerebro. Sin entrar en detalles conceptuales, el arte abstracto (dentro del cual hay muchas tendencias) fundamentalmente apela a nuestra percepción en su estado más puro al combinar manchas, campos, colores y formas de tal manera que sugiera un mundo que no tiene referencias alusivas a la realidad externa de las cosas. La abstracción resulta del acto de abstraer, que viene del latín abstrahĕre, que significa extraer, resumir lo más sustancial y por lo tanto la abstracción en el arte constituye un lenguaje que es independiente de la representación naturalista y cuya expresividad reside en el valor y la organización de sus elementos. Esto quiere decir que el arte abstracto es más bien conceptual y no representativo y por ello resulta que muchas veces es más indeterminado y si se quiere también más alejado de nuestro universo cotidiano. Tal vez sea por eso que no es apreciado por las personas que son más afines a la expresión figurativa.

Sin embargo, el arte abstracto ha estado presente desde siempre en nuestra historia y no hay mejor ejemplo de un arte abstracto que el de la música. La música, que se vale del sonido como medio de expresión, es capaz de comunicarnos infinidad de cosas sin recurrir a una forma figurativa. Por supuesto, aquí me refiero a la música pura, que es únicamente instrumental y no la que está acompañada por una letra, la cual generalmente está ligada a la poesía representativa y metafórica. El arte abstracto entonces se encuentra a lo largo de la historia expresado de distintas formas y en diferentes contextos culturales. En la época contemporánea su desarrollo se debe a pintores como Kandinsky, Klee, Malevich o Mondrian. A partir de mediados del siglo XX el arte abstracto sufrió una metamorfosis que lo hizo evolucionar desde un esquema alusivo a la metáfora hacia la formulación de un lenguaje que carecía de un contenido que se expresase más allá de lo concreto, sin alusiones de ningún tipo que fuesen externas a la propia obra. Esa tendencia continúa incluso hasta la actualidad, en donde el arte conceptual generalmente tiene un carácter más abstracto que figurativo, aún cuando hace alusión a la relación entre la vida y su representación.

Es dentro de este contexto altamente conceptualizado donde se encuentra la obra de Gerhard Richter, quien es considerado uno de los más importantes artistas del mundo contemporáneo, aunque su forma de manifestarse sea todavía a través de medios que se pueden considerar como tradicionales. Richter se presenta como un pintor abstracto, al mejor modo de los pintores de la época del expresionismo abstracto o el tachismo. Nacido en Dresde en 1932, vivió en su niñez los horrores de la Segunda Guerra Mundial y la caída de Alemania, pero refleja mejor que nadie el renacimiento de su nación después de esa catástrofe. Educado en una escuela de bellas artes, la Academia de Arte de Dresde entre 1952 y 1956, al graduarse se inclinó por las vanguardias más contemporáneas y entre 1961 y 1963 estudia en la Academia de Düsseldorf, donde la tendencia vigente era la abstracción tachista. Tras unos principios figurativos, derivó hacia la abstracción y luego se vio parcialmente influido por el arte Pop, movimiento dentro del cual realizó diversas obras de carácter hiperrealista y también se dedicó a la fotografía. También el movimiento Fluxus dejó huella en su obra, dotándola durante un tiempo de un carácter más ligado a la protesta social y el arte conceptual. Pintó buena cantidad de murales en diversas ciudades alemanas, pero encontró después su camino artístico allá donde lo había dejado en sus orígenes: en la abstracción pura y dura. A partir de mediados de la década de 1970 y hasta la actualidad este ha sido su medio de expresarse, a pesar de que su arte en realidad no pretenda expresar absolutamente nada. Sus pinturas abstractas han alcanzado altísimos precios, siendo el pintor vivo más cotizado actualmente. Richter ha protestado por esta situación y ha realizado exhaustivos esfuerzos por substraerse del mercado artístico especulativo, pero sus cuadros se siguen vendiendo a precios exorbitantes. Hace poco, una de sus pinturas abstractas se vendió en una subasta por más de cuarenta millones de Dólares.

Richter trabaja a base de una técnica muy simple, en la cual esparce la pintura al óleo en diversas capas en amplios campos de color y luego las raspa con un cepillo de alambre para obtener las texturas que desea. Esta técnica es en realidad muy fácil, por lo cual ha sido muy imitada por otros pintores, pero sin el éxito que él ha tenido porque su valor no reside en el cómo se realiza el cuadro, sino en la fuerza de la evocación de las formas inciertas y la combinación de los colores que se muestran en esos cuadros. Paralelamente a su obra pictórica en color, Richter también realizó durante varios años cuadros monocromos con la misma técnica, obteniendo resultados similares, pero más sutiles. Si consideramos las tendencias más recientes, podríamos decir que la obra de Richter es en cierto modo un anacronismo, pero aquí se demuestra que más allá del carácter temporal y limitado de un estilo, el gran arte no tiene nada que ver con períodos o formas de hacer, sino que se impone por sí mismo independientemente de la temporalidad y el gusto.


Wasili Kandinsky, Composición, óleo sobre tela, 1913

Julián González Gómez

KANDINSKY_Improvisación con forma (fredde) 1913Los logros de Kandinsky son hoy reconocidos por todos aquellos que de una forma u otra aprecian el arte moderno, pero para él cada logro fue resultado de una lucha sin cuartel y un afán de experimentación que nunca cesó en el transcurso de su vida. Tal vez su mayor logro, que también fue su mayor descubrimiento: el arte abstracto, paradójicamente fue el resultado de una casualidad, de un accidente o quizás de la concatenación de diversos factores que cuajaron en un momento único e irrepetible. Según su propio testimonio, una mañana regresó a su estudio, en donde había dejado montado de cabeza en el caballete un cuadro que estaba en proceso de ejecución y al entrar y verlo así, al revés, sin una referencia que resultara familiar, de pronto se dio cuenta de la belleza de las manchas de color sin forma definida, de los trazos puros, del lenguaje de los colores agrupados sin un aparente sentido. Fue así como empezó a concebir el arte abstracto como aquel que no representara el mundo sensible tal como lo vemos habitualmente, o mejor aún, como lo entendemos habitualmente. Así, el arte abstracto sólo haría referencia a sí mismo, representando mundos desconocidos y no habituales, de acuerdo a las condiciones de la observación común que hacemos.

Esta nueva referencia establecería una sólida base conceptual para este arte, carente hasta entonces de la misma (estamos hablando de 1908) y sólo visto ocasionalmente como un juego o en todo caso una rareza, ya que la abstracción en el arte siempre ha existido. De esta forma, al contemplar un cuadro abstracto, el observador no está viendo una representación de la naturaleza en cualquiera de sus manifestaciones, sino una nueva naturaleza que el artista ha creado y representado sólo en el cuadro. Esto no satisfizo a muchos de los llamados “conocedores” que en su mayor parte alegaban que el ser humano no es capaz de representar nada que esté afuera de la naturaleza sensible, es decir, el mundo fenomenológico y por ello, este supuesto “arte” no es más que una impostura o, para ser más bondadosos, una visión “lírica” de la propia naturaleza y nada más. Kandinsky dedicó gran parte de su larga vida a desmentir estas aseveraciones y demostrar la validez de su postura desde diversos puntos de vista, incluyendo la filosofía y la espiritualidad. En un principio partió de un texto de Wilhelm Worringer “Abstracción y Empatía”, en el cual el autor discute la idea de que la representación plástica basada en la perspectiva renacentista no es válida para considerar el arte de otros pueblos, especialmente los nórdicos, cuya base fundamental de representación no es figurativa, sino abstracta. Kandinsky, que provenía de la cultura rusa y asiática y que se identificó con la cultura alemana tradicional se sintió plenamente identificado con este punto de Worringer, al que sumó sus propias opiniones.

La abstracción a la que llegó Kandinsky, llamada por algunos “Abstracción Lírica”, fue el resultado de un proceso que inició este en su natal Rusia desde finales del siglo XIX cuando decidió dejar los estudios universitarios y una cátedra para dedicarse por entero al arte. Kandinsky procedía de una familia acomodada y culta, en la cual el arte tenía un protagonismo especial. Nació en Moscú en 1866, su padre era un comerciante de té procedente de Kyakhta, población cercana a la frontera china en Siberia. Vivió un tiempo en Odessa, hasta que se trasladó definitivamente a Moscú para iniciar estudios de Derecho y Ciencias Económicas. Por esa época se casó con su primera mujer y en 1893 fue nombrado profesor en la Facultad de Derecho. Según sus palabras, hubo dos acontecimientos que marcaron su vida durante esta época: la exposición de los pintores impresionistas que se llevó a cabo en Moscú hacia 1895 y la representación de la ópera Lohengrin de Wagner en el teatro Bolshoi. Kandinsky sintió la necesidad de estudiar arte y dedicarse a esta actividad por el resto de su vida, pero en Rusia no había una academia que considerara lo suficientemente avanzada como para someterse a la disciplina, por lo cual decidió emigrar a Alemania. Por otra parte, dominaba la lengua alemana, lo cual era común dentro de las familias cultas de la Rusia zarista y a los treinta años decidió viajar a Munich para inscribirse en su Academia de Arte. Fue rechazado, por lo cual ingresó en una academia privada hasta que por fin en 1900 fue admitido en la Academia de Munich donde continuó sus estudios.

Posteriormente su preocupación principal estuvo asociada a la introducción del arte moderno en la ciudad, tarea nada fácil ya que Munich se caracterizaba por el conservadurismo de sus artistas. Más adelante fundó con August Macke y Franz Marc el grupo “El Jinete Azul”, al que se unieron posteriormente otros artistas de la vanguardia y se constituyó en el segundo grupo representativo del expresionismo alemán, después de “El Puente”, que había sido fundado en Dresde alrededor de 1906. La paleta de Kandinsky se caracterizó siempre por los colores brillantes y un sentido de síntesis que hacían que su arte se asemejara a los trabajos de los fauvistas franceses.

Kandinsky, poseedor de una fuerte vena espiritual y mística, compartía con otro de los pioneros de la abstracción, el holandés Piet Mondrian su afiliación a la Sociedad Teosófica, fundada por Mme. Blavatsky desde el siglo XIX. La Sociedad basaba sus creencias en el misticismo oriental en conjunción con el espiritualismo europeo que estaban en boga y sus miembros se sentían parte de una hermandad que buscaba las respuestas a las grandes interrogantes a través de las experiencias místicas. Tanto para Mondrian como para Kandinsky, la espiritualidad se hallaba en relación intrínseca con su quehacer artístico. En 1912 publicó “De lo Espiritual en el Arte”, texto fundamental para los artistas de las vanguardias y por el que se dio a conocer en Europa. Posteriormente empezó a desarrollar la abstracción de una forma sistemática y abandonó definitivamente toda referencia figurativa en sus pinturas, las cuales empezaron a adquirir un carácter cada vez más libre y auto referente, consolidándolo como el principal exponente de esta tendencia no sólo en Alemania, sino en toda Europa. Al iniciarse la guerra europea en 1914 regresó a Rusia y se involucró más tarde en los movimientos sociales que precipitaron la revolución de 1917. Al año siguiente, su afán por colaborar con el nuevo régimen y la consolidación de lo que veía como una nueva sociedad lo llevaron a trabajar en la política cultural y se dedicó a la enseñanza en el recién creado Instituto de Cultura Artística de Moscú. Más tarde, desencantado por los bolcheviques y su autoritarismo, aceptó la invitación de Walter Gropius para unirse como profesor en la Bauhaus de Weimar, donde enseñó durante varios años hasta su clausura en 1933, año en el que se marchó de Alemania para residir en París hasta su muerte, acaecida en 1944. En la Bauhaus Kandinsky investigó sobre la psicología del color y de la forma y se interesó en los problemas más complejos de la composición, siempre desde un punto de vista abstracto. La obra que realizó desde esta época denota sus investigaciones y la influencia del constructivismo.

La obra que aquí presentamos fue pintada en la época en que Kandinsky estaba consolidando su abstracción por medio de la experimentación libre de formas y combinaciones cromáticas. Al igual que la mayor parte de las pinturas que realizó por ese entonces no tienen un título individual, sino genérico y las llamó “composiciones” y en otros casos “improvisaciones” de acuerdo al método que empleó para realizarlas, unas veces más formal y otras más espontáneo. En este caso, al llamar a la pintura “Composición” Kandinsky nos dice que realizó diversos ensayos y bocetos previos para realizarla con un propósito específico. Aquí predominan los colores primarios: azul, rojo y amarillo, ligeramente matizados por las dos tonalidades básicas: blanco y negro. El equilibrio que trata de establecer está entonces en relación con el cromatismo el cual, al descartar los colores secundarios o terciarios y los tonos grises, busca un efecto de pureza cromática que se presenta a nuestros ojos en diversas combinaciones, pero en número limitado. En este sentido, las formas dejan de tener protagonismo e importancia pues son los colores los que dominan por completo el esquema total de la obra. En sí, además de ser una obra de arte, esta pintura, al igual que la mayoría que realizó, son un ejemplo de composición y una muestra de experimentación con un carácter eminentemente dinámico y sobre todo didáctico. Así, Kandinsky no sólo pintaba para agradar nuestros sentidos, sino sobre todo para mostrarnos ejemplos de ideas que se concretan en una expresión gráfica. Maestro y artista en una unión simbiótica que dejó algunas de las páginas más sobresalientes del arte de las vanguardias históricas del siglo XX.    


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