Rogier van der Weyden, «El descendimiento». Óleo sobre tabla, 1436

Julián González Gómez

1280px-El_Descendimiento,_by_Rogier_van_der_Weyden,_from_Prado_in_Google_EarthEste cuadro, repleto de un profundo simbolismo religioso, es una de las joyas más valiosas del Museo del Prado de Madrid. Su historia está cargada de anécdotas y hechos afortunados, incluyendo su rescate después de un naufragio en el cual no sufrió daños y un exilio a Ginebra durante la guerra civil española, regresando a Madrid al cabo de la misma.

Fue realizado por Rogier van der Weyden, también conocido como Rogier de la Pasture casi seguramente en 1436. Por ese entonces parece que era el artista más importante de la ciudad de Bruselas y el gremio de los ballesteros de la cercana ciudad de Lovaina le encargó la obra, que era la parte central de un tríptico, para la capilla de la iglesia de Nuestra Señora de Extramuros de esa localidad. Seguramente el gremio prefirió encargar una obra pintada, en vez de los tradicionales relieves, por resultar más económica. Por ello, el artista creó una composición cuyas características espaciales son más escultóricas que pictóricas, desde empezar por encerrarla en una especie de caja de mucha profundidad y carente de un paisaje de fondo, hasta el tratamiento fuertemente volumétrico de las figuras mediante un claroscuro muy marcado. Para resaltar aún más el tratamiento escultórico, van der Weiden pintó en las esquinas superiores del cuadro dos tracerías góticas que enmarcan el conjunto.

El colorido, de matices suaves pero precisos, fue obtenido gracias a las propiedades de la pintura al óleo, que por esa época ya se había impuesto entre los artistas flamencos. Estos colores son ensalzados por el dorado del fondo, que no solo establece un adecuado contrapunto cromático, sino además refleja un simbolismo relacionado con la vida eterna en la tradición artística medieval. Los colores empleados son contrastantes entre sí, siendo los fríos los que están aplicados a los ropajes de las figuras que muestran más patetismo, mientras que los cálidos de las vestimentas de los demás personajes denotan un dolor que está tratando de ser sobrellevado con resignación. El preciosismo en la representación de los detalles de los ropajes y accesorios es característico de la escuela flamenca del gótico internacional, aunque aquí el artista aplicó sucesivas capas de veladuras para obtener el máximo relieve que somete a los colores con el fin de resaltar su espacialidad escultórica, resultando así una obra mucho más volumétrica que la generalidad de las pinturas que se realizaban en esa época en Flandes.

La composición está dividida por la cruz que se ubica en el centro, partiendo la obra en dos partes que buscan un equilibrio asimétrico. La lectura se realiza observando los diversos planos superpuestos, carentes de perspectiva y ordenados frontalmente. El primer plano lo ocupa la imagen de la Virgen desfallecida, cuya palidez refleja la fuerte emoción que le ha ocasionado el desmayo y cuyo manto se extiende hacia atrás, penetrando los planos sucesivos, hasta llegar al fondo. El brazo de San Juan que la está sosteniendo pasa del segundo plano en el cual está ubicada su figura, hasta el plano de la Virgen, estableciendo otra vez un nexo tridimensional entre planos. En este segundo plano se encuentra la figura dominante de Jesús muerto, cuya postura y palidez son iguales a los de la virgen, expresando con ello que ambos han sido sometidos a los mismos sufrimientos, pero Jesús, ya fallecido, tiene caída la cabeza, mientras que la Virgen, que todavía no ha expirado, la mantiene erguida precariamente. Este mismo plano es compartido a la derecha por las figuras de María Magdalena, cuyas piernas se están doblando por la emoción del dolor y Nicodemo, que sostiene las piernas de Jesús; hacia la izquierda se halla la figura de una mujer que sostiene el brazo izquierdo de la Virgen y una matrona que llora desconsoladamente. Un tercer plano está ocupado al centro por la figura de José de Arimatea, que sostiene el cadáver de Jesús y a la derecha por un clérigo que está tomando la mano de la Magdalena. El plano más al fondo lo ocupa la propia cruz y detrás de ella una escalera y la figura del joven que ha bajado el cuerpo del salvador después de quitarle los clavos. Son entonces dos ejes tridimensionales los que establecen la espacialidad de la composición, formando una compleja cruz que está acostada horizontalmente y cuya proyección forma los diversos planos verticales.

También encontramos diversos elementos accesorios de carácter simbólico como la calavera y los huesos, que hacen alusión a la muerte, aunque al lado de ellos se encuentran unas cuantas plantas de pequeño tamaño, las cuales simbolizan el renacimiento. Es curioso el detalle del elemento central que sobresale por encima de la composición y que contiene la cruz y la figura del joven. Probablemente esta anomalía se debe a que las dimensiones y geometría del cuadro estaban definidas por el espacio en el cual se ubicaría y a que las piezas laterales del tríptico complementarían los espacios vacíos a ambos lados.

Rogier de la Pasture nació en Tournai en 1399 o quizás 1400, hijo de un cuchillero de la ciudad. No se sabe nada de sus primeros años y de su formación como pintor, pero parece posible que en cerca de 1410 entrara a formar parte del taller de Robert Campin como aprendiz. Campin se estableció en Tournai en 1406 y ya era un reconocido maestro. En 1426 aparece en los registros de la ciudad un tal Rogier de la Pasture, figurando como aprendiz de Campin y quien obtuvo el grado de maestro pintor en 1432, a una edad que parece muy avanzada, lo cual se ha prestado a diversas discusiones entre los investigadores. Es posible que entre 1432 y 1435 residiera en Lovaina, pero esto no está plenamente confirmado. En 1436 y ya con el nombre flamenco de Rogier van der Weyden, casado y con dos hijos, aparece como pintor de la ciudad de Bruselas, cargo que ostentó hasta su muerte y cuya importancia resalta que por ese entonces era un pintor de reconocido prestigio. Desarrolló su carrera exclusivamente en esa ciudad, con un intervalo de un viaje a Roma realizado en 1450, donde fue mencionado en varias crónicas, lo cual denota que era un artista famoso a nivel europeo. Es de resaltar que su viaje a Italia no dejó en su obra posterior ninguna influencia. Conformó en Bruselas un vasto taller, realizando diversos encargos para la ciudad y los visitantes ilustres de la misma, incluso varios cuadros para monarcas extranjeros. Como no firmaba sus obras, su autoría es de difícil adjudicación, siendo muy pocos cuadros los que se le atribuyen con certeza. En 1462 ingresó en la cofradía de la Santa Cruz de Bruselas, que estaba reservada para las personas más relevantes de la ciudad. Murió en 1464 y se supone que fue enterrado en esta ciudad.

Esta obra, que se supone pintada en 1436 en Bruselas, quizás fue pintada cuando todavía el artista residía en Lovaina, de acuerdo a varios registros, pero esto no ha podido confirmarse con certeza. En todo caso, es uno de los más altos logros de la pintura flamenca del siglo XV, escuela que se enmarcó dentro del gótico tardío.


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