Pieter Brueghel, La cosecha. Óleo sobre tabla, 1565

Julián González Gómez

Pieter_Bruegel_La CosechaTodo lo que cabría esperar que estuviese en ese lugar está, no se escapa ningún detalle. Varias historias dentro de la principal, que es una mera descripción; varios personajes que están realizados de tal forma que podemos identificar su psicología personal y aún alguna parte de su historia. Todos son anónimos, pero nunca impersonales o anodinos; seres humanos al fin, retratados realizando sus tareas habituales con una dedicación que se diría habitual. Unos trabajan mientras otros descansan, no por alejarse de la labor, sino porque les corresponde la hora de descanso después de haber faenado buena parte de la mañana, por eso se ven satisfechos y no mohinos. Todos conocen sus tareas y su lugar en este orden que se diría en este mundo.

Solo alguien que los conociese a profundidad los podría haber pintado así, sin recurrir a estereotipos o a supuestos. Este alguien era uno de los más destacados pintores de su época: Pieter Brueguel, quien por cierto no era un campesino, ni siquiera vivía en un pueblo. Era, al contrario de como se creía antiguamente, un individuo de gran cultura, sofisticado artista y hombre de ciudad, que se propuso conocer a profundidad a sus semejantes para poder representarlos de la forma más realista y más objetiva. En su caso, se podría decir que una sola verdad, aunque fuese muy pequeña, vale más que mil mentiras, cien mil mentirillas o si se quiere, un millón de conmiseraciones. Nos ha obsequiado la verdad, no aquella que es tal y como se supone debería ser, como lo hacían los idealistas del renacimiento, sino aquella que veían sus ojos y conocían sus sentidos. No juzgaba los sucesos, tan solo los transmitía tal cual se desenvolvían para que nosotros los admirásemos. Jamás recurrió al calco o al supuesto, por eso era un artista y ser humano de la más alta honestidad y por lo mismo, nunca fue del gusto de los pomposos manieristas, que juzgaron sus pinturas zafias y carentes de valor artístico. En ella nunca veremos personas “bellas” en poses de estudio, arregladas para que se ajusten al decoro.

Hay arte para todos los gustos y para todos los casos y en cuanto a Brueghel, no podemos esperar nada más que lo que observamos, con toda su crudeza y veracidad, pero también con toda la belleza y grandeza que nos depara la obra de un gran maestro. Técnicamente, dominó la perspectiva aérea mucho mejor que buena parte de los pintores que seguían a Leonardo y en cuanto a sus colores, siempre matizados por la luz de Flandes, vibran intensamente gracias a sus combinaciones entre primarios y secundarios, con un pequeño toque de color local estratégicamente ubicado. En este sentido, da la impresión que Brueguel se pasaba horas y horas ensayando sus colores y las combinaciones que se podían hacer, pintando mediante pequeños puntos de color puro, una técnica que más de trescientos años después emplearon los puntillistas.

Pieter Brueghel nació cerca de Breda, Países Bajos, en una fecha y año que se desconocen. Los estudiosos de su historia ubican su nacimiento entre 1525 y 1530. No se sabe nada de sus años de niñez y primera juventud, pero seguramente entró como aprendiz en el taller de un artista local, en donde se formó como pintor. La formación se hacía paso a paso, empezando por ser aprendiz, para después convertirse en oficial y finalmente llegar a ser maestro, todo ello de acuerdo a las reglas de las corporaciones, en especial la de San Lucas, que era la de los pintores. Se sabe que viajó a Francia e Italia entre 1551 y 1553, donde seguramente conoció las obras de los maestros italianos del renacimiento y el manierismo, e incluso trabajó en el taller de un pintor. No parece que la pintura italiana haya dejado gran huella en su propia obra, a excepción de la técnica de la perspectiva aérea, la cual, como señalamos antes, dominó a perfección. Pero los motivos y la temática de los maestros italianos no parecen haberlo impresionado a tal grado que se basara en ellos para construir su propia obra. Por ese entonces Brueghel era sobre todo un artista de paisajes, una especialización de los flamencos y por tal motivo debe haber sido considerado un pintor menor por sus coetáneos, al menos durante estos años.

En 1562 se trasladó a Bruselas y abrió su taller y al año siguiente se casó con Mayken Coecke, quien se supone era hija de su maestro Pieter Coecke van Aelst, aunque este magisterio no está del todo claro. Tuvo dos hijos, uno de los cuales, llamado Jan, se convirtió con el tiempo en uno de los mayores pintores flamencos de su época y cuyo hijo, del mismo nombre, fue también un artista reputado. Parece que las pinturas de Brueguel eran muy bien aceptadas por la sociedad de Bruselas y nunca le faltaron clientes. Se relacionó con el círculo de los intelectuales de la ciudad y era conocido por la asiduidad con que concurría a las bodas de los campesinos de la región y también por su relación con estas sencillas gentes, cuya vida representó en numerosas series donde destacan el ciclo de las estaciones. Como dibujante, Brueghel manejó la pluma de forma extraordinaria y sus dibujos ya se cotizaban en gran medida durante esa época.

Además de sus cuadros de campesinos, los cuales eran esencialmente descriptivos, Brueguel desarrolló otras temáticas que eran afines a los contenidos de la moral y la ética, donde representó algunas historias bíblicas y mitológicas. Por estos años Flandes y los países bajos estaban ocupados por España y la situación social era bastante crítica, sobre todo a raíz de las guerras de religión que asolaban Europa. Ciertas características de su plástica y la temática moral en algunas de sus obras obras han hecho que algunos investigadores asocien a Brueguel con un ilustre predecesor, Hieronnimus Bosch, llamado El Bosco. La relación entre estos dos artistas, que vivieron en los mismos lugares y sociedades no es casual. Seguramente Brueghel recibió muchas enseñanzas al estudiar las pinturas de Bosch, un artista al cual se veneraba en los Países Bajos mucho tiempo después de su muerte, acaecida en 1516.

Brueguel murió en 1569, posiblemente a los 35 o 40 años, de causas desconocidas. Está enterrado en la iglesia de Nuestra Señora de la Capilla en Bruselas.

Esta obra, llamada La cosecha, es una de las que pintó Brueguel en su ciclo de las estaciones. La veracidad de la representación hace suponer que el artista asistió a este evento y lo dibujó en el lugar, incluso los personajes son retratos de campesinos reales. Toda la pintura está dominada por el maravilloso color dorado del trigo, que es el gran protagonista junto al paisaje. El lugar, uno de esos pueblecillos flamencos a la orilla del mar, resulta cautivador, sin ser un paisaje idílico. En la lejanía se puede ver el Mar del Norte en una de cuyas pequeñas bahías están ancladas algunas embarcaciones. El pueblecito, rodeado de una arboleda, está pintado en colores verdes azulados, que se conjugan con el color del trigo en una combinación que complementa la luz del cielo bochornoso. Este matiz del cielo nublado por el estío del verano es el que no permite que haya sombras muy marcadas en la imagen, bañada suavemente por los colores de su luz. La escena describe la faena a mitad de la mañana, cuando algunos de los campesinos están tomando su merienda de leche y gachas de trigo, mientras otros están todavía faenando. Uno de los campesinos está dormido y roncando al pie del árbol que establece el balance de la composición y, observando detenidamente, podemos darnos cuenta de las diferentes situaciones que están viviendo los personajes en ese lugar. En las afueras del pueblo hay un campo en el que algunas personas están jugando y en otro sector pacen algunas vacas, cuidadas por otro campesino.

En la escena que está en primer término podemos ver a un segador a la izquierda, que está a punto de toparse con una tinaja que se había colocado entre las mieses. Unos pájaros revolotean por encima del trigo para ver si pueden coger algunos granos y un poco por detrás, dentro de una arboleda se puede ver una ermita que domina el lugar. Probablemente toda la escena tenga relación con alguna historia moralizante y religiosa, pero desconozco cuál podría ser. En todo caso, contemplar esta pintura es un verdadero placer para la vista y el espíritu por su pródiga belleza y vitalidad entre otras cualidades.


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