Julián González Gómez
Encontrado entre las ruinas del palacio real de Piedras Negras durante las excavaciones realizadas por la Carnegie Institution en la década de los años 30 del siglo pasado, este panel representa una civilización en la fase de su mayor plenitud y confianza en sí misma. En la actualidad se le puede apreciar en el Museo Nacional de Arqueología de la ciudad de Guatemala. Mucha gente pasa junto a él y a su vecino, el extraordinario trono encontrado en el mismo palacio y apenas reparan en estas joyas del período clásico maya. Lo cierto es que la calidad museográfica del citado museo deja mucho que desear y esto le resta presencia a esta obra, que es de la mejor factura y maestría, un verdadero tesoro cultural de este país sin memoria.
Desafortunadamente, este panel estaba ya muy erosionado cuando se le descubrió, la mayor parte de sus figuras están desgastadas y algunas de ellas han perdido gran parte de sus formas. No pasó lo mismo con los glifos, que en su mayoría han permanecido casi intactos. La piedra caliza suele ser muy frágil y la erosión la destruye fácilmente, pero se ha especulado que este panel no solo fue destruido por el tiempo y la erosión, sino que ya desde la antigüedad fue dañado intencionalmente. Con los avances en el estudio de la epigrafía se espera poder reconstruir la historia de Piedras Negras, la mayor ciudad de la región del río Usumacinta, la cual ha sido poco estudiada todavía. El nombre antiguo de esta importante ciudad estado maya fue Yo’ki’b, que significa «La Gran Puerta» y fue la entidad política más importante de su región en el siglo VIII d.C. Tuvo bajo su dominio otras ciudades estado como Yaxchilán, que se convirtió después en su enemiga. En la ciudad se ha descubierto un enorme cenote que ahora está seco y numerosas cuevas, por lo que en la antigüedad debía ser una ciudad de mucho prestigio religioso, ya que las cuevas y cenotes eran considerados por los mayas las entradas al inframundo. La artista y arqueóloga Tatiana Proskouriakoff, una de las más importantes estudiosas de la civilización Maya, le dedicó una especial atención a Piedras Negras desde que arribó a sus ruinas como miembro de la misión que hizo las primeras excavaciones del sitio, justo en la época en la que se descubrió el panel. Algunos de los principales edificios de esta ciudad fueron reconstruidos en sus maravillosos dibujos que nos muestran la complejidad espacial y la depuración de su arquitectura. Proskouriakoff, antes de morir en 1985, pidió que sus cenizas reposaran en esta ciudad y fueron llevadas ahí hace unos años; una placa ubicada en el lugar de su entierro honra su memoria y su legado.
El escultor que talló este panel era un gran artista, maestro consumado de la composición, que logró con la máxima economía representar una escena de gran complejidad iconográfica y gran cantidad de datos en su escritura. La composición del panel está estructurada en base a las divisiones armónicas de un rectángulo que tiene una proporción el doble de ancho en su base que en su altura. Contiene un elegante marco compuesto de glifos y en la parte central se repite el contorno del mismo rectángulo, pero a una menor escala. Las divisiones armónicas o trazos reguladores, derivados todos de la composición principal, establecen la posición de todos los componentes del panel, demostrando con ello que los mayas dominaban la simetría y los sistemas de composición armónicos, tal como lo hacían otras grandes civilizaciones.
Aquí está representada una escena en el palacio real de Piedras Negras, donde al centro del panel se destaca la figura de Itzám K’an Ahk II, cuarto gobernante de la dinastía real de la ciudad. El rey está sentado en su trono, magníficamente decorado con relieves y una piel de jaguar y acompañado de varias ofrendas, donde preside una ceremonia que se cree sea de la proclamación de su hijo y heredero. Abajo del trono hay una fila de siete personajes, de los cuales tres miran a la izquierda y cuatro a la derecha y es a estos a quienes se dirige el Ajaw, portando en su mano el cetro real. Estas siete figuras son personajes que portan distintos títulos de nobleza: el primero a la izquierda se llama K’an Nik-te y tiene el título de ba-sajal (gobernador de pueblos), el personaje que le sigue lleva el nombre de Ts’ununte’ y carece de título, el siguiente lleva el título de gobernador de la región de Lacanhá, el siguiente de esta fila lleva el título de anab o anib, que no ha sido descifrado. De los personajes de esta fila que miran a la izquierda, el primero lleva el título de Ti’Sak Hum, siguiéndole el sajal de otra provincia y el último lleva títulos aún no descifrados.
En el lado izquierdo del trono se pueden ver las figuras de tres hombres que están de pie y aparentemente están conversando. De estos tres, el personaje que está en medio es Yoopat Balam II, el Ajaw de Yaxchilán, que por esta época todavía estaba subordinada a Piedras Negras, los otros dos personajes no han sido identificados. Al lado derecho del trono se pueden ver cuatro personajes, de los cuales dos parecen ser adolescentes y quizás una mujer; de ellos, el adolescente que está ubicado hacia la izquierda mirando al Ajaw es el heredero del trono de Piedras Negras, el otro muchacho no ha sido identificado y quizás sea su hermano, mientras que el adulto que está detrás de ellos, que tal vez sea su tutor, tiene el título de Ah kúhun.
Indudablemente, el Ajaw está aquí, revestido de sus emblemas de poder, presentando a su hijo como heredero ante los gobernadores y Ajaw de los centros supeditados a Piedras Negras. Los textos glíficos están ubicados de tal forma que complementan a las figuras como un fondo, las recorta y les da más relieve. El artista sólo representó aquellos elementos que son los esenciales para evidenciar la escena, depurando sus formas y llevando al mínimo la iconografía para que todo el conjunto, que de por sí es bastante complejo, se perciba sintéticamente con una rápida mirada. Este panel, en cuanto a elemento informativo y composición, sería el equivalente a la portada de una publicación moderna. Ya quisieran muchos diseñadores poder llegar a la esencialidad magnífica que ostenta esta composición.
Aquí se presenta una foto del panel, tal cual está: erosionado y dañado y por ello se incluye en la parte inferior una reproducción que hizo por los años 60 del siglo pasado la ilustradora M. Louise Baker. A pesar de que es una magnífica reproducción, es necesario señalar que contiene dos errores: las cabezas del Ajaw Itzám K’an Ahk II y del personaje que está a la izquierda de Yoopat Balam II están representadas de frente, lo cual seguramente no era así en la talla original, ya que los mayas representaban sus figuras en relieve siempre de perfil. Quizás Baker los dibujó de frente como una alusión a las figuras de algunas estelas de Piedras Negras en las cuales ciertas cabezas se ven en esta posición.