Paul Delaroche, «La joven mártir». Óleo sobre tela, 1855

Julián González Gómez

La joven martir, Paul Delaroc he (1855) Musée du Louvre.La escena, nocturna y cavernosa, parece propicia para un drama cuya inspiración a primera vista se antoja mórbida: una joven yace boca arriba flotando sobre el agua con las manos atadas. Está evidentemente muerta y una pequeña y brillante aureola flota sobre su cabeza ladeada a la izquierda. Una suave, muy suave luz baña su cuerpo y ropajes blancos, cuyas tonalidades se funden sutilmente con las de las pequeñas olas, que parecen acariciar la figura. Como contraste, el fondo es muy oscuro, como si aludiera al carácter fúnebre de la escena y en él se abre una oquedad a través de la cual se puede ver un atardecer. En esta misma cavidad se encuentran las siluetas de tres personas: una pareja joven y un anciano, que son a la vez testigos y víctimas del suceso. Los dos jóvenes se apoyan en el anciano como buscando consuelo.

La muerte de la joven está representada con extremada suavidad y ternura, ha muerto ahogada y su cuerpo no ha sido mancillado, solo ha sido tocado suavemente por el líquido que ahora la acaricia. La aureola es una alusión a su santidad y sus manos atadas aluden al hecho de que en algún momento previo fue hecha prisionera. El nombre completo de esta pintura es “Joven mártir ahogada en el Tíber durante el reinado de Diocleciano”, por lo cual nos podemos ubicar en un tiempo y circunstancia específicos. Durante el reinado del emperador Diocleciano se incrementaron las persecuciones contra los cristianos, que culminaron con la muerte de gran cantidad de ellos, siendo después considerados mártires. Esta joven muerta es entonces una santa y casta joven cristiana que murió, no a manos de los verdugos, sino por un desdichado accidente relacionado con la persecución que sufrió a causa de su fe.

Por otra parte, el rostro de la joven que aparece en este cuadro coincide con el de un retrato que Delaroche hizo de su esposa Anne Louise, muerta unos diez años antes de que se realizara esta obra y de la cual nunca se repuso, sumiéndolo en una profunda melancolía hasta el día de su muerte, acaecida pocos años después de su realización. Por lo mismo, podríamos inferir que el inconsolable Delaroche pintó a esta joven yaciente como un tierno homenaje a la desaparición de aquella a quien consideró como el amor de su vida.

Paul Delaroche ha sido calificado como un pintor romántico y academicista, un artista que gozó de fama y fortuna durante su vida, pero luego fue olvidado, tal como les ha pasado a muchos. El olvido de Delaroche se puede entender como un fenómeno ligado a la falta de interés de parte del público y la crítica de la segunda mitad del siglo XIX por un arte que en el rápido transcurrir del tiempo y los cambios en las tendencias se quedó desfasado, siendo reemplazado por el realismo y el positivismo que encontraron en otros artistas su realización. Delaroche era un exponente tardío de los románticos que veneraban la historia y el pasado desde un punto de vista sentimental, totalmente subjetivo y no exento de un conmovedor dramatismo que hacía suspirar a quien contemplase sus obras, sumiéndolo en un estado de tétrica melancolía. Vale la pena recordar que otros pintores románticos como Delacroix lograron trascender su época gracias no solo a su genio creador sin límites, sino también a su exuberancia y fantasía que hacían de la contemplación de sus cuadros una intensa y catártica experiencia. Delaroche no poseía este genio y aunque fue un importante retratista por encargo, sus cuadros históricos no poseían las cualidades suficientes para que permaneciesen como íconos del romanticismo. Yo diría que la excepción a sus propias limitaciones es precisamente La joven mártir, en la que Delaroche, siempre comedido, fue capaz de expresar sus más profundos sentimientos trágicos.

Paul Delaroche nació en París en 1797, en plena resaca de la revolución y provenía de una familia burguesa. Fue bautizado con el nombre de Hippolyte, el cual cambió después por el de Paul. En su juventud entró como aprendiz en el taller de Antoine-Jean Gros, destacado pintor que inició su carrera como artista neoclásico, pero luego se decantó por el romanticismo. Delaroche llegó a ser el mejor alumno de Gros, quien le abrió las puertas de los principales círculos sociales y académicos de París, empezando a destacar como pintor de temas históricos, tendencia que había absorbido plenamente de las enseñanzas de su maestro. Si bien algunos criticaron su técnica, muy ligada al clasicismo, la teatralidad de sus escenas históricas lo convirtieron en un artista muy popular entre el público. En estas escenas Delaroche no se mostraba tan interesado en la fidelidad de los sucesos o en la verosimilitud de los elementos representados, sino más bien en el realismo de las expresiones de los personajes, que son más actores que protagonistas.

Sin embargo sus retratos muestran no solo una meticulosa técnica, llevada casi a la perfección de un Ingres, sino también una profunda penetración psicológica, muy afín a los estados anímicos de los personajes retratados. Muchos de sus cuadros fueron transferidos a grabados, por lo cual se convirtió en un pintor muy popular entre el público. En 1832 obtuvo el cargo de profesor en la Escuela Superior de Bellas Artes de París, por lo cual su prestigio social y académico se incrementó notablemente. Como docente de la más importante escuela de arte de Francia, Delaroche tuvo a su cargo a numerosos estudiantes que con el tiempo se convirtieron en destacados artistas como Boulanguer, Gérôme y otros.

En 1835 se casó con Anne Louise, hija del pintor Horace Vernet, con la que compartió su vida hasta el fallecimiento de esta en 1845, siendo muy joven todavía. Delaroche murió catorce años después, en 1859, en el momento en que la popularidad de su obra sufría un pronunciado descenso, a tal grado que, tal como se mencionó antes, fue prácticamente olvidado y su figura solo fue resarcida hasta el siglo XX.

Esta obra, La joven mártir, está expuesta en una de las salas del Louvre como homenaje no solo a las cualidades de un artista como Delaroche, digno ejemplo del romanticismo pictórico, sino también a una de las expresiones más profundas de la ternura y el amor que se han realizado.


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