Julián González Gómez
Nacida en un contexto rural y conservador, Natalia Goncharova nació en Ladýzhino, un pequeño pueblo cerca de Tula, Rusia en 1881. Era biznieta de Alexander Pushkin, el gran poeta y dramaturgo, creador de la moderna literatura de su país. Su familia pertenecía a la alta burguesía de la región, lo que permitió que recibiera una buena educación, en lo que se podría considerar como adecuado para una mujer en su tiempo y circunstancia.
La Rusia de los zares era una sociedad fuertemente estratificada, situación que era más evidente en el medio rural. Natalia se crio en medio de esta rígida jerarquía, alejada del mundo más cosmopolita de Moscú o San Petersburgo, donde estaba más diluida. Creció rodeada de un conservadurismo rural en el cual los símbolos tradicionales de la Rusia medieval estaban presentes todo el tiempo. Desde la iconografía religiosa, pasando por las costumbres seculares, hasta llegar a la dura vida de los campesinos, la vida se desarrollaba según esquemas que no habían variado hacía cientos de años. Pero Natalia mostró un carácter resuelto e independiente, que le hizo buscar otros horizontes para formarse como artista, una profesión no solo mal vista en su medio, sino además propia de hombres.
Se marchó a Moscú en 1898 con apenas diecisiete años y se inscribió en la Escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de esta ciudad. Esto supuso su alejamiento definitivo del medio rural y su transformación, no exenta de problemas de adaptación, en una mujer de mentalidad moderna, liberada de los prejuicios propios de su estirpe. En la escuela conoció a un joven artista: Mijaíl Lariónov, del que se volvió inseparable y con quien compartiría el resto de su vida, tanto en lo artístico como en lo personal.
Por ese entonces Moscú era un hervidero de actividades de todo tipo, desde las conspiraciones políticas, las acciones revolucionarias y el afán de transformar Rusia en un país moderno. En medio de ello, los artistas buscaban en Europa los patrones de modernidad que deseaban implementar en su propia creación. En 1908 se realizó una exposición llamada “El Vellocino de Oro” en la cual se mostró por primera vez el arte de los postimpresionistas en Rusia. Para Natalia fue un suceso capital que le hizo evolucionar su arte, todavía de carácter local e influenciado por la iconografía rusa tradicional, a una expresión plástica más sintética y afín a la modernidad europea. En 1910 fundó, junto a otros artistas, el grupo “Sota de diamantes”, al que abandonó dos años más tarde para fundar, junto a Lariónov el nuevo grupo “Rabo de Burro”, que realizó su primera exposición un tiempo después y en la que se evidenciaba la influencia del cubismo y el futurismo.
En 1913, siempre junto a Lariónov crearon una de las primeras vanguardias rusas: el rayonismo, tendencia basada en composiciones cubistas a base de rayos de colores ordenados en rítmicas y dinámicas secuencias, constituyendo un espacio muy similar al de los futuristas. Su relación con las vanguardias europeas la llevó a conocer a Sergéi Diághilev, empresario fundador de los Ballets Rusos, una compañía de la que surgirían muchos bailarines y coreógrafos famosos como Nijinsky, Pavlova y Balanchine y con quien colaborarían, entre otros, Picasso, Falla y Stravinsky. Esta compañía tenía su principal sede en París y en 1914 Natalia marchó a esa ciudad para diseñar la puesta en escena del ballet Le Coq d’or, que fue la primera de muchas colaboraciones que le permitieron darse a conocer en Europa principalmente como escenógrafa.
Contrarios a la revolución bolchevique de 1917, Goncharova, Diághilev y Lariónov viajaron por Suiza, Italia y España durante los años de la Primera Guerra Mundial, para establecerse definitivamente en París en 1919. Se dedicó principalmente a diseñar las escenografías de los ballets rusos de Diághilev y junto a Lariónov desarrollaron nuevos medios expresivos dentro de la explosión de nuevas vanguardias que surgieron en el período de Entreguerras. Diághilev falleció en 1929 y la estrella de Natalia Goncharova empezó a declinar, dedicándose desde entonces primordialmente a apoyar la carrera de Lariónov, con quien contrajo matrimonio en 1955. Natalia murió en París en 1962 y poco antes de fallecer tuvo el gusto de que el Arts Council de Londres organizara una exposición retrospectiva de la obra de la pareja en la que se reconocía su importancia dentro del panorama artístico ruso y europeo del siglo XX.
Esta Natividad, pintada por Goncharova en 1910, pertenece a un período en el que esta artista estaba todavía fuertemente influenciada por la pintura tradicional rusa de íconos y por el arte popular. Sin embargo, el tratamiento plástico de las figuras denota que el lenguaje del postimpresionismo, al que acababa de conocer hacía un par de años, está estampando su huella en la pintora rusa. Llama la atención que en esta Natividad aparecen sólo mujeres con el niño Jesús y esto es porque no representa explícitamente el nacimiento de éste, sino más bien el nacimiento del mesías en un contexto rural ruso, donde está representada la Virgen María, que está acostada y acaba de dar a luz. Tanto la virgen como el niño están representados con aureola, un elemento iconográfico muy antiguo en el arte bizantino y ruso que los identifica como santos. El fuerte color rojo del fondo y los ropajes es el equivalente cromático que empleó la pintora para suplir la lámina de oro que siempre portaban en sus fondos los íconos tradicionales. El equilibrio cromático se verifica con la combinación de azules, que porta la virgen en sus ropajes y que es también un elemento iconográfico tradicional. El niño porta también una manta azul, pero de tono más claro que el de la virgen.
Esta pintura es un cuadro que mezcla con armonía el lenguaje ancestral y popular de la cultura en la que se creó y los elementos plásticos de la modernidad más esencial de su tiempo. Es una suerte de sincretismo creado por una artista que reconocía la importancia de las raíces culturales que la envolvían y el lenguaje vanguardista que las impelían hacia el futuro.