Julián González Gómez
La mayoría de las estatuas griegas que han llegado hasta nuestros días provienen de copias romanas hechas en la antigüedad y el famoso Discóbolo, no es una excepción. La escultura original se realizó casi seguramente en bronce pero la mayoría de copias romanas que de ella se hicieron son de mármol, así que su percepción queda un poco distorsionada por la naturaleza del material. Unas cuantas reproducciones romanas se hicieron en bronce y de una de ellas que sobrevivió a la historia es la que aquí presentamos.
Correspondiente al período clásico de la escultura griega, el Discóbolo es la representación de un joven atleta heleno en el momento en el que se dispone a lanzar el disco en una de las antiguas pruebas de atletismo que se llevaban a cabo en Grecia, por ejemplo en los juegos olímpicos. El cuerpo, representado en un estado de máxima tensión, se arquea en dos marcadas curvas que se forman una con el tronco arqueado hacia adelante y la otra con las piernas flexionadas. Un tercer arco muy marcado lo establecen los dos brazos, el izquierdo apoyado en una de las rodillas y el derecho portando el disco que se va a lanzar. La cabeza está girada hacia atrás, como contemplando el disco que está a punto de lanzar. El cuerpo muestra un cuidadoso estudio de la anatomía de un joven atleta en la máxima expresión de una musculatura de gran firmeza que es producto de una intensa actividad física y su entrenamiento. Por cierto, parece ser que en las primeras olimpíadas modernas, realizadas en Grecia en 1896, en donde el lanzamiento del disco fue una de las pruebas de atletismo, los atletas se inspiraron en esta escultura para realizar la técnica del lanzamiento. Posteriormente evolucionó hacia otras posiciones más efectivas para alcanzar mayores distancias y en la actualidad ya no es así exactamente, pero la postura de los lanzadores de disco se parece todavía un poco a la del Discóbolo.
La escultura griega clásica mostraba sus modelos con figuras idealizadas las cuales, aunque partían de la naturalidad de modelos reales, se debían ajustar a determinados cánones de proporciones y las reglas de la simetría para así acercarse al ideal de belleza que se deseaba. La belleza lo era todo para los artistas griegos y a lo largo de un buen número de años y varios creadores de por medio se establecieron las normas y los cánones que podemos admirar en las creaciones escultóricas de este período. Por ello, la escultura griega no mostraba el cuerpo humano tal como era el modelo, sino tal como debía ser para ajustarse a los cánones de la belleza. El modelo real siempre tendría algún defecto, pero el modelo idealizado carecía de ello, debía ser lo más perfecto posible de acuerdo a las capacidades del artista. Recordemos la dualidad de Platón que declaró que este mundo sólo es un reflejo imperfecto del mundo perfecto de las ideas y la belleza pura.
La evolución de la escultura griega clásica pasó por varias etapas, todas ellas de una gran importancia, pero el elemento central, el que las unificaba, era el establecimiento de aquellas normas que acercaran a sus creaciones al ideal máximo de belleza. Se consideraba el cuerpo de un joven pletórico en sus facultades físicas como el mejor ejemplo de este ideal, relegando el cuerpo femenino a un segundo término. Así el joven atleta representaba el máximo logro de la perfección y también por eso se representaba a los principales dioses bajo ese canon. Al fin y al cabo los dioses debían ser perfectos.
Por ello el Discóbolo, si bien no representa a un dios, representa al héroe olímpico con todas sus nobles características físicas desarrolladas al máximo. También por eso es una de las esculturas de la Grecia clásica más conocida y su autor Mirón uno de los artistas más célebres de este período.
Mirón de Priene, conocido mayoritariamente sólo como Mirón nació en Eléuteras en fecha desconocida del siglo V a.C. No se sabe nada de su vida ni de su formación, pero estuvo activo desde el 480 hasta el 440 de ese siglo. Según Plinio, Agéladas de Argos fue su maestro.
Como casi todos los escultores griegos de su tiempo trabajó preferentemente con el bronce realizando figuras de diferente tipo, sobre todo de dioses y héroes, pero se hizo famoso especialmente por sus esculturas de atletas, muy novedosas para su tiempo, en las cuales era un factor esencial la naturalidad de la postura, que se consideraba exacta a la original, pero eso sí, sometida a la simetría necesaria para obtener un todo armonioso. Su rival fue Policleto y Plinio considera que Mirón lo superó por sus proporciones más armoniosas. Esencialmente, el genio de Mirón consistió en la capacidad extraordinaria que mostró para captar el movimiento. Según algunos cronistas antiguos, aunque Mirón ejecutó obras admirables de rito y dinamismo, no tuvo el mismo éxito en mostrar las emociones y los procesos mentales de sus modelos.