Algunos han dicho que Lorenzo Ghiberti fue “artista de una sola obra” en alusión a esta maravillosa puerta que engalana la fachada este del Baptisterio de la Catedral de Florencia. Quizás es sólo un eufemismo, porque Ghiberti realizó otras obras escultóricas notables, pero en verdad ésta es sin duda la más bella y la más célebre por su admirable composición y su ejecución. Tardó veinticinco años en realizarla, pero valió la pena cada día que pasó el maestro en concluirla, afanado unas veces y otras no tanto. Vasari, más de un siglo después, la llamó “la más bella obra de arte de todas las épocas” y Miguel Ángel, al contemplarla por primera vez siendo aún muy joven la llamó “puerta del paraíso”, nombre afortunado que perduró.
La primera puerta del baptisterio, la puerta sur, la había realizado Andrea Pisano entre 1328 y 1358 y es una obra propia del gótico, realizada con gran detalle y delicadeza. Pisano compartimentó el diseño de la puerta mediante una cuadrícula decorada en bajo relieve; en cada casetón que quedó en medio de la cuadrícula insertó unas orlas cuatrilobuladas con las escenas alegóricas en alto relieve en medio de éstas. La puerta fue aclamada como una obra de la más grande y noble factura.
Nacido en Florencia en 1378 en el seno de una familia burguesa, Lorenzo Ghiberti se formó como orfebre y apenas a los 23 años ya era considerado uno de los artistas más importantes de esta ciudad. En 1401, los mercaderes convocaron a los artistas a un concurso para realizar la puerta norte. A todos se les dio el mismo tema para participar en el concurso; el tema era la representación de la historia del viejo testamento del Sacrificio de Isaac en manos de su padre Abraham, justo en el momento en que el ángel enviado por Yahvé lo detiene y así evita el holocausto. La escena debía quedar encuadrada en una orla igual a las que había empleado Pisano en la puerta sur. De los siete artistas participantes, al final quedaron sólo dos: Lorenzo Ghiberti y Fillippo Brunelleschi. Ambos presentaron unos relieves impecables, pero el jurado se decantó por el diseño de Ghiberti, al cual consideraron, no sin razón, como el mejor de los dos. Ghiberti inició los trabajos de la puerta ese mismo año y los concluyó veinte años más tarde, en 1424. Brunelleschi hubo de dejar paso a su rival como el más grande escultor de la ciudad y se embarcó en otro proyecto de capital importancia: la construcción de la cúpula de la Catedral, obra maestra de la arquitectura. La historia ha juzgado a estos dos grandes artistas, junto a Masaccio y Donatello, como los iniciadores del arte del renacimiento.
Para la realización de la puerta este, la tercera y última del baptisterio, no se convocó a ningún concurso. El encargo fue adjudicado directamente a Ghiberti por el Gremio de Calimala, el patrocinador de la obra. En un primer momento se pensó en seguir el mismo esquema de compartimentación para la nueva puerta. Se previeron veinte escenas y un zócalo. Ghiberti cambió la propuesta a diez paneles cuadrados de gran tamaño y los rodeó con orlas que contenían relieves vegetales y cabezas de profetas que completaban el esquema compositivo y lo compartimentaban de acuerdo a un patrón geométrico regular y más simétrico en su composición. Este patrón compositivo estaba más de acuerdo con la nueva estética renacentista y rompía definitivamente con el esquema cuatrilobulado gótico y medievalizante de las otras dos puertas. Ghiberti se vio obligado a agrupar algunos de los temas para cumplir con las bases propuestas, lo cual planteaba muchos más retos en lo referente a la armonía compositiva de cada panel que los que presentaba el patrón anterior. Así, entre otras, la historia de José, que estaba prevista en tres paneles quedó unificada en uno y la historia de Caín y Abel tiene cinco subtemas de la misma. Todos estos cambios y replanteos hicieron que Ghiberti iniciara la ejecución de la puerta diez años después de haber sido encargada.
El resultado es una de las maravillas de la historia del arte. Cada panel combina escenas en alto y bajo relieve con una espacialidad que raya en la perfección plástica, gracias a la pericia y maestría con que están hechos. Ghiberti se tomó bastante tiempo para componer cada uno combinando los efectos de la luz que incide sobre las figuras de acuerdo a su relieve relativo. Las escenas en primer plano resaltan lo suficiente como para que podamos apreciar no sólo su rango jerárquico dentro de la composición, sino además las posiciones de cada figura se sitúan de tal manera que las podemos observar en un campo de visión que va más allá y que es más profundo que la perspectiva de observación. Pero lo que más sorprende es la articulación de las figuras más adelantadas con el fondo paisajístico de cada escena, en una continuidad espacial llena de sutiles matices logrados a base del relieve. Las distintas texturas se manifiestan en rangos de tal delicadeza que, en combinación con el relieve, nos permite visualizar la cercanía o lejanía de los distintos elementos, en una sucesión infinita de planos. Para lograr profundidad espacial Ghiberti utilizó la perspectiva lineal que habían desarrollado Brunelleschi y Masaccio, pero además desarrolló también el concepto de perspectiva aérea para lograr los efectos antes mencionados. Cuando la luz baña las escenas de cada panel podemos observar una gama de difuminados que están en consonancia con la cercanía o lejanía de cada elemento dentro de la composición. Años después, Leonardo desarrolló el sfumatto en la pintura, pero a mí me parece que lo aprendió observando con detenimiento los paneles de Ghiberti.
La puerta ya acabada parece más simple que las dos anteriores, pero realmente es mucho más compleja, no sólo por las temáticas compuestas de las representaciones, sino también por los entrelazamientos entre las diversas partes y temas; aun así el conjunto acaba teniendo un sentido unificado gracias al manejo efectivo de la composición simétrica, y la plasticidad y ritmo de las escenas de los paneles. En estas escenas, Ghiberti tuvo especial cuidado en dar preeminencia al equilibrio visual antes que a la acción dramática.
Las superficies de las escenas y las orlas están totalmente doradas. Se fundieron juntas alrededor de 1436 para lo cual fue necesario construir un taller especial de fundición y vaciado. Una vez fundidas fueron doradas y cinceladas hacia 1443-44. Por último, el montaje, la instalación y los acabados finales hicieron que la puerta estuviese concluida hasta 1452. Desde entonces engalanó la fachada del baptisterio, pero su exposición a los elementos hizo que se deteriorara hasta tal grado que fue necesario retirarla de su emplazamiento para preservarla. En la actualidad se puede apreciar una reproducción de la puerta que se colocó en su lugar, mientras que la puerta original permanece sumergida en un tanque especial para su preservación en las instalaciones del Museo del Duomo y no está a la vista.
Julián González