Sobre lo que nosotros llamamos “Arte” y “Artista” (I)

Por: Julián González Gómez

Introducción 

Jan Vermeer, Alegoría de las artes, 1666

Desde el año 2013 hasta el 2017 publiqué una serie de artículos breves y someros de análisis de diversas obras artísticas realizadas a lo largo de la historia. Estos artículos se difundieron a través del portal del Departamento de Educación de la Universidad Francisco Marroquín, en la sección llamada “Cápsulas de arte”. La finalidad de estos artículos era promover y difundir en el público lector las características más sobresalientes de las obras, así como exponer una breve biografía de los artistas y su contexto histórico, social, etc. A finales del 2017 decidí tomarme un receso, una especie de año sabático, para reflexionar sobre el trabajo hecho y sus consecuencias. Al hacer el balance, pude determinar que el resultado fue positivo y que cumplió con su objetivo de difusión del conocimiento sobre aquellos temas relativos al arte que consideré relevantes y valiosos. Ahora es tiempo de retomar la temática sobre el arte, pero enfocada en la apreciación y comprensión de las características que lo han definido a lo largo de las épocas, hasta la actualidad.

Como docente universitario en las áreas de historia y teoría del arte durante 16 años, muchas personas me han hecho una pregunta que parece, a primera vista, fácil de responder, y es la siguiente: “¿Qué es arte?” Y yo siempre les he contestado de la misma manera: “…depende del contexto, la época y la sociedad…”. Hoy en día no se puede dar una respuesta concreta a esta pregunta, tal y como era, por ejemplo, hace unos 150 años. Por esa época, en la cual dominaba el academicismo en las artes, la respuesta se podía establecer en términos muy definidos y casi absolutos, pues el criterio de la academia era el que regía la actividad artística con absoluta autoridad. Si la época en la que nos ubicamos para dar la respuesta es, por ejemplo, el Renacimiento, sucede casi lo mismo que en el caso anterior. Pero si nos ubicamos en la Edad Media, en la época del auge de Roma, en la Grecia antigua o en el Egipto de los faraones, la respuesta varía notablemente. Lo mismo sucede hoy y desde hace ya unos cien años: la definición de lo que se considera como arte es muy variada y heterogénea. Vamos a afrontar la tarea de dar una respuesta al problema, pero se advierte que no será fácil y que habrá que tomar en cuenta diversos enfoques y perspectivas para tratar de llegar a ella.

Aclaro que no es mi intención el emitir una definición de lo que es el “Arte” en el contexto de la contemporaneidad. Si no nos queremos complicar la vida, lo mejor que podemos hacer es consultar el diccionario y la respuesta que obtengamos será, al menos, satisfactoria en el sentido de su asimilación cultural. Descripciones sobre lo que es el arte las podemos encontrar en diversos textos y otras fuentes; de ello se han ocupado muchos estudiosos y también los artistas. Hay, en realidad, una gran cantidad de descripciones y hasta definiciones del arte, casi tantas como individuos que se han tomado la licencia de expresar sus propias ideas al respecto.  Lo que desarrollaremos en estos textos es la descripción histórica de lo que este término ha significado a lo largo del tiempo y cuáles han sido sus alcances y sus connotaciones, de acuerdo a las épocas y las sociedades.

El fenómeno artístico tiene sus propias características que lo definen y delimitan. A pesar de ello, la historia nos demuestra que estas delimitaciones (estilo, método, tendencia, regla, etc.) siempre han sido superadas y, por lo tanto, no ha sido posible encasillarlas bajo parámetros estrictos. La constante en la historia del arte ha sido el cambio, las nuevas fronteras a alcanzar, el saltarse las normas y establecer nuevas o, incluso, negar toda regla y dejar que el nihilismo se apodere de la actividad artística; es, en definitiva, una actividad móvil y sus límites se identifican en la desaparición de los mismos. Además, podemos afirmar que en todo fenómeno artístico existe una comunicación, y desde este punto de vista hay una relación entre tres elementos: el primero es el que podemos llamar “emisor”, que es el que enuncia el mensaje, el que realiza la creación; el segundo es la “obra”, el producto por medio del cual se emite el mensaje y el tercero es el “receptor”, que es aquel que recibe el mensaje por medio de la “obra”. Tal vez lo más importante a considerar sea la naturaleza del mensaje y cómo se expresa, el resultado de ello define su importancia y trascendencia. Como decía un profesor de quien aprendí muchas cosas y por ello tengo una gran deuda con él: “El arte no declara, el arte sugiere”.

El problema del arte se ha centrado desde hace ya mucho tiempo en su relación con otro concepto que se ha ido transformando: el de “belleza”. Este es el problema del cual se ha encargado el estudio de la estética, que es una parte de la filosofía. También se ha relacionado con otras ramas de esta disciplina: desde la metafísica, pasando por la ética, hasta la epistemología, que es la teoría del conocimiento. La historia nos describe el devenir del arte, sus causas y efectos; la sociología y la antropología estudian su relación con la cultura; la psicología, la naturaleza de su creación e interpretación y la semiótica estudia su estructura comunicativa. Finalmente tenemos a la crítica, que aglutina juicios de todas estas disciplinas para emitir sus veredictos, y es la que establece sus límites y sus alcances. Como vemos, es un asunto complejo, digno de un estudio bastante amplio y profundo. Creemos que el problema se debe encuadrar desde la perspectiva de una divulgación simple pero metódica, a fin de establecer su comprensión por parte de un público que no es especialista en el tema, pero que tiene interés en su aprendizaje. Para ello nos vamos a enfocar primordialmente en el análisis de los aspectos históricos y sus ejemplos, como se dijo antes.    

En primer lugar, hay que establecer claramente que “Arte” se refiere esencialmente a la capacidad o habilidad para hacer algo. Aquí lo enfocaremos en relación a aquellas habilidades y productos propios de una cultura. No es necesariamente algo que sea del gusto particular de un individuo o de un grupo, es decir, que sea algo que se ha vuelto popular y aceptado. El gusto implica emitir un juicio de valor como, por ejemplo, al pronunciar aquellas frases que sentencian: “Me parece bonito” o bien, “me parece algo feo”. Estos son juicios de valor particulares o en otros casos, grupales, y no valen para considerarlos en el estudio de una categoría cuyos alcances van mucho más allá del gusto subjetivo.

Por otra parte, no podemos considerar necesariamente como “Arte” al producto de la realización de una “actividad artística” en cualquiera de sus manifestaciones. No porque alguien se ponga a pintar al óleo un paisaje o un retrato, o lo que sea, frente a un lienzo montado sobre un caballete, está realizando “Arte”. Tampoco si alguien se pone a bailar una pieza musical, o toca las teclas de un piano, o bien toma una fotografía, etc. está haciendo “Arte” y tampoco se le puede considerar como un “Artista” al que lo ha realizado, por mucho empeño que ponga en ello. Se necesita algo más que tener entusiasmo y realizar un trabajo afanoso.

Tampoco hay necesariamente “Arte” en el producto de una actividad realizada siguiendo estrictamente las reglas establecidas por los conocedores o maestros. El seguir las recetas al pie de la letra, así como el imitar modelos, no garantiza que el resultado sea satisfactorio desde el punto de vista de su calidad artística. El arte tiene también que ver con categorías, jerarquías y procesos, aunque sean todos móviles.

El término “Arte” fue acuñado en la Roma clásica y, bajo esa forma y contenido, trascendió a Europa y el Oriente próximo. Se deriva del vocablo latino ars, que era entendido como la categoría que describía cualquier producto resultante de una actividad cuya finalidad era estética. Esto implicaba que también comunicaba diversas ideas, valores y emociones con las cuales se identificaba la cultura. Así mismo, la definición del término tenía implícita la idea de que ars se refería a una categoría superior, de más alta jerarquía que la mera actividad artesanal. Era, por lo tanto, un producto especial, altamente estimado por la sociedad y sus propósitos estaban claramente determinados; sobre ellos comentaremos más adelante.

Antes de los tiempos de Roma no existía este concepto, como tampoco ha existido en otras tradiciones culturales en el mundo: en el Oriente (China, Japón, India, etc.), la América precolombina, África u Oceanía. Lo que nosotros llamamos “Arte” es algo que existe dentro de las actividades humanas desde la más remota antigüedad y sus primeras manifestaciones hay que buscarlas en las postreras fases del período paleolítico, cuando el Homo Sapiens desarrolló un pensamiento simbólico más sofisticado y por consiguiente la comunicación de ideas por medios distintos a la transmisión oral. A estas primeras fases le dedicaremos el siguiente capítulo.


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