Katsushika Hokusai, La gran ola de Kanagawa. Grabado, 1830

Julián González Gómez

katsushika_hokusai_-_thirty-six_views_of_mount_fuji-_the_great_wave_off_the_coast_of_kanagawa_-_google_art_projectEl arte del ukiyo-e, elaborado en Japón a partir del siglo XVII contiene una frescura y una expresión de síntesis que en occidente solo fue posible realizar hasta el siglo XX, y además bajo la influencia de este modelo oriental. Con elementos llevados a su mínima expresión y con ello a su máxima expresividad, el Ukiyo-e claramente está ligado a la pintura caligráfica japonesa. Ukiyo-e literalmente significa “estampas del mundo flotante”, pero esta expresión tiene una connotación espacial en el contexto del arte japonés. El “mundo flotante” se refiere al entorno en el que vivían las personas de baja extracción social del Japón feudal. Entre estos figuraban los artistas, los mercaderes o los  rōnin, que eran los samuráis errantes que no tenían amo. En cierto modo, eran personas libres, dueños de su destino, el cual era siempre cambiante. En este sentido eran muy distintos de los nobles samuráis, para quienes estaba reservada una vida militar bajo estrictas reglas, al igual que los monjes. El poeta  Asai Ryōi en el año de 1661 definió al movimiento del ukiyo-e en su libro Ukiyo-monogatari de la siguiente forma:

«viviendo solo para el momento, saboreando la luna, la nieve, los cerezos en flor y las hojas de arce, cantando canciones, bebiendo sake y divirtiéndose simplemente flotando, indiferente por la perspectiva de pobreza inminente, optimista y despreocupado, como una calabaza arrastrada por la corriente del río»  

La influencia del budismo zen es innegable en estas personas, que llevaban una vida ajena a la rigidez de la disciplina del bushido de los samuráis, con toda su carga moral y disciplinaria. El ukiyo-e se hizo muy popular en Edo (actualmente Tokio) y los grabados hechos bajo este modelo se produjeron en gran cantidad, hasta el punto que llegaron a occidente en el siglo XIX, donde dejaron impresionados al público y sobre todo a los artistas de finales de ese siglo. Los pintores impresionistas y sus sucesores eran ávidos coleccionistas de las estampas del ukiyo-e y en el caso de Gauguin o Tolouse-Lautrec ejercieron una fuerte influencia en su propio arte.

Los temas favoritos de estos grabadores japoneses eran la vida de la gente común en las ciudades, especialmente en los distritos del placer, el paisaje, los actores del teatro kabuki y el sexo, expresado en vistas explícitas de alto contenido erótico, llamadas Shunga.  

Para producir estos grabados, primero era necesario que el artista, llamado eshi, realizara un dibujo a pincel sobre papel o seda.  Posteriormente el artista llevaba el dibujo a un horishi, o grabador, quien pegaba el dibujo sobre un panel de madera de cerezo, y tallaba cuidadosamente el panel para formar un relieve con las líneas del dibujo. Los colores se fijaban con otros paneles, uno por cada color que llevaría el grabado final. Finalmente, un surishi, o impresor, llevaba a cabo el trabajo de impresión colocando el papel de la impresión sobre las planchas consecutivamente de acuerdo a los colores. La impresión se realizaba frotando una herramienta llamada baren sobre el dorso de las hojas. Como no se usaba una prensa que distribuyese la presión de forma pareja como en occidente, la calidad de la impresión y los tonos podían cambiar ligeramente de una estampa a otra. Generalmente se hacía una gran cantidad de copias, que luego se vendían al público a precios bajos.

Hokusai nació en el año de 1760, en Katsushika, un distrito al este de Edo. Le fue puesto el nombre de Tokitarō y era hijo de un fabricante de espejos del shogun.  Mostró habilidades para el dibujo desde niño y a los dieciséis años entró como aprendiz al taller de un grabador, al mismo tiempo que empezó a pintar. Cuando tenía dieciocho años fue aceptado como discípulo del artista Katsukawa Shunshō, uno de los más grandes artistas de ukiyo-e de su tiempo. Después de un año de trabajar con este maestro, éste le dio el nombre de Shunrō, que empleó en la firma de sus primeros trabajos. Luego, al fallecer Shunshō, se dedicó a estudiar por su cuenta y se dedicó a dibujar surimono, que eran tarjetas de año nuevo, escenas de la vida diaria y paisajes. En el año 1800 publicó sus primeras series, que fueron unas vistas de la capital del este y ocho vistas de Edo. Es durante este período cuando empezó a utilizar el nombre de Hokusai. Como dato curioso, empleó más de 30 seudónimos a lo largo de su vida para firmar sus trabajos.

En 1804 se hizo famoso al hacer un dibujo del monje budista Daruma de 240 metros cuadrados. Ante su fama, el shōgun Tokugawa Ienari  lo mandó a llamar para competir contra otro pintor, al que venció. Después empezó a ilustrar libros, pero su actividad mermó y se vio en graves apuros económicos, por lo que publicó un método de dibujo. En 1814 publicó el primero de quince volúmenes de bocetos, llamados manga, en los que mostraba aspectos de la vida y personajes que eran de su interés. Durante los últimos años de la década de 1820 publicó su famosa serie Treinta y seis vistas del monte Fuji, la más popular de sus series. Otras series que publicó posteriormente fueron vistas de puentes famosos, cataratas y una nueva serie de vistas del monte Fuji. Falleció a la edad de 89 años, en el año de 1849.

La gran ola de Kanagawa pertenece a su segunda serie de vistas del monte Fuji, realizada en 1830. Probablemente es la estampa de ukiyo-e más conocida en el mundo por sus múltiples atributos, entre los cuales está la poética traza de líneas curvas que se encuentran unas a otras, formando espacios cóncavos de gran dinamismo. Está realizada en tres colores, que se complementan magistralmente con el blanco del fondo, dando una ligereza y frescura inigualables a la composición. Muestra la escena de unos pescadores en sus barcas que están luchando contra una mar embravecida, justo en el momento en que una gran ola va a caer sobre ellos. La inmediatez de la escena no nos permite avizorar cuál va a ser el desenlace de este drama, que es contemplado por la figura impasible del monte Fuji en la lejanía, al centro de la imagen. La simpleza y gracilidad de las líneas se resuelven en gráciles rizos representados en las crestas de las olas. De acuerdo a un estudio realizado hace unos años, Hokusai dibujó estos rizos en base a un modelo único y repetitivo bajo un mismo patrón, como si fuera un fractal.

Los seres humanos que aparecen en esta escena son diminutos, están indefensos ante el embate de la gran ola que los ha alcanzado. En este grabado se puede apreciar la desdichada condición del ser humano, cuya soberbia le hace pensar que puede dominar a las fuerzas que rigen el mundo. Aquí se comprueba lo contrario, los hombres están sometidos a una fuerza que es infinitamente más poderosa que todas sus pretendidas aspiraciones. No importa si estos pobres pescadores sobrevivirán o no ante esta bella manifestación de todo el poder de la naturaleza, lo verdaderamente esencial y presente es ella misma, aquí caracterizada en dos formas: la energía y la permanencia.


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