Julián González Gómez
Jan van Eyck es una de las cimas del arte de todos los tiempos. Maestro consumado y creador principal de la escuela flamenca de pintura en el siglo XV, sus obras siguen causando admiración por su perfecta ejecución y su realismo que, aunque está impregnado del gótico, trasciende estilos y escuelas para afianzarse como una de las cimas del arte de la pintura. Van Eyck empleó el óleo para realizar su arte y se convirtió en un excepcional artífice con esta técnica. Utilizaba el óleo realizando veladuras; estas consisten en la superposición de varias capas de pigmento diluido con abundante aceite, logrando así efectos especiales de transparencia y un aumento de la intensidad de los colores. La clave está en aplicar una nueva veladura sobre la capa anterior, sin que esté todavía totalmente seca. Esta técnica requiere de gran paciencia y un meticuloso estudio previo referente a las capas que se van a aplicar sucesivamente, por lo que era necesario que en sus comienzos Van Eyck realizara sinfín de veladuras para así poder prever exactamente cuál sería el resultado final después de la aplicación. Luego, siendo ya un maestro, le sería mucho más fácil realizarlas, puesto que su experiencia le dictaba cuál sería el acabado final. Otro aspecto fundamental en su obra era la minuciosidad de los detalles que pintaba, probablemente como resultado de su formación como pintor miniaturista, una ocupación que empleaba en gran cantidad las capacidades de la mayor parte de artistas de Flandes y otras regiones aledañas por esas épocas. La minuciosidad de sus detalles es tal que, por ejemplo, en el cuadro que aquí se presenta, es posible observar en forma individual cada uno de los pelos del perro o de la capa de Arnolfini. Esto nos señala que Van Eyck pintó los pelos uno a uno con un delgadísimo pincel y en varias capas de veladuras. Su observación era aguda y no dejaba de examinar cada uno de los detalles de los elementos que se representarían en el cuadro y con esto quiero decir que no sólo los representaba minuciosamente en lo que se refiere a su dibujo, sino además a los efectos de color y claroscuro. Pero la pintura de Van Eyck es mucho más que la suma de sus partes. Aunque no desarrolló la perspectiva tal como lo hacían los artistas toscanos de su época como Masaccio o Donatello, su aproximación a este método de representación espacial no es menos convincente que la de aquellos. Van Eyck se adelantó más de sesenta años a la perspectiva aérea de Leonardo da Vinci, creando una serie de atmósferas acordes a cada plano mediante el método de las veladuras. No utilizó la perspectiva cónica, pero sí pudo ver que en una representación bidimensional de un espacio de tres dimensiones las líneas directrices de los objetos convergían en distintos puntos que se podían ubicar dentro o fuera del formato, logrando así el efecto de fuga que es característico de este tipo de representación. Quizás logró llegar a esta espacialidad utilizando una cámara oscura, la cual era conocida en Flandes desde hacía ya algún tiempo. Con frecuencia se ha mencionado que Jan van Eyck fue el creador de la escuela flamenca de pintura, que agrupó a pintores de la talla de Hugo van der Goes, Hans Memling o Roger van der Weiden. Su aporte fue fundamental para establecer las bases de esta escuela que se desarrolló en las últimas etapas del gótico y se adentró en lo que algunos han llamado el prerrenacimiento. Pero nosotros disentimos de utilizar esa clasificación, ya que somos de la idea que la escuela flamenca fue en realidad la fase terminal del gótico, ya que le debe a éste toda su ideología y su plástica y además esta escuela en realidad vino a influir notablemente en el arte del renacimiento italiano cuando algunas obras fueron llevadas a la península, causando gran revuelo y admiración entre los artistas, sobre todo entre los florentinos. No se conoce la fecha del nacimiento de Jan van Eyck, aunque sí el lugar donde vino al mundo: Maaseik, una población que estaba cerca de Maastricht. Provenía de una familia de artistas en la cual su hermano mayor Hubert empezó a destacar como gran pintor. Se sabe que ambos hermanos pintaron la obra que se considera la cima del arte flamenco de su época: el Políptico del Cordero Místico, para la catedral de San Bavón de Gante. De acuerdo a los registros de la época, el pintor principal de esta obra era Hubert y Jan aparecía como su ayudante, seguramente porque era el menor de los dos. Sin embargo Hubert murió en 1426, por lo que Jan se vio sumido en la inmensa tarea de continuar y concluir el Políptico, lo cual logró con gran éxito y esto le trajo merecida fama en Flandes, por lo que los encargos empezaron a llegar con profusión. A partir de 1429 se estableció en la ciudad de Brujas, que era por ese entonces un importante centro financiero y comercial. En esta ciudad se casó y al parecer tuvo dos hijas. Durante esos años también trabajó como pintor oficial de la corte de Felipe el bueno, duque de Borgoña. No consta en ningún registro conocido que Jan haya realizado alguna vez un viaje al extranjero, pero se presume que visitó Francia y que residió en Lille durante un tiempo, mientras fue pintor de la corte de Felipe de Borgoña. Algunos investigadores han asegurado que viajó por España, Portugal e Italia como emisario del duque, pero no se puede asegurar con certeza que viajó por esos países. Parece ser que a partir de 1435 y ya asentado definitivamente en Brujas, no abandonó esta ciudad, excepto para entregar algún encargo en las ciudades vecinas. Siendo el más respetado pintor de la ciudad, murió en 1441 y, según consta en algunos registros, se hizo el comentario de que la muerte lo sorprendió siendo aún joven. Fue enterrado en la iglesia de San Donaciano en Brujas. El matrimonio de los Arnolfini fue pintado por Van Eyck en 1434, en el cénit de su carrera. Se trata de un retrato del rico comerciante italiano Giovanni Arnolfini y su esposa. Arnolfini era el representante en Brujas de las más grandes casas comerciales italianas, incluyendo a los banqueros florentinos Médici, por lo que su entorno habitual era el de la gran burguesía de las ciudades flamencas y de ahí su estatus frente a la sociedad, mismo que lo impulsó a encargar su retrato y el de su esposa como elementos centrales del cuadro, cuando lo habitual era encargar un cuadro religioso y aparecer en el propio cuadro o en un panel lateral como donante. Arnolfini, circunspecto y altivo, está investido de sus mejores galas con una capa de armiño y un gran sombrero, mientras que su esposa aparece a su lado en una pose de sumisión. Ambos se han quitado el calzado y lo han dejado en el suelo, como señal de que se van a acostar en un momento. Algunos aseguran que la esposa está embarazada, pero en realidad el bulto que se ve sobre su vientre proviene del doblez del vestido y de su propio diseño. Supuestamente el matrimonio acaba de hacer los votos en esta habitación burguesa, con una ventana lateral que ilumina la escena y en donde se encuentra la cama en la cual se consumará el rito. En la pared posterior hay un espejo convexo en el cual se ve relejado el ambiente completo del cuarto, el matrimonio de espaldas y dos testigos, que son los que están suplantados en la vista por el observador. En esta misma pared está escrita la oración Johannes de Eyck fuit hic 1434 («Jan van Eyck estuvo aquí», 1434), por lo que se ha presumido que uno de los dos testigos que aparecen retratados en el espejo convexo es un retrato del propio Van Eyck. También se han publicado innumerables relatos en los que se asegura que el cuadro está lleno de simbologías y elementos esotéricos, pero esta posibilidad no es factible describirla aquí. Lo cierto es que esta obra, una de las más preciadas del arte del siglo XV, fue también una novedad en su tiempo al tener como tema principal un retrato matrimonial sin existir en el cuadro ningún elemento religioso, lo cual hace de él una de las primeras obras de arte totalmente profana.