Claude Monet. Impresión, sol naciente; óleo sobre tela, 1872

Impresión, salida del sol. MonetProbablemente Claude Monet nunca imaginó que este pequeño cuadro que pintó del puerto de Le Havre daría nombre al movimiento pictórico que inició junto a varios jóvenes colegas, todos rechazados en el salón oficial de pintura del París del último tercio del siglo XIX y con el que su huella quedó grabada para siempre en la historia del arte.

Nacido en 1840 en París en el seno de una familia de comerciantes, Oscar-Claude Monet se había iniciado en el arte de la pintura con diversos maestros siguiendo los modelos realistas de Corot y Courbet y en 1862, después de realizar parte de su servicio militar, se inscribió en el taller del pintor Charles Gleyre. Ahí conoció a otros tres jóvenes artistas que serían sus compañeros desde entonces: Frédéric Bazille, Pierre-Auguste Renoir y Alfred Sisley. Con ellos comenzó a viajar a Barbizon y Normandía para pintar. De los pintores de la Escuela de Barbizon aprendieron a recrear los paisajes sin idealizaciones y manipulaciones de estudio, tan caras a la pintura académica en boga por entonces.

Monet exhibió en el Salón de París de 1865 dos cuadros que fueron bien recibidos por la crítica, aunque sin demasiado entusiasmo. Por esta época se empezó a relacionar con Édouard Manet y se impresionó con su cuadro el Desayuno sobre la hierba, la amistad con Manet duraría hasta la muerte de éste, acaecida pocos años después. Más tarde volvió a participar en el Salón con un retrato de cuerpo entero de su amante Camille Doncieux, quien se convertiría después en su esposa. El cuadro fue bien recibido otra vez por la crítica, augurando a Monet un futuro promisorio en el campo del arte oficial. Sin embargo, los cuadros que presentó en los salones de 1867 y 1870 fueron rechazados por el jurado por su técnica, fuera del gusto academicista y por la elección de sus temas, juzgados como poco relevantes. Monet había estado trabajando otra vez de acuerdo a las experiencias que inició unos años antes con Bazille y la Escuela de Barbizon, arriesgándose a perder el favor oficial lo cual, efectivamente sucedió a la vista de los fracasos en el Salón. Su situación económica se volvió precaria y además se había casado con Camille, quien ya le había dado un hijo. Ese mismo año de 1870 comenzó la guerra Franco-Prusiana y Monet se mudó a Londres para evitar ser reclutado. En esa ciudad conoció la obra de William Turner, cuya representación de masas borrosas y bañadas por la luz lo marcó profundamente. En 1871 regresa a París, donde se establece de forma menos precaria gracias a la herencia que le dejó al morir su padre. Se mudó con su familia a Argenteuil, donde compró una barca y se puso a pintar en el Sena.

Monet, junto a sus antiguos compañeros Renoir y Sisley (Bazille había muerto en la guerra), a quienes se unieron Monet, Degas, Pisarro y Cezanne,  empiezan a experimentar con la temática paisajística que los tres primeros habían iniciado en Barbizon y el estudio de Gleyre, rechazando las imposiciones academicistas y concentrándose en una técnica heterodoxa y una libertad y espontaneidad inéditas en Europa desde la época del renacimiento; además  intentaron representar lo efímero a través de las impresiones de la luz sobre las superficies. Así, la luz era el elemento esencial que debía ser captado y representado sobre la tela. La forma se convirtió en algo secundario, de ahí también la eliminación del trabajo de estudio y los dibujos de bocetos.

Al mismo tiempo, quizás influenciados por la fotografía y su inmediatez, comenzaron a realizar una serie de paisajes pintando al natural y desechando la preparación en el estudio. Esto mismo ya había sido experimentado antes por otros artistas, pero Monet y sus compañeros fueron más allá, tratando de captar precisamente “ese momento único e irrepetible” que se mostraba ante ellos en toda su naturalidad. La misma necesidad de captar lo efímero del momento hizo que sus pinceladas se hicieran cada vez más rápidas e improvisadas, generando así una nueva visión estética.

Estos artistas llevaban a cuestas su caballete, sus lienzos, sus tubos de pintura, pinceles, aguarrás y aceites. Eran algo así como unos nuevos peripatéticos que iban caminando por las calles de las ciudades y sobre todo por el campo, observando todo aquello que despertara su interés. Cuando descubrían algo que llamara su atención, inmediatamente se instalaban en el lugar y comenzaban a pintar lo más rápidamente posible para no perder ese detalle momentáneo, esa nube que pasaba, o ese sol que bañaba con su luz el mar o los prados. Aquí no había una complicada base conceptual, ni una declaración explícita de intenciones, eso vendría después con las vanguardias históricas. Lo que había era una necesidad de reclamar para el arte el principio de la naturalidad, la sencillez y la desenvoltura del momento.

En 1874 decidieron dar a conocer sus experiencias y en el estudio del fotógrafo Nadar, montaron una exposición que vino a llamarse, sarcásticamente “Salón de los Independientes”. Por supuesto, la crítica oficial los ridiculizó, aunque el público visitó masivamente la exposición, interesado en ver aquellas “locuras” que, a pesar de todo, resultaban muy atractivas a los ojos por su armonía cromática y la notoria espontaneidad con la que se habían realizado. Dentro de las pinturas que se expusieron esa vez, Monet presentó el cuadro que aquí se muestra y que tituló “Impresión, sol naciente”. Basado en este título, el periodista y crítico de arte Leroy, de la popular revista Le Charivari llamó a la muestra “La Exposición de los Impresionistas”, título que se utilizó al principio de una forma burlona y peyorativa, pero que después tomaron los propios artistas para nombrar así a su pintura.

Impresión, sol naciente no es la pintura más famosa de este popular artista, tan apreciado por sus bellos paisajes de exquisito colorido y suaves formas, pero es una obra fundamental en la historia del movimiento de los impresionistas, no sólo por haber dado este nombre a la pintura que realizaban (nunca fue una escuela, ni nada que se le pareciera), sino porque en ella están presentes los aspectos esenciales de esta manera de pintar. El propio Monet explicó así esta obra:

«El paisaje no es otra cosa que una impresión, una impresión instantánea , de ahí el título , una impresión que me dio. He reproducido una impresión en le Havre, desde mi ventana, sol en la niebla y unas pocas siluetas de botes destacándose en el fondo… me preguntaron por un título para el catálogo, no podía realmente ser una vista de Le Havre y dije «pongan impresión».

Julián González Gómez


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