Julián González Gómez
La abstracción dominó la escena mundial del arte durante toda la década de los años 50 y 60 del siglo pasado. Surgieron diversas tendencias y grupos que experimentaron con todo tipo de abstracción y entre ellas, una de las más conocidas fue el llamado Op Art, especialmente por su aspecto lúdico. Los artistas que idearon esta tendencia basaban su investigación en la creación de imágenes que provocaban espasmos ópticos y mediante campos de color o de tonos de blanco y negro generaban la ilusión de movimiento en el ojo del observador o de profundidades espaciales que no existían.
Algunos de los artistas más conocidos de esta tendencia fueron el húngaro Víctor Vasarely, el israelita Yaacov Agam, los venezolanos Jesús Rafael Soto y Carlos Cruz Díez y la inglesa Bridget Riley. Esta creaba sus ilusiones ópticas con base en medios reducidos a su mínima expresión: figuras geométricas simples, dibujos a partir de distintas líneas negras sobre fondo blanco y repetición del mismo patrón básico.
Riley creó algunas de las más famosas obras del Op Art a partir de los primeros años de la década de 1960 y causaron sensación al ser exhibidas en las galerías de la vanguardia londinense, cuyo público estaba inmerso en la cultura Mod que imperaba en los años previos a la psicodelia. Los miembros de esta sociedad, que eran generalmente jóvenes nacidos en los años en que Gran Bretaña estaba enfrascada en la Segunda Guerra Mundial y crecieron a la sombra de la posguerra, se consideraban gente sofisticada y moderna; escuchaban con deleite el jazz de Miles Davis y John Coltrane, leían a los autores de la generación Beat norteamericana y se vestían siempre a la moda. En su esquema urbano de clase media no irrumpía la evasión y la contracultura que vino poco después y la angustia del holocausto nuclear estaba superada. El arte de los expresionistas abstractos de Nueva York, o el Arte Povera, el Art Brut como lo llamaban los franceses, estaba muy lejos de sus miras, el arte Pop todavía no cuajaba. Las preocupaciones sociales pasaban por simpatizar con las nacientes independencias de las colonias africanas y del Caribe. Se veía el futuro con optimismo, con una identificación cada vez más cercana a cierta anarquía que las máquinas se encargarían de moderar. Los íconos visuales eran los más importantes y de ahí las imágenes más características de esos años como la modelo Twiggy, James Bond y las Vespas. El arte de Bridget Riley era simple, directo y rotundo, además de divertido y por ello se convirtió en uno de los íconos de esta época, que vio nacer a los Beatles y el Austin Mini Cooper.
Bridget Riley nació en 1931 en Londres; estudió en el colegio normal superior de Norwood entre los años 1949 a 1952 en donde se interesó especialmente por el dibujo. Unos años más tarde completó su instrucción en la Royal Academy. En la década de 1950 exploró las posibilidades del arte figurativo en distintas facetas, especialmente el puntillismo, mientras se mantenía como ilustradora de diversas agencias de publicidad. En 1958 visitó una exhibición de pinturas de Jackson Pollock que la motivó a trabajar en la abstracción. A partir de 1960 empezó a trabajar con patrones geométricos de gran dinamismo utilizaba, exclusivamente, el blanco y el negro. Su trabajo pronto la llevó a experimentar con las posibilidades de la desorientación de la vista al percibir estos patrones sinuosos y repetitivos, generando la ilusión de movimiento y así se inició en lo que después se llamó el Op Art.
Estos patrones y su aparente movimiento cuajaron muy bien en esa época como se dijo antes, pero su aparente simpleza en realidad oculta una enorme complejidad en su concepción. Para realizar cualquiera de estas obras se requería un extenuante proceso en su diseño y una nitidez exasperante en su ejecución, pues el más mínimo defecto demerita la totalidad de la obra. En cierto sentido, se puede afirmar que las pinturas Op Art de Bridget Riley son producto de una mente obsesiva y su ejecución un trabajo que requiere una ejecución perfecta. En esos años en los cuales las computadoras todavía no estaban al servicio de los artistas, su realización debió ser una tarea bastante trabajosa.
Otro aspecto importante de las pinturas de Riley es que a través de las ilusiones ópticas que generan hacen partícipe al observador en el proceso de apreciación y comprensión de la obra y ya no un mero espectador pasivo. Es en esta cualidad en la que se encuentra la conexión del Op Art con el arte conceptual que empieza a surgir por estos años, en la cual el público participa en la obra, tal como sucedía por ejemplo en los happenings.
La sencillez de las figuras geométricas puras con las que Riley se expresó son producto también de la búsqueda de una armonía análoga a la abstracción geométrica que años antes habían realizado artistas como Mondrian o Málevich. A través de la geometría se adentraban en un mundo cada vez más ajeno a la realidad y su búsqueda de pureza los llevaba, igual que a Riley, a deshacerse de todos aquellos elementos que no se consideraban imprescindibles. En las palabras de la propia artista:
“Comencé a estudiar cuadrados, rectángulos, triángulos y las sensaciones que me generaban… No es cierto que mi obra dependa de impulsos literarios o que tenga intenciones ilustrativas. Las marcas sobre el lienzo son los agentes únicos y esenciales en una serie de relaciones que construyen la estructura de mi pintura”
Es precisamente en la estructura en donde subyace la clave para interpretar estas construcciones geométricas y no en la ilusión óptica, que es solamente un producto sucedáneo del proceso.
Esta obra, que lleva el nombre de “Llama”, o también “Flama” fue realizada por Bridget Riley en los años más fecundos de su creación artística. Consiste en una estructura de nueve círculos cuyos centros, al estar ligeramente desfasados unos con respecto a los otros, crean una ilusión de la imagen de una espiral, aspecto que refuerzan las líneas diagonales con las que están construidos. Si se observa durante unos instantes parece como si la supuesta espiral está efectuando un movimiento girando sobre su centro. Es una muestra substancial en la que la suma de un complejo diseño, una ejecución de la mayor nitidez y la dualidad elemental entre el blanco y el negro producen una imagen de gran poder y presencia.