Antonio Canova, «Psique reanimada por el beso del amor». Mármol, 1793

Julián González Gómez

Psique reanimada por el beso, CanovaPsique era la menor de tres hermanas, hijas del rey de Anatolia en Asia, y además era la más hermosa. Celosa de su belleza, la diosa Afrodita envió a su hijo Eros para que le lanzara una flecha que la haría enamorarse del hombre más vil y horrible que existiera. Cuando Eros la vio se enamoró de ella inmediatamente, lanzó su flecha al mar y esperó a que ella se durmiese para llevársela volando hasta su palacio. Allí vivieron durante un tiempo como amantes hasta que Afrodita lo supo y condenó a Psique a una serie de penosos trabajos, de los que finalmente Eros la libró. La historia tiene un final feliz pues al fin Afrodita dio su consentimiento para la relación de los dos jóvenes y entonces se casaron.

Canova representó en esta escultura el momento en el que Eros reanima de su sueño a Psique mediante un beso después de haberla llevado a su palacio. La obra es fundamentalmente de lectura frontal, aunque su tridimensionalidad no fue descuidada, pero definitivamente debía ser vista desde el ángulo que aquí se presenta en la fotografía. La composición es de un gran dinamismo y está concebida por medio de cuatro aspas o ejes rectores marcados dos de ellos por las alas de Eros y los otros dos por los cuerpos de las figuras. El centro al que confluyen los cuatro vectores está constituido por las dos cabezas que se encuentran frente a frente después del beso. La joven Psique se reanima y despierta de su sueño viendo con los ojos entrecerrados el rostro arrobado de Eros, que la sostiene con extrema delicadeza por debajo del pecho. El cuerpo de Psique, de gran voluptuosidad, se percibe como moviéndose lentamente, adelantando su pierna izquierda sobre la derecha que está extendida. Un terso manto, de pliegues suaves rodea su cuerpo y cubre su sexo, siguiendo los cánones del pudor imperante en la época, en los cuales no se mostraban los genitales de los sujetos representados. La postura relajada y ligeramente curva del cuerpo de Psique marca un evidente contrapunto con la tirantez del cuerpo y las alas de Eros, el cual se percibe como si estuviera sujeto de una gran tensión, tal vez porque le embarga la incertidumbre sobre cómo reaccionará su amada ante el beso que le ha dado.

Ambas figuras se posan sobre una base carente de forma conocida, la cual tiene la función de elevar los cuerpos para destacar la composición. Canova era un detallista y tuvo la delicadeza de tallar en el mármol todos los elementos que son propios de los cuerpos hasta el último fragmento, inclusive cada una de las plumas de las alas de Eros, con todo y sus hebras. El acabado final se lo dio a base de un pulimiento con polvo de mármol para lograr así una gran tersura en todas las superficies. El tamaño de esta obra es casi de una escala real, con un ancho de alrededor de 1.50 metros. El resultado es una escultura de una gran calidad de factura, además de poseer unas innegables dotes estéticas, muy acordes con el neoclasicismo de la segunda parte del siglo XVIII, del cual se considera a Canova como su mejor escultor.

Pero más allá de sus cualidades formales y técnicas, esta obra refleja una profunda humanidad, representada por la ternura de ambos protagonistas, enlazados en un momento mágico de amor supremo y carnal. No es un amor metafísico, inmaterial e idealizado, es un amor que se hace patente en los dos cuerpos de los jóvenes, el uno arrebatado por una tierna pasión y la otra, lánguida y abandonada, en abierta entrega. Por ello, esta obra es una de las más célebres de este escultor italiano, padre del academicismo neoclásico que por otra parte dedicó la vastedad de su trabajo a representar los valores más caros al ideal de su tiempo: la ilustración.

Antonio Canova nació en Possagno, un pueblo perteneciente a la República de Venecia en 1757. Se crio con su abuelo, que era escultor y éste se dio pronto cuenta de las dotes de su nieto para este arte. Desde niño empezó a trabajar en este arte y el protector de su abuelo, el senador Falier de Venecia lo tomó bajo su tutela y le hizo entrar como aprendiz en el taller de Giuseppe Bernardi, quien era un notable escultor. En Venecia el joven Canova tuvo acceso a las grandes colecciones de arte que había en la ciudad, por lo cual su formación tuvo así un importante complemento, estudiando la escultura de la antigüedad y las obras del renacimiento y el barroco. Sus obras, fruto de su talento precoz, fueron grandemente elogiadas por sus coterráneos, ganando así un gran prestigio y encargos.

A finales de 1779 se trasladó a Roma con el fin de conseguir más perfeccionamiento en su arte y también visitó Florencia y Bolonia con este fin. En Roma ganó una gran fama desde el principio, aumentando sus encargos, lo que lo decidió a abrir un estudio en la ciudad y establecerse definitivamente en ella. Uno de los aspectos más importantes de la estancia de Canova en Roma fue la posibilidad de estudiar con detalle las obras escultóricas griegas y romanas, lo que sumado a la profusión de artistas y eruditos de la época que acudían a estudiar el arte antiguo, lo decantó definitivamente por el neoclasicismo de la ilustración. Nombrado supervisor de las colecciones de arte del papado, Canova pudo ejercer su autoridad como maestro indiscutible de la academia y su influencia comenzó a sentirse no sólo en Italia, sino también en toda Europa. Visitó diversas capitales del continente en viajes de estudio y en 1802 fue invitado por Napoleón a París para realizar una serie de retratos. En la capital francesa se reunió con diversos estudiosos y teóricos del neoclasicismo en un animado ambiente académico que fomentó aún más su autoridad en los medios artísticos. De regreso a Roma en 1816, el papa le asignó una pensión vitalicia de tres mil escudos y lo homenajeó con el título de marqués de Ischia.

Canova, que era un infatigable trabajador, empezó a resentirse de su salud, aun así todavía realizó otros viajes por Italia para supervisar diversas obras y en el último de ellos a Nápoles, en 1822, se enfermó gravemente. A su regreso a Roma se recuperó parcialmente, pero ante su frágil condición fue trasladado a Venecia donde falleció en ese mismo año. Sus últimas palabras fueron Anima bella e pura que significa “alma hermosa y pura”. Fue enterrado con grandes honores en su pueblo natal Possagno. Su corazón le fue extraído y depositado en una urna custodiada en la Academia de Venecia.


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