Andrei Rublyov, San Juan Bautista. Temple y oro sobre madera, primer cuarto del siglo XV

st-andrei-rublyov-st-john-the-baptist-first-quarter-of-the-15th-cEl arte bizantino es una de las cumbres del arte universal de todos los tiempos. Ejerció notable influencia en el arte islámico clásico y en la Europa medieval, que imitó profusamente la iconografía bizantina en sus representaciones religiosas durante la edad media.  Altamente codificado, sus representaciones debían regirse por un estricto código que tipificaba todos los aspectos plásticos e iconográficos, desde la composición hasta la expresión de las figuras. Con la expansión del imperio bizantino también se extendió la religión cristiana y sus imágenes hacia los cuatro puntos cardinales. La iglesia católica bizantina se separó de la iglesia católica romana en los tiempos cercanos al primer milenio D.C. y tomó su propio rumbo de expansión e ideología, llamándose a sí misma “Iglesia Católica Ortodoxa”. En su expansión hacia el este, se asentó en Ucrania y en Rusia donde floreció hasta mucho después de la caída de Constantinopla en poder de los turcos otomanos a mediados del siglo XV.

En Rusia se erigieron gran cantidad de iglesias y monasterios a partir del siglo IX y estos centros religiosos se convirtieron en los principales impulsores del arte y el saber en los tumultuosos siglos previos a la consolidación del reino de Rusia por parte de los zares en el siglo XVI. También se constituyó en el núcleo de la identidad cultural de los pueblos eslavos de esas vastas regiones ante la acometida de otras culturas, como los mongoles o tártaros, los turcos y los musulmanes. La iglesia ortodoxa rusa es entonces, junto con la iglesia ortodoxa griega,  las descendientes directas de la iglesia bizantina, de la cual son fieles continuadoras en lo que respecta a sus ritos, creencias e imágenes.

Fue en esa época tormentosa del siglo XIV donde nació el que es considerado el más grande artista pintor de íconos religiosos de Rusia: Andrei Rublyov (o también Rublev). La mayor parte de su vida nos es desconocida por carecer de datos concretos y fidedignos. El lugar de su nacimiento es desconocido, algunos estudiosos afirman que nació en 1360. Era monje del monasterio de la Santísima Trinidad y San Sergio en las cercanías de Moscú, del que llegó a ser higúmeno, es decir abad del mismo. Se sabe que trabajó como asistente del pintor de íconos llamado Teófanes el Griego, con el que pintó varios frescos e íconos para la Catedral de la Anunciación de Moscú a partir de 1405. También decoró parte de la Catedral de Vladimir en colaboración con Daniil Chyorny, otro gran pintor ruso a partir de 1408. Hacia el año de 1427, ya de avanzada edad y en compañía del mismo Chyorny , pintó algunos frescos en la Catedral de su propio monasterio. Finalmente, sus últimos trabajos los realizó en la iglesia del Salvador del Monasterio de Andronikov donde falleció en 1430. En 1988 fue canonizado por la iglesia ortodoxa rusa y su día de santoral se celebra el 4 de julio.

Rublyov revolucionó la pintura religiosa de su tiempo. A diferencia de la mayor parte de los artistas rusos, pintores de íconos suntuosos y llenos de alegorías secundarias, Rublyov se concentró en representar únicamente aquellos aspectos esenciales que se relacionaban con los personajes representados. La frontalidad y el hieratismo característico de los íconos son transformados en suaves escorzos de líneas fluidas y suaves, utilizando una gama de colores más pura y luminosa, con mucho contraste de luz y sombra. Rublyov fue el artista más imitado desde su época, a tal grado que es sumamente difícil saber que obras atribuirle a él mismo con seguridad.

Sin embargo, la característica más sobresaliente de sus íconos y frescos es la profunda espiritualidad que emana de sus figuras sacras. A consecuencia de las rígidas normas que se imponían a los artistas y sus representaciones, los íconos bizantinos suelen ser hieráticos y distantes; los personajes están revestidos de una dignidad majestuosa, tal como correspondía a su categoría sobrenatural. En muchos casos la representación se convierte en un mero seguimiento de las fórmulas establecidas, convirtiéndose en estereotipado. Rublyov rompe con estos esquemas establecidos sin contravenir las normas impuestas, lo cual es ya de por sí un logro extraordinario. Sus figuras se humanizan, se acercan más a la naturaleza mística del que las contempla, bajando de su trono celestial para hablarnos y establecer una íntima comunicación espiritual. 

Este ícono, que representa la figura del bautista, es en mi opinión una de sus obras más notables. Es cierto que su ícono más famoso (y el único que se le atribuye con seguridad) es el de la Trinidad del Antiguo Testamento, con sus delicadas figuras angelicales y su novedosa tridimensionalidad, pero este San Juan Bautista es más cercano a la imagen del eremita del desierto que predica y bautiza en nombre de aquel que vendrá y del cual “… yo no soy digno de desatar la correa de su calzado” como dice la escritura.   

Este San Juan Bautista no es una deidad o la idea que se tiene en este sentido. Un santo es ante todo un hombre que ha vivido una vida ejemplar y ha sido, por gracia divina, capaz de hacer milagros. Nuestro San Juan tiene la mirada patética, y sus largos cabellos y barba descuidada nos hablan acerca del desprendimiento y del abandono de la vida terrena. Sus manos abiertas imploran por la venida de aquel que será el alimento de las almas, que al fin es lo que realmente importa porque es lo realmente trascendente, lo esencial para el verdadero creyente. Rublyov era un místico convertido en pintor quien, a semejanza del Bautista, vivió y predicó la profunda y más auténtica espiritualidad.

Julián González Gómez


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