Julián González Gómez
Un pequeño gato está a punto de darse un festín al haberse subido a una mesa repleta de alimentos que seguramente son de su gusto. Tiene sus ojos posados sobre las ostras y mira de reojo a los pescados que están a su frente. La escena está dominada por una raya que cuelga destripada de un gancho y que aún no se ha cocinado a la que acompañan los otros animales marinos, unos puerros, una botella de vino y una garrafa vidriada, una espumadera y algunos utensilios que seguramente servirán para prepararlos y cocinarlos. Más atrás se ve un caldero de cobre con un asa de hierro forjado. Hay un mantel blanco con rayas verdes parcialmente doblado tapando algunos de los utensilios. El fondo es una pared de piedra la cual corresponde al carácter rústico de una cocina y todos los objetos están colocados sobre una mesa de piedra.
La composición tiene un equilibrio clásico, basado en el triángulo del cual el vértice superior es la nariz de la raya colgando del gancho, mientras que el balance es asimétrico, dominado a la derecha por las masas oscuras de la garrafa y el costado del caldero y a la izquierda la figura del gato, el cual además se convierte en el elemento dinámico que contrasta con la inmovilidad de la naturaleza muerta. Chardin era muy dado a pintar animales que dieran vida a sus bodegones, rompiendo así con la tradición del siglo anterior que los presentaba tal cual, con toda su inmovilidad, aunque eso sí, cargados de simbología.
Chardin no alude aquí a los elementos simbólicos, tan apreciados por los pintores del barroco, los cuales contenían un mensaje de carácter moral dirigido al espectador. Así la orfebrería, los cristales y los objetos de metales preciosos eran una alusión a la acumulación de riquezas y la vanidad, un reloj era una alusión a la brevedad de la vida, mientras que las bolas de cristal su fragilidad. En algunos casos se representaban frutas que estaban picadas en una alusión a la belleza ajada y la corrupción. En este cuadro los objetos están agrupados de una manera que parece ser casual y sólo se alude al hecho de que todavía están crudos, es decir, no están listos todavía para ser consumidos. En esta escena, sólo el gato, como elemento discordante, ejerce alguna función que no es simbólica sino anecdótica. Es notorio que la representación de un animal tan poco agradable como una raya, encima con su vientre abierto, ejerciese tanta fascinación entre muchos espectadores que admiraron este cuadro, destacando entre ellos Diderot, quien le dedicó muchas líneas.
Gracias a esta pintura que presentó con otra llamada El Buffet en una exposición llamada “de la juventud” Chardin entusiasmó a algunos académicos y fue así admitido en la Real Academia de Pintura y Escultura. A principios del siglo XVIII en Francia, las pinturas de naturalezas muertas no eran muy apreciadas, así pues cuando Chardin presentó sus pinturas, fue recibido en la Academia en la categoría más baja. Con todo, ganó bastante fama en este género, al cual abandonó unos años más tarde para dedicarse a pintar escenas de género.
Jean-Baptiste Simeón Chardin nació en París en 1699, hijo de un ebanista especializado en hacer mesas de billar. Nada se conoce de su primera formación como pintor. Al parecer fue discípulo del pintor de paisajes históricos Pierre-Jacques Cazes y también anduvo en los talleres de otros artistas menores. En 1724 fue admitido en la Academia de Saint-Luc con el título de Maestro, pero renunció a ella en 1729 entusiasmado por dedicarse solamente a la naturaleza muerta y haber sido aceptado en la Real Academia como se dijo antes. Pero el entusiasmo de Chardin por la pintura de bodegones le duró poco, alrededor de 1733 incursionó en la pintura de escenas de género, que son fundamentalmente escenas domésticas y le dedicó a esos temas todos sus esfuerzos. No tardó en darse cuenta que sus medios eran algo limitados pues ante todo le faltaba imaginación, pero haciendo un gran esfuerzo logró vencer sus limitaciones y empezó a destacar en esta rama de la pintura en los medios parisinos de la época.
En 1744 se convirtió en protegido del marqués de Marigny, director de los edificios del rey y hermano de Madame Pompadour, quien le procuró una renta anual para dedicarse a su pintura. En 1755 fue nombrado tesorero de la Academia y por ello el rey Luis XV le concedió una vivienda oficial en las galerías del Louvre. El cargo de tesorero lo mantuvo muy ocupado por los siguientes años por lo que se dedicó poco a pintar durante este tiempo hasta que a partir de 1748 volvió a su oficio pintando de nuevo naturalezas muertas pero de una manera más sofisticada que en su primera etapa. Su prestigio y cargos fueron en aumento y en 1765 fue admitido como asociado libre en la Academia de Ciencias y Bellas letras de Ruan. Tras una etapa en la que se dedicó a pintar soberbios retratos al pastel y ya bastante enfermo, Chardin murió en su casa a finales de 1779 dejando una vasta obra en manos de algunos de los principales coleccionistas de su época.