Julián González Gómez
Desde que fueron descubiertas por los europeos, a finales del siglo XIX, las esculturas del antiguo reino de Benin causaron una gran admiración entre el público y los conocedores por su increíble naturalismo y la maestría de su ejecución. La pregunta que se hacía la gente por ese entonces era ¿cómo es posible que los pueblos “salvajes” de África fueran capaces de realizar un arte tan perfecto? Algunos llegaron a afirmar que los escultores de Benin aprendieron su arte a través de la influencia de los portugueses en el siglo XV, lo cual se demostró que era falso, ya que provenían de una época anterior a las expediciones que los lusitanos emprendieron por la costa oeste de África para incrementar su comercio.
Lo que se pudo demostrar con certeza es que este arte fue un producto propio de estas culturas y se desarrolló independientemente de cualquier influencia foránea. Además, las técnicas del tallado de las figuras y su fundición a través del método de la cera perdida fueron aprendidas por los escultores de Benin de los árabes, que habían comerciado con la región desde el siglo XIII. Esta técnica requiere de avanzados conocimientos de fundición y metalurgia, por lo que es notable el grado de maestría que mostraron los desconocidos artistas que trabajaron en estos reinos desde épocas tan antiguas. Hay que mencionar que la mayor parte de estas soberbias piezas fueron saqueadas por los europeos para llevarlas a sus museos y muy pocas permanecieron en su lugar de origen.
Esta cabeza representa las facciones de una mujer de la estirpe real de Benin, tocada con una corona que muestra su estatus dentro de la sociedad. Otro signo de su categoría es el esgrafiado de la piel, reservado para las personas de posición más elevada. Las facciones, ejecutadas con admirable naturalismo, son las de una mujer relativamente joven que muestra una expresión de tranquilidad y paz interna y por ello se puede inferir que estaba segura de su posición y atribuciones. La ligera sonrisa que esboza su boca, así como la fijeza de su mirada muestra que el artista logró plasmar una profunda penetración psicológica relativa a su modelo.
Muchas de las cabezas y los relieves y placas metálicas realizados por los artistas de Benin manifestaban rasgos arquetípicos relativos a diversas personalidades, pero en otros casos como el de esta cabeza son auténticos retratos de personas existentes, todas ellas pertenecientes a las familias reales de esta cultura. Estas cabezas se colocaban en espacios y hornacinas especiales dentro de los palacios y su fin era recordar a los descendientes sus antepasados desaparecidos tiempo atrás. Por ello era frecuente que un rey que acababa de ocupar su cargo, encargase una cabeza de su predecesor que ocupaba un lugar privilegiado dentro del recinto desde el cual gobernaba.
Benin fue muy rico en esculturas realizadas no solo en bronce y aleaciones de cobre y latón, sino además en marfil, madera o terracota. Estas esculturas estaban reservadas para las clases dominantes y su finalidad era esencialmente ceremonial y propagandística. Casi todas ellas glorificaban al rey, llamado Oba, revestido de carácter divino y a la historia de su dinastía. Aunque las cabezas son las esculturas más conocidas de este reino, también se manufacturaron gran cantidad de otros motivos y objetos como campanas, relieves, recipientes diversos, ornamentos, joyas y objetos rituales.
El reino de Benin, ligado al antiguo pueblo de los yorubas, se desarrolló desde el siglo XIV hasta el XIX en el territorio de la actual República de Nigeria en el oeste de África. Su posición privilegiada a las orillas del Golfo de Guinea le permitió alcanzar una gran prosperidad debida al comercio con otras regiones y culturas. Los principales productos que exportaba el reino de Benin eran el marfil, la pimienta, el aceite de palma y los esclavos. Los árabes comerciaron con Benin desde el siglo XIII como se dijo antes y se establecieron en diversas ciudades del reino, por lo que su influencia cultural fue determinante al convertir gran parte de la población al islam y legarles gran parte de sus conocimientos en astronomía, matemáticas y otros aspectos tecnológicos, así como el uso del caballo, el asno y las mulas. Posteriormente, en el siglo XV los portugueses empezaron a establecer relaciones comerciales con el reino y llevaron con ellos las armas de fuego, que pronto fueron adoptadas por la casa real para armar a su ejército y así lograr una mayor expansión de su territorio a costa de sus vecinos. El apogeo de Benin se dio en los siglos XVI y XVII apoyado en gran parte por el incesante tráfico de esclavos, que eran vendidos a los portugueses y después a los ingleses. Finalmente, en el siglo XIX Benin sucumbió a la expansión colonialista europea y desapareció como reino independiente.