Julián González Gómez
La idea de que la originalidad de la obra de un artista es uno de los valores más importantes proviene del Romanticismo. Por supuesto desde tiempos antiguos ningún artista que tuviese el mínimo de pulcritud y honestidad, aunque fuere de poca valía, procuró engañar al público copiando la obra de otro y haciéndola pasar por propia. Pero ese postulado, que va unido al del carácter único e individual de una obra de arte fue cuestionado por los nuevos medios de reproducción creados a partir del siglo XIX. Hasta ese entonces, una obra pictórica solo había podido ser reproducida por medio del grabado, el cual requería el dominio y la ejecución de técnicas especiales y sus cualidades hacían diferir notablemente la reproducción del original. Pero con la fotografía y los nuevos procesos litográficos era posible, ya a partir de la década de 1870, reproducir con exactitud cualquier obra de un artista. Estas posibilidades se extendieron a diferentes campos de la creación y fue una de las bases primordiales del diseño moderno.
En estos medios del diseño, reproducción y difusión de la imagen se desenvolvió la mayor parte de la carrera de El Lisitsky, artista ruso de origen judío. Sus ideas artísticas lo llevaron a extender sus actividades al diseño gráfico, la ilustración de libros, la fotografía, la arquitectura y las mejoras de los procesos litográficos. Adherido a las vanguardias, primero al suprematismo y después al constructivismo, su obra extendió su influencia a la Bauhaus y al movimiento neoplasticista.
Nacido en Pochinok, cerca de la ciudad de Smolensko en 1890, creció en la comunidad judía de la región y realizó sus estudios en la ciudad de Vitebsk, actualmente en Bielorrusia. Mostró aptitudes para el dibujo y entró a estudiar esta disciplina con Yehuda Pen, un destacado artista de la localidad, quien le enseñó los principios de esta disciplina, para luego tratar de ingresar a la Academia de Arte de San Petersburgo, donde fue rechazado por su origen judío. Esto hizo que se trasladara a Alemania en 1909, donde estudió arquitectura en Darmstadt y desde este emplazamiento hizo varios viajes por Europa, donde entró en contacto con las vanguardias artísticas que por ese entonces daban sus primeros pasos, sobre todo el cubismo.
Al empezar la guerra en 1914 se vio obligado a regresar a Rusia y se matriculó en el Instituto Politécnico de Riga. Por esa época realizó diversas ilustraciones para libros infantiles en Yiddish, para luego pasar a ilustrar libros para adultos. Partidario del golpe de estado de los bolcheviques en 1917 y ya por ese entonces en contacto con Malevich y el suprematismo, Lisitsky pretendió ponerse al servicio del régimen para hacer entrar el diseño al servicio de la sociedad. Fue llamado por Marc Chagall a enseñar artes gráficas y diseño en la nueva Escuela de Arte del Pueblo en Vitebsk, junto a otros artistas, entre ellos Malevich. Para estas alturas, Lisitsky ya era un artista totalmente abstracto y en sus esquemas combinaba las características de la pintura suprematista y la arquitectura racionalista europea. Diseñó carteles en apoyo al bolchevismo en la guerra civil rusa y junto a Malevich sentó las bases de un arte que pretendía ser revolucionario.
Como pasa en tiempos de revueltas y en medio de una sociedad que está al borde del colapso, el movimiento artístico ruso sufrió una rotura y Lisitsky se alejó del suprematismo de Malevich para iniciar un nuevo periplo junto a otros artistas en el génesis de lo que posteriormente se conoció como el constructivismo ruso, un arte nuevo y abstracto que se ligó a los postulados del partido, desarrollando un arte afín a la causa revolucionaria. Por esa época eran muchos los artistas que bregaban tratando de sacar adelante a esta nueva sociedad, pero se toparon con problemas insolubles: burocratización y totalitarismo. Una cosa eran los postulados que los idealistas defendían, entre ellos muchos artistas, y otra cosa muy distinta era la realidad que el partido imponía, atenido únicamente a sus propios fines. Se ahogó sistemáticamente a toda oposición o disidencia, con lo cual se mostró la verdadera faz totalitaria del partido comunista. La diáspora de los artistas no se hizo esperar y se fueron de su país, para no regresar nunca más, algunos de los más prominentes artistas de la época como Kandinsky, Chagall, Gabo y Pevsner.
La postura de Lisitsky fue, para decirlo de una forma menos dura, tan sólo ambigua. Nunca renunció a su filiación comunista, pero igual se escapó del ahogamiento del régimen para establecerse por segunda vez en su vida en Alemania. Logró ser nombrado representante cultural de Rusia, un cargo tan sólo honorífico y se estableció en Berlín. Fue en esta época en donde entró en contacto con algunos de los artistas más sobresalientes de las múltiples vanguardias que estaban activas en Europa Occidental y desde donde su obra gráfica se destacó e influenció en las mismas. A través de su amigo Kurt Schwitters obtuvo encargos de ilustración de libros y carteles, al tiempo que conocía a Theo Van Doesburg y otros teóricos que publicaban las revistas De Stijl y Merz, iniciando un amplio movimiento que postulaba los principios de un arte internacional.
En 1925 se vio obligado a regresar a Moscú, seguramente a su pesar, pero desde entonces se dedicó a trabajar en los campos del diseño gráfico, la fotografía y la cinematografía. Pudo sortear las purgas de Stalin con éxito y hasta llegó a ser responsable del diseño de los pabellones soviéticos en las ferias internacionales. Murió en 1941 de tuberculosis, enfermedad que lo aquejó desde joven y que finalmente acabó con él.
La serie llamada Proun, nombre inventado por Lisistsky que no tiene aparentemente ningún sentido, es una colección de obras pictóricas y gráficas abstractas, producto de las investigaciones que hizo el artista desde el período de rompimiento con Malevich, el nombramiento y viaje a Alemania y también durante su estancia en ese país. Enseñando en diversas escuelas, Lisitsky creó los Proun como un muestrario de las posibilidades expresivas de un lenguaje geométrico que se oponía a toda representación mimética de la realidad. Estas obras no fueron muy reconocidas en su natal Rusia, pero sí fueron muy apreciadas en Europa y los Estados Unidos, sobre todo por su filiación a la estética de la Bauhaus, de tal manera que tuvieron una fuerte influencia en el diseño y en la arquitectura del estilo internacional. Es precisamente su carácter arquitectónico, esencialmente constructivo, el que ha hecho que Lisitsky sobrepasara las limitaciones de una actividad artística sometida a un programa político y se extendiera al ámbito del arte de las vanguardias, que han marcado de forma indeleble el arte moderno.