Visita al pasado soberbio. II parte

Un nostálgico recorrido por el desaparecido Teatro Colón y una visita al hermoso Teatro Nacional de Costa Rica

 

Rodrigo Fernández Ordóñez

 

A Yancy Garita, por su amistad en tiempos y lugares difíciles.

 

Los países americanos surgidos a raíz del colapso del Imperio español, construyeron su ideario nacional en el último cuarto del siglo XIX, luego de un largo y doloroso período de guerras y luchas intestinas para alcanzar el poder. El triunfo del partido liberal en la mayoría de estos países consolidó un discurso progresista, que buscó sus referentes en los añejos países europeos, en donde despuntaba Francia como referente político e Italia, como referente cultural. Así, como muestra de esta búsqueda de identidad occidental, en las capitales americanas surgieron construcciones inspiradas en los referentes del Viejo Mundo. Monumentos públicos, paseos al aire libre, mausoleos, teatros y palacetes fueron surgiendo en estas ciudades, sellando la identidad con Europa, con algunos tintes localistas, pero predominaba poderosamente la visión del Viejo Mundo.

-IV-

El Teatro Nacional de Costa Rica

 

Fachada del Teatro Nacional de Costa Rica. Resaltan en el primer piso las dos esculturas blancas colocadas en sus nichos, elaboradas por Adriático Froli, a la izquierda, Beethoven y a la derecha Calderón de la Barca. Sobre el tímpano, las esculturas de Pietro Bulgarelli que representan, de izquierda a derecha, a la danza, la fama y la música.

Fachada del Teatro Nacional de Costa Rica. Resaltan en el primer piso las dos esculturas blancas colocadas en sus nichos, elaboradas por Adriático Froli, a la izquierda, Beethoven y a la derecha Calderón de la Barca. Sobre el tímpano, las esculturas de Pietro Bulgarelli que representan, de izquierda a derecha, a la danza, la fama y la música

El arquitecto de origen Genovés, Francisco Durini Vasalli dejó su huella en Centro y Sur América. En Guatemala, su empresa Taller Artístico Industrial Cemento y Yeso Durini y Cía[1], recibió los encargos de diseñar y construir los monumentos a los líderes de la Revolución Liberal, García Granados y Barrios. En El Salvador, fue contratado para diseñar y construir el hermoso teatro de Santa Ana, el monumento a la Independencia en la Plaza de la Libertad, varios mausoleos en el cementerio de la ciudad y la estatua ecuestre de Gerardo Barrios, instalada en 1909. En la ciudad de Guayaquil se levantan todavía varias obras suyas. Así, no sorprende que su firma, que se anunciaba desde México hasta Ecuador[2], fuera beneficiado con el contrato de diseño y construcción del Teatro Nacional, para levantarse en la capital de Costa Rica, San José.[3]

Costa Rica atravesaba un período de bonanza económica por su éxito con el café. El entonces presidente, Juan Rafael Mora, llegado a la presidencia en la década de 1850 tomó varias medidas para consolidar el poder central, preparando el camino para los ideales liberales de progreso y civilización que llegarían apenas unos años después. Mora fundó por ejemplo, en 1860, la Dirección de Obras Públicas y los Talleres Nacionales, centralizando así en una oficina de gobierno, las obras públicas, dándole coherencia y planificación a las mismas. La historiadora Florencia Quesada Avendaño, califica de mano firme el gobierno del presidente:

“Mora, uno de los principales comerciantes y mayores productores de café en Costa Rica, promovió la centralización del poder en el Ejecutivo, se aseguró el control del ejército, sometió a los poderes localistas y reforzó los monopolios de licor y tabaco para financiar los gastos militares y obras de infraestructura. Inspirado en los ideales positivistas, Mora desde el inicio de su gobierno, hizo énfasis en el orden y progreso como elementos fundamentales para transformar a Costa Rica en un país civilizado.”[4]

 

Es interesante apuntar que Mora emitió normativas de ordenamiento urbano, pasando sobre la autoridad municipal, tendientes al ordenamiento no solo de las calles y avenidas de la capital, sino al higiene y calidad de vida de sus habitantes, como el trazo de plazas, ubicación de los mercados y rastro fuera de la ciudad y un interesante sistema de serenos, que describe con gran detalle Quesada Avendaño. Para efectos de este texto, es necesario señalar que durante la gestión del presidente Mora se fundó en San José el Teatro Mora, inaugurado en 1850, que según Quesada Avendaño era: “…un edificio de fachada griega ubicado a cuatro cuadras al oeste de la Plaza Central. Un teatro con platea de forma de herradura, dos filas de palcos, sección de butacas, amplias galerías y escenario. Este fue el primer teatro construido en Centroamérica, durante la administración de Mora, por lo que se le dio el nombre de promotor…”[5]Por de pronto, al carecer de información que la contradiga, debemos aceptar esa afirmación que hace Quesada sobre que el Teatro Mora fue el primero construido en Centroamérica, tomando en cuenta que realizó también investigación en Guatemala, pero dejo señalado aquí, para investigación posterior, que ya para 1835 funcionaba en ciudad de Guatemala el Coliseo Fedriani, aunque ignoro de momento si el espacio físico en que funcionó fue construido ex profeso para funcionar como teatro, que es el sentido de la afirmación de Quesada.

El caso es que sentada la autoridad central, a la llegada del partido liberal con su corriente ideológica el trabajo fue más sencillo. El gobierno ya contaba con una autoridad asentada, y sobre todo, contaba con un flujo constante de ingresos, gracias al monopolio estatal de alcohol. Así, en 1870, los liberales cuentan con recursos para cumplir con su ambicioso programa que Quesada resume en términos sencillos:

“…reforzar el papel del Estado para promover el desarrollo económico y el comercio, la liberalización de la propiedad (transformación de tierras comunales en propiedad privada) y fomentar la inmigración de extranjeros. Las ideas del darwinismo social que justificaban la superioridad biológica de los europeos ‘blancos’, proveyeron el marco ideológico que sustentó el fomento de la inmigración, privilegiando por supuesto la inmigración europea…”[6]

 

Dentro de la visión del desarrollo económico y el comercio resulta interesante que se adoptaran como imágenes cuasi religiosas los avances tecnológicos del momento, como los ferrocarriles, el telégrafo, la construcción de puertos, etc. Era la medición de la modernidad y el progreso por medio de cosas tangibles. Según Quesada, “Por su papel central en el funcionamiento de la ciudad capitalista moderna, las redes de tecnología se convirtieron en la personificación del progreso y de la emancipación…”[7], así, dentro de esta forma de pensar el desarrollo, para los gobiernos liberales la forma de presentarse ante el mundo como esos países en pos del futuro fue la construcción de obras en las ciudades capitales.

En opinión de la historiadora costarricense, las obras públicas que se realizaron en ese período buscaban asemejar las capitales con sus referentes europeos, y que “Cuanto más se asemejaran a las capitales europeas, casi como una fórmula mágica, sus élites pensaban que podían tener el pase seguro para engrosar las filas anheladas y dichosas del mundo civilizado”[8], afirmación que me parece arriesgada por la simplificación que hace de la mente de las élites, que se acerca a la caricatura. Por el contrario, creo que la intención de dichas obras era impulsar los cambios urbanos en los centros de poder, realizando obras que se habían postergado por décadas por las guerras civiles y la pobreza endémica de nuestras repúblicas. No eran una varita mágica, sino por el contrario, obras materiales que buscaban un beneficio y una mejoría en las condiciones de vida de los habitantes de las capitales. No eran meras obras estéticas, por el contrario, algunas revistieron de una importancia capital para la salud de los habitantes, como lo fueron el traslado de los cementerios a las afueras de las ciudades, la prohibición de enterramientos en el interior de las iglesias y el entubado de agua para suministrar a los barrios del líquido y a las fuentes públicas. El mejoramiento de plazas y parques pone de manifiesto que se buscaba evidentemente mejorar el aspecto estético de las poblaciones, pero también aportar al ciudadano nuevos espacios públicos que pudieran ser aprovechables.

Acuarela sobre cartulina. Esbozo del lujoso Foyer del Teatro Nacional, en el segundo nivel, en el centro aparece la firma de su autor, Francisco Durini. El diseño del teatro le valió elogios en la prensa costarricense, como el que recoge Quesada Avendaño, publicado en las páginas de Prensa Libre, en 1900, en el que se le calificaba de revolucionario por introducir el renacimiento arquitectónico en San José.

Acuarela sobre cartulina. Esbozo del lujoso Foyer del Teatro Nacional, en el segundo nivel, en el centro aparece la firma de su autor, Francisco Durini. El diseño del teatro le valió elogios en la prensa costarricense, como el que recoge Quesada Avendaño, publicado en las páginas de Prensa Libre, en 1900, en el que se le calificaba de revolucionario por introducir el renacimiento arquitectónico en San José.

 

De esta búsqueda de nuevos espacios para esparcimiento de la población urbana es que surge la idea de la construcción de los teatros monumentales en las capitales centroamericanas, como el Teatro Colón en ciudad de Guatemala y los teatros de Santa Ana, San Salvador y San José, porque el proveer cultura al ciudadano también lo hacía un ser civilizado, que de alguna forma iba abandonando aquellos rasgos atrasados, occidentalizándose y adquiriendo gustos europeos. El hombre cosmopolita, culto y refinado se volvió un anhelo, pues los aspectos positivos de su personalidad serían los que se heredarían a sus descendientes, cambiando de forma radical ese destino de inferioridad por ser americanos, según las ideas del darwinismo social, sobre todo si se lograba con la mezcla de razas consideradas superiores. El hombre liberal ideal se personificó de alguna forma en el general José María Reina Barrios, de Guatemala, que acercó la cultura francesa y el gusto europeo a los habitantes de la capital de la república durante su presidencia.

En 1893, la firma Durini es contratada para proveer a la construcción de sus columnas, pavimentos, estatuas, mármoles y otros accesorios decorativos, para lo cual Vasalli viajó personalmente a Italia para despachar desde allá todos los objetos, recibiéndolos en San José su hermano Lorenzo. Según Gutiérrez:

“Estas tareas dieron notoria fama a la firma ‘Durini Hermanos’ que se presentaban como ‘escultores, arquitectos. Empresarios constructores y negociantes de mármoles’, sucediéndose los contratos en los años 1895 y 1896 para abastecer a la clientela de pilastras, adornos para fachadas, pedestales además de los componentes que ya proveían con anterioridad. Para el Teatro gestionaron asimismo y trajeron desde Italia el telón de boca, pintado por Carlo Orgero, y las esculturas de Pietro Bulgarelli (la Danza, la Música y la Fama), de Pietro Capurro (la Comedia y la Tragedia) y de Adriático Froli (Calderón de la barca y Beethoven), comisionándose varias escenografías a Antonio Rovescalli…”[9]

 

La construcción del teatro se sufragó, por órdenes del presidente José Rodríguez Zeledón, mediante un impuesto a la exportación del café, producto que era a la fecha el principal producto de exportación de Costa Rica, en el año 1890. El impuesto fue trasladado posteriormente a la importación de productos, trasladándose la carga a todos los costarricenses.

En el diseño del teatro participaron ingenieros de la Dirección General de Obras Públicas, dirigidos por su director Nicolás Chavarría[10], siendo estos el ingeniero Jefe León Tessier, el ingeniero auxiliar Guillermo Reitz y el dibujante Alberto Navarro. Participaron en menor medida los ingenieros Nicolás Chavarría, director general de Obras Públicas, el ingeniero Luis Matamoros y el ingeniero Miguel Ángel Vásquez. Los planos se aprobaron el 7 de noviembre de 1890. El teatro fue edificado sobre una estructura metálica, con piezas de hierro traídas de Bélgica. El techo y el domo del edificio fueron diseñados por la Dirección de Obras Públicas y el material fue provisto por una firma inglesa. El teatro está coronado por una cúpula “…esquifada de base, estructura mixta, de metal y madera. Los orídenes de esta fabricación prefabricada se le atribuyen a la firma Le Lacheur & Son- a La Societé Anonyme des Forges D’Aiseau, radicada en Bélgica. Los planos para la construcción de la cúpula fueron ejecutados en Costa Rica por la Secretaría de Obras, sin embargo la construcción estuvo a cargo del ingeniero inglés Federico Medcalf”[11]

De acuerdo a la información de la revista citada, el diseño de la decoración exterior estuvo a cargo del ingeniero Francisco Solmi, y ejecutada por los hermanos Francisco y Lorenzo Durini Vasalli, a quienes como ya se apuntó arriba, se les contrató para proveer e instalar los mármoles, las esculturas de diversos autores y para instalar el alumbrado eléctrico en el edificio. La decoración interior corrió a cargo de los italianos Atilio Lázaro Riatti y Ruy Cristóforo Molinari, aplicando las paredes con estucos enlucidos al fresco, la ornamentación laminada en oro y contrataron, para la ejecución de las pinturas en los cielos rasos del teatro a los maestros artistas: Vespasiano Bignami, Aleardo Villa, Roberto Fontanta, Paolo Serra, Carlo Ferrario y Tomás Povedano. Las esculturas fueron realizadas por Adriático Froli, Pietro Capurro, Pietro Bulgarelli y el costarricense Juan Ramón Bonilla. Molinari, quien fue traído de Italia, se encargó de corregir los planos, pues en una revisión se habían detectado problemas estructurales, por lo que fue necesario contratar a un especialista, quien además le dio a la decoración un toque italiano, borrando hasta cierto punto la influencia francesa que le habían impreso al edificio originalmente. El teatro fue inaugurado finalmente el 21 de octubre de 1897, con la representación de la ópera Fausto, de Gounod.

La ejecución de las obras del teatro implicó también otras de carácter secundario, íntimamente relacionadas con éste, pero con un impacto mucho mayor sobre la vida de los habitantes de la capital, como lo fue el entubado de una parte de la acequia de las Pavas, que corría al aire libre entre la Plaza de la Fábrica y el Teatro, obra de salubridad que fue realizada por el ingeniero Enrique Invernizio, originario de Turín y corresponsal técnico para Costa Rica de la firma Durini Hermanos, con sede en Guatemala.

Parte trasera del Teatro Nacional. Esta calle pone de manifiesto el poco desarrollo urbano de la ciudad de San José, contrastando con la majestuosidad de su Teatro.

Parte trasera del Teatro Nacional. Esta calle pone de manifiesto el poco desarrollo urbano de la ciudad de San José, contrastando con la majestuosidad de su Teatro.

La construcción del Teatro Nacional de Costa Rica, coincide con una bonanza económica a raíz de los buenos precios del café en los mercados europeos, y un período de paz, que permitió que el gobierno pudiera desarrollar obra pública, ante la ausencia del siempre prioritario gasto militar. La fundación de la nacionalidad jugó un papel fundamental en la construcción de obra pública en este período, en general en toda Latinoamérica. Explica Gutiérrez que “…la construcción de la idea de ‘nación’, proceso en el que no faltarán como componentes ineludibles la fe en el progreso y el afán de europeización en muchos ámbitos de la vida cotidiana y de la cultura. Este factor se expresará, en la faz artística, en la intención de los gobiernos de crear urbes a imagen y semejanza de las más prestigiadas del Viejo Continente.”[12]

 

Fachada del Teatro Nacional en la actualidad. Las estatuas originales de Bulgarelli han sido retiradas al interior, y sustituidas por réplicas. La fama preside actualmente el lujoso Foyer, en el segundo nivel. (Fotografía de RF).

Fachada del Teatro Nacional en la actualidad. Las estatuas originales de Bulgarelli han sido retiradas al interior, y sustituidas por réplicas. La fama preside actualmente el lujoso Foyer, en el segundo nivel. (Fotografía de RF).

 

Vista lateral del Teatro Nacional, sobresale la hermosa estructura de hierro sobre el techo. (Fotografía de RF).

Vista lateral del Teatro Nacional, sobresale la hermosa estructura de hierro sobre el techo. (Fotografía de RF).

 

Interior de la sala principal del Teatro Nacional, un hermoso fresco preside el espacio, en el que destaca la fama, con una trompeta en la esquina superior izquierda, como dirigiendo a los demás personajes. (Fotografía RF).

Interior de la sala principal del Teatro Nacional, un hermoso fresco preside el espacio, en el que destaca la fama, con una trompeta en la esquina superior izquierda, como dirigiendo a los demás personajes. (Fotografía RF).

 

“Alegoría del café y del banano”, del pintor milanés Aleandro Villa, aunque en otros documentos aparece citado como José Villa. La pintura corona las dos escaleras de mármol que suben al Foyer del segundo nivel. (Fotografía RF).

“Alegoría del café y del banano”, del pintor milanés Aleandro Villa, aunque en otros documentos aparece citado como José Villa. La pintura corona las dos escaleras de mármol que suben al Foyer del segundo nivel. (Fotografía RF).

 

Otra vista de la alegoría pintada por Villa, con sus lámparas y demás decorado que lo complementan, constituyendo un conjunto imponente para el espectador que viene subiendo las escaleras de mármol.

Otra vista de la alegoría pintada por Villa, con sus lámparas y demás decorado que lo complementan, constituyendo un conjunto imponente para el espectador que viene subiendo las escaleras de mármol.

 

 

Mujer arrancando las cerezas del café del arbusto. Pone de manifiesto la tarea artesanal de cosechar el café, la hermosura de su ejecución corresponde también a Aleandro Villa.

Mujer arrancando las cerezas del café del arbusto. Pone de manifiesto la tarea artesanal de cosechar el café, la hermosura de su ejecución corresponde también a Aleandro Villa.

 

 

Entrada al segundo piso, coronada por tres medallones, obras del pincel español de Tomás Povedano, alegoría del Comercio, el arte y la industria. En la fotografía solamente se aprecian las dos últimas.  (Fotografía RF).

Entrada al segundo piso, coronada por tres medallones, obras del pincel español de Tomás Povedano, alegoría del Comercio, el arte y la industria. En la fotografía solamente se aprecian las dos últimas. (Fotografía RF).

 

 

Entrada al lujoso Foyer. Lo preside la escultura original de Bulgarelli de la Fama, que se tuvo que retirar del exterior por presentar daños producto de su exposición a la intemperie. Sobre los tres arcos de las puertas de ingreso se pueden observar tres de los ocho medallones en que se representaron los escudos de las siete provincias del país en que estaba dividida Costa Rica en 1915: San José, Cartago, Heredia, Alajuela, Guanacaste, Puntarenas y Limón. El octavo escudo es el de la República.

Entrada al lujoso Foyer. Lo preside la escultura original de Bulgarelli de la Fama, que se tuvo que retirar del exterior por presentar daños producto de su exposición a la intemperie. Sobre los tres arcos de las puertas de ingreso se pueden observar tres de los ocho medallones en que se representaron los escudos de las siete provincias del país en que estaba dividida Costa Rica en 1915: San José, Cartago, Heredia, Alajuela, Guanacaste, Puntarenas y Limón. El octavo escudo es el de la República.

 

 

Hermosa pintura que decora uno de los tres plafones del techo del Foyer. Titulada “La noche” (otros la llaman el beso), está acompañada de otras obras de hermosa ejecución de la Aurora y el Mediodía, todas pintadas por el artista italiano Luigi Vignani.  (Fotografía de RF).

Hermosa pintura que decora uno de los tres plafones del techo del Foyer. Titulada “La noche” (otros la llaman el beso), está acompañada de otras obras de hermosa ejecución de la Aurora y el Mediodía, todas pintadas por el artista italiano Luigi Vignani. (Fotografía de RF).

 

 

[1] Comunicación electrónica de Roberto Broll, quien amablemente aportó nuevos datos sobre la presencia de italianos en Guatemala, que esperamos poder aprovechar en las futuras cápsulas de historia.

[2] Gutiérrez Viñuales, Rodrigo. Carrara en Latinoamérica. Materia, Industria y Creación Escultórica. En: Carrara nell’America Latina. Industria e creazione scultorea. Berresford, Sandra (ed.). Federico Motta Editore. Milán: 2007. Página 3. En este interesante ensayo, que puede leerse íntegro en la web, Gutiérrez apunta que Durini se anunciaba como “escultor y negociante de mármoles”, siendo un importante intermediario entre Carrara y su industria artística y de mármol y los gobiernos americanos, que ávidos de fundar las nacionalidades construían monumentos para educar en la población, el sentido cívico.

[3] Lorenzo Durini Vasalli se estableció en Quito, Ecuador. Sus hijos, Pedro y Francisco Durini Cáceres, fundaron una nueva firma “L. Durini & hijos”, que se disolvió al fallecer Lorenzo padre, en 1906. Francisco Durini Vasalli murió en El Salvador.

[4] Quesada Avendaño, Florencia. La modernización entre cafetales. San José, Costa Rica, 1880-1930. Editorial UCR, San José, Costa Rica: 2011. Página 36.

[5] Quesada Avendaño. Op. Cit. Página 41.

[6] Ibid. Página 49.

[7] Ibid. Página 49.

[8] Ibid. Página 49.

[9] Gutiérrez Viñuales, Op. Cit. Página 3.

[10] Sin embargo, se debe mencionar que el mayor legado que dejó a Costa Rica el ingeniero Nicolás Chavarría, director de Obras Públicas en 1892, no fue dirigir los planos del Teatro Nacional, sino la construcción de las cloacas y cañerías de agua de la capital costarricense.

[11] Información disponible en la revista: http://si.cultura.cr/, lamentablemente, dicho sitio no abunda en las fuentes de la información que publica.

[12] Gutiérrez. Op. Cit. Página 1.


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