La celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América
A Santiago, por estar siempre.
Rodrigo Fernández Ordóñez
En la era de la comunicación, la celebración del quinto centenario del descubrimiento de América en 1992 fue todo un acontecimiento: el Premio Nobel de Literatura le fue concedido al antillano Derek Walcott y el Premio Nobel de la Paz a nuestra compatriota Rigoberta Menchú. En la colección Archivos de la UNESCO se publicaron obras de la literatura latinoamericana con profundos estudios realizados por expertos en cada uno de los autores. Toda una colección de obras de literatura se imprimieron en formato de suplemento de periódicos, los “Periolibros”, en donde se dio difusión general a Borges, Cortázar, Rulfo, Asturias, Mistral, Neruda, Roa Bastos, Amado, Darío, Pessoa, decorados con ilustraciones de artistas americanos. Se publicó durante el segundo semestre de 1992, un periódico llamado “Identidad”, que se insertaba como suplemento de los diarios de mayor circulación americanos y que recogía temas históricos y el Canal de las Américas transmitía temas de cultura de todo el continente, amén de coloquios, mesas redondas, documentales, paneles de expertos, etcétera sobre temas de la cultura y la herencia española y portuguesa en América.
Pero… ¿cómo se celebró el cuarto centenario? En esta ocasión proponemos un viaje a la Guatemala de 1892 para mezclarnos con nuestros bisabuelos y testificar cómo se celebró la conmemoración del arribo de Cristóbal Colón a América.
-IV-
La fiesta del Cuarto Centenario
Las festividades fueron programadas con bastante tiempo de anticipación, como lo demuestra la emisión del decreto 443, en junio de 1892, que cita Chinchilla en su ensayo, en el que se declara como día festivo el 12 de octubre y se convoca a concurso poesías e himnos en honor al descubridor. Siguiendo esta línea, el secretario de Estado emitió el correspondiente acuerdo, que contenía el programa de festejos y que contemplaba una procesión escolar que recorriera las principales calles de la ciudad el día 11 de octubre, terminando a los pies del monumento provisional a Cristóbal Colón, al que se realizarían ofrendas florales y decoración de estandartes de los establecimientos participantes.
Para el día 12 de octubre se programó una procesión cívica, con participación de personajes vestidos a la usanza del siglo XV, y carros alegóricos muy al gusto de la época, los cuales eran:
“…3. Carro. La galera ‘Santa María’, tripulada por Colón y sus acompañantes, procurando que el barco guardara completa semejanza, en la forma y en los instrumentos náuticos, con el que condujo a los descubridores al Nuevo Mundo (…) 5. Carro triunfal de oro y plata, estilo griego, representando a la joven América, con todas sus riquezas y hermosura (…) 7. Carro alegórico, representando a la industria, con sus trofeos, herramientas etc.; y con dos prensas de imprimir que irán funcionando y repartiendo poesías adecuadas al festival (…) 9. Carro alegórico de las Bellas Artes (…) 11. Carro alegórico de las Ciencias (…) 13. Carro alegórico a la Agricultura (…) 15. Carro representando un vapor mercante, correo, a la moderna, lo más perfecto posible, con los instrumentos náuticos de uso actual. En el pico de la mesana, la bandera de Guatemala; empavesado con las banderas de todas las naciones del mundo. En el interior, niñas y niños, figurando viajeros con los vestidos peculiares de cada país, como europeos, negros, chinos, etc. (…) 17. Carro. Apoteosis de Colón…”
En el desfile participarían también los empleados públicos, estudiantes de los distintos establecimientos públicos, funcionarios superiores y el ejército, que cerraría el desfile. El Gobierno incitó a la prensa para que el día 12 de octubre realizara publicaciones especiales conmemorando el descubrimiento de América. Como detalle interesante cabe mencionar que los decretos de celebración fueron firmados por el entonces secretario de Estado, Próspero Morales, el mismo que se habría de enfrentar posteriormente a un Reina Barrios que buscaba su reelección y luego moriría en 1899 vencido y enfermo tras una arriesgada invasión al país en compañía del aventurero ecuatoriano Plutarco Bowen.
El Teatro Nacional fue el escenario de la ceremonia de premiación a los trabajos líricos y de prosa dedicados al descubridor, iniciando a las 19.30 horas del día 11 de octubre, recibiendo el premio principal don Antonio Batres Jáuregui por su biografía Cristóbal Colón y el Nuevo Mundo. También se remozó dicho teatro para dar cabida a una compañía de ópera italiana, contratada por el gobierno para la temporada 1892-1893, y que de acuerdo a Chinchilla Aguilar incluía: “…una primadona dramática y una ligera; una contralto y una mediosoprano; una contraprimaria, y seis damas de coro, con maestro director de orquesta y uno, director del coro, seis cantantes varones y seis bailarines…”[1] Para que el teatro pudiera ser digno de los festejos, también se aprobó una erogación de fondos especial para el efecto, pues adicionalmente, la colonia italiana había ordenado levantar en una plazoleta al frente del edificio, un monumento al descubridor, como obsequio para la tierra que los había acogido.
El gobierno de la república decretó el 30 de septiembre de 1892 (decreto 450):
“…Que la Colonia Italiana desea obsequiar a la República de Guatemala, en testimonio de simpatía, una estatua de Cristóbal Colón, que será colocada en la Plazuela del Teatro Nacional.
Que el gobierno al aceptar con benevolencia tan valioso donativo, no puede menos que dictar una disposición apropiada, que corresponda a la gratitud del pueblo guatemalteco hacia el marino distinguido que hizo figurar al Nuevo Mundo en el concurso de los continentes civilizados.
Por tanto, en Consejo de Ministros, decreta:
Artículo único: Desde esta fecha en adelante, el Teatro Nacional de Guatemala, se denominará Teatro Colón.”
La colonia española también quiso regalarle a Guatemala un monumento que conmemorara el descubrimiento, pero saliéndose un poco de la tónica de los festejos, ordenó al escultor español Tomás Mur, una hermosa escultura del fraile Bartolomé de las Casas, intentando quizás, suavizar el tema de la conquista, recordando que no todo el territorio guatemalteco se había ocupado con la fuerza de las armas. El lugar designado para este hermoso monumento fue una plazoleta al frente del suntuoso edificio de la Escuela Normal de Indígenas, de reciente fundación, en terrenos del parque de La Reforma. El monumento fue inaugurado por el presidente de la República en compañía de su gabinete.
El desfile cívico del día 12, recorrió las calles de la ciudad y a su fin, a los pies del monumento provisional al descubridor del Nuevo Mundo, se celebró la ceremonia de colocación de la “primera piedra”, del monumento de Guatemala a Cristóbal Colón, en presencia de autoridades de gobierno y del cuerpo diplomático acreditado en el país. Posteriormente se desplazaron a la plazoleta del Teatro para poner la primera piedra del monumento de la Colonia Italiana y luego se dirigieron al parque de La Reforma para la primera piedra del monumento de la colonia Española. Chinchilla apunta que ya para el 31 de enero de 1893, los monumentos ya habían sido terminados.
-V-
De la patria a Cristóbal Colón
El día 31 de enero de 1893, se contrató la construcción de un monumento que conmemorara el Cuarto Centenario, siendo firmado por el secretario de Gobernación, licenciado Manuel Estrada Cabrera, (por ausencia del titular de la cartera de Fomento, Próspero Morales) y don Tomás Mur, que contemplaba, “…un monumento a Cristóbal Colón, de nueve metros de altura, conforme se marca en la escala puesta al pie del plano respectivo…”, y la forma y detalles artísticos debían corresponder a los propuestos por Mur en el plano presentado al Gobierno. El monumento debería ejecutarse en bronce y “…mármoles diversos y piedra del país en todo su revestimiento, los macizos y apoyos del interior de calicanto y ladrillo…”, monumento que debería ser entregado por el artista el último día del mes de noviembre de 1893, salvo causas de fuerza mayor no atribuibles al escultor, y debería recibir: “… por valor total de la obra, la suma de diez y ocho mil pesos (…) 3,000 pesos al aprobarse este contrato por el jefe del Ejecutivo; y 1,500 pesos mensuales durante los diez meses siguientes, hasta completar la suma de 18,000 pesos…”, el contrato contemplaba la exoneración de aranceles de importación, de los materiales que ingresaran vía el Puerto de San José para la facción del monumento. Como dato interesante subrayado por Chinchilla Aguilar en su citado ensayo, figura que Reina Barrios aprobó el contrato el mismo día 31 de enero, lo que pone de manifiesto el interés del presidente en la conclusión feliz de la obra contratada.
Sin embargo, pese a la premura presidencial, el monumento no pudo inaugurarse sino hasta el 30 de junio 1896, cuando “…casi todas las obras iniciadas por Reina Barrios comenzaron a volverse realidad…”[2], lo que pone de manifiesto las dificultades técnicas y económicas que tuvo que saltar el presidente para hacer realidad su sueño de progreso y civilización, y que para poner un solo ejemplo comentado por el investigador Rodolfo Sazo, implicó la importación de maquinaria para montar una ladrillera de propiedad estatal, pero que no pudo ponerse en operación de forma inmediata pues no se contaba con personal nacional capacitado, y fue necesario enseñar a los futuros operarios toda la técnica para poder iniciar la producción de ladrillo local.
El monumento estuvo finalizado y listo para ser incluido en el hermoso Álbum de Joaquín Méndez, Guatemala en 1897, preparado como obsequio de Guatemala para los asistentes a la ceremonia de inauguración de la ambiciosa Exposición Centroamericana de ese año, que resultó siendo un rotundo fracaso económico para la administración de Reina Barrios. En la biblioteca de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala se conserva un ejemplar de dicho volumen, en el que puede leerse la descripción del hermoso monumento forjado por la mano de Tomás Mur y que transcribo para que el lector, en una próxima visita a «Pasos y Pedales” en la Avenida de Las Américas se detenga unos minutos a contemplar este prodigio del arte escultórico:
“Sobre un basamento de mármoles diversamente coloreados, que forman un conjunto de severas líneas arquitectónicas, está colocado el grupo en bronce. De pie, en una semiesfera que representa el mundo conocido antes del descubrimiento de América, tres figuras atléticas representan: una, la Ciencia, que tiene rotas a sus pies las Columnas de Hércules, con la cinta ‘Non Plus ultra’ sujeta por la tradición, que simboliza el Buho aplastado por la caída de aquéllas; alza en su mano derecha un puñado de laureles, mientras con la izquierda ase el extremo de una palanca, la Fuerza, que sostiene al mundo descubierto por Colón, sirviéndole de punto de apoyo el brazo derecho de la figura de la Constancia, que en la mano izquierda tiene el cántaro del que cae la gota d agua que horada la piedra y donde se lee la inscripción: ‘Guta cava lapidam’. La tercera figura representa el Valor, sobre una barquilla casi sumergida por las olas, y que empuña el timón, desafiando la tempestad. Sobre ellas está el mundo completado, en el que destaca el escudo de los reyes católicos, sobre la faja ecuatorial, que lleva al inscripción: ‘Plus ultra, 12 de octubre de 1492’. Remata el monumento la estatua del ilustre navegante, que con la mano derecha apoyada en el pecho, señala con la izquierda el mundo que tiene a sus pies. El Quetzal simboliza a Guatemala…”
[1] Chinchilla Aguilar, Ernesto. Un monumento que honra a Guatemala. El monumento nacional a Cristóbal Colón, por Tomás Mur, 1895. Revista Anales de la Academia de Geografía e Historia, Tomo LXII, correspondiente a Enero a Diciembre de 1988. Página 221.
[2] Chinchilla, Op. Cit. Página 228.