Unos versos dignos de un pueblo culto. (Segunda Parte)

La historia del Himno Nacional de Guatemala

 

Rodrigo Fernández Ordóñez

-I-

 

En el texto anterior exploramos de forma muy general el antecedente inmediato del actual himno nacional, y de las razones por las cuales el presidente del momento, José María Reina Barrios, convocó a un concurso para que se presentaran nuevas propuestas. La razón de dicho concurso era su deseo de inaugurar la Exposición Centroamericana con las notas y los versos ganadores. La primera vez que se escucharon sus versos, acompañados de la solemne música, fue en la sala de conciertos del Teatro Colón, lamentablemente desaparecido, la noche del 14 de marzo de 1897. A 117 años de este importante acontecimiento, sea este texto un sentido reconocimiento a esos dos hombres ilustres a quienes recordamos con gratitud: José Joaquín Palma y Rafael Álvarez Ovalle.

 

Sello emitido por el Gobierno de Guatemala con ocasión de la Exposición Centroamericana de 1897. (Fuente: Asociación Filatélica de Guatemala)

Sello emitido por el Gobierno de Guatemala con ocasión de la Exposición Centroamericana de 1897.
(Fuente: Asociación Filatélica de Guatemala)

  

-II-

El concurso para los versos.

 Guatemala entonces, como dijimos antes, no carecía de himno. Tenía una canción con versos nacionalistas, pero que no llenaba los requisitos para un himno nacional, según Reina Barrios. Recordemos que él había estado en Francia. De seguro se había regodeado en los versos rotundos de la Marsellesa, y a su paso por los Estados Unidos, habrá escuchado también los insulsos versos de la canción popular que quedó, más por costumbre que por decisión oficial, como himno del coloso del norte. Así que consideró adecuado legar al país un himno con versos serios, que pudieran cantarse con la frente levantada en lo que él creía el suceso del siglo liberal: la inauguración de la Exposición Centroamericana. 

Así, Reinita, emitió el siguiente decreto:  

«Secretaria de Instrucción Pública, Concurso para un Himno, Palacio del Poder Ejecutivo: Guatemala, 24 de julio de 1896.

 

CONSIDERANDO: Que se carece en Guatemala de un Himno Nacional, pues el que hasta hoy se conoce con ese nombre no sólo adolece de notables defectos, sino que no ha sido declarado oficialmente como tal; y que es conveniente dotar al país, de un Himno que por su letra y su música responda a los elevados fines que en todo pueblo culto presta esa clase de composiciones; el Presidente de la República, 

ACUERDA: 

1o. Se convoca un concurso para premiar en público certamen el mejor Himno Nacional que se escriba y la mejor música que a él se adapte. Para el efecto, el plazo para la presentación de las obras al Ministerio de Instrucción Pública, en pliego cerrado y con la contraseña que en tales casos se estila, terminará el día 15 de octubre próximo. Un jurado compuesto de personas competentes calificará las obras presentadas, en los quince días siguientes a la citada fecha; y designada que sea la que definitivamente deba adoptarse como Himno Nacional, se hará circular impresa a fin de que sea conocida por los filarmónicos que quieran tomar parte en el concurso musical. Este se cerrará el 1o. de febrero de 1897, y otro jurado de iguales condiciones que el anterior, calificará las obras y designará la que merezca el premio. 

2o. El premio consistirá en una medalla de oro con su correspondiente diploma los autores de la letra y música que fuesen designados por los jurados respectivos, premios que se adjudicaran de una manera solemne y en la forma que se establezca, el día 15 de marzo de 1,897, día en que se romperán las plicas que contengan las firmas de los concurrentes. 

3o. En este concurso solo podrán tomar parte los guatemaltecos.

 

COMUNÍQUESE, Reyna Barrios. El Secretario de Estado en el Despacho de Instrucción Pública Manuel Cabral.»[1]

  

Para calificar los trabajos que se sometieran a concurso, se nombró a una junta conformada por José Leonard, José Joaquín Palma y Francisco Castañeda, resultando escogido por unanimidad de entre 12 trabajos presentados, un poema firmado ANÓNIMO. Dicha Comisión presentó un dictamen a la Secretaría de Instrucción Pública, dirigida en ese entonces por el señor Manuel Cabral. El informe se rindió en estos términos: 

«Guatemala, 27 de octubre de 1896.

 

Señor Ministro de Instrucción Pública.

Señor Ministro: 

En cumplimiento de la honrosa comisión con que usted se sirvió favorecernos encargándonos de la calificación de los himnos nacionales presentados a esa Secretaría, en virtud del concurso abierto por el acuerdo de 24 de julio último, hemos examinado las doce composiciones que con tal objeto tuvo usted a bien a enviarnos con fecha 15 del actual. Animados de los mejores deseos y con la mira de hacer la designación requerida por el mencionado acuerdo, nos hemos reunido varias veces y después de largo y detenido examen, tenemos la honra de manifestar a Ud., que a nuestro juicio, el himno que empieza con las palabras «Guatemala feliz» y lleva al pie la de «Anónimo», entre paréntesis, es el que mejor responde a las condiciones de la convocatoria y merece, por lo tanto, el premio ofrecido. Así tenemos la honra de emitir el informe que la Secretaría de su digno cargo nos pidió, suscribiéndonos del  señor Ministro, muy atentos y S. S. José Leonard, J. Palma. F. Castañeda”.

 

Así, con la opinión de la Comisión creada para calificar los trabajos, el Ejecutivo emitió el siguiente acuerdo:

 «Guatemala, 28 de octubre de 1896.

 

Visto el informe emitido por el jurado que se designó para examinar las composiciones literarias, presentadas al concurso abierto por el acuerdo de 24 de julio del corriente año.

 El Presidente de la República:

 

ACUERDA:

 

Que sea tenido como Himno Nacional el siguiente que mereció la primacía en la calificación:

 

HIMNO NACIONAL DE GUATEMALA

 

¡Guatemala feliz!… ya tus aras

no ensangrienta feroz el verdugo;

ni hay cobardes que laman el yugo

ni tiranos que escupan tu faz.

Si mañana a tu suelo sagrado

lo profana invasión extranjera,

tinta en sangre tu hermosa bandera

de mortaja al audaz servirá.

 

CORO

 Tinta en sangre tu hermosa bandera

de mortaja al audaz servirá;

que tu pueblo con ánima fiera

antes muerto que esclavo será.

*

 De tus viejas y duras cadenas

tú fundiste con mano iracunda

el arado que el suelo fecunda

y la espada que salva el honor.

Nuestros padres lucharon un día

encendidos en patrio ardimiento;

te arrancaron del potro sangriento

y te alzaron un trono de amor.

*

 Te arrancaron del potro sangriento

y te alzaron un trono de amor,

que de patria al enérgico acento

muere el crimen y se hunde el error.

 *

Es tu enseña pedazo de cielo

entre nubes de nítida albura,

y ¡ay de aquél que con mano perjura

sus colores se atreva a manchar!

Que tus hijos valientes y altivos

ven con gozo en la ruda pelea

el torrente de sangre que humea

del acero al vibrante chocar.

 

CORO

 

El torrente de sangre que humea

del acero al vibrante chocar,
que es tan sólo el honor su presea
y el altar de la patria su altar.

*

Recostada en el ande soberbio,
de dos mares al ruido sonoro,
bajo el ala de grana y de oro,
te adormeces del bello quetzal;
Ave indiana que vive en tu escudo,
paladión que protege tu suelo;
¡ojalá que remonte su vuelo
más que el cóndor y el águila real!

CORO

¡Ojalá que remonte su vuelo
más que el cóndor y el águila real,
y en sus alas levante hasta el cielo,
Guatemala, tu nombre inmortal!

(Anónimo)

 

Publíquese. Reyna Barrios. El Secretario de Estado en el Despacho de Instrucción Pública. Manuel Cabral.

 

Nota: Queda abierto el concurso para los señores filarmónicos, en los términos establecidos en el acuerdo de 24 de julio del corriente año».[2]

 

-III-

José Joaquín Palma.

José Joaquín Palma

José Joaquín Palma

  

Todos sabemos ahora que el autor de los versos era José Joaquín Palma, si no aprendido a coscorrón limpio en las aulas de los colegios previos a la era de la globalización y del bullying, por el monumento que le erigieron a los autores de la música y versos en el arriate central de la Avenida de la Reforma, o si no, por los desplegados de prensa de todos los 15 de septiembre. Pero en 1897 y durante los siguientes 14 años, esos versos firmados “anónimo”, realmente lo fueron, pues su autor era un poeta cubano, exiliado en Guatemala, y la convocatoria al concurso de la letra excluía a los extranjeros en el numeral tercero de su texto.

Palma, nacido el 11 de septiembre de 1844 en Bayamo, vivió parte de su vida en Cuba, ejerciendo como maestro primero y luego como periodista. En 1867 ingresó a la Logia Masónica Estrella Tropical No. 19 en donde se involucró activamente en los movimientos de independencia de su país, participando como Sargento del Ejército Libertador en el alzamiento de Máximo Gómez lo que lo llevó a exiliarse en el año de 1874, en Jamaica. Viaja posteriormente a Nueva York, pasando por La Habana, en donde no lo dejan desembarcar y en septiembre de 1876 ya se encuentra en Guatemala. No sabemos la fecha exacta de su desembarco en nuestra tierra, pero para el 15 de septiembre de 1876 publica un poema con motivo del aniversario de la independencia: “¡Oh, Guatemala! te vi,/ Y al verte de luz vestida,/ Yo respiré con tu vida,/Con tu corazón sentí/ Tus aplausos recibí/ En mágicos embelesos; / Aquí los conservo impresos,/ Y unidos a mis canciones/ por los blandos eslabones/ De una cadena de besos.”[3]

En Guatemala participa en la fundación de la sociedad El Porvenir, entidad con fines culturales, junto con otros intelectuales cubanos exiliados en el país, como José María Izaguirre, y que de acuerdo a María S. López Herrera, “Tenía como objetivo el enriquecimiento cultural del país con la organización de veladas literarias, la publicación de una revista del mismo nombre y otras actividades encaminadas a este fin.”[4]

En 1878 parte rumbo a Honduras, acompañando a Marco Aurelio Soto, Ministro de Relaciones Exteriores y de Instrucción Pública de Guatemala, íntimo colaborador de Justo Rufino Barrios, como secretario personal cuando éste es nombrado presidente de la nación vecina. Permanecerá en Honduras los siguientes cinco años, ocupando una cátedra en la Universidad de Tegucigalpa, aunque realizará varios viajes a Jamaica, continuando con su actividad conspirativa en contra de las autoridades españolas en Cuba. Luego de realizar un extenso viaje por Europa en compañía de Soto, luego que éste entregara la presidencia, regresa a establecerse a Guatemala en 1885, aunque afronta dificultades y parte a trabajar en la pesadilla que era entonces la construcción del Canal de Panamá, como contratista de obras. Al año siguiente regresa a Guatemala, en donde se establecerá definitivamente, hasta su muerte, no sin antes dejarnos, por fortuna ese hermoso canto a Guatemala.

-IV-

El concurso para la música. 

Una vez escogido el texto del himno, se dispuso un concurso para ponerle música. El jurado encargado de seleccionar la música, conformado por el italiano Miguel Ángel Disconzi, el español Manuel Soriano y el compositor guatemalteco Luis Felipe Arias, estudió las partituras sometidas a concurso y habiendo tomado su decisión, procedió a redactar el acta que dice literalmente dice: 

«Acta del jurado calificador de las composiciones musicales para el Himno Nacional. El infrascrito certifica: que el libro respectivo se encuentra el acta que literalmente dice: ‘En Guatemala, a trece de febrero de mil ochocientos noventisiete, constituidos en uno de los salones del Instituto Nacional, los señores Disconzi, Arias y Soriano Sanchís, por comisión especial del señor Ministro de Instrucción Pública, con el fin de integrar el jurado calificador de las composiciones musicales presentadas para el Himno Nacional, últimamente premiado por el Gobierno: y siendo las tres de la tarde, se dio principio al acto de la manera siguiente: 1o. Se tuvieron a la vista doce composiciones que fueron estudiadas detenidamente, sin olvidar que la más adaptable será la que reúna las condiciones que requiere esta clase de composiciones y que corresponda a la versificación del mencionado himno, cuya letra también se tuvo presente: considerando que la presentada por el profesor guatemalteco don Rafael  Alvarez,  es  sin  duda la  más ameritada porque reúne las condiciones especiales requeridas, unánimemente, se declaró como la más apropiada para el caso y que su adopción es la que conviene por encontrarse a la altura que reclaman los trabajos de esta índole; 2o. Que las otras composiciones merecen mención la que tiene por contraseña El Autor, sin embargo de ser inferior a la del señor Alvarez, y que para ser aceptada tendría que sufrir dos importantes modificaciones; 3o. Que de la presente acta se saque copia certificada por quien corresponda, para elevarla al señor Ministro del ramo, dándose así por terminado el acto. M. Angelo Disconzi. Manuel Soriano. Luis F. Arias.’ Y cumpliendo con lo mandado, para remitirla al señor Ministro de Instrucción Pública, extiendo la presente, en Guatemala, a catorce de febrero de mil ochocientos noventisiete. Luis F. Arias».

 

Como consecuencia de haberse recibido en el Ministerio de Instrucción Pública la certificación del acta levantada por el jurado calificador de los trabajos musicales,  en la que se adjudicó el primer lugar a la composición de don Rafael Alvarez, el Ejecutivo emitió el siguiente acuerdo:

  

“Guatemala, 19 de febrero de 1897.

 

Teniendo presente que por acuerdo de 24 de julio del año próximo anterior, fue convocado un concurso para premiar en público certamen el mejor Himno Nacional que se escribiera y la mejor música que a él se adaptara, fijándose para cerrar, el que a las composiciones literarias se refiere, la fecha 15 de octubre del mismo año, y señalando como término para la presentación de composiciones musicales el 1o. de febrero del año en curso.

Habiéndose adoptado como letra del Himno la que fija el acuerdo de 28 de octubre de 1896, que se hizo circular profusamente, y presentándose con posterioridad varias composiciones musicales las que fueron sometidas al examen de un jurado competente para su calificación; con vista del dictamen emitido por dicho jurado:

 

El Presidente de la República:

ACUERDA:

1o. Que sea tenida como Música del Himno Nacional la composición presentada por el profesor guatemalteco don Rafael Alvarez, que mereció la calificación preferente; y 

 2o. Que por la respectiva Secretaría se tomen las disposiciones necesarias y relativas a la adjudicación del premio que corresponde al autor de la Música, porque el autor de la letra manifestó renunciar a él deseando permanecer anónimo.

 Comuníquese. Reyna Barrios.

 

El Secretario de Estado en el Despacho de Instrucción Pública. P. Morales».[5]

 

 

-V-

Rafael Álvarez Ovalle.

 

Rafael Álvarez Ovalle

Rafael Álvarez Ovalle

 

El ganador, el compositor Rafael Álvarez Ovalle nació en San Juan Comalapa, Chimaltenango, el 24 de octubre de 1858, viviendo en dicho municipio hasta 1866, en que se trasladó con su padre, también músico, a vivir a Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla. Su padre falleció cuando don Rafael tenía apenas 15 años, y como hermano mayor, quedó encargado de sus 8 hermanos. Desde esa temprana edad, Rafael logró ocupar la plaza de director de la escuela de música de Santa Lucía Cotzumalguapa.[6] Allí lo conoció el general Justo Rufino Barrios, quien impresionado por la inteligencia y la destreza musical de Rafael le concedió una beca para ingresar a la Escuela de Sustitutos, a principios de 1879. Cuenta Francisco Méndez en su artículo sobre Álvarez Ovalle, que al poco tiempo, don Rafael ya formaba parte de la Banda Marcial, dirigida entonces por Emilio Dressner.

A lo largo de su vida, don Rafael organizó varios grupos musicales, como El Chapín, La Broma o La Tuna, en donde tocaba sin número de instrumentos, pues era diestro en la flauta, guitarra, mandolina, piano, violín y chelo. A los 39 años se sometió al concurso para darle música al Himno Nacional. Se casó con Anita Minera, con quien tuvo seis hijos, dos hombres y cuatro mujeres, pero tan sólo una de las hijas mujeres le dio nietos al compositor.

Rafael Álvarez Ovalle moría el 31 de diciembre de 1948, ya entrada la tarde, y en su honor, el gobierno declaró luto nacional. Inicialmente fue enterrado en el Cementerio General, pero a instancias de dos admiradores, Benigno Cutzal y Miguel Ángel Rayo, a inicios de 1980[7] sus restos fueron trasladados a su poblado natal y enterrados en el Centro Cultural y Deportivo que lleva su nombra, a la sombra de un busto esculpido por el maestro Rodolfo Galeotti Torres.

 

 

-VI-

Los homenajes.

 

El himno nacional fue estrenado en vela de gala en el Teatro Colón, el 14 de marzo de 1897, a las nueve de la noche, en presencia del Presidente de la República y demás autoridades e invitados especiales, constituyendo el primer acto formal de la Exposición Centroamericana.

 

“…esa noche las voces de los futuros artistas, estudiantes del Conservatorio Nacional, rompieron el místico silencio de aquel ambiente cívico para dejar grabado en los muros de la patria y en el corazón de sus hijos el canto de la amada Guatemala, que desde ese momento pasó a ocupar el lugar supremo, símbolo de nuestra nacionalidad.”[8]

  

La hermosa letra del Himno salió del anonimato hasta que el propio poeta Palma, a instancia de sus amigos, decidió revelar su autoría, cuando ya estaba enfermo. La revelación de Palma fue confirmada por Manuel Cabral, quien fuera Ministro de Instrucción Pública de Reina Barrios. En su honor el gobierno de Manuel Estrada Cabrera emitió un acuerdo con fecha 15 de septiembre de 1910, en el que se ordena: 

«Que en las minervalias del corriente año se otorgue una medalla de oro, que llevará en el anverso el escudo de la República y, en el reverso, la leyenda siguiente: El Gobierno de Guatemala, al inspirado poeta José Joaquín Palma, autor de la letra del Himno Nacional. Estrada Cabrera, Joaquín Méndez». 

El acto de exaltación y condecoración tuvo lugar el 31 de octubre de 1910 en el Salón  de Actos  de la Facultad de Medicina, con ocasión de la clausura de labores de dicha facultad, y tenía como propósito remediar la ausencia del autor al acto de premiación cuando su poema resultó electo, casi tres lustros atrás. Por la avanzada enfermedad del poeta, recibió el homenaje en dicha ocasión, su hijo, Carlos Manuel de la Cruz. En dicho acto, el Ministro de Instrucción Pública, licenciado Manuel Cabral leyó el acuerdo y el propio presidente de la República, hizo el elogio del poeta cubano, quien no pudo estar presente por motivos de su enfermedad. Así que se dispuso que, para condecorar al poeta, fueran a su casa el doctor Julián Rosales, doctor José Azurdia, licenciado Manuel Cabral y licenciado Juan Melgar. En su cama, Palma recibió la medalla y la copia del acuerdo que contenía el agradecimiento por su legado. 

A medida que el cáncer bucal de don José Joaquín iba empeorando, Manuel Valle y Vicente Martínez, amigos del poeta plantearon la necesidad de realizarle un homenaje digno de la obra que había dejado a Guatemala, y el 25 de junio de 1911 se constituyó en el Teatro Colón, la primera junta de la que saldría el Comité Ejecutivo del reconocimiento, conformado por varios periodistas de renombre de la época: licenciado Manuel Valle, licenciado Virgilio Rodríguez Beteta, Felipe Estrada Paniagua, Antonio Palomo y Francisco Castañeda. En la sesión del 16 de julio de ese año se acordó otorgar a don José Joaquín una corona de laurel simbólica, hecha de oro y plata, y que la coronación se haría en el Teatro Colón si la salud del homenajeado lo permitiera, o bien en su residencia. Se fijó el domingo 23 de julio para realizar la ceremonia de homenaje.[9]

El acto inició a las 8 de la noche del día señalado, en la residencia del poeta. Se organizó un desfile que partió del Teatro Colón, en el que participaron la Banda Marcial, los colegios públicos y privados de la capital, periodistas y escritores y representantes de sociedades intelectuales. Frente a la residencia de Palma se cantó el Himno Nacional, y luego se le coronó. El discurso central de la ceremonia fue dicho por José Rodríguez Cerna. Agradecieron el acto sus hijos Carlos Manuel y Zoila América Ana.

Homenaje apropiado y a tiempo, pues José Joaquín Palma murió el 2 de agosto de 1911 a los 66 años. Fue enterrado en el Cementerio General con el féretro envuelto en la bandera de Cuba y en 1951 sus restos fueron traslados a su ciudad natal Bayamo, en donde reposan hoy en día.

 

 

-VII-

Enmendando la plana.

 

La corrección política al parecer es más antigua de lo que parece. Recordemos lo que exclama el rey Salomón en uno de los versículos del Libro de la Eclesiastés: “¡No hay nada nuevo bajo el sol!” Corren los años 30 del siglo XX, y en Guatemala ha surgido una polémica sobre el contenido del Himno Nacional. Algunos argumentan que ciertas estrofas son demasiado agresivas con España, y como las relaciones con dicho país en ese momento eran cordiales, se planteó la necesidad de modificarlo. Otros argumentaban que el himno no debía, o no podía, modificarse.

 

Educador y filólogo José María Bonilla Ruano

Educador y filólogo José María Bonilla Ruano

 

Uno de los que seguían con interés esta polémica era el gramático José María Bonilla Ruano, quien estando en el año de 1932 en Bélgica, editando un libro de su autoría, revisó los versos, encontrando no sólo alusiones agresivas a España, sino errores propiamente dichos, que valía la pena corregir.[10] Preparó un trabajo en el que se mostraban los errores y las sugerencias para corregirlos, que fue presentado ante la Academia de la Lengua Guatemalteca, correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua. Su trabajo gustó, y se decidió presentarlo a la presidencia para su aprobación. Las enmiendas a la letra del Himno buscaban ajustarlo a la realidad histórica, por una parte, y por la otra para expresar el fervor patriótico sin la mención constante de la sangre o de la violencia. Los cambios fueron aceptados por el gobierno mediante el siguiente acuerdo:

  

«Casa del Gobierno: Guatemala, 26 de julio de 1934.

 A fin que la letra del Himno Nacional llene mejor su cometido, exponiendo con más lógica y veracidad los sentimientos que deben animar a todo buen patriota,

 

El Presidente de la República

 

ACUERDA:

 

Modificar el Acuerdo Gubernativo de fecha 28 de octubre de 1896, por el que se aprueba el Himno Nacional de Guatemala, en el sentimiento de que dicha pieza literaria quedará en la forma siguiente:

 

¡Guatemala feliz…! que tus aras

no profane jamás el verdugo;

ni haya esclavos que laman el yugo

ni tiranos que escupan tu faz.

 

Si mañana tu suelo sagrado 

lo amenaza invasión extranjera,

libre al viento tu hermosa bandera

a vencer o a morir llamará

 

CORO

 

Libre al viento tu hermosa bandera

a vencer o a morir llamará;

que tu pueblo con ánima fiera

antes muerto que esclavo será.

 

*

 

De tus viejas y duras cadenas

tú forjaste con mano iracunda,

el arado que el suelo fecunda

y la espada que salva el honor.

 

Nuestros padres lucharon un día

encendidos en patrio ardimiento

y lograron sin choque sangriento

colocarte en un trono de amor.

 

CORO

 

Y lograron sin choque sangriento

colocarte en un trono de amor,

que de Patria, en enérgico acento,

dieron vida al ideal redentor.

 

*

 

Es tu enseña pedazo de cielo

en que prende una nube su albura,

y ¡ay de aquél que con siega locura,

sus colores pretenda manchar!

 

Pues tus hijos valientes y altivos,

que veneran la paz cual presea,

nunca esquivan la ruda pelea

si defienden su tierra y su hogar.

 

CORO

 

Nunca esquivan la ruda pelea

si defienden su tierra y su hogar,

que es tan sólo el honor su alma idea

y el altar de la Patria su altar.

 

*

 

Recostada en el Ande soberbio,

de dos mares al ruido sonoro,

bajo el ala de grana y de oro

te adormeces del bello quetzal.

 

Ave indiana que vive en tu escudo,

paladión que protege tu suelo;

¡ojalá que remonte su vuelo,

más que el cóndor y el águila real!

 

CORO

 

¡Ojala que remonte su vuelo,

más que el cóndor y el águila real,

y en sus alas levante hasta el cielo,

Guatemala, tu nombre inmortal!».

 

-VIII-

Otros asuntos interesantes 

Dentro de los textos que se publicaron con motivo del primer centenario de nuestro Himno Nacional, encontramos uno publicado por Virginia del Águila en las páginas del Siglo Veintiuno, en el que nos informa: 

“El Himno Nacional está compuesto por 48 versos decasílabos (de diez sílabas), tiene 4 estrofas de dos cuartetos cada una, y cuatro coros de cuatro versos cada uno. Su estilo musical responde a las características de la primera fase del Romanticismo (que estuvo en boga entre 1850 y 1920).

Según Celso Lara, aunque en general los himnos de los países latinoamericanos tienen influencias de la ópera italiana, éstas se acentúan en el canto patrio de Guatemala. ‘A ratos, por sus cadencias y estructura armónica, nos recuerda los cantos del acto tercero de la ópera Fausto de Charles Gounod, indica’.

El Himno Nacional tiene elementos como el contraste entre dos coros (que se encuentran en varios momentos de la pieza), propuestos por la música guatemalteca del siglo XIX. La melodía más parece una marcha de soldados religiosos que una melodía guerrera, como son los himnos de otros países, agrega el antropólogo.”

  Otra periodista, periodista Nancy Avendaño[11] recogió también datos interesantes durante el centenario, los que transcribo literalmente por su interés:

 “Según un análisis elaborado por Manuel Alvarado Coronado, el Himno Nacional está dividido en cuatro etapas. La primera trata sobre el futuro incierto de Guatemala al abordar la realidad del país antes de la independencia; la segunda se refiere a los promotores de la libertad. Los símbolos patrios y el valor de los hijos de Guatemala se dibujan en la tercera etapa; en la cuarta, la posición geográfica y la promesa del futuro (…) Celso Lara opina que la intención del canto no ha variado a través del tiempo: ‘cuando el Himno fue creado, el gobierno quería conformar la identidad, la idiosincrasia y el fervor propios de Guatemala. Este cántico refleja a la sociedad de ese momento…’.” 



[1] V/A. Poesías y Notas Biográficas. José Joaquín Palma en el Centenario de su Muerte (1911-2011). Editorial Cultura. Guatemala: 2011. Página 73.

[2] V/A. Poesías y Notas Biográficas… Op. Cit. Página 75. Aunque la letra que incluye esta publicación en un acto inexplicable, incluye la letra de nuestro himno con las modificaciones que le hiciera el maestro José María Bonilla Ruano, en 1934, mezclando el texto del decreto original de fecha 28 de octubre de 1896, con el decreto de fecha 27 de junio de 1934, mediante el cual se aprueban las modificaciones.

[3] López Herrera, María del S. Cronología de la Vida y Obra de José Joaquín Palma 1844-1911. En: V/A. Poesías y Notas Biográficas. José Joaquín Palma en el Centenario de su muerte (1911-2011). Editorial Cultura. Guatemala: 2011. Páginas 294.

[4] López Herrera. Op. Cit. 295.

[5] V/A. Poesías y Notas Biográficas… Op. Cit. Página 76.

[6] Méndez, Francisco Alejandro. La nota triste del Himno Nacional. Revista Domingo. Diario Prensa Libre, 14 de septiembre de 1997.

[7] Méndez, Op. Cit.

[8] Arroyave, Nancy. Un siglo de canto cívico. Revista Crónica, número xxx. Semana del 14 de marzo de 1997.

[9] V/A. Poesías y Notas Biográficas… Op. Cit. Página 78.

[10] Choy, Lucrecia. Las modificaciones al Himno Nacional. Diario Siglo Veintiuno, Guatemala, 16 de septiembre de 1997.

[11] Avendaño, Nancy. 100 años de cantarle a la patria. Revista Domingo. Diario Prensa Libre, 16 de febrero de 1997.


Unos versos dignos de un pueblo culto. (Primera Parte)

La historia del Himno Nacional de Guatemala

 

Rodrigo Fernández Ordóñez

 

-I-

 El actual himno nacional se lo debemos a las inquietudes nacionalistas y progresistas del presidente José María Reina Barrios, injustamente marginado en la historia nacional. Como parte de los preparativos de la Feria Centroamericana, concebida como la plataforma para lanzar al país al escenario internacional, el entonces presidente convoca en 1896 a un concurso con la intención de “…dotar al país, de un Himno que por su letra y su música responda a los elevados fines que en todo pueblo culto presta esa clase de composiciones…” Del concurso resulta ganador un texto firmado ANÓNIMO. De otro concurso para ponerle música, triunfa la solemne partitura presentada por el compositor Rafael Álvarez Ovalle, logrando una hermosa armonía de poesía y música. La letra, fue sometida a cambios en 1934, a instancias de Jorge Ubico, por el profesor José María Bonilla Ruano.

 

Fuente: Gutenberg.org.

Fuente: Gutenberg.org.

  

-I-

El contexto.

La Exposición Centroamericana.[1]

 La Feria Centroamericana constituyó un gran esfuerzo de inversión pública por lanzar a Guatemala como una república que se ofrecía al resto del mundo como líder de la región centroamericana. Pretendía ser, en un principio, un escaparate en el que se presentara al público todos aquellos productos que se fabricaban en América Central, sin embargo, al poco tiempo se cambió el objetivo, ampliándolo a la exposición de productos extranjeros también, tomando en cuenta la atrasada situación en que se encontraban las industrias nacionales de la región. Pero en esencia, la Exposición Centroamericana no era sino el intento de Guatemala de presentarse como una nación joven, sumergida en las ideas de progreso vigentes en su época y con capacidad suficiente para montar una exposición como las que se hacían en el resto del mundo civilizado. Pensemos en las Ferias Universales que se celebraban en Europa. Para la Exposición Universal de 1889, celebrada en la ciudad de París, para dar un ejemplo, y en la que Guatemala participó, (montando un pabellón en el que se daba a probar a los visitantes el excelente café que se producía en el país), Francia ordenó la construcción de la Torre Eiffel, prodigio de la técnica de construcción en hierro de la época.

 La realización Exposición Centroamericana fue aprobada por la Asamblea Nacional, mediante el decreto 253, de fecha 8 de marzo de 1894. Según relata Christian Kroll-Bryce, en el primer número del Boletín de la Exposición Centroamericana, salido de prensa el 1 de febrero de 1896, “…el gobierno de Reina Barrios sostenía que debido a la ‘benéfica tranquilidad que el país ha logrado, el Gobierno ha creído que es llegada la hora para que Guatemala exhiba los adelantos de su agricultura y las obras hijas de la inteligencia y de la imaginación de nuestros compatriotas’ en una exposición que será “una fiesta de paz en que Guatemala hará sus mejores triunfos…”[2]

 Según el citado artículo de Kroll-Bryce, los objetivos de la Exposición fueron definidos en el Reglamento de la Exposición Centroamericana, publicado en el diario El Guatemalteco, el 18 de febrero de 1896:

 “…Reunir diversos objetos para comprarlos; aprender lo que ignoramos; mejorar lo que sabemos; comunicar a otros lo que producimos; despertar el estímulo en pro del trabajo humano; borrar las mezquindades; estrechar los lazos de fraternidad universal y exhibir a Guatemala dignamente, invitando a los pueblos centroamericanos, para una fiesta de civilización y cultura; tales son, entre otros, los provechosos resultados que en general podrá ofrecer la Exposición”

Lo que constituye toda una declaración de principios y aspiraciones de un presidente que deseaba interesar al mundo de lo que pasaba en Guatemala y de su potencial. En alguna otra cápsula vimos que los gobiernos liberales guatemaltecos, sabedores de las limitaciones de mano de obra especializada de las que adolecía el país habían enfocado sus esfuerzos en establecer una amplia industria agrícola cuya mayor ventaja sería el ferrocarril, que conectaría a las fincas o ciertos centros importantes de población cercanos a las fincas, directamente con los puertos en ambos océanos. Ese al menos, era el objetivo de Justo Rufino Barrios y de su sobrino, José María.

Esa idea de promoción en tierras “civilizadas”, como se entendía que era la Europa previa a las guerras mundiales, encuentra su sostén en otro fragmento del Reglamento que Kroll-Bryce tuvo a bien transcribir en su bien documentado artículo:

“Si el certamen excita la curiosidad del extranjero, generaliza el conocimiento de cuanto forma el conjunto armonioso del trabajo guatemalteco, demuestra que al amparo de la paz y seguridad el migrante honrado encontrará una segunda patria, y propaga por el mundo culto, las benéficas condiciones de la naturaleza centro-americana; naturalmente, decimos, el Certamen contribuye directamente a que al terminar el Ferrocarril Interoceánico, éste dé desde luego los óptimos frutos que está llamado a proporcionar…”

 

Pabellón de Guatemala en la Exposición Universal de París, 1889.  (Fuente: skyscrapercity, foro de la ciudad de Guatemala).

Pabellón de Guatemala en la Exposición Universal de París, 1889.
(Fuente: skyscrapercity, foro de la ciudad de Guatemala).

 

El primer evento de este tipo se llevó a cabo en 1851, en la ciudad de Londres, y se le llamó “La Gran Exhibición de Trabajos e Industria de Todas las Naciones”, para la que el jardinero Joseph Paxton,[3] inspirándose en un invernadero, diseñó el llamado Palacio de Cristal, la primera construcción a gran escala de hierro y vidrio, que se usaría de forma extensa, principalmente para las estaciones de ferrocarril del mundo entero.

Así que la Exposición Centroamericana tampoco era en sentido estricto una idea, digamos, original, pero sí muy contemporánea y sobre todo, cosmopolita. En Guatemala obligatoriamente se habían leído las crónicas que describían, para dar otro ejemplo, a la famosa Feria Mundial de 1893, llevada a cabo en Chicago, con motivo de la celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América[4], en la cual, Guatemala había participado con dos pabellones. [5] Inaugurada en el verano de ese año como la World´s Columbian Exposition, por las características de su arquitectura fue llamada casi inmediatamente la “Ciudad blanca”. La Exposición fue desplegada en los terrenos del Jackson Park, y le fueron asignadas 512 hectáreas frente al Lago Michigan. Según recuentos de la época, los números de visitantes eran muy altos. Se menciona que variaban de 80,000 a 100,000 los visitantes que a diario se paseaban por los pabellones y salones de exposición.[6] Titus Marion Karlowicz, explica: “En un sentido limitado era una ciudad: una que observaba un toque de queda por las noches y que abría sus puertas durante el día. Era una ciudad artificial que no tenía una función vital genuina, y esta artificialidad estaba íntimamente ligada a su temporalidad.”[7] Una temporalidad que se reveló fugaz, un incendio consumió el campo de la feria, semanas después de terminado el verano de 1893.

 Y es que estas ferias tenían una característica importante: se invertían grandes cantidades de dinero para construir edificios que contuvieran los productos a exponer, pero no eran pensadas como edificaciones permanentes, al menos no al inmediato plazo. Por esa razón, muchas edificaciones debían ser montables y desmontables en un breve período. Tal es el caso de la famosa Torre Eiffel, la cual debía ser desmontada luego de que terminara la Feria de 1889, porque no cumplía un rol específico. Es más, a dicha torre hubo que buscarle una función útil, y por eso se instalaron en ella antenas de telégrafo y una estación meteorológica. Había sido concebida exclusivamente con una función: ser un monumento decorativo que llamara la atención de los visitantes. Lo mismo sucedió con el Palacio del Trocadero, del otro lado del río Sena. La gran construcción con sus explanadas sobre el banco del río, fue pensada inicialmente para contener salones específicos para la Exposición de París de 1867, pero no le fue planteado un fin posterior, e imagino que fue a raíz del monto de las inversiones que se optó por preservarlo.

Así que alrededor del mundo se llevaban a cabo eventos similares, y Guatemala consideraba que debía tener el propio, pues se asumía que se podrían obtener muchos beneficios. Para ilustrar las ambiciones de Reinita, que lo llevaron a embarcarse en una empresa de este tipo, encontramos en un número del diario The Washington Post[8], una nota a propósito de la Feria de 1893, que describe claramente las expectativas que levantaban este tipo de eventos: “Existe también una forma comercial de estimular los beneficios de una exposición de este tipo. Muchos miles de personas se sentirán atraídas a venir a los Estados Unidos para ver la exposición. Estas personas dejarán grandes sumas de dinero en el país, y esto estimulará el comercio y hará a esta nación, más rica…” Así que, con esto en mente, el régimen de Reina Barrios decidió no escatimar en gastos ni en publicidad. En un breve artículo del diario estadounidense The Washington Post, encontramos un ejemplo de ello:

“El Ministro de Guatemala, Lazo Arriaga, quien recientemente ha regresado de este país, declaró que la Exposición Centroamericana, a llevarse a cabo en la ciudad de Guatemala a partir del día 15 del próximo mes de marzo, promete ser un gran evento. Hermosas y masivas estructuras modeladas a semejanza de las vistas en la Exposición de Marsella, estarán listas en diciembre. Los Estados Unidos han sido invitados a la exposición, y los organizadores guatemaltecos esperan que industriales americanos, aprovechen la oportunidad de presentar sus productos ante los ojos de los centroamericanos.”[9]

Las estructuras metálicas para sostener los pabellones de la exposición, informa el diario The New York Times, arribaron al Puerto de San José a mediados del mes de junio de 1896, a bordo del vapor Beechly, habiendo partido del puerto francés de Bourdeaux. A bordo del mismo buque llegaron los mecánicos y el ingeniero encargados del montaje de los pabellones, los que serán montados “…en Ciudad Vieja en donde tendrá lugar la exposición, en las cercanías del Boulevard 30 de junio…”[10]

  

Imagen. Facha del Pabellón principal de la Exposición Centroamericana, el día de su inauguración. (Fuente: pacayablogspot.com, original de El Progreso Nacional).

Imagen. Facha del Pabellón principal de la Exposición Centroamericana, el día de su inauguración.
(Fuente: pacayablogspot.com, original de El Progreso Nacional).

 

Asimismo, en otra nota del diario The New York Times[11], se informa a sus lectores que el Cónsul General de Guatemala en esta ciudad, Doctor Joaquín Yela, quien ha sido autorizado por el gobierno guatemalteco para informar a los interesados que la Exposición Centroamericana está lista para ser inaugurada el 15 de marzo de 1897, extendiendo una cordial invitación a varios productores de manufacturas, objetos industriales, maquinaria y obras de arte a exponer en dicha feria. El artículo, aunque apenas ocupa el espacio de una columna, contiene información fascinante que no he logrado encontrar en ninguna otra parte. En ella se comenta, por ejemplo, que para el día de la publicación, ya se habían presentado en el consulado solicitudes de información de “varias conocidas firmas de manufacturas”, de Nueva York, Pennsylvania y Ohio.

El citado artículo, con obvias intenciones de propaganda, abunda en información provista por el Doctor Yela, en la que se hace saber a quienes estén interesados, que aquellos productos desconocidos o poco conocidos en la república que sean expuestos durante la Feria, y que resulten de gran utilidad para Guatemala, podrán ser importados al país dentro de un año de terminada la exposición, libres de cargo para el primer embarque, siempre que dicha importación no sea menor de los cien dólares, ni exceda de los cinco mil. Informa adicionalmente, que las compañías de ferrocarril que operan en el país, “han anunciado con gran placer”, que proyectan tarifas reducidas para transporte de carga y pasajeros que tengan como destino visitar la Exposición Centroamericana.

Por último, y para no aburrir al lector dándole lata con la importancia de este evento para entender a la Guatemala que dejó abruptamente Reina Barrios, el artículo anuncia las ramas que abarca la exposición:

“…Ciencia y literatura, educación y lectura de las artes de todas las descripciones, mecánica y construcción, agricultura, horticultura, arboricultura y técnicas especiales de cultivo, fauna y flora, ornamental y de toda clase de industrias, productos naturales, transporte, minería e inmigración. Las exhibiciones que se consideren dignas de mérito por el comité a cargo y consideradas de merecer premios, se les otorgarán los siguientes reconocimientos: Seis premios de $5,000, seis de $1,000, diez de $500, veinte de $200 y cincuenta de $100. Adicionalmente, se concederán medallas de oro, plata y bronce y diplomas que certifiquen las categorías de primera clase. También se harán menciones honoríficas. Aquellos objetos que reciban premios, podrán ser vendidos en Guatemala sin cargo de impuestos ni aranceles de ningún tipo, mientras que los objetos que no sean premiados, serán considerados como bienes en tránsito por el país y deberán ser embarcados al final del evento, o bien, ser vendidos sujetos a los impuestos que apliquen para el tipo de mercadería de que se trate.”   

  

Imagen. Vista general del corredor central del edificio principal de la exposición.
(Fuente: pacayablospot.com, original de El Progreso Nacional)

 

Gracias a Kroll-Bryce, quien tuvo a la vista los boletines oficiales de la Exposición Centroamericana, sabemos que en el número 23, de fecha 1 de enero de 1897, se publicó bajo el título de “Edificios”, la composición del campo de la feria, el cual consistía en 17 edificios para albergar las exposiciones invitadas y un salón principal con 95 metros de largo y 45 metros de ancho en el que se instalarían las exposiciones nacionales de los países centroamericanos y la de California. Se construyeron edificios menores, para restaurantes y oficinas administrativas.

  

-II-

La cuestión del himno.

El presidente Reina Barrios había pensado en todo. O al menos sus colaboradores lo habían hecho. Y se había planteado entonces, la necesidad de contar con un himno nacional digno de la categoría del evento en el que debía ser cantado. Para ese entonces, Guatemala no contaba con el solemne himno que escuchamos al final de las transmisiones de radio o televisión en horas de la madrugada, sino que contaba con unos versos cívicos que no llenaban las expectativas de nuestro ambicioso presidente de aquella época.

Se había previsto entonces que, para la ceremonia de inauguración de la Exposición Centroamericana, se estrenara un nuevo himno nacional, digno no solo de la circunstancia sino digno del pueblo que empezaba su camino hacia el futuro, según las ideas liberales de la época. Se cantaba en aquella época, los versos de un “Himno Popular”, cuyo autor era Ramón Pereira Molina, secretario de la Jefatura Política del departamento de Guatemala, y que decía así:

  

Guatemala, en tu limpia bandera

Libertad te formó un arrebol;

Libertad es tu gloria hechicera

Y de América libre es tu sol.

 

Bella patria, tu nombre cantemos

Con ardiente sublime ansiedad

Hoy que luce en tu frente la aurora

De la hermosa, feliz libertad.

 

Democracia, civismo es tu lema,

La igualdad es tu ley, tu razón;

No más sombras no más retrocesos.

Viva patria, el derecho y la unión.

CORO

 

Guatemala, en tu limpia bandera

Libertad te formó un arrebol;

Libertad es tu gloria hechicera

Y de América libre es tu sol.

 

Bajo la égida libre y fecunda

De progreso, de paz, de igualdad

Guatemala que se unan tus hijos

En abrazos de eterna amistad.

 

La más pura y feliz democracia

Que corone tu olímpica sien;

Y al amor de tus hijas divinas,

Sé de América libre el Edén.

 

CORO

 

Guatemala, en tu limpia bandera

Libertad te formó un arrebol;

Libertad es tu gloria hechicera

Y de América libre es tu sol.

 

Con tu aliento gentil de espartana

Llegaras en el mundo a lucir,

Porque marchas buscando el progreso

Y en tu idea se ve el porvenir.

 

De los libres recibe el saludo

Su entusiasta sincera ovación;

Y recibes las preces del alma,

Los efectos del fiel corazón.

 

El problema contemporáneo que nos presentan los versos de don Ramón, es que comparado con las contundentes frases del nuevo himno, este parece apenas un infantil ensayo. Pero el efecto habrá mejorado cuando el natural de San Juan Comalapa, Rafael Álvarez Ovalle, con apenas 29 años, ganó el concurso para ponerle música, en un concurso de 1887 convocado por el jefe político del departamento de Guatemala. Como dato curioso, informa el investigador Celso Lara, don Rafael, como no tenía piano en su casa, compuso la hermosa música en guitarra.[12] Los jueces que afortunadamente escogieron la partitura de Álvarez Ovalle fueron Lorenzo Morales, Leopoldo Cantinela y Axel Holm. Afortunadamente digo, porque ahorrándose el esfuerzo, la misma partitura fue sometida por su autor para el concurso de ponerle música al nuevo himno, cuando en 1896, Reina Barrios convocó a un concurso para encontrar la música con que acompañar los nuevos versos, dignos de ser cantados en su magna obra: la Feria Centroamericana.

 

Rafael Álvarez Ovalle (sentado, primero a la izquierda). Le acompañan: Ramón González (1), Francisco Gutiérrez (2), Agustín Ruano (3), Rafael González (5) y Tránsito Molina (6). (Fuente: Prensa Libre, Revista D. No. 114, 10 de septiembre de 2006).

Rafael Álvarez Ovalle (sentado, primero a la izquierda). Le acompañan: Ramón González (1), Francisco Gutiérrez (2), Agustín Ruano (3), Rafael González (5) y Tránsito Molina (6). (Fuente: Prensa Libre, Revista D. No. 114, 10 de septiembre de 2006).

  

Para terminar esta puesta en escena, y quizá jugando un poco al vidente, es necesario apuntar que lastimosamente la Exposición Centroamericana resultó ser un rotundo fracaso. La gran entrada de público visitante de Europa y los Estados Unidos, el Ferrocarril del Norte, no pudo ser finalizado, por lo que falló la conexión del puerto Atlántico con la ciudad. Así, durante los cuatro meses en que estuvo abierta la Exposición, acudieron sólo 40,000 visitantes[13], una fracción tan solo de los que el presidente Reinita habría esperado. Además, los pabellones apenas fueron terminados ya inaugurada la feria, y el gobierno no logró vender los bonos emitidos a favor de la empresa de organización del evento, ascendiendo a un capital de un millón de dólares, situación que se agravó cuando, justo ese año de 1897, el país cayó en una aguda crisis económica, causada por la irrupción de Brasil en el mercado del café con una inmensa cosecha. Como ven, las grandes desgracias, nunca vienen solas. Pero al menos nos quedó un himno nacional majestuoso…

 


[1] No es mi intención abundar demasiado en este evento clave para entender la gestión presidencial de Reina Barrios, pero es importante al menos situar dichos hechos en su contexto. Actualmente, mi colega Rodolfo Sazo, está preparando un documento con sus hallazgos sobre este interesante tema, que esperamos publicar en estas cápsulas próximamente, que sí será en cambio, exhaustivo.

[2] Kroll-Bryce, Christian. Los 115 años del Canal Interoceánico y la Exposición Centroamericana. Entrada del 1 de diciembre de 2012. Pacayablogspot.com.

[3] Bryson, Bill. At Home. A Short History of Private Life. Doubleday, USA: 2010. Página 8.

[4] Para celebrar el mismo evento, en Guatemala, Reina Barrios convocó a un concurso para una escultura en honor del descubridor, que ganaría finalmente Tomás Mur, y que actualmente decora en toda su majestad una de las plazoletas de la Avenida de Las Américas.

[5] Karlowicz, Titus Marion. The Architecture of the World’s Columbian Exposition. Tesis doctoral. Northwestern University. Illinois, 1965. Página 333 y 335. (Traducción libre del autor). En su trabajo de tesis nos ofrece un dato interesante, perdido dentro del mar de las casi 500 páginas de su trabajo: Guatemala contrató los servicios de un arquitecto identificado como J. B. Mora para que construyera el Pabellón de Guatemala y el Pabellón del Café de Guatemala. El mismo arquitecto, del que no ofrece ningún otro dato adicional, construyó también los Pabellones de las repúblicas de Colombia y Venezuela.

[6] Stroik, Adrienne Lisbeth. The World’s Columbian Exposition of 1893: The Production of Fair Performers and Fairgoers. Tesis doctoral. University of California, Riverside. California: 2007. Página 1. (Traducción libre del autor).

[7] Karlowicz. Op. Cit. Página 15.

[8] S/A. The Great Exposition. The Washington Post. Junio 9, 1889. Página 4. (Traducción libre del autor).

[9] S/A. Central Americas’s Exposition. The Washington Post. Octubre 21, 1896, página 4. (Traducción libre del autor).

[10] S/A. From Sister Republics. A big budget of Central and South American News. The New York Times. Julio 26, 1896. Página 20.

[11] S/A. A Central American Fair. The New York Times. Septiembre 27, 1896. Página 17. (Traducción libre del autor).

[12] Del Aguila, Virginia. El Himno Nacional cumple cien años. Diario Siglo Veinituno, 15 de febrero de 1997.

[13] Kroll-Bryce, Christian. Op. Cit. 


Departamento de Educación
Calle Manuel F. Ayau (6 Calle final), zona 10
Edificio Académico, oficina A-210
Guatemala, Guatemala 01010