La Semana Trágica (II)
La violenta caída del tirano Manuel Estrada Cabrera
Rodrigo Fernández Ordóñez
Hace 100 años, el 8 de abril de 1920, a la caída de la tarde, un estruendo sacudió la normalmente apacible ciudad de Guatemala. Las baterías del Fuerte de Matamoros tronaron, bombardeando las goteras de la ciudad al oriente, sede del Cuartel Número 3, presuntamente fiel al gobierno provisional de don Carlos Herrera. Al día siguiente, el 9 de abril, las baterías francesas, concentradas en la finca presidencial de La Palma en el suroriente de la ciudad, empezaron también su bombardeo, buscando el centro de la ciudad y la Finca El Zapote, presunto cuartel general de los unionistas. ¿Qué llevó al dictador a tomar la terrible decisión de bombardear una ciudad completamente desprotegida? ¿Qué sucedió después? Las respuestas a estas preguntas constituyen unas de las páginas más hermosas de la historia de nuestro país, y contradictoriamente, de las más desconocidas.
Milicianos unionistas combatiendo en las calles de ciudad de Guatemala. Probablemente los hombres se encaren hacia la finca presidencial La Palma, en donde se había atrincherado el dictador Estrada Cabrera y desde donde dirigía las operaciones.
-I-
Los combates
Lo sucedido durante la histórica sesión del 8 de abril en la Asamblea Legislativa, lo narra con detalle Carlos Wyld Ospina:
“Los cabecillas de la Asamblea y los jefes del unionismo persuadieron a Letona de que su deber le mandaba denunciar, ante los representantes del pueblo, la locura del presidente, manifiesta en los actos del elevado funcionario y el género de misticismo supersticioso a que vivía entregado, según informes del propio Letona. Se adobó con todo aquello una denuncia, que era a la vez una acusación, y se convino en que el ex secretario de Estrada Cabrera la leería en persona ante los diputados, presentándose en la sesión del 8 de abril con la cabeza envuelta en vendajes y en el rostro las huellas, todavía frescas, de la violencia presidencial”.[1]
Resulta interesante la frase “Se adobó con todo aquello una denuncia…”, que deja plasmada Wyld Ospina, y es que desde las páginas de El Autócrata, su ensayo sobre las dictaduras en Guatemala, el periodista no abandona la crítica. Debemos señalar que don Carlos se había jugado el pellejo en los meses anteriores al estallido de la Semana Trágica, junto al poeta Alberto Velásquez, publicando en Quezaltenango un periódico anti cabrerista, El Pueblo, haciendo eco a las denuncias de El Unionista, que se publicaba en la capital. Seguramente Wyld Ospina dice que se adobó la denuncia porque esta resultó de las impresiones del general Letona y otros colaboradores, pero en ningún momento se le practicó al presidente examen médico alguno que pudiera dar sustento al diagnóstico de que don Manuel ya no se encontraba en sus cabales. El fundamento para declarar demente al dictador nos lo narra nuevamente en las páginas de su ensayo, cuando años después de sucedidos le narrara personalmente el general Letona:
“…en los días en que el autócrata viera desquiciarse su poder y huir de su lado a hombres en quienes confió, sus facultades mentales sufrieron positivo quebranto, y dio en ver enemigos y traidores por todas partes. Fue entonces cuando se pasaba las horas metido en el oratorio de La Palma, de rodillas ante las imágenes de culto católico, rezando fervorosamente con la cabeza entre las manos. Salía de allí a consultar con los brujos indios, que hiciera venir desde Momostenango y Totonicapán, y encerrarse con ellos para practicar operaciones de hechicería…”.
Al parecer don Manuel se había aficionado a las artes ocultas desde los lejanos años del atentado de la bomba, y por algunas experiencias paranormales sucedidas luego de la muerte de su esposa. En fin, el diputado Adrián Vidaurre intervino en la sesión, señalando: “…Duéleme, señores diputados, tener que venir a haceros pública la seguridad en que estoy de que las facultades mentales del señor Estrada Cabrera no son ya normales. Una enfermedad tan traicionera como la que padece; una vida tan dura como la que lleva, son capaces de doblegar la salud más completa. Y hoy, por desgracia para mí, señores, tengo la firme persuasión de que mi amigo siempre querido, mi jefe severo, sí, pero respetuoso, no tiene la lucidez de un cerebro correcto; y sólo así podrían explicarse los errores, aberraciones, tonterías, monomanías y aún desmanes que comete…”. Con amigos así, ¿quién necesita enemigos?
El caso es que, como ya quedó apuntado antes, ese día 8 de abril, en horas de la tarde, empezó el bombardeo contra la ciudad, desde las baterías del Fuerte de Matamoros en contra del Cuartel Número 3, ubicado en las afueras nororientales de la ciudad, para impedir que la población se apropiara de las armas allí depositadas. Wyld Ospina relata que la situación dentro del Ejército era delicada ya que la oficialidad joven estaba a favor del movimiento unionista, mientras que los oficiales antiguos se mantenían fieles al dictador. También se bombardeó el área de la Plaza Mayor. Posteriormente, en una polémica desde las páginas del diario vespertino La Hora en 1972, uno de los hijos de don Manuel explicaría que el bombardeo se había hecho con munición sin espoleta, para que no estallara, caso contrario, la ciudad hubiera quedado pulverizada. Ignoramos si la anterior afirmación es cierta, pero la dejamos constar para que si alguien tuviera posibilidades de aclarar este aspecto de nuestra historia, contribuya con algunas líneas.
Ese 8 de abril presentaba un tenebroso panorama para el Movimiento Unionista. Vía telegráfica don Manuel puso en pie de guerra a los fuertes de San José de Buenavista y San Rafael de Matamoros, así como a las guarniciones militares de la Penitenciaría, de la Estación de Radio Inalámbrico, (ubicada al pie de la colina del fuerte de San José), de La Aurora, el Guarda Viejo, del Aceituno y la Guardia de Honor, estacionada en unos galpones de madera cerca de La Palma. Los unionistas tenían solamente el Cuartel Número 3, rendido solo por la decisión de su comandante coronel Juan López Ávila[2], al ver a los milicianos de la Liga Obrera armados con machetes, cuchillos, revólveres y garrotes. El comandante se puso a las órdenes del presidente interino y repartió seiscientos fusiles Reina Barrios[3] de cañón corto, sesenta cajas de munición y dos ametralladoras. Con estas armas tomaron por asalto la Mayoría de la Plaza y la Casa Presidencial (7 avenida y 12 calle), en donde hallaron dos ametralladoras nuevas, revólveres, espadas y fusiles sin estrenar.[4] Los oficiales mayores que se pusieron del lado del gobierno provisional aprestaron el batallón Canales y a los milicianos de Palencia para que de urgencia acudieran a defender a la capital. Los milicianos unionistas recibieron los fusiles y no tenían ni idea de su funcionamiento, así como de las ametralladoras. Según relata Arévalo Martínez, fue el príncipe Guillermo de Suecia, quien se encontraba de paso por Guatemala, quien les enseñó los rudimentos básicos para el manejo de las armas de fuego.[5] Estrada Cabrera por su parte, dispuso que la infantería al mando de los generales Reyes y Chajón ocupara las alturas de Santa Cecilia, cerrando el paso por el Guarda Viejo.
Otra de las barricadas construidas en plena calle del centro de la ciudad durante la Semana Trágica, que al disiparse el humo se establecería que se había cobrado alrededor de 1,700 vidas.
En la madrugada del 9 de abril los cañones de La Palma empezaron a rugir, así como los de San José y Matamoros. Los obuses impactaron en el Cuartel Número 3, y pasaban sobrevolando la ciudad, buscando impactar en la finca El Zapote, en donde el dictador presumía se había establecido el cuartel general de los alzados, pues don José Azmitia, uno de los mayores líderes unionistas, era gerente de la Cervecería Centroamericana. Bajo el bombardeo, los militares fieles a don Carlos Herrera conformaron un plan de ofensiva, señalando la necesidad de tomar el Fuerte de San José, estratégicamente invaluable, pues desde sus alturas se podría bombardear a La Palma. Los batallones Canales y Palencia atacarían La Palma desde el sur los primeros y desde el norte los segundos, para tratar de tomar la posición.
Al día siguiente, el 10 de abril, se supo que había desembarcado del buque de guerra estadounidense Tacoma, una compañía de marines, que marchaba hacia la capital para proteger los bienes y la seguridad de sus ciudadanos.
Regresamos a Carlos Wyld Ospina, quien resume:
“Por una semana, la corrida del 8 al 14 de abril de 1920, se combatió en toda la República con las armas en la mano. Cabrera se había declarado dictador, aunque sus ministros, con las únicas excepciones del licenciado Manuel Echeverría y Vidaurre y del general Miguel Larrave (sub secretario de la cartera de guerra, en desempeño del ministerio) rehusaron firmar el decreto correspondiente. Esto no impidió a Estrada Cabrera reconocer la beligerancia del nuevo gobierno y sus defensores, porque hemos de estar en que la Asamblea, al poner fuera de la presidencia a don Manuel, había nombrado para sustituirlo al ciudadano Carlos Herrera. El gobierno encabezado por este señor, a su vez declaró fuera de la ley a Estrada Cabrera y ordenó a sus tropas batirlo como rebelde.
El 8 de abril quedábale al autócrata todavía la mayor parte de los cuarteles, fuertes y efectivos militares de la capital y la totalidad de los departamentales. Herreristas y unionistas luchaban con notoria desventaja. No se comprende, sino por la falta de un mando único y de un plan coordinado, la derrota de Estrada Cabrera…”.
La lucha fue dispar, pero jugó en favor de los unionistas que el dictador se hubiese aislado en La Palma, aunque tuviera a su disposición modernas piezas de artillería francesa de 75mm y cerca de 800 hombres. Sin embargo, los rebeldes capturaron la central del telégrafo al pie de San José y se lanzaron a una campaña de desinformación, interceptando los mensajes que enviada el dictador a las guarniciones departamentales y sustituyéndolas por confusas contraórdenes, que terminaron por sembrar el caos en las tropas cabreristas. Así, el 12 de abril, el párroco de la iglesia El Calvario subió la cuesta hacia el Fuerte de San José con una bandera blanca y convenció a su comandante, el coronel Villagrán Ariza de que se entregara al gobierno provisional. Los unionistas encontraron en sus bodegas 1,000 fusiles nuevos y 5,000,000 de cartuchos de munición, cuatro ametralladoras y cuatro cañones.[6] Al correr la noticia, los cañones de Matamoros se enfilaron en contra de San José, sumándose luego La Palma al bombardeo. Sin embargo, la privilegiada ubicación de San José pudo dominar las posiciones de la finca presidencial.
Cuenta don Luis Beltranena que cuando los comandantes del Fuerte de San José iban a presentarse a don Carlos Herrera rodeados de soldados unionistas, un grupo quiso atacarlos, impidiéndolo Carlos Ávila Perret, gritándoles: “…¡Alto compañeros que son hombres de honor y militares bravos que se han rendido y debemos respetarlos!”. Ese mismo día, 12 de abril, los unionistas derrotaban en los altos de Santa Cecilia al general Reyes y tomaban una pieza de artillería y varios fusiles. El general Ramírez Valenzuela se dirigió luego a la Penitenciaría, en donde recibió la capitulación de la guarnición y marchó hacia el sur, ocupando la Plaza Reina Barrios, plantándole sitio a la Academia Militar y tomó La Aurora, en donde acampó con el resto de sus tropas.
Portada del diario El Unionista, órgano de difusión del Partido Unionista, en el que se denunció continuamente al gobierno de Estrada Cabrera, y en el que constan los sucesos relativos al derrocamiento del dictador.
Mientras tanto, marcharon sobre la capital para unirse a los unionistas, las tropas del batallón 15 de marzo, los milicianos de Amatitlán, Villa Nueva y Santa Rosita, que se sumaron al sitio de La Palma. El día anterior, el 11 de abril, algunos obuses cayeron cerca de la Legación de México y de Inglaterra, levantando airadas protestas del Cuerpo Diplomático, quien redactó un ultimátum amenazando con desconocer al gobierno de Estrada Cabrera si este continuaba con su inhumana e inútil campaña de bombardeo en contra de la ciudad. El cuerpo diplomático exponía en su nota: “…la continuación del bombardeo y ataque a la ciudad, siendo una acción inútil, sin sentido e inhumana, podrá obligarlo [al cuerpo diplomático] a romper sus relaciones diplomáticas con Vuestra Excelencia, sujetando esta decisión ad-referendum de sus respectivos gobiernos”. El dictador respondió que los bombardeos estaban dirigidos en contra de objetivos militares que atacaban a La Palma.
-II-
La capitulación del dictador
Mientras tanto, el día 9 de abril, don Carlos Herrera nombró como sus representantes a don Marcial García Salas, don José Ernesto Zelaya y Manuel Valladares Rubio para negociar en forma pacífica la salida del presidente. El dictador nombró por su parte a don Manuel Echeverría y Vidaurre (canciller) y al coronel Cristino de León, jefe de Estado Mayor. La sede de las pláticas fue la Legación de los Estados Unidos. El gobierno provisional se estableció en una residencia en la 5 calle, próxima a la Legación de México y allí se dispuso la conformación del gabinete.
Las negociaciones continuaron entre combates y ceses de fuego continuamente violados por el dictador, hasta que el 14 de abril a primeras horas de la noche se concretó un cese al fuego definitivo. Se pactó que al día siguiente se rendiría el dictador, en La Palma, ante el Cuerpo Diplomático. Ese mismo día por la mañana se firmó el documento de capitulación, que en su punto primero establecía la capitulación total de Estrada Cabrera y la entrega del gobierno a don Carlos Herrera y en el segundo, que el dictador sería trasladado “por su seguridad” a la Academia Militar para quedar bajo arresto. El documento de capitulación, recogido por don Luis Beltranena decía:
“Enrique Haeussler, Canuto Castillo y Manuel Echeverría y Vidaurre, representantes del Gobierno del señor Manuel Estrada Cabrera, por una parte, y Marcial García Salas, José Ernesto Zelaya y Manuel Valladares, representantes del Gobierno del señor don Carlos Herrera, y Saturnino González, José Azmitia, Francisco Rodríguez y J. Demetrio Ávila, en representación del Partido Unionista, han convenido lo siguiente: Primero: En que el Doctor don Manuel Estrada Cabrera capitula en lo absoluto y se entrega al Gobierno del señor don Carlos Herrera, Gobierno que lo conducirá y alojará en la Academia Militar. Segundo: En que el señor Estrada Cabrera será conducido de su residencia La Palma a dicho lugar con el acompañamiento de los Honorables Miembros del Cuerpo Diplomático para su seguridad personal, y a petición del Señor Ministro de Relaciones Exteriores. Además irán seis miembros del Gabinete del señor Herrera, seis representantes del Partido Unionista y seis jefes militares del señor Herrera. El señor Cabrera podrá llevar sus ayudantes militares…”.
Un diario de la época, El Excelsior, publicó un relato de la capitulación de Estrada Cabrera, citado por Hernán del Valle[7]:
“…A las 9 de la mañana, representantes diplomáticos y delegados del nuevo Gobierno llegaron en varios automóviles a La Palma, que estaba sin guardia, porque el personal a su servicio había escapado casi en su totalidad. El periodista agregó que sobre una calle, hacia la derecha de la puerta de entrada y cercano a unos cipreses, estaban un grupo que a él le pareció de trágico aspecto, con señales de no haber tenido sosiego, con la ropa sucia, desgreñados, en manifiesto abandono. Allí vio a familiares de Estrada Cabrera, Jorge Galán, Rafael Yaquián y José Santos Chocano; también a los señores José Pineda Chavarría y Andrés Largaespada, así como al Coronel Juan B. Arias y otros”.
Histórica fotografía del momento en que don Manuel, ya habiendo capitulado, marcha hacia su prisión acompañado por el cuerpo diplomático, tras 8 días de violentos combates en la capital y principales ciudades del país.
El Excélsior continúa relatando que el Cuerpo Diplomático y la comitiva se situaron en un quiosco. Estrada Cabrera apareció vestido de americana, con bastante sangre fría para la situación. Saludó y entre otras cosas dijo que se entregaba a la hidalguía del Gobierno y del pueblo de Guatemala para quien había querido hacer lo mejor. Luego los invitó a marcharse y caminó en medio de los ministros de Estados Unidos –señor Benton McMillin- y también el de España; atrás, iba el periodista Federico Hernández de León.
Otros testigos dan un detalle interesante. Don Manuel sale a un desayunador de paredes de vidrio de La Palma en donde lo espera el Cuerpo Diplomático. Viste levita y porta una llamativa condecoración. Unos hombres de las milicias unionistas detienen al dictador y lo registran. Le quitan un revólver y 71,000 dólares. El hombre murmura algo con desagrado y se retira nuevamente, para regresar vistiendo frac, y dirigiéndose a los embajadores les indica que ya está listo. Retomamos el relato de El Excélsior:
“…Al bajar la avenida que conducía a la puerta principal, Estrada Cabrera le dijo al ministro estadounidense: ‘Este año la primavera se ha retrasado. Estos árboles aún no tienen hojas’. El ministro le respondió: ‘Pronto llover’. Y continuaron caminando. Al llegar al automóvil –propiedad del Licenciado J. Eduardo Girón–, quizá por agotamiento, el ex presidente no pudo subir al vehículo, y el diplomático tuvo que ayudarlo. En ese vehículo que encabezaba la comitiva, iban los dos diplomáticos recién mencionados y un marino del barco estadounidense Tacoma; también los señores Federico Hernández de León y Rogelio Flores quienes pasaron por las silenciosas calles de San Pedrito. Atrás iban los demás autos con los prisioneros y los delegados del nuevo Gobierno. Nadie habló…”.
Recuerdos de la dictadura. Un empresario aventurero imprimió esta postal con los rostros más conocidos del Cabrerismo, algunos muertos en los combates, otros linchados por la multitud frente al edificio de San José de Los Infantes y otros, prisioneros. Llama la atención la leyenda en la esquina inferior izquierda: “Véase la postal en que aparecen las víctimas del Cabrerismo”, que denuncia una serie de documentos gráficos.
[1] Wyld Ospina, Carlos. El Autócrata. Ensayo Político-Social. Tipografía Sánchez & De Guise, Guatemala: 1929.
[2] Arévalo Martínez, Rafael ¡Ecce Pericles!. Tipografía Nacional de Guatemala, Guatemala: 2009. Página 521.
[3] Según información adicional proporcionada por Rodolfo Sazo, querido amigo e investigador, el presidente Reina Barrios modificó el mecanismo de disparo de un fusil para mejorarlo, patentando su invento y donando la patente al Estado de Guatemala. Según Beltranena Sinibaldi, el fusil Reina Barrios era utilizado por los artilleros para portarlo cruzado en bandolera, asumo yo que por tener el cañón corto.
[4] Beltranena Sinibaldi, Luis. Cómo se produjo la caída de Estrada Cabrera. Edición privada del autor. Guatemala: 1970. Página 32.
[5] Arévalo Martínez. Op. Cit. Página 526. El príncipe había llegado a Guatemala en su yate privado el 5 de abril y subido a ciudad de Guatemala, hospedándose en el Hotel Grace. Al estallar la rebelión unionista el 8 de abril, el príncipe Guillermo quedó atrapado en la ciudad, pero simpatizando inmediatamente con los rebeldes participó entrenándolos.
[6] Beltranena Sinibaldi, Op. Cit. Página 34.
[7] Del Valle Pérez, Hernán. Carlos Herrera. Primer Presidente Democrático del Siglo XX. Fundación Pantaleón, Guatemala: 2003.
La semana trágica (I)
La violenta caída del tirano Manuel Estrada Cabrera
Rodrigo Fernández Ordóñez
El señor presidente Manuel Estrada Cabrera en emisión postal de 1918. Aunque todavía faltaban 2 años para su caída, su régimen empezaba ya a resquebrajarse. (Fuente: http://www.123rf.com/).
Hace 100 años, el 8 de abril de 1920, a la caída de la tarde, un estruendo sacudió la normalmente apacible Ciudad de Guatemala. Las baterías del Fuerte de Matamoros tronaron, bombardeando las goteras de la ciudad al oriente, sede del cuartel Número 3, presuntamente fiel al gobierno provisional de don Carlos Herrera. Al día siguiente, el 9 de abril, las baterías francesas, concentradas en la finca presidencial de La Palma en el suroriente de la ciudad, empezaron también su bombardeo, buscando el centro de la ciudad y la Finca El Zapote, presunto cuartel general de los unionistas. ¿Qué llevó al dictador a tomar la terrible decisión de bombardear una ciudad completamente desprotegida? ¿Qué sucedió después? Las respuestas a estas preguntas constituyen unas de las páginas más hermosas de la historia de nuestro país, y contradictoriamente, de las más desconocidas.
-I-
El inicio de la crisis
La caída del dictador Manuel Estrada Cabrera no puede atribuirse a un solo hecho. El derrumbe del régimen que por 22 años había dictado los destinos de Guatemala entre un espeso clima de violencia y sospecha, puede encontrarse en los sucesos naturales acontecidos entre diciembre de 1917 y enero de 1918, cuando una serie de terremotos y sus violentas réplicas sacudieron a la ciudad, dejándola completamente arrasada. Según el arqueólogo y espía norteamericano, Silvanus Morley, el 90% de la ciudad quedó en escombros, y la totalidad de los servicios de agua y electricidad colapsaron, lo mismo que los caminos que comunicaban a la capital con el resto del país. La gente abandonó las ruinas de sus propiedades y se trasladaron a donde pudieron. Los que tenían posibilidades salieron de la ciudad a vivir en sus casas de descanso, en Escuintla, Amatitlán, Antigua Guatemala, o a sus fincas. Los que no tenían otras propiedades a las que marcharse se desperdigaron en campamentos provisionales que se establecieron en espacios abiertos en la arrasada ciudad, sus parques, plazas, atrios de las iglesias o los potreros de las afueras se acondicionaron para que la gente construyera sus “tembloreras”, champas o carpas en donde pasar el mal rato. Incluso los jardines del boulevard 30 de junio fueron transformados en un gran campamento, donado por la Legación de los Estados Unidos.
Estado en el que quedó la sala de operaciones del Hospital General luego de los terremotos de 1917 y 1918.
Pero las desgracias nunca vienen solas, solían decir las abuelitas, y así el año siguiente, 1919, fue el año de la influenza, que se llevó a no pocas personas, provocando también una aguda crisis de salud, pues los hospitales destruidos unos y desbordados otros no pudieron responder adecuadamente a la epidemia. El gobierno, al parecer, no era capaz de responder con tino y celeridad a las crisis que se venían acumulando. La gente empezó a ver que el régimen hacía agua, que sus funcionarios eran corruptos e incapaces y que el omnipresente Estrada Cabrera se mantenía aislado de la población, escondido tras las alambradas y las cañas del “poste vivo”, que rodeaban a La Palma.
Algunos guatemaltecos se pusieron manos a la obra para encontrar una salida política a este régimen que daba la espalda a los habitantes del país. Así, con ayuda de la Constitución Política de 1879, se funda el Partido Unionista, en diciembre de 1919. Al mes siguiente, el jueves 15 de enero se publicaba en ciudad de Guatemala el primer número del diario El Unionista, con el lema “La palabra de un Hombre Libre vale más que la de siete mil esclavos”. Ese diario publicó en su primera edición, el Acta de Organización del Partido Unionista, que tenía como objetivo: “Dedicar todos nuestros esfuerzos para obtener por medios pacíficos y dentro de la más extricta obediencia a las leyes, el resurgimiento pronto, pero estable, justo y popular de la antigua nación Centroamericana (…) Trabajar, dentro del orden legal, porque el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones que la forma republicana democrática requiere para ser eficaz, sean efectivos y sinceros, así por parte de las autoridades como por la de los ciudadanos, pues de otra manera la Unión será imposible…”
En respuesta a esta iniciativa, el dictador llamó a la capital a los líderes de la Convención Liberal que había promovido su última reelección en 1917, y se fundó un Club nuevo, llamado Juventud Liberal. Este club invitó a la población en general a nombrar delegados de toda la república para participar en un congreso que condenara el Movimiento Unionista, ensalzando la figura del Presidente. Los delegados del interior del país llegaron, pero buscaron la Casa del Pueblo, sede del Partido Unionista, (ubicada en la doce calle entre cuarta y quinta avenidas de la actual zona 1, pared por medio con la Legación estadounidense), para enterarse de lo que estaba pasando. Las grandes marchas de adhesión al presidente no pudieron llevarse a cabo, y en cambio, las ideas unionistas se difundieron por todo el territorio nacional.
El Señor Presidente hizo un último intento por bloquear al Partido Unionista, haciendo que la Asamblea Legislativa declarara que a Estrada Cabrera, en su calidad de Presidente Constitucional de la República, era al único al que correspondía gestionar las actividades relacionadas con la unión centroamericana. Al mismo tiempo, el dictador aumentó la dotación de guardia en La Palma y concentró varias piezas de artillería (francesas de 75mm) con abundante munición, “por si las moscas”.
El clima político en ese enero de 1920 era incierto. Aunque había mucha tensión frente a este presidente parapetado en una finca en las afueras de la ciudad, el optimismo valiente con el que surgió el Movimiento Unionista hizo soñar a muchos. Todos sabían que Estrada Cabrera se había mantenido en el poder gracias a la complacencia de los Estados Unidos, pero de pronto, se dio un cambio de representante diplomático de éste país que agudizó el desconcierto. Con la llegada del nuevo Ministro, Mr. Benton McMillin, crecieron los rumores de que el cambio obedecía al apoyo de Washington al movimiento unionista, mientras que otros lo veían más bien como un espaldarazo de apoyo al dictador. El silencio de McMillin no ayudó a aclarar las cosas, silencio que rompió tan sólo al momento de presentar sus Cartas Credenciales, acto durante el cual dijo que el gobierno de los Estados Unidos se oponía a las medidas revolucionarias, y que no reconocerían un gobierno surgido de un movimiento revolucionario. Un valioso testigo de la época, don Luis Beltranena Sinibaldi explica en su interesante documento “Cómo se produjo la caída de Estrada Cabrera”, afirma que a la llegada del embajador, el Partido Unionista no tenía ningún vínculo con el diplomático. Éste testigo apunta que cuando don Luis Pedro Aguirre logró entrevistarse con el nuevo ministro y sondearlo sobre su posición frente al ideario unionista, éste se limitó a decirle que el Partido Unionista debía esperar la celebración de las nuevas elecciones, y entre tanto, Estrada Cabrera seguiría al frente del gobierno, hasta culminar su período constitucional en 1923.
-II-
La destitución del presidente
Originalmente, la Asamblea Legislativa celebraba sus sesiones en el edificio de la antigua sede de la Sociedad Económica de Amigos del País, en la 9 avenida, (en donde se levanta actualmente eel Congreso de la República), sin embargo en febrero de 1920, Estrada Cabrera les ordenó trasladarse al edificio de la Academia Militar, fuera del perímetro de la ciudad, por supuesta precariedad del edificio de la Asamblea tras los terremotos. El Presidente buscaba evitar así la presencia de la barra de asistentes a las sesiones, además de tener a los diputados en un ambiente controlado por una guardia militar.
Los diputados obedientemente se trasladaron a las nuevas instalaciones al inicio del boulevard 30 de junio (sede del actual Ministerio de la Defensa), pero el Partido Unionista llamó a una marcha en protesta contra la medida y de solidaridad con los representantes. La masiva manifestación se convocó para el 11 de marzo y recorrió toda la 7 avenida hasta el boulevard 30 de junio en apoyo a la Asamblea. Se calcula que alrededor de 30,000 personas participaron en la manifestación.
La manifestación del 11 de marzo avanza frente a la Penitenciaría, en las goteras de la ciudad, rumbo al edificio de la Academia Militar, a donde se había trasladado a los diputados.
El periodista Carlos Wyld Ospina, reconstruyó en las páginas de su ensayo El Autócrata, los sucesos del 11 de marzo:
“El 11 de marzo del mismo mes y año, un inmenso desfile popular, sin precedente en la historia centroamericana como acto cívico, se desenvuelve por las calles de la capital de Guatemala. Va organizado en secciones: cada una levanta una bandera o estandarte, como los ejércitos. El temor a la muerte imprime su espantosa disciplina al escuadrón de ciudadanos.
La Asamblea se reúne en el edificio de la Academia Militar, por orden del autócrata. Quiere él que los representantes legislen en la vecindad de los cañones para que no olviden que el respeto a la fuerza en su más alto deber. A la sazón se encuentra un numeroso grupo de diputados en el edificio, en espera de la manifestación unionista.
Al discurrir el desfile por el bulevar, los esbirros del terrorismo, confundidos con el público espectador, disparan sus revólveres contra la viviente columna en marcha. Por el momento, más que herir, desean provocar: sin duda tal era la consigna recibida en La Palma. Pero una bala hiere a un ciudadano manifestante, joven y de oficio barbero. Al derrumbarse en tierra aquel hombre (Benjamín Castro), una racha de horror sacude los nervios de la multitud. La columna se rompe y arremolina en pánico. Resuenan más disparos: son descargas hechas por las tropas apostadas tras las vallas de boj del bulevar y los muros de la Academia. Dícese que los oficiales y soldados dispararon hacia lo alto, sintiéndose incapaces de fusilar a sus hermanos civiles. Debió de ser así porque ningún otro manifestante fue herido…”.
Continúa el relato de Wyld Ospina:
“…Pasado el primer momento de confusión, la masa humana se sobrepone al terror de la salvaje acometida. Hay escenas patéticas y un gran acto de heroísmo popular. Los compañeros han alzado en brazos al herido, como una bandera santa. Un hombre grita la consigna, dominando el tumulto: ¡Adelante, nadie se detenga, nadie conteste con la fuerza, adelante! (…) La muchedumbre comprende entonces que la salvación está en permanecer unida y pacífica ante el peligro. Para esto le basta con recurrir a su instinto (…) Es el pavor disciplinado.
(…) Al grito de ¡Adelante! Se ha reanudado el desfile. Nadie osa ya detenerlo. Frente a la Academia Militar, un grupo de diputados, con su presidente a la cabeza avanza hacia las puertas para recibir el homenaje popular, pero los centinelas cruzan los fusiles impidiendo el paso a los representantes de la ley. Entonces el licenciado José A. Beteta, uno de los cabecillas políticos de la Asamblea, tiene el gesto oportuno y magnífico de un girondino:
-¡Alto!- grita al oficial que manda la guardia- Las armas nacionales no están en vuestras manos para atacar a la representación del pueblo sino para rendirle honores. ¡Capitán: mande presentar las armas!
Y el capitán obedeció.”
En La Palma estaban acantonados en esos momentos alrededor de 800 soldados momostecos, conocidos por su disciplina y capacidad militar, puestos al mando del general José María Letona, diputado de la Asamblea, Subsecretario de la Guerra y hombre incondicional del régimen. La tropa en medio de la tensión que venía acumulando, mal comida y mal tratada, empezó a desertar. Al enterarse, el dictador llamó al general Letona y frente a otros oficiales lo insultó y lo golpeó con la cacha de su revólver, acusándolo de cobarde y negligente. Letona abandonó La Palma y se refugió temporalmente en la Legación de Inglaterra (13 calle y 9 avenida). En respuesta, Estrada Cabrera dispuso cambios inmediatos en su gabinete, integrando al entonces coronel Jorge Ubico y al general José María Orellana.
Entre tanto, ante la masiva manifestación popular, la Asamblea decidió regresar a su sede en el centro de la ciudad, desobedeciendo al dictador. Esta medida de abierto desafío, fue interpretada por la gente como un síntoma de la inminente caída del Estrada Cabrera.
La noche del 7 de abril, los liberales que habían apoyado al dictador se dieron cuenta de que la situación era insostenible. Liderados por un conocido colaborador del régimen, Adrián Vidaurre, llamaron a representantes del Partido Unionista y decidieron pactar. A cambio de la suma de votos para deshacerse del dictador, pidieron poner en la presidencia provisional a un hombre de confianza y varias carteras del gabinete. Esa noche dispusieron que a la mañana siguiente, a primera hora, se reuniera la Asamblea Legislativa a tratar el tema del futuro político del país.
Maravillosa fotografía de la mañana del 8 de abril de 1920, completamente tomada por la población, en espera de lo que decida la Asamblea Legislativa sobre el futuro del dictador atrincherado en La Palma.
El 8 de abril de 1920, amaneció con el edificio de la Asamblea Legislativa completamente abarrotado. Desbordado de gente, ocuparon los techos vecinos y calles circundantes. Algunos diputados se escondían en sus casas para no presentarse a la sesión, así que la gente organizó piquetes de ciudadanos que fueron a sus residencias y los llevaron obligados, algunos incluso, cargados. A las 8 de la mañana se abrió la sesión, procediéndose a la lectura del minucioso relato del incidente del general Letona, terminando con la solicitud del licenciado Rafael Piñol y Batres de que el presidente fuera retirado del cargo, pues su actitud errática o desorden mental comprometía los intereses de la República. En la solicitud se establecía que al Señor Presidente se le ofrecían todas las garantías necesarias para su persona y familia para salir del país, en busca de una cura en el extranjero. Horas después, a eso de las 11 de la mañana, se terminó la sesión, separando a don Manuel Estrada Cabrera del cargo y nombrando al Primer Designado, don Carlos Herrera como encargado de la presidencia interinamente. Cuando se supo el resultado de la sesión, la ciudad entera atronó con dobles de campanas y sirenas de las locomotoras del ferrocarril.
Histórica fotografía del 8 de abril de 1920, cuando el ya presidente provisional Carlos Herrera abandona la sede de la Asamblea Legislativa.
La historia del país en un solo vistazo
La proeza técnica de Guillermo Grajeda Mena de
fundir ‘in situ’ el mural ‘La Conquista’
Rodrigo Fernández Ordóñez
-I-
Las fotografías
Gracias a la familia del artista Guillermo Grajeda Mena, el departamento de Educación de la Universidad Francisco Marroquín tiene en su poder copia de 9 fascinantes fotografías sobre la ejecución del mural La Conquista, que ilustran a grandes rasgos el arriesgado proceso de fundición ‘in situ’ de la imponente obra. Personalmente, el contemplar estas imágenes me llenó de mucha emoción, no solo por ser un admirador de la obra de Grajeda Mena, (por su maestría en el dibujo, en los que con unos pocos trazos concentra la complejidad de una figura y su fuerza), sino también por documentar el proceso de ejecución del mural, ya que demuestra el total control de la técnica de fundición en el lugar y su impecable resultado. Emoción adicional me provoca poder poner, con autorización de la familia del gran artista, a disposición del público estas imágenes, testigos de una proeza artística que lleva contando la historia patria desde su muro de concreto por más de medio siglo.
Imagen 1. El artista Guillermo Grajeda Mena al pie de las obras del Palacio Municipal, Centro Cívico, 1957.
Imagen 2. Detalle de la formaleta que se fundió directamente, adosada al muro poniente de la Municipalidad, en la que se puede observar con sorprendente detalle que las líneas que trazan la figura del religioso han sido formadas con varillas de hierro y los relieves más altos con madera. |
Imagen 3. Detalle de la formaleta con que se fundió la imagen de la mujer indígena que acepta en actitud de sumisión, la fe cristiana del religioso recién llegado. Al igual que la anterior figura, las líneas han sido trazadas en la formaleta con varillas de hierro. |
Imágenes 4 y 5. Proceso de instalación de las formaletas directamente en la cara del muro del edificio. En la imagen de arriba pueden verse los hierros fundidos al muro en los cuales se amarran las formaletas (derecha). El proceso de amarre del “negativo” de la obra al muro para su posterior fundición en el lugar (in situ), denota el dominio de la técnica por el artista, que para reforzar y asegurar las estructuras, las encierra en una rejilla de hierro adicional, de forma que la imagen se imprima perfectamente en el cemento. |
Imagen 5. |
Imágenes 6 y 7. Proceso de retiro de las formaletas. En ambas imágenes se puede observar ya el “positivo” de la imagen impresa directamente en el muro del edificio. En ambas imágenes puede verse claramente el proceso de instalación por fases de la formaleta, por ejemplo, se aprecia que al lado de la contundente figura del conquistador, apenas se va dibujando la del misionero, cuyo brazo ya está impreso pero falta el resto del cuerpo, sujeto aún bajo la rejilla de hierro. Se puede apreciar en estas fascinantes imágenes las imperfecciones y suciedades que quedan impregnadas en el muro, inevitables por la técnica utilizada. |
Imagen 7 |
Imágenes 8 y 9. Interesantes fotografías del antes y después de la fundición del mural La Conquista, en las que se puede apreciar las dimensiones del trabajo realizado. El intrincado andamiaje fue necesario no solamente para la fundición del mural de Grajeda Mena, sino para el resto de la cara poniente del Palacio Municipal. |
Imagen 9 |
Imagen 10. Estado actual del mural de Guillermo Grajeda Mena, que rebasa ya el medio siglo de contarnos la síntesis de la historia nacional.
-II-
En la primera cápsula de historia que publicamos en este espacio, gracias a la iniciativa y el interés de Claudia Marves, recorrimos las monumentales estructuras del Centro Cívico, y nos detuvimos unos párrafos para hablar del maravilloso mural de Grajeda Mena que decora el Palacio Municipal, y que junto con el mural de Dagoberto Vásquez (que decora la cara oculta de la torre del Banco de Guatemala), son personalmente, mis favoritos, tanto por su impecable ejecución, como por la audacia de la propuesta temática de ambos artistas. En esa ocasión, visitamos un texto de la historiadora Irma Lorenzana de Luján, y afirmábamos, y disculpen que me cite a mí mismo:
“El mural de Guillermo Grajeda Mena está dominado por las imponentes figuras del conquistador y del evangelizador, transmitiendo precisamente el drama de la imposición que constituye toda conquista. En el análisis que del mural realizó la licenciada Irma Lorenzana de Luján, apunta:
“Las dos figuras poseen una jerarquía plástica dentro del conjunto, ya que las percibimos como unidad, independientemente que una represente al guerrero y la otra al evangelizador. Pero las dos representan la fuerza de la represión, una por medio de la fuerza y la otra por la persuasión religiosa…” [1]
A los lados dos figuras femeninas, una en actitud de sumisión, acerca una ofrenda al conquistador. Del otro lado, otra figura femenina acepta la fe del evangelizador. Es la síntesis de la historia de Guatemala que ofrece Mena, en su obra, la primera en ser fundida in situ, en el concreto de la fachada. La característica principal de este mural según la autora citada arriba, es que el orden de la imagen y sus símbolos dominan en la composición, transmitiendo el significado completo de su idea en un solo vistazo a la obra.
El conjunto, lo explica nuevamente Lorenzana de Luján:
“Cada figura posee en sí las propiedades que salvaguardan la identidad de su papel en el mural. Para que no quede duda al respecto a la fuerza que representan, la figura frontal y agresiva del conquistador y, en segundo plano, la del evangelizador, el Maestro Grajeda Mena colocó muy claramente una J estilizada con un punto. Esta marca, según el autor, es la forma del hierro con el cual se marcaba a los indios esclavos, produciendo una clara determinación plástica lograda por la selección y ordenamiento iconográfico para tal fin, es decir, aquellos en los que los criterios de eficacia visual y emocional, actúen fuertemente sobre el espectador.”[2]
Adicionalmente, y para contar con más datos que nos permitan reconstruir la forma en que se ejecutó el hermoso mural, transcribo una noticia que me dio vía electrónica Luis Gustavo Grajeda, nieto del artista:
“…Según me contaba mi abuelo, se hizo un dibujo en tamaño real del bajorelieve, para sobre él doblar las varillas de hierro. Se hicieron en el piso de la propia Municipalidad, aprovechando los espacios vacíos. De allí se trasladaban a la fundición en el muro. O sea que hubo un dibujo tamaño real. Para hacerlo hubo que cuadricular un dibujo a escala, que es el que está en el Museo de Arte Moderno ‘Carlos Mérida’ (…) Según me comentó Guillermo Monsanto, por razones políticas, Dagoberto Vásquez fue exilado a Costa Rica, en el tiempo de la fundición del bajorelieve diseñado por él, por lo que a mi abuelo le tocó supervisar esa fundición también. El bajorelieve de Dagoberto se fundió primero…”
[1] Lorenzana de Luján, Irma. El Mural en Guatemala. Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Trabajo de licenciatura para optar al grado de Licenciada en Arte. Guatemala: 1994. Página 52.
[2] Lorenzana de Luján. Op. Cit. Página 52.
Un país para contemplar: el mapa en relieve de la República de Guatemala
Rodrigo Fernández Ordóñez
“En la discusión de puntos políticos la palabra pueblos no significa Chinautla o Sumpango, significa Nación; y Nación es la colección de los individuos que la componen.”
José Cecilio del Valle. El Amigo de la Patria. (Número 3, Folio 35, 3 de noviembre de 1820).
-I-
Postal conmemorativa del Mapa en Relieve. Fuente: skyscrapercity, foro de la ciudad de Guatemala.
Puedo decirlo con seguridad: he tenido mucha suerte en cuanto a las personas a las que he conocido, muchas veces de forma inesperada. Este es el caso del señor Roberto Urrutia Evans, a quien conocí por intermedio de mi esposa, María Mercedes, por circunstancias que no viene a cuento relatar aquí, pero que me permitieron asomarme a la historia de Guatemala de una forma muy especial.
A don Roberto lo visitábamos una vez al mes en su casa ubicada en el centro histórico, cerca de la avenida Centroamérica. Nos recibía en un estudio lleno de estantes con documentos y un macizo escritorio invadido por los papeles. En esa pequeña habitación tuve el privilegio de sostener en mis manos un teodolito propiedad del ingeniero Claudio Urrutia, hojear un buen conjunto de documentos y mapas firmados por el ingeniero Urrutia y por el ingeniero Francisco Vela (en fotocopia, pues los originales los guarda una hermana en los Estados Unidos) y varias fotografías de los trabajos y viajes de don Claudio. Además, don Roberto, que a pesar de su avanzada edad tenía una mente lúcida y una memoria impecable, nos contaba anécdotas de su padre, con unos ojos que brillaban gracias a una nada disimulada admiración. El era un fiero defensor del papel protagónico de su padre en la construcción del mapa en relieve y en la elaboración de los mapas de campo que se utilizaron para levantarlo. Sumado a ello, contaba sus historias personales sobre las más de cinco décadas de trabajo en la Empresa Eléctrica de Guatemala y del país que fue cambiando con el paso de los años. Siempre tuvo un recuerdo nuevo que compartir con cada visita y siempre nos recibía con una sonrisa. La última vez que lo vi y conversé con él fue en mi boda, hace ya casi siete años y no mucho tiempo después falleció. Dedico a su memoria estos apuntes con todo el cariño y la gratitud por compartir con un desconocido sus historias familiares.
-II-
El Mapa en Relieve fue construido por orden del entonces presidente Manuel Estrada Cabrera, con intenciones pedagógicas, y por ello fue levantado en los terrenos del Hipódromo del Norte, justo a un costado del Templo de Minerva, en donde año con año se celebraban las Fiestas Minervalias en honor y loor del oscuro mandatario. El Hipódromo del Norte, al final de la Avenida Minerva (hoy Simeón Cañas), era el escenario de desfiles, lecturas de poemas, discursos laudatorios y apretones de manos con que todos pretendían congraciarse con el dictador, y la idea era crear un parque consagrado a la educación y al esparcimiento, que buena falta nos hace incluso ahora, a más de cien años de distancia.
Al respecto de las festividades y de su espacio físico comenta Mynor Carrera Mejía:
“El área de Minerva se fue convirtiendo en un parque recreativo y cultural para los pobladores capitalinos. Aparte del Templo de Minerva, se mandó a construir un mapa en relieve de Guatemala. Este tenía posibilidades de ser observado desde atalayas construidas para el efecto. El mapa cumplió su papel didáctico para los niños de las escuelas de la ciudad capital. Asimismo, permitió la visualización del país, sus accidentes geográficos y sus comunicaciones…”[1]
El Mapa en Relieve puede ser visto también como la materialización de una de las líneas del discurso liberal de la época: el empuje del país hacia la modernidad. Tal y como lo señala arriba Carrera Mejía, gracias a esta obra los estudiantes podían observar con todo detalle y de un solo vistazo las complejidades topográficas de nuestro país y aprender de él. El solo hecho de levantar los planos de ingeniería para poder reproducir el país en un espacio de limitadas extensiones era un ejercicio de modernidad y tecnología para los visitantes. Pero no solo se representaron los accidentes geográficos: también se señaló en el mapa los campos de explotación minera, de petróleo, las líneas férreas tendidas, las carreteras principales y secundarias, puentes tendidos (pintados en rojo, para darles realce) y los muelles de los principales puertos, señalados con orgullosamene con un rótulo decorado con un ancla: Champerico, Ocos y Puerto de San José en el Pacífico y Puerto Barrios en el Atlántico. También corría agua por los ríos y lagos señalados en el mapa, así como en los océanos, implicando una moderna y esmerada estructura hidráulica invisible, denotando avanzadas técnicas de construcción. Adicionalmente, señala Carrera, el mapa era “Otra manera de procurarle identidad al espacio liberal que concebía a Guatemala como república y, aunque ligada históricamente, se encontraba separada del resto de las repúblicas centroamericanas…”[2], es decir que por su medio, se pretendía crear una imagen concreta de identidad nacional para quien lo visitara.
No puedo dejar de mencionar que en uno de los artículos más conocidos del brillante intelectual José Cecilio del Valle publicado en su periódico El Amigo de la Patria, había urgido a las autoridades sobre la necesidad de llevar estadísticas y levantar mapas adecuados de la naciente república, resumiendo sus razones en una frase concisa, lúcida y luminosa: “Un gobierno que no conoce las tierras de la nación que rige, ni los frutos que producen, ni los hombres que las pueblan es un ciego que no ve la casa que habita…”[3], frase que en su belleza resume toda esa ansia de conocimiento que embargaba a los hombres de la ilustración, del que nuestro compatriota fue dignísimo representante. Así, el gobierno de Estrada Cabrera, consciente o inconscientemente hacía suya, mediante la hermosa obra del mapa, una máxima de la ilustración: “No se puede gobernar lo que no se conoce”.
De acuerdo a la escritora María Elena Schlesinger, la idea del mapa fue del ingeniero Francisco Vela, a quien Estrada Cabrera había encomendado en mayo de 1903, el diseño y construcción de los jardines que decoraran el terreno del Hipódromo del Norte. De acuerdo a esta autora, Vela propuso entonces la construcción de un mapa de la República a escala, pues el militar había recorrido su territorio a lomos de mula, recopilando numerosos datos topográficos. “Dos meses después el Presidente tenía ante sí una bella maqueta de un metro cuadrado, en donde se podía apreciar la belleza del proyecto.”[4]
-III-
El Presidente Estrada Cabrera se entusiasmó con la propuesta del ingeniero Vela, “…y el acuerdo para dar inicio a la obra quedó firmado el 30 de julio de 1903.”[5] La construcción inició el 17 de abril de 1904, siendo finalizada 18 meses después.
“Junto a Vela colaboraron los ingenieros Claudio Urrutia y Ernesto Aparicio, los dibujantes Eduardo Castellanos, Salvador Castillo y Eugenio Rosal, el artista Domingo Penedo y el maestro de obras Cruz Zaldaña, así como un grupo de obreros que hicieron posible su ejecución pero cuyos nombres quedaron perdidos en el tiempo.”[6]
La obra fue entregada por el ingeniero Vela el 28 de octubre de 1905 e inaugurada por Estrada Cabrera al día siguiente, como parte del programa de las Fiestas Minervalias de 1905, celebradas del 29 al 31 de octubre de ese año. Estas fiestas tuvieron varios puntos especiales en su programa, siendo el primero y más importante la inauguración del Mapa en Relieve. Otro punto de importancia adicional fue la filmación de las festividades y su proyección al público el 7 de noviembre[7] de ese año y la introducción del militarismo en unas festividades en las que hasta ese año había destacado el civismo.
Sin embargo, es importante señalar que el ingeniero Francisco Vela, quien fuera comisionado por el presidente para la construcción de la obra, subcontrató al ingeniero Claudio Urrutia para su realización, de acuerdo a un contrato firmado por ambos el 5 de julio de 1903. Este era un punto que don Roberto me señalaba con énfasis cada vez que salía el mapa en nuestras conversaciones, y que según él en la historia nacional no se le hacía justicia a los esfuerzos de don Claudio Urrutia, quien incluso aportó sus propios datos y mediciones del país, realizados durante sus incontables viajes. En una ocasión, al preguntarle yo la razón por la que se había querido desplazar al ingeniero Urrutia de la coautoría del hermoso proyecto, su hijo me explicó que fue más por celos profesionales que por alguna decisión personal de Vela, quien era amigo de su padre. De acuerdo con don Roberto, el ejército era muy celoso de su prestigio, y dado que don Francisco Vela era ingeniero y militar, fue convertido en la imagen de ese ejército moderno y tecnificado, capaz de ejecutar la más difícil obra. Habría que recordar que don Franciso Vela no sólo fue director de la Escuela Politécnica, máxima institución para la instrucción de la oficialidad de la fuerza armada, sino que también fue decano de la Facultad de Ingeniería de 1898 a 1900, es decir, que llegó a la cabeza de las dos instituciones que en su época representaban el progreso y la modernidad.
El contrato lo pude leer en fotocopia en más de una ocasión, y más por vergüenza que por otra cosa nunca le solicité a don Roberto una reproducción de ése y otros documentos interesantes, como unas cartas enviadas por el ingeniero Urrutia a su colega Vela. Siempre me arrepentí de esta pena injustificada frente al gran beneficio intelectual que suponía, además que era un trozo valioso de la historia nacional, pero afortunadamente en mis investigaciones hemerográficas, pude encontrar una reproducción literal del mismo, publicado en el diario Prensa Libre el 4 de julio de 1996 por un periodista que firma la nota lastimosamente únicamente con sus iniciales: JAP. Por el interés de dicho documento y con la intención de sacarlo de las cenizas del tiempo y el olvido lo transcribo a continuación tal y como apareció publicado por el periódico:
“Francisco Vela por una parte, en concepto de contratista para desarrollar la idea del presidente Estrada Cabrera, sobre representar en relieve el territorio de la República, y por otra parte Claudio Urrutia, han celebrado el contrato siguiente:
- El señor Urrutia se compromete y obliga a coadyuvar a dicha obra con el carácter de primer ingeniero subdirector.
- Al suplir al señor Vela en su ausencia y en su carácter de director, haciéndose responsable del orden y de satisfacer las dudas técnicas que ocurran en este asunto.
- Tendrá a su cargo el replanteo topográfico del mapa de la República, revisión y corrección de los dibujos y la segunda inspección de los trabajos, correspondiéndole la primera en ausencia del director.
- A trabajar todo el tiempo necesario a fin de poder terminar la obra el 30 de octubre del presente año de 1903.
- A proporcionar los datos geográficos e hidrográficos necesarios a la ejecución del presente contrato, cooperando con el director a la redacción de un folleto sobre la descripción de la República.
- A pagar por su cuenta [tachado se lee: si lo necesitara] un ayudante de ingeniero y en caso de enfermedad a dar un sustituto que pueda hacer sus veces a satisfacción.
- A no traspasar el presente contrato.
- A pagar por su cuenta cualquier trabajo relacionado con su cargo y que no quiera hacerlo personalmente.
- El señor Vela se compromete y obliga a pagar al señor Urrutia para el desempeño de su cargo con quien figura en el presente contrato la suma de $2,000 o sean $5,000 por el término de 4 meses.
- A computar el presente mes así como el de octubre próximo como si fueran completos.
- A dar por vía de anticipo la suma de $2,000 y el resto hasta completar $5,000, por quincenas proporcionales vencidas y devengadas a razón de $500 cada una.
13. Y último, cualquiera dificultad o interpretación de este contrato será resuelto por árbitros nombrados uno por cada parte y en caso de discordia los mismos árbitros nombrarán un tercero cuya desición (sic) será resolutiva. Firmándose uno de este tenor con tres fojas útiles que se depositarán en la Secretaría de esta Empresa. Guatemala, 5 de julio de 1903.
Se adiciona la cláusula No. 12: 12. Si el tiempo de entrega de la obra se prorrogase por caso fortuito o fuerza mayor, el Ing. Urrutia continuará trabajando hasta dar cumplimiento al compromiso que le marca este contrato.”[8]
Sin embargo, las obras no pudieron empezar inmediatamente después de firmado el contrato, pues de acuerdo a la información que nos proporciona JAP, el presidente se tardó 10 meses en elegir el terreno para levantar tan importante monumento, y transcribe, de forma afortunada una carta que el ingeniero Vela le dirige a su colaborador Claudio Urrutia:
“F.C. Abril de 1904. Muy estimado Claudio: Te saludo con el cariño de siempre y te participo que ayer fuimos a elegir el terreno. Es tiempo pues de arreglar nuestro contrato y te suplico busques al notario que nos amarre, pues el Presidente desea comenzar esta semana y yo le dije que estaba todo arreglado para ello. Por muy urgente trabajo hoy, y tener que ir al ministerio no voy a verte, pero si tú vienes yo iré mañana en la mañana. Tu amigo y Servidor Franco: Vela.”[9]
El ingeniero Claudio Urrutia (al pie de la escalera) con sus colaboradores durante uno de sus recorridos por el país. Urrutia fue presidente de varias comisiones geográficas y de establecimiento de límites entre la República de Guatemala y sus vecinos.(Fuente: Revista D, Prensa Libre, número 69, 30 de octubre de 2005, versión electrónica).
-IV-
El terreno sobre el que se levantó el monumento, ubicado en el lado oeste del Templo de Minerva, cubría un área de 2,500 metros cudrados. El mapa tiene 52 metros por lado y para efectos de encajar el mapa en el espacio designado para el monumento, el mapa en relieve fue elaborado a una escala horizontal 1/10,000 y con una escala vertical 1/2000. De acuerdo a Schlesinger, en su interesante y ameno artículo que ya hemos citado: “La utilización de esta escala vertical, cinco veces mayor que la horizontal, se siguió con el propósito de que se pudieran apreciar mejor las pendientes, y poder así proyectar una idea más clara de la topografía del país.”
Vista de las obras de cimentación del Mapa en Relieve, con los trabajadores en segundo plano, y el Templo de Minerva al fondo. (Fuente Skyscrapercity, foro de la ciudad de Guatemala).
La totalidad del mapa está rodeada por una sólida balaustrada de cemento de 90 centímetros de altura y un perímetro aproximado de 215 metros, que ostenta una serie de 6 medallones decorativos que se repiten de forma intercalada. Estos medallones son ovalados bajo relieves en el anverso, que representan alegorías y símbolos de la historia de Guatemala. La balaustrada fue construida en el taller artístico industrial A. Doninelli & Cía. Don Antonio Doninelli también efectuó el acabado final de la textura de la superficie del mapa, una especie de “granceado”, que simula la realidad y color verde americano. Como dato interesante adicional, cabe apuntar que el señor Doninelli también construyó el Templo de Minerva, a cuyos pies se tendía originalmente el hermoso mapa en relieve de nuestro país.
-V-
La historia reivindicó posteriormente al ingeniero Claudio Urrutia, pues en el monumento a la entrada del Mapa en Relieve, que contiene una escultura en bajo relieve del maestro Galeotti Torres, se levanta un pedestal doble en el que reposan los bustos de Francisco Vela y de Claudio Urrutia.
Para terminar en un plano meramente anecdótico. El busto del ingeniero Francisco Vela originalmente fue esculpido a la manera clásica, en la que aparecía con el pecho descubierto, detalle que no agradó a alguien, quien exigió que se le representara con su casaca de militar. El busto a la usanza clásica pude admirarlo en el despacho del actor e historiador del arte Guillermo Monsanto, quien tuvo la amabilidad de mostrármelo.
Bajo relieve del gran escultor Rodolfo Galeotti Torres que representa al ingeniero Francisco Vela realizando mediciones de campo para la realización del mapa en relieve. (Fuente: Skyscrapercity, foro de la ciudad de Guatemala).
[1] Carrera Mejía, Mynor. Minerva en el Trópico. Fiestas Escolares durante el Gobierno de Manuel Estrada Cabrera, Guatemala 1899-1919. Editorial Caudal, Guatemala: 2005. Página 46.
[2] Carrera Mejía. Op. Cit. Página 46.
[3] Del Valle, José Cecilio. El Amigo de la Patria. Tomo Primero. Editorial José de Pineda Ibarra. Guatemala: 1969. Página 165.
[4] Schlesinger, María Elena. Mapa en relieve, una obra perpetua. Revista Crónica, Primera época, año III, 16 de febrero de 1990. Página 49.
[5] Schlesinger. Op. Cit. Página 49.
[6] Paniagua, Rosa María. Mapa en Relieve, la geografía hecha monumento. Siglo Veintiuno, 1 de julio de 1994.
[7] Carrera Mejía. Op. Cit. Página 81.
[8] JAP. Construcción del mapa en relieve se realizó en sólo 18 meses. Diario Prensa Libre, 4 de julio de 1996.