Charlie Sugar al poder (II)

La breve presidencia de Carlos Herrera

 

Rodrigo Fernández Ordóñez

 

Patio de la Cervecería Centroamericana, escenario de una de las primeras huelgas que aquejaron al gobierno de don Carlos Herrera.

Patio de la Cervecería Centroamericana, escenario de una de las primeras huelgas que aquejaron al gobierno de don Carlos Herrera.

 

-I-

La Presidencia Constitucional 

Mediante Decreto 754 del 20 de abril de 1920, se convocó a elecciones populares para presidente de la república, para celebrarse durante siete días, del 23 al 29 de agosto de ese año, evento para el cual el gobierno despachó 555,000 boletas de ciudadanía; 141 libros para anotar votos; 280 libros para inscripción de ciudadanos y 335 leyes y reglamentos de elecciones. Resultó electo don Carlos Herrera con un total de 240,000 votos, en segundo lugar José León Castillo con 7,000 y en tercer lugar Francisco Fuentes, con 5,600 votos.

El 13 de septiembre de 1920, la Asamblea Nacional Legislativa proclamó a don Carlos Herrera presidente constitucional de la república, para un período de seis años que terminaría en 1927, comenzando el 15 de marzo de 1921. Como primer designado a la Presidencia fue electo el diputado José Ernesto Zelaya. Dice Del Valle: “…Hernández de León dice que la ceremonia de investidura de Don Carlos se llevó a cabo el miércoles 15 de septiembre, a las nueve de la mañana, bajo la suave lluvia de un día tristón, nebuloso y húmedo…”.

La presidencia de Herrera, tanto la provisional como la constitucional estuvieron asediadas por una aguda crisis económica, detonada por los terremotos de 1917-1918, la epidemia de escarlatina de 1919 y los hechos políticos de 1920, que llevaron a la cotización del peso frente al dólar de 32.30 por 1, en 1920, y que en diciembre de 1921 ya alcanzaba 41.50 por 1. Adicionalmente, el precio del café sufrió una fuerte caída en su cotización en el mercado internacional, llegando a los 8 dólares por quintal. El precio del azúcar también bajó, causando graves daños a la economía nacional.

No obstante los problemas económicos, el gobierno por medio de la Secretaría de Fomento, impulsó la mejora de la infraestructura en el interior del país. El 1 de febrero de 1921 se dio inicio a los trabajos de habilitación de la carretera para automóviles desde el límite del departamento de Quiché hasta Totonicapán. También se tomaron medidas para mejorar y reparar las líneas de telégrafo y teléfono en toda la república, esfuerzo considerable teniendo en cuenta que había 231 oficinas telegráficas y 1180 telefonistas y telegrafistas, mejorándose también sus salarios. Se reabrió el canal de Chiquimulilla, que estaba azolvado, vía que se consideraba de mucha importancia para el comercio y la comunicación entre el Puerto de San José y la frontera con El Salvador, para lo cual se contrató a Arturo Aparicio C, quien por la suma de $14,000 oro americano, se comprometió a poner esa vía en perfecto estado de navegación.

A principios de 1921 sonó la alarma por casos de fiebre amarilla en Puerto Barrios y en La Democracia, Escuintla, pero el gobierno tomó medidas inmediatas, lo que según el historiador Del Valle, “…había merecido la felicitación del doctor White, médico de la Institución Rockefeller”. Ese mismo año de 1921 se creó la cartera de Agricultura en el gabinete, como un intento de educar con procedimientos científicos y modernos a los agricultores en nuevos cultivos y mejorar los existentes, así como para explorar la diversificación de cultivos en el país. Se fundó la Dirección y Administración de Estadísticas Agrícolas y una Escuela Agrícola en la finca nacional La Aurora.

Para tecnificar al Ejército se contrató al Gobierno francés, que llevaría a cabo una misión militar para actualizar los conocimientos técnicos y prácticos en artillería e infantería de la institución; así como también a un instructor de aviación que planteó la fundación de una Escuela de Mecánica de Aviación el 12 de marzo de 1921, con dos aviadores franceses en su dirección.

El director general de Estadística, Diego Polanco, levantó el IV Censo General de Población, tras 28 años de no realizarse. Se determinó que la población, en agosto de 1921, alcanzaba los 2,004,900 en toda la república y que en la capital vivían 112,086 vecinos.

El 24 de junio de 1921, considerando que el estado de guerra entre Guatemala y el Imperio alemán había terminado, se acordó levantar la intervención de los bienes, derechos y acciones de personas naturales o jurídicas que se encontraban entonces bajo la administración de la Intendencia General de Gobierno.

Sin embargo, pese a los esfuerzos del gobierno de ir solucionando los problemas que aquejaban al país, el descontento dentro de las filas del Ejército continuó, estallando esporádicamente asonadas e intentonas en los distintos cuarteles de la República. Informa Del Valle: “…De poco sirvió el acuerdo de los secretarios de Estado. A finales de ese mes se produjo un levantamiento armado en Oriente. El Gobierno destacó un cuerpo de tropa al mando del comandante Marcelo Soto. El 5 de agosto de 1921 hubo un levantamiento en San Agustín Acasaguastlán (El Progreso), donde los alzados asesinaron al comandante local. Se enviaron tropas que capturaron a 130 personas, que llevaron a Zacapa para su indagatoria…”. Según apunta el biógrafo de Herrera, entre los papeles del expresidente se encontraron varias notas encontradas en la celda de Estrada Cabrera, en donde constaba que sus familiares le requerían al exdictador la entrega de US$5,000 para comprar a seis generales. No sabemos si don Manuel estuvo detrás de la inestabilidad política que asedió al gobierno de Herrera, pero es muy probable que al menos lo contactaran para asesorarse o lo buscaran para respaldar a algún grupo. El descontento del Ejército parece provenir de una fuerte desmovilización de efectivos, que redujo a la institución de 12,000 a 4,000 hombres, recorte que el presidente pensaba utilizar en adiestrar, reorganizar y mejorar los salarios de la tropa que quedó.

Adicionalmente, por razón de la crisis y de la inflación, estallaron huelgas que fueron complicándole la situación al gobierno desde el año anterior, porque el 24 de mayo de 1920 los ferrocarrileros paralizaron el servicio de trenes de la IRCA. A esta huelga le siguieron otras: en la Cervecería Centroamericana, continuaron los panaderos, los barberos, los telegrafistas de la ciudad capital y de Quetzaltenango, que llevaron a modificar ciertas condiciones laborales. La más importante fue la reducción de la jornada a 8 horas diarias.

Hermosa fotografía del Palacio del Centenario, levantado en el lugar en donde hoy se encuentra la Concha Acústica. La noche del 14 de septiembre de 1921 se realizó un baile de gala, al que asistieron casi 4,000 personas.

Hermosa fotografía del Palacio del Centenario, levantado en el lugar en donde hoy se encuentra la Concha Acústica. La noche del 14 de septiembre de 1921 se realizó un baile de gala, al que asistieron casi 4,000 personas.

Un importante evento coincidió con la presidencia de Herrera: el primer centenario de la independencia del Reino de Guatemala de España. Para realizar los festejos de la importante conmemoración, el gobierno levantó el Palacio del Centenario en la parte oriental de la Plaza de Armas, en donde originalmente se hallaba el antiguo palacio de los capitanes generales, derrumbado por los terremotos de 1917-1918. El nuevo palacio tenía espacio para albergar a 3,000 personas. Según descripción del Diario de Centro América, citado por Del Valle, el palacio “…era de admirar su arquitectura sencilla, sin los requiebros de ornamentaciones tan comunes. Un diario capitalino lo comparó con un jardín inglés, gracias a los trabajos que durante dos meses dispuso el Alcalde José Cordón Horjales. Tenía senderos enarenados que convergían al vestíbulo de mármol, con varios árboles trasplantados a este sitio, donde antes hubo escombros. Las palmeras traídas de la costa formaban abanicos. Muchas estatuas de mármol que se creían desaparecidas después de los terremotos, reaparecieron en el cercano jardín junto a surtidores con juegos de luces. En este palacio se aplicaron técnicas acústicas y fue diseñado para conciertos, teatro, bailes y ceremonias; constaba de tres ambientes, con anchos portones para salida de emergencias. El artista Iriarte pintó los murales…”.

 

Como parte de los festejos se inauguró, en la llamada plazuela Reina Barrios, la estatua ecuestre del ex presidente José María Reina Barrios en la Avenida de La Reforma, levantada sobre un pedestal realizado por Gerónimo J. Conde. La hija del militar, señora Concepción Reina Barrios de Gesser fue quien develó la estatua.

 

-II-

El golpe de Estado

Las conspiraciones en contra del gobierno de Herrera continuaron dentro de las filas del ejército, hasta crear un ambiente de zozobra política que se reflejó claramente en la Huelga de Dolores celebrada ese año. Los estudiantes universitarios escribieron una canción dedicada a estas amenazas constantes de cuartelazo, titulada Charles, con letra de José Luis Balcárcel:

“En una casa enfrente/ del cuartel general/ encerrado vive sugar/jefe constitucional// Cerradas las ventanas/ y sin poderlo ver,/ bayonetas a la entrada/ chafarotes por doquier.// Charles, te van a derrocar/ Charles, peligra tu poder/ Charles, que tu eres bueno/ pero hay perfidia en derredor.// Charles a un cachureco/ empleo concedió,/ y visto esto por los líderes,/ codicia despertó.// Charles, te van a derrocar/ Charles, peligra tu poder/ Charles, no seas tan bueno/ Charles te van a derrocar…!!”

En la noche del lunes 5 de diciembre de 1921, el presidente Herrera se reunió con su gabinete de 7 a 8 de la noche, y por la crecida tensión que imperaba en el ambiente, se decidieron declarar el estado de sitio para el día siguiente. En esa reunión, su secretario de la Guerra, general Rodolfo A. Mendoza informó al gabinete que tenía plena confianza en la jefatura de los cuarteles, y que había recorrido esa misma jornada las guarniciones, encontrándolas en absoluta tranquilidad y que todo estaba preparado en todo caso, para la defensa del Estado.

Esa misma noche, cerca de las 10, relata Hernán del Valle, llegaron a la Casa de Gobierno los líderes unionistas Emilio Escamilla y Luis Pedro Aguirre a comunicarle que el cuartel Guardia de Honor, que se encontraba a un costado del Palacio Centenerario, se había levantado en armas. Momentos después, los generales José María Orellana, Miguel Larrave y José María Lima, acompañados por el propio Ministro de la Guerra, general Mendoza, se presentaron al presidente Herrera para comunicarle que los tres primeros contaban con el respaldo de todos los cuarteles de la república y que evitar la anarquía dependía de la decisión de Herrera de renunciar. El Presidente, a sabiendas de que el golpe estaba fraguado por el Partido Liberal Federalista (antiguos miembros del cabrerismo), llamó a su Junta Directiva, que se presentó completa y habló por medio de don Adrián Recinos, quien expuso las motivaciones del alzamiento, argumentando que la disolución de la Asamblea Legislativa cabrerista había sido anómala y que en consecuencia, la nueva legislatura no era legítima, y que al haber ésta escogido a los miembros del Poder Judicial, éste también era ilegal. Tras escucharlos, Herrera redactó una escueta renuncia a la presidencia, murmurando con ofuscación: “Sé muy bien que en Guatemala todos mandan, menos yo”. Para ese momento, ya despuntaba la madrugada del día 6 de diciembre. Herrera también redactó una nota ordenando a las guarniciones fieles, entregar los cuarteles a los golpistas para evitar muertes innecesarias.

Transporte motorizado de tropa en un desfile en las calles de ciudad de Guatemala, década de 1920.

Transporte motorizado de tropa en un desfile en las calles de ciudad de Guatemala, década de 1920.

Las notas de varios testigos citados por Hernán del Valle, todos familiares de don Carlos Herrera, dan cuenta de la completa ineficiencia o completa colaboración con los golpistas de los servicios de inteligencia del Ejército, pues a las 11 de la noche de ese día 5, cuando la familia llegó a la Casa de Gobierno, “…los militares que la custodiaban lucían tranquilos y ajenos a lo que todo el mundo sabía: que pocas horas después se consumaría el golpe. Don Ernesto Rodríguez Benito dice que el Coronel Rogelio Flores, miembro del Estado Mayor Presidencial estaba tranquilo leyendo un periódico; dos choferes, de seguro militares, uno que manejaba el automóvil que utilizaba la señora Jesús Llerandi de Herrera, y otro, conversaban animadamente. En el zaguán de la casa dormían cuatro soldados…”.

Por los interesantes datos, traslado parte de las versiones citadas por don Hernán, sobre los sucesos del 5 de diciembre:

“…El cuartel de la Guardia de Honor se encontraba cerca de la casa de don Carlos, y cuando de ese cuerpo militar sacaron un cañón ‘Saint Chamond’ y se hizo obvio que había algo irregular, un soldado en la Casa Presidencial preparó su rifle, y otro, una ametralladora. Pero don Ricardo Paul les dijo que no dispararan, pues pensó que la Guardia de Honor, honrando su nombre, era leal al democrático Jefe de Estado.

Conviene puntualizar que dos miembros del Estado Mayor Presidencial, el Coronel Rogelio Flores y el general Aragón Gálvez (…), no se prestaron a la traición, pues quedaron detenidos cuando, primero uno y después el otro, salieron de Casa Presidencial a la Guardia de Honor para indagar respecto de los inusuales movimientos. El nombre del Ministro de la Guerra, general Rodolfo Mendoza, también debe quedar a salvo frente a los tres generales golpistas, José María Orellana, José María Lima y Miguel Larrave. Mendoza pidió a Don Carlos su autorización para bombardear la Guardia de Honor y otros cuarteles sublevados, desde el Fuerte de San José –leal al gobierno- (…) no aceptó la propuesta de Mendoza.

(…) Hasta hoy, un nombre ignorado era el del coronel Fernando Morales, miembro de la Plana Mayor del Estado Mayor Presidencial, quien, como tal, había jurado defender con su vida la del Jefe de Estado. Sin embargo, fue Morales quien, aprovechando su fácil ingreso a Casa Presidencial, y acompañado por una escolta de oficiales y soldados de la Guardia de Honor, llegó (…) muy demudado y nervioso y demostró una gran nerviosidad y temblaba mucho (…) –tal el peso de la traición- ante el íntegro y sereno señor Herrera, a comunicarle que él, Morales, era cómplice de tan indigno acto. Fue hasta cuando ese individuo habló que en Casa Presidencial se percataron del Golpe. Tal era la desinformación de quienes dirigían el Gobierno…”.

El primer acto de los golpistas fue convocar a la Asamblea Legislativa, disuelta tras la caída de Estrada Cabrera, para conocer la renuncia de Herrera, quien se reunió el 8 de diciembre para aceptar de inmediato la renuncia y nombró como Primer Designado al general José María Orellana. Una voz disidente, la del diputado Eugenio Silva Peña dirigente universitario dejó su voto razonado: “… La facción que se apoderó de los destinos del Pueblo en una noche saturada de traiciones, miente al afirmar que todos sus actos se han desarrollado de conformidad con los preceptos de la ley (…) Un cuartelazo no puede justificarse frente a los preceptos de la Carta Fundamental y mejor haría la Dictadura Militar en declararlo así, abiertamente, para no hacer una farsa sangrienta…”.

Consumado el golpe, hubo intentos de rebelión en contra del nuevo régimen y en apoyo a don Carlos Herrera. Del Valle cita levantamientos en el interior del país: en San Pedro Necta (Huehuetenango); San Pedro Pinula (Jalapa); San Vicente Pacaya (Amatitlán); Santa María de Jesús (Sacatepéquez), y una manifestación realizada el 16 de febrero de 1922 cuando varios municipios de Jalapa se unieron para luchar contra el golpe de Orellana, pero fueron reprimidos rápida y eficazmente. Una última intentona ocurrió en Escuintla, con saldo de varios muertos y prisioneros. Pero todos fueron al final intentos aislados.


Charlie Sugar al poder (I)

La breve presidencia de Carlos Herrera

 

Rodrigo Fernández Ordóñez

-I-

Carlos Herrera asciende al poder

 

Herrera 1

Don Carlos Herrera Luna en Washington, 1915.

Luego de una multitudinaria sesión, la Asamblea Legislativa eligió como presidente interino al rimer designado a la Presidencia, don Carlos Herrera, quien estableció provisionalmente su gobierno en la residencia de su amigo José Goubaud, ubicada en la quinta calle entre quinta y sexta avenidas de la actual zona 1, junto a la sede de la Legación de México. Posteriormente, la sede del gobierno se trasladó al mismo domicilio de Herrera en la quinta avenida y doce calle.

Don Carlos Herrera, era según descripción de un contemporáneo, citado por su biógrafo Hernán del Valle:

“…hombre sin pasiones violentas, sin rencores políticos, sin antecedentes bochornosos en el arte de gobernar, caballero bien intencionado. De ahí que en cada uno de sus actos se advirtiera buen propósito, intención generosa, ideas nobles y una tendencia de invariable respeto a las leyes”.

La caída de don Manuel Estrada Cabrera se había logrado gracias a un pacto sellado entre los líderes unionistas y los diputados de la Asamblea Legislativa, todos políticos liberales y adictos al cabrerismo, quienes durante la noche del 7 de abril de 1920, en la residencia del diputado Mariano Cruz acordaron nombrar a Herrera presidente interino y repartir las plazas del gabinete entre liberales, conservadores y unionistas, en una suerte de gabinete de coalición. Sin embargo, pasadas las violentas jornadas de la semana trágica, que cargó todo su peso de violencia en el sector obrero y profesional del Partido Unionista, el pacto político no tuvo una buena acogida, pues Herrera había sido hombre de confianza del dictador. Es significativo que Silverio Ortíz, el líder obrero que había llevado a esta clase al pacto unionista en diciembre de 1919, renunciara al partido en protesta por la postulación de don Carlos para candidato presidencial y la sombría presencia de dos conocidos cabreristas en su gabinete: Adrián Vidaurre y José Beteta. De esta cuenta, la Liga Obrera Unionista se separó masivamente del partido y formaron la Unificación Obrera, el 28 de abril de 1920.

Adicionalmente y a lo interno de las filas unionistas, había fuerte descontento, pues rápidamente se marcaron dos bandos opuestos: los radicales y los moderados. Los radicales exigían una purga de cabreristas en el Gobierno, mientras que los moderados creían necesario un pacto de coalición para mantenerse en el poder y evitar el caos y la anarquía. El desorden era tal que el Partido Democrático (PD) se adelantó a la postulación presidencial de Herrera al mismo Partido Unionista (PU), por lo que Manuel Cobos Batres tuvo que pactar con el PD para apoyar la candidatura de su propio candidato, causando la protesta de varios correligionarios, como Tácito Molina Izquierdo, José Azmitia, el doctor Bianchi y los líderes obreros Silverio Ortíz y Gregorio Cardoza.

El presidente Herrera trató de tomar en sus manos los problemas que más inestabilidad e intranquilidad causaban, como la situación del ejército, institución dentro de la cual surgían insistentes alarmas de movimientos, conspiraciones e intentonas. Por acuerdo gubernativo del 2 de mayo de 1920, se clausuró la Academia Militar y se reorganizó la Escuela Politécnica, con el reglamento original de 1873, y aplicando en la reestructuración del ejército los reglamentos emitidos en 1887 y 1897. Así, el 17 de mayo de 1920 se reorganizó el Estado Mayor y fue puesto bajo el mando del general José María Orellana, siguiendo la tendencia de que en el Ministerio de la Guerra permanecieran los militares de línea y en el Estado Mayor los oficiales profesionales o de escuela. En septiembre de ese mismo año decretó el incremento de los salarios de toda la institución, desde generales de división hasta los soldados rasos.

 

-II-

Las inconformidades

Toda decisión política por definición, beneficia a uno y perjudica a otro. Así, el origen más remoto del golpe de Estado contra Herrera puede encontrarse, de acuerdo con su biógrafo Hernán del Valle, en el nombramiento del general Felipe S. Pereira como Secretario de Guerra, un hombre al parecer de carácter impulsivo. Este general recibió ciertas informaciones sobre unas reuniones sospechosas que se estaban llevando a cabo en la casa del licenciado José María Reina Andrade, a la que acudían varios oficiales de alta graduación. El general Pereira luego de identificar a los asistentes, ordenó su inmediato arresto. La lista la componían el general José María Lima, general José María Orellana, general Jorge Ubico Castañeda y Antonio Méndez Monterroso. El Director de la Policía, al recibir la orden consultó con el Jefe del Castillo de San José, quien de inmediato alertó a los liberales, quienes convencieron a Pereira que dejara sin efecto la orden. Según Epaminondas Quintana, quien entrevistó a Herrera en su exilio en París el incidente ocurrió de la siguiente forma: “… él [Herrera] estaba con fiebre el día que nombró al General Pereira, y que cuando despertó, 24 horas después, le informaron que, pasado de copas, éste había ordenado la captura de varios generales, pero que algunos funcionarios habían intervenido y la orden había quedado sin efecto…” Inmediatamente del incidente, destituyó a Pereira y nombró en su lugar al General Rodolfo A. Mendoza, Jefe del Castillo de San José y afín a los liberales cabreristas.

Pese a lo anterior, o quizás por lo anterior, la conspiración continuó y las reuniones en la residencia de Reina Andrade siguieron su marcha. Los conspiradores decidieron que el cabecilla del movimiento fuera el general José María Orellana, decisión que no deja de ser interesante, pues éste militar hasta ese momento había permanecido ajeno a la política nacional y había avanzado con paso firme y decidido por el escalafón militar, llenando una brillante hoja de servicios. Según Hernán del Valle: “Una interpretación histórica dice que los liberales querían volver a la tradición que un oficial de alta graduación debía dirigir los destinos de Guatemala. Eso explica su opción por el General Orellana para encabezar el atentado contra el Gobierno democrático presidido por el señor Herrera”. Torpeza mayúscula la de los conspiradores, pues como demostrarían los hechos posteriores, los políticos quedaron completamente fuera del poder hasta la caída total del régimen liberal, en octubre de 1944.

 

-III-

El gobierno interino de don Carlos Herrera

 

Herrera2

Tras la histórica sesión del 8 de abril de 1920, el presidente interino Carlos Herrera es recibido por la multitud abarrotada en la calle.

Mientras tanto, el gobierno de Herrera seguía su complicado desarrollo. Después de arduas negociaciones políticas con los liberales, los unionistas lograron encabezar la Policía Nacional, nombrando como su director a Miguel Ortiz Narváez, quien se había especializado en España en organización de fuerzas de seguridad. Para tecnificar ese cuerpo, trajeron al licenciado Max Shamburger, ciudadano estadounidense y miembro del Ejército de su país, quien contaba con experiencia en la sección de detectives, con el fin de establecer una organización similar en Guatemala, dirigida al combate de la delincuencia común.

 

Por acuerdo gubernativo del 25 de abril de 1920, se organizó una dependencia para resguardar y administrar los bienes nacionales intervenidos a Estrada Cabrera, a la que se llamó Intendencia General de Gobierno, encargada de administrar esas propiedades. Según Hernán del Valle: “…El Licenciado Adrián Vidaurre citó un informe del Ministro estadounidense en Guatemala, en el cual dijo que el patrimonio de Estrada Cabrera, que el gobierno guatemalteco reclamaba como propiedad de la Nación, ascendía a 5 millones de dólares”.

En el escenario internacional, el 1 de julio de 1920, el Reino Unido reconoció al nuevo Gobierno guatemalteco y en agosto se sumó Italia, Estados Unidos y otros, logrando entonces regresar al país a los caminos de la normalidad de sus relaciones internacionales.

 


Departamento de Educación
Calle Manuel F. Ayau (6 Calle final), zona 10
Edificio Académico, oficina A-210
Guatemala, Guatemala 01010