Películas con historia. «La batalla de Argel». Gillo Pontecorvo

Rodrigo Fernández Ordóñez

Afiche publicitario de la cinta, premiado en el Festival de Cannes de 1966. Por problemas con la censura en algunos países no pudo ser proyectada en las salas sino hasta la temporada 1970/71, bajo la distribución de una compañía estadounidense, que optó para los Estados Unidos y América, suprimir las escenas de tortura.

Afiche publicitario de la cinta, premiado en el Festival de Cannes de 1966. Por problemas con la censura en algunos países no pudo ser proyectada en las salas sino hasta la temporada 1970/71, bajo la distribución de una compañía estadounidense, que optó para los Estados Unidos y América, suprimir las escenas de tortura.

La película italo-argelina, ‘La batalla de Argel’, fue pensada por el régimen de Ahmed Ben Bella como un ejemplo de cine socialista de propaganda que fuera la punta de lanza para el internacionalismo revolucionario argelino, que ya para 1964 empezaba a entrenar —en campos del desierto— a centroamericanos, sudamericanos, europeos y asiáticos para “exportar la revolución” y así provocar “dos, tres, diez, cien, Vietnams”, según la máxima guevarista. El producto final sobrepasó la mediocridad de su objetivo inicial. Planteado como un proyecto exclusivamente argelino, pues de hecho se quería que fuera el primer largometraje argelino de la historia, en manos de un grupo técnico italiano se convirtió en una superproducción que, a partir de su estreno, se constituyó en una cinta de referencia sobre cine político (y ahora histórico), que creemos vale la pena recomendar, sobre todo para que las nuevas generaciones aprendan uno de los aspectos de la violenta historia del siglo XX, como lo fueron los movimientos anticolonialistas, pero sobre todo, de la frialdad de la violencia terrorista y sus intrincadas justificaciones.

 

-I-

Cine político

El cine, como medio de comunicación masivo, puede ser utilizado también como propaganda, lo que demerita su calificación de “Séptimo arte”. Sin embargo, pocas veces sucede que la película, pese a su obvio mensaje discursivo, logre trascender el panfleto y convertirse en una buena película. La batalla de Argel es una de esas interesantes excepciones que logra romper con el rígido marco de la propaganda anticolonialista y de izquierda radical que el régimen de Ben Bella quería darle, gracias al ojo maestro de su director de fotografía Marcello Gatti y la música de Ennio Morricone. Por su magistral intervención en el proyecto, la película dejó de ser un panfleto proindependentista, apologético de la violencia revolucionaria del Frente de Liberación Argelino (FLN), para convertirse en un interesante documento sobre la vida de los árabes y los franceses en los estertores de la Argelia colonial. Está claro, que esta es la lectura que yo, personalmente, saco de la cinta, que se ha convertido ya en un clásico de cine cuasi documental sobre la guerra irregular moderna y por lo que la recomiendo en esta ocasión.

Fotograma de la cinta de excepcional calidad, que capta el momento en que el ejército francés sitia la Casbah (barrio árabe antiguo) de Argel previo a la persecución de los guerrilleros del FNL en sus callejuelas, hechos que serán conocidos precisamente como “la batalla de Argel”, que el historiador británico Paul Johnson describe con sumo detalle en su monumental Tiempos Modernos.

Fotograma de la cinta de excepcional calidad, que capta el momento en que el ejército francés sitia la Casbah (barrio árabe antiguo) de Argel previo a la persecución de los guerrilleros del FNL en sus callejuelas, hechos que serán conocidos precisamente como “la batalla de Argel”, que el historiador británico Paul Johnson describe con sumo detalle en su monumental Tiempos Modernos.

La película resultó tan bien lograda en su aspecto documental, que hasta el oficial de paracaidistas francés retirado, Paul Aussaresses, que participó en la campaña en su juventud, se removía en su asiento por la emoción, diciendo en cada momento “¡es magnífica! ¡Sí, así fue como sucedió!”, incluso cuando le proyectaron las escenas de las torturas de los prisioneros. No en balde la película se proyecta en los ejércitos de muchos países como ejemplo de acción policiva para luchar contra movimientos terroristas urbanos.

La cinta fue idea del presidente Ahmed Ben Bella, quien quería hacer una película exclusivamente argelina como punta de lanza para el proyectado internacionalismo socialista que había adoptado como política exterior, al tiempo que buscaba apoyarse en otros líderes de los autodenominados “países no alineados”, como Nasser de Egipto o Fidel Castro. Ya para 1963, año en que decide echar a andar el proyecto, llegaban por montones jóvenes palestinos, irlandeses, congoleños, cameruneses y sudafricanos a entrenarse en lucha irregular a sus campamentos instalados en los desiertos del sur[1]. Uno de los líderes del Frente Nacional de Liberación (FLN) y líder de la resistencia argelina en la batalla de la Casbah, Yacef Saadi, es comisionado para buscar un director que realizara el proyecto, para lo cual éste viaja a Italia, para ofrecerlo en primer lugar a Luchino Visconti, quien lo rechaza inmediatamente, argumentando que la cinta y sus propósitos son completamente ajenos a los suyos de hacer cine. Otro director italiano, Francesco Rorsi declina la oferta, y alguien le refiere a Saadi a Franco Solinas, guionista italiano para que lo ayude en su búsqueda. Es Franco quien se lo ofrece a Pontecorvo, quien terminará por filmarla.

Pontecorvo no era un candidato muy confiable en ese momento. Era químico, profesión que había abandonado para dedicarse al periodismo, desde donde había derivado al documentalismo, haciendo trabajos para la televisión oficial italiana, en esos años copada por los militantes del Partido Comunista Italiano (PCI). Sin embargo, Franco y Pontecorvo trabajan sobre el guión que había ensayado Saadi y lo reescriben 4 veces, hasta lograr un resultado satisfactorio. Una vez logrado el guión, ambos se dedicaron por espacio de 2 años a documentarse sobre la revolución independentista argelina, estudiando documentales de la época, realizando entrevistas a los protagonistas, consultando diarios del momento y estudiando fotografías, hasta que estuvieron listos para empezar la filmación.

El rodaje finalmente duraría 5 meses, en las callejuelas de la Casbah árabe y los bulevares de la Argel europea, durante 1965, y para lo cual la propia población fungió como extra de la película, para dotarla de más realismo, fieles a su inspiración, el cine realista soviético. Esta búsqueda de realismo extremo también tiene su anécdota, para nada menor, en la historia argelina en general y de la película en particular, de la que fue testigo el gran periodista alemán Peter Scholl-Latour:

“…el 19 de junio de 1965, Ben Bella había sido derrocado de una manera bastante pérfida y estaba detenido. El presidente vio venir el golpe de los militares. Los soldados de Bumedian habían salido con sus carros de combate y sus hombres para colaborar como comparsas en un supuesto proyecto cinematográfico sobre la ‘batalla de Argel’. Muchos se habían disfrazado de paracaidistas franceses. Yacef Saadi era asesor técnico del rodaje y de la reconstrucción histórica. Así no llamó la atención que por la noche, de repente, hubiera movimientos de tropas y la poco vistosa ‘Villa Joly’, donde residía Ben Bella, fuera rodeada.”[2]

Así, la cinta choca de frente con la historia. Mientras unos soldados argelinos juegan a ser paracaidistas francesas por las estrechas callejuelas de la ciudadela, el coronel Houari Bumedian le daba golpe de Estado al arquitecto de la revolución argelina y le dictaba posteriormente cadena perpetua. A pesar de que el golpe de Bumedian pretendía romper con el panarabismo y panafricanismo de Ben Bella, se siguió con el proyecto de la cinta.

Otro fotograma de la película, paracaidistas franceses patrullan las estrechas callejuelas de la Casbah. Gracias a Scholl-Latour sabemos ahora que los “paras” eran soldados argelinos a los que echaron mano para actuar como extras, y de paso, dar un golpe de Estado. Relata Scholl-Latour: “En la sombra eterna de este mundo enmohecido había numerosos niños jugando. Sólo en un lugar se abría una amplia brecha en el sofocante laberinto de callejas que lo convertían en una pequeña plaza encalada. Se trataba del antiguo taller de bombas del luchador de la resistencia Alí la Pointe y sus compañeros. Una discreta columna conmemorativa blanca con la media luna y la estrella rojas recordaba a estos trágicos y sospechosos shuhadas…” (página 191).

Otro fotograma de la película, paracaidistas franceses patrullan las estrechas callejuelas de la Casbah. Gracias a Scholl-Latour sabemos ahora que los “paras” eran soldados argelinos a los que echaron mano para actuar como extras, y de paso, dar un golpe de Estado. Relata Scholl-Latour: “En la sombra eterna de este mundo enmohecido había numerosos niños jugando. Sólo en un lugar se abría una amplia brecha en el sofocante laberinto de callejas que lo convertían en una pequeña plaza encalada. Se trataba del antiguo taller de bombas del luchador de la resistencia Alí la Pointe y sus compañeros. Una discreta columna conmemorativa blanca con la media luna y la estrella roja recordaba a estos trágicos y sospechosos shuhadas…”, (página 191).

Llama la atención que la película, aunque gira alrededor de la figura de Alí la-Pointe, un raterillo que se convierte en líder guerrillero, la historia está contada desde distintas perspectivas. Algunos llaman a la técnica “relato coral”, inaugurado por Kurosawa en su cita Rashmolon. Así, podemos presenciar la forma en que las mujeres argelinas, se involucran en los actos de terrorismo, poniendo bombas en discotecas, bares y agencias de turismo, usando la excusa de tres de ellas, dos de excepcional belleza en la cinta, que al parecer y a juzgar por fotografías de las reales, respetaron este aspecto estético en la película. Y se nos hace testigos también, de la brutal respuesta francesa, que envía al general Matheu (general Massu en la vida real), para ejecutar una limpia en la ciudad. La tensión va en aumento a medida que los paracaidistas sitian todo el barrio y la respuesta es una huelga general, que provoca que las tropas entren a la fuerza y descabecen al FLN. Los sucesos, condensados en dos horas, pretenden abarcar la historia del levantamiento argelino de 1954 a 1957.

La historia que sigue es conocida. La violencia fue en aumento, llegando a su climax en la llamada “noche azul”, del 4 al 5 de marzo de 1962, durante la cual estallaron 117 bombas en toda la ciudad, detonadas por los extremistas franceses de la OAS (Organización del Ejército Secreto), y que llevaría a la larga a que Francia le otorgara la independencia a su colonia en julio de ese mismo año, hartos ya, de tanta violencia en espiral.

 

 

[1] Scholl-Latour, Peter. Alá es grande. Encuentros con la revolución islámica. Editorial Planeta, España: 1984. Pág. 183. Por su interés cito el fragmento completo: “En el cuartel de Marnia se adiestraban africanos negros –en total formarían un batallón- para la guerra de guerrillas en sus respectivos países. La mayoría procedía de las colonias portuguesas y Dios sabe con cuántos rodeos habían llegado al Magreb. También había hombres de Camerún, congoleños y miembros sudafricanos del African National Congress (ANC). Filmamos con todo detalle los ejercicios militares de estos futuros guerrilleros de la resistencia. Los monitores argelinos perseguían a sus negros pupilos a través del recinto rocoso, disparaban de tal forma que las balas pasaban casi rozando sus cabezas y les acosaban por alambradas y obstáculos hasta el agotamiento total. Entonces, los ‘combatientes de la libertad’ se dirigían cantando a sus barracones…”

[2] Scholl-Latour. Op. Cit. Pág. 183.


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