Paisaje de república con dictador (I)

Guatemala, según John Gunther

Rodrigo Fernández Ordóñez

Descubrí al periodista estadounidense John Gunther (muerto en 1970), en una librería de viejo del Centro Histórico. Me compré su ‘Sud América por dentro’, y disfruté cada línea por su amena escritura y sus impresiones de primera mano. Gunther escribía con asombro sobre países llenos de luz como Brasil, Uruguay y Argentina, y recuerdo siempre una cómica anécdota de un golpe de Estado que fracasó en Brasil por culpa del denso tránsito de Río de Janeiro, en donde los tanques y los transportes de tropas se quedaron varados, fracasando la intentona. Allí leí también un comentario risueño de un brasileño entrevistado por él, quien comentó con sabiduría latina (aplicable para todo nuestro continente): “Brasil progresa de noche, cuando los políticos duermen”. Muchos años después, justo el Lunes santo de esta Semana Mayor que recién nos deja, me topé en la siempre llena de sorpresas librería Marquense, con otro libro de Gunther, ‘El drama de América Latina’, en el que para mi sorpresa y deleite escribe de su paso por la Guatemala de Ubico en 1941 (primera parte del capítulo VIII). Le cedo entonces la palabra al periodista norteamericano:

 

General Jorge Ubico

“Uno de los caracteres más notables de las Américas –y uno de los menos conocidos– es el del general Jorge Ubico, de sesenta y tres años de edad ‘Presidente Constitucional de Guatemala’. Así es como se auto titula el general Ubico, pero en realidad es un perfecto dictador. Por primera vez en este libro, aunque no será la última, analizaremos un país que está totalmente dominado por un solo hombre.

Del mismo modo entramos en un nuevo reino de lo pintoresco matizado con crueldad. Circula una anécdota acerca de uno de los predecesores de Ubico, un presidente de Guatemala que falleció hace algunos años, según la cual uno de sus ministros fue a entrevistarlo para comunicarle secretamente que doce hombres proyectaban asesinarlo. El informante admitía abiertamente que él mismo era uno de ellos, pero pedía clemencia arguyendo que ponía en descubierto la conspiración. El presidente ordenó que lo fusilaran en seguida… ¿Por qué?… ¡Porque era uno de los doce conspiradores y el último de ellos que había ido a revelar la noticia! Y, por consiguiente, debió ser castigado en primer término.

La sabiduría poco segura del general Ubico, su completo dominio de las cosas –y la forma en que magnetiza todo lo que está a su alcance en el país– son probablemente tan notables como los atributos similares de su predecesor. Además, Ubico sabe también cómo ser cruel. Una versión, posiblemente apócrifa, describe una conspiración dirigida contra él en 1934, y que abortó. Según la misma, Ubico hizo ejecutar a quince de los conspiradores en la forma normal, pero otros tres fueron fusilados por la espalda, porque habían sido sus amigos.

En diciembre de 1940, doce sediciosos fueron acusados de preparar una rebelión, e inmediatamente se los puso delante de un pelotón de fusilamiento. Guatemala casi no tiene delincuentes. Es un país donde impera el orden porque aun los rateros pueden ser fusilados si son detenidos.

Cuando los ministros del gabinete son llamados por el increíblemente severo general Ubico, permanecen de pie ante el presidente. Cuando el general sale en jira por el interior del país –lo que sucede a menudo–, las autoridades de los distritos enmudecen de terror hasta que él ha pasado. El general Ubico usa una motocicleta que corre a gran velocidad mientras efectúa su gira de inspección. Si encuentra a un gobernador holgazán descansando en un automóvil, le quita el vehículo y le da en cambio una motocicleta. En tal caso le gusta decir:

-Pruebe esto por un año y verá cómo le sacude los riñones.

Una vez, yendo yo en automóvil por las calles de la ciudad de Guatemala, se me dijo que el presidente debería estar a punto de salir de su palacio porque la policía de tráfico –hay un agente en cada esquina– había retirado sus plataformas y sombrillas, a fin de dejar el paso libre a la briosa caballería del general. En esta ocasión supe otras cosas de Guatemala. Mi compañero, después de encender un cigarrillo, puso cuidadosamente el fósforo usado en su bolsillo, en vez de arrojarlo a la calle. La capital de Guatemala es la más limpia que yo he visto jamás. Esto se debe a Ubico.

El general Jorge Ubico y Castañeda nació el 10 de noviembre de 1868 y desciende de europeos. Una de las versiones que circula es que sus antepasados vinieron no precisamente de España sino de Dorsetshire, Inglaterra, y que el nombre original de la familia era Wycoff o Wykam. Pasó muchos años como oficial y jefe político en varias provincias, fue jefe de Estado Mayor y ministro de Guerra antes de llegar a ser presidente en 1931. En teoría, pertenecía al partido liberal progresista o anticlerical, si bien ha restablecido las relaciones con el Vaticano y permitió regresar al país a los jesuitas, expulsados anteriormente. La Constitución contenía la cláusula corriente que establece que el mandatario del país no puede ser reelegido en dos períodos consecutivos, por lo cual Ubico debía retirarse en 1937, pero logró, con bastante facilidad, modificar dicha cláusula, y así su período presidencial fue ampliado hasta 1943. El gobierno en Guatemala es ejercido, naturalmente, mediante decretos de Ubico. El Congreso se reúne de vez en cuando para ‘confirmar’ las leyes de aquél. Si alguien pregunta cuáles son los partidos opositores, la gente lo mira perpleja.

Ubico de paseoEl general Ubico llegó a la presidencia en circunstancias un tanto confusas, lo que contribuyó indirectamente a causar una alteración importante en la política exterior de Estados Unidos. Anteriormente, en 1907, las cinco repúblicas de la América Central firmaron un tratado en el que se estipulaba que ninguno de los países signatarios reconocería a ningún gobierno de los otros países que asumiera el poder por la violencia o mediante una revolución. Esto fue confirmado por un nuevo tratado en 1923. Esta ‘doctrina de no reconocimiento’ tuvo un gran significado, porque sirvió para mantener en el poder a un gobierno determinado. Negando el reconocimiento a un gobierno revolucionario, Estados Unidos podía cortarle el crédito y arruinar su prestigio. No obstante, reconocimos el régimen de Ubico en 1931 y la doctrina de no reconocimiento quedó desvirtuada. El tratado de 1923 está todavía, teóricamente, en vigencia pero Estados Unidos, en la práctica, reconoce actualmente a cualquier gobernante que pruebe que es capaz de mantener un gobierno efectivo.

El presidente Ubico, dictador en todo el sentido de la palabra, tiene un sorprendente parecido físico con Napoleón, y como éste lleva caído sobre la frente un mechón de cabellos. Trabaja como un impaciente castor y contesta todos los telegramas y cartas que recibe, una o dos horas después. Se cuenta que todo lo hace a las 5: se levanta a las 5 y sale de la oficina a las 5. Tiene muy pocos amigos –uno de ellos es un comerciante norteamericano llamado Alfredo Denby– y ningún consejero íntimo. A un lado de la silla presidencial se ve el gran sello de Guatemala, a manera de adorno, y la palabra democracia en el otro. Tiene espías y agentes en todas partes, y conoce en forma sorprendente los menores detalles de los negocios privados de cada persona. No cae en Guatemala un alfiler sin que él lo sepa.

Ubico en 1941Las fuentes de poder del general Ubico son manifiestas. Una es su intenso sentido de la disciplina y orden agregado a su exacto conocimiento del país. Otra, su absoluta rectitud e integridad. Dícese que su padre, un rico abogado, amenazó con fusilarlo si alguna vez recibía un centavo en calidad de soborno, y que agregó que sabiendo que no podía vivir de su sueldo como funcionario auxiliar del gobierno, le asignaría una pequeña renta para completarlo. Ubico detesta el soborno sobre todas las cosas. Inspecciona los libros del país en todas partes, y cualquiera que sea hallado culpable de corrupción es instantáneamente castigado. Una de sus primeras reformas fue la introducción de una ley que obliga a todo servidor público a declarar su estado financiero antes y después de hacerse cargo de su puesto.

Sin embargo, Ubico tiene una sana consideración por el dinero. Su sueldo es enorme: algo así como ciento cincuenta mil dólares por año. Hace algunos años hizo que el Congreso votara una asignación adicional de doscientos mil dólares por sus servicios al país. Mantiene varias casas, incluso una finca (una plantación de café) en San Agustín, cerca del lago de Amatitlán. Su esposa –su matrimonio no tiene hijos– conserva un chalet en las montañas sobre el camino que va a la Antigua. Ubico gusta de los receptores de radio, de las cámaras fotográficas, de la pesca (clasifica cuidadosamente sus docenas de cañas), de las lanchas a motor (de las que tiene seis o siete) y de las motocicletas. Es un decidido entusiasta de la radiotelefonía y ha dado al país el mejor sistema radiotelefónico de la América Central. Emite por este medio sus órdenes a los gobernadores de provincia, haciéndolo a menudo en un lenguaje rabelesiano. A veces estas transmisiones radiotelefónicas son captadas por aficionados de Panamá y de otras partes, que sonríen irónicamente o empalidecen de sorpresa.

En dos ocasiones Ubico se ha irritado por noticias publicadas en Norteamérica respecto a su persona. Una afirmaba que la poderosa colonia alemana de Guatemala quería suplantarlo. Ubico protestó airado, declarando que todos los alemanes del país temblaban bajo su férula, lo que en realidad es cierto. Otra vez se afirmó que Ubico había declarado que podía invadir y apoderarse de México cuando se le antojara. Puede ser que el general haya dicho esto, pero era embarazoso hacerlo público. Time publicó la noticia, e inmediatamente Ubico prohibió la circulación de dicho diario dentro del país.

Guatemala teme y detesta a México (y del otro lado de la frontera México teme en realidad a los duros guatemaltecos), pero en estos días las relaciones entre ambos países son completamente satisfactorias.

Durante muchos años Ubico creyó que México era bolchevique, y temió que se produjeran actividades subversivas por parte de los exiliados mexicanos en su territorio. Algunos afirman que el presidente de Guatemala permitió que fuera designado un nuncio apostólico ante su gobierno, principalmente para impedir que el embajador mexicano de ese entonces fuese el decano del cuerpo diplomático.

Se simpatice o no con Ubico, debe admitirse que su obra ha sido considerable. Redujo la deuda pública a la mitad, equilibró el presupuesto, estableció un orden político completo, saneó el país e inició un programa de obras públicas cuyo exponente es la impresionante y nueva aduana de la ciudad de Guatemala. Abolió el encarcelamiento por deudas –aunque los peones pueden ser obligados a trabajar en los caminos en lugar de pagar impuestos– y construyó carreteras. No es ningún amigo de los indios, como Cárdenas, pero su tarea en lo que a higiene y educación pública se refiere ha beneficiado a aquellos. Lo que Ubico busca es incorporar a Guatemala al mundo moderno, darle una forma política y hacerla producir. No hay duda de que es el hombre más notable de la América Central, y que dadas las condiciones locales, ha realizado muchísimo… ”.


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