Otro héroe olvidado

Sol Tax, autor de El capitalismo del centavo

Rodrigo Fernández Ordóñez

 

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El antropólogo Sol Tax. Su libro, que relata la vida indígena en un poblado del altiplano, plantea al día de hoy una reconstrucción fascinante de la Guatemala gobernada desde una capital remota, que casi no tiene incidencia alguna en el día a día de los habitantes de Panajachel.

En una ocasión anterior, hace ya varios meses, recordábamos a Walter Lehmann, uno de esos estudiosos que se recorrió nuestro país hasta llegarlo a conocer mucho mejor que los propios guatemaltecos. En esta ocasión recordamos a otro de esos héroes intelectuales, el antropólogo estadounidense Sol Tax (1907-1995), de la Universidad de Chicago, que con el fin de estudiar una comunidad indígena y sus relaciones económicas se estableció en Panajachel, Sololá en donde vivió con su esposa ‘en forma discontinua, desde el otoño de 1935 hasta la primavera de 1941’, según sus palabras. El resultado fue su libro El capitalismo del centavo. Una economía indígena de Guatemala, publicado en español en dos tomos por el Seminario de Integración Social de Guatemala en 1964, y que leído en 2016 resulta en una curiosa aventura, un viaje en el tiempo.

 

 

 

-I-

El libro

Había visto el libro en las innumerables ocasiones en que me paseo entre los puestos de venta de libros usados cada vez que se hace una feria del libro en el Centro Histórico o en el parque central de Antigua Guatemala. Lo había visto también acumulando polvo en las estanterías de las librerías de usados y no fue sino hasta la oportuna recomendación del amigo y colega Javier Calderón Abullarade que me decidí a comprarlo. Tengo que confesarlo, nunca me había llamado la atención y su título me parecía poco sugerente. Afortunadamente casi desde la introducción la percepción me fue cambiando hasta que su lectura se volvió casi obsesiva hasta terminarlo.

Tax pertenece a esa generación de estudiosos sociales norteamericanos que se descolgaron por estas latitudes para interpretar a nuestro país. El mismo Tax basa su libro en ciertos datos y estudios previos de McBryde, el más importante Cultural and Historical Geography of Southwest Guatemala, patrocinada por la Smithsonian Institution, y publicado años después, también en ese hermoso y valiente esfuerzo editorial bautizado como Seminario de Integración Social Guatemalteca, dirigido por Ernesto Chinchilla Aguilar y luego por Flavio Rojas Lima. Tax entonces se sumó a esa primera corriente de arqueólogos anglosajones como Alfred Maudslay, Sylvanus Morley o el antropólogo Richard Adams. Pero es cierto que antes de los estadounidenses anduvieron por estos caminos los alemanes, un par de décadas antes, como el referido Walter Lehmann, y sus colegas Frank Sapper, Otto Stoll y Franz Termer, sobre los que espero regresar en otra ocasión no muy lejana para comentar sus obras.

El libro es una detallada y fascinante descripción de la vida en el pueblo de Panajachel en la fecha en que Tax se sentó a escribir el primer borrador, (en el invierno de 1938-39), cuando este poblado llegaba apenas a los 800 habitantes, predominantemente indígenas:

“Los ladinos tienden a vivir cerca del centro del pueblo; cuanto más ricos, tanto más cerca. Esta costumbre está generalizada en Guatemala, aunque en Panajachel parece estarse alterando a través del desarrollo de una ‘costa de oro’ a lo largo de la ribera del lago. Con excepción de los jardines de los patios, en la parte inmediata al centro del pueblo casi no hay tierras cultivadas (…) En efecto, las casas a menudo están tan ocultas por la vegetación que las rodea, que en la primera tentativa que hice para incluirlas en un mapa pasé por alto a más de la mitad…”

De pronto el libro que prometía ser un árido tratado de economía se convierte en un hermoso viaje al pasado, escrito por un intelectual que admiró a nuestro país y a su gente. En sus páginas no hay nunca un juicio soberbio sobre la superioridad norteamericana o el subdesarrollo guatemalteco. Sus juicios siempre son equilibrados, más tendientes hacia la simpatía que a la severidad. El Capitalismo del Centavo es entonces un retrato de un fragmento de aquella república ornamental, como la describiría Paul Bowles, que muchos de nuestros abuelos recordaron con nostalgia, insistentemente a pesar de o a causa de, Ubico.

 

-II-

Los textos

Hay libros a los que es mejor dejarse vender solos. El caso de Sol Tax lo pone en evidencia, así que yo serviré en esta ocasión de simple transcriptor de los fragmentos que me parecen los más hermosos, para que sirvan de anzuelo para esos lectores que sólo necesitan de un suave espaldarazo para sumergirse en nuevas aventuras literarias.

“Para un indígena es posible llegar a ser considerado como ladino por los miembros de ambos grupos, si habla español como tal, tiene apellido español, y adopta la indumentaria y los modos de vida de los ladinos. Debe tenerse en mente que, como la distinción es cultural y no física, de los términos indígena y ladino no se piensa primariamente como si tuviesen designaciones raciales en el sentido en que los términos negro y blanco son empleados en los Estados Unidos”.

“Los municipios de Guatemala (…) corresponden a dos clases generales. En una, los indígenas viven en sus parcelas, en el campo, y llegan al pueblo por temporadas; a menudo instalan casa en el pueblo. En la otra, viven en el pueblo y van a los campos circundantes cuando es preciso labrar la tierra (…) Como una consecuencia de lo expuesto, los indígenas de los municipios de ‘pueblos vacíos’ tienen a llevar una vida dual, alternando entre sus aislados hogares campestres y el pueblo, mientras que el territorio rural de los municipios de ‘pueblos nucleares’, el cual se encuentra deshabitado, sólo cobra importancia en relación con la agricultura. A diferencia de los indígenas de Yucatán, por ejemplo, los guatemaltecos de esta región no acostumbran vivir en sus campos de maíz durante los períodos de trabajo; en consecuencia, en los municipios de pueblos nucleares los varones no abandonan sus hogares más de un día para trabajar en sus campos de maíz”.

“Antes de 1935, fecha en la que entró en vigor un nuevo sistema, todos los funcionarios eran seleccionados por la población local entre sus propios miembros. Después de su llegada, los ladinos recibieron algunos de los cargos más altos; no obstante, los indígenas continuaron llenando todos los puestos de manera no oficial con miembros de sus propias filas. Después de 1935, cuando algunos cargos fueron abolidos y otros empezaron a ser cubiertos a base de nombramientos emitidos desde arriba y afuera de la comunidad, los indígenas continuaron nombrando una lista completa de funcionarios. Sin embargo, aún era posible hablar de un cuerpo de funcionarios indígenas, intregado por el primero y segundo alcaldes, primero y segundo regidores, primero y segundo regidores ayudantes, primero y segundo auxiliares, primero, segundo, tercero y cuarto mayores, y 24 alguaciles no escalafonados. En consecuencia, había 36 cargos civiles que debían ser cubiertos”.[1]

“Los funcionarios indígenas, por lo menos hasta donde los miembros de su grupo tienen la palabra, no son electos ni tampoco nombrados, hablando en puridad. Los ancianos dignatarios (los principales, son personas que han pasado a lo largo de toda la escala jerárquica) y los altos funcionarios seleccionan todos los años, de común acuerdo a los nuevos funcionarios; empero, como una persona no es elegible para un cargo hasta que no ha pasado por el inferior, y puesto que no estpa obligada a aceptarlo antes de haber tenido un período de descanso después de su servicio anterior, la selección es limitada y a menudo automática (…) De acuerdo con las relaciones entre la organización de la familia y el sistema político-religioso, los ‘turnos’ no corresponden a los individuos ni a los grupos de parientes consanguineos, sino a las casas…”.

“Por lo tanto, la casa es la unidad social primaria. También es por definición una unidad económica, puesto que comprende a todos los que viven bajo un mismo techo, o en un agregado, y tienen una cocina común. Pero la comunidad económica completa, de cualquier tipo que sea, se encuentra ausente de la ideología indígena y de la práctica familiar. Cada miembro de la familia tiende a constituir sus propiedades y a señalar sus propios ingresos y sus contribuciones para la satisfacción de las necesidades comunes…”.

Hermosa fotografía de un día de mercado en un poblado del altiplano. Atrás del hombre que sostiene una olla de barro pueden verse los cacaxtes, armazones de madera sobre las que los indígenas transportan los bienes que van a comerciar a la plaza. El proceso era definido por Tax, así: “La producción de las tierras bajas, así como la de las altas, es transportada sobre la espalda por los indígenas, y negociada en los pueblos comerciales de las dos regiones…” (La fotografía corresponde a la década de 1920, nada habría cambiado a la estadía de Tax en Panajachel una década después).

Hermosa fotografía de un día de mercado en un poblado del altiplano. Atrás del hombre ,que sostiene una olla de barro, pueden verse los cacaxtes, armazones de madera sobre las que los indígenas transportan los bienes que van a comerciar a la plaza. El proceso era definido por Tax, así: “La producción de las tierras bajas, así como la de las altas, es transportada sobre la espalda por los indígenas, y negociada en los pueblos comerciales de las dos regiones…”. (La fotografía corresponde a la década de 1920, nada habría cambiado a la estadía de Tax en Panajachel una década después).

 

 “…Una vez, durante el período de este estudio, el Gobierno controló el precio y, hasta cierto punto, la distribución del maíz, cuando una escasez extraordinaria determinó una crisis. El caso señala enfáticamente la singularidad de tal interferencia. Por otra parte, el gobierno siempre ha tenido leyes acerca de la tierra y del trabajo. Las primeras, que regulan la distribución de las tierras públicas, etcétera, prácticamente no han producido efectos en la economía regional; en cambio, las leyes laborales, cuyos efectos siempre han sido discriminatorios en contra de los indígenas, los cuales por un medio u otro han sido forzados a ir a trabajar a las plantaciones, han influido sobre la economía local. En la década de 1930 había leyes para el salario mínimo, así como otros instrumentos similares de legislación social, los que en realidad dieron pocos resultados, si es que tuvieron algunos”.

“Tal vez sea más significativo el hecho de que las sanciones sobrenaturales que gobiernan los negocios son esencialmente seculares en su efecto; son castigos adecuados al crimen. Si uno comete un pecado, como el de escupir sobre el fuego, o el de quejarse al tener que subir una cuesta, el castigo consiste en una enfermedad; en cambio, el robo (ya sea como tal o en forma de deshonestidad comercial) se castiga con la mala suerte en los negocios. El robo de dinero no hace ningún bien al ladrón y puede ocasionarle pobreza”.

“A los indígenas les agrada el pan y lo comen siempre que pueden procurárselo. No lo incluyen en su dieta normal, pero constituye una parte importante del ritual y de las fiestas. No obstante, la elaboración de pan no es un arte doméstico sino ente los ladinos. Además, excepto en algunas comunidades totalmente indígenas, los panaderos casi siempre son ladinos”.

“La vida significa ante todo trabajo duro, y la persona puede enfermar si se aflige o se queja. Y si enferma y tiene que abandonar el trabajo durante algunas semanas y recurrir a un curandero, todos sus ahorros, su tierra y sus medios de ganarse decentemente la vida desaparecen. La persona vive con un precario margen de seguridad, y la diferencia entre la riqueza y la pobreza depende de una leve racha de mala suerte…”[2]

Mujer indígena en día de mercado ofreciendo hierbas. La simplicidad de la economía del altiplano guatemalteco encontraría solución según Tax, en “…el comienzo de la acumulación de conocimientos técnicos, los cuales eventualmente dan por resultado el mejoramiento de los niveles materiales de la vida”.

Mujer indígena en día de mercado ofreciendo hierbas. La simplicidad de la economía del altiplano guatemalteco encontraría solución según Tax, en “…el comienzo de la acumulación de conocimientos técnicos, los cuales eventualmente dan por resultado el mejoramiento de los niveles materiales de la vida”.

“…Los indígenas evitan los relámpagos y los vientos fríos. Cuando la lluvia o la sequía se presentan intempestivamente, así como cuando el río de desborda y amenaza al pueblo, utilizan todos los recursos espirituales disponibles. Cuando la enfermedad hace presa de ellos, agotan todos sus recursos, no sólo espirituales sino materiales.

Algunas creencias acerca de la naturaleza afectan materialmente la vida diaria. Por ejemplo, la fisiología de las plantas y de los animales cambia con las fases de la luna, de modo que la madera de construcción se corta y el maíz se cosecha principalmente durante quincenas alternas. O bien, en vista de que los seres sobrenaturales salen durante la noche, el comercio tiende a interrumpirse al anochecer…”.

 

 

 

 

 

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Tax, Sol. «El capitalismo del centavo. Una economía indígena de Guatemala». (Dos tomos). Centro Editorial José de Pineda Ibarra, Guatemala: 1964. (Fotografía de Amazon).

 

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[1]
Esta reforma obedeció a que el ubiquismo sustituyó a los alcaldes electos por una nueva figura: los intendentes municipales, nombrados directamente por el dictador. El sistema previo a 1935 fue restablecido tras la revolución de 1944.

[2] Esta cita nos recuerda a la visión de la vida de la Inglaterra preindustrial que dejó Hobbes resumida en su Leviatán, cuando dijo que era breve, brutal y sucia.


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