“Llegó la hora del Progreso…”

Rodrigo Fernández Ordóñez 

A mi querido amigo Rodrigo Arias, con quien compartí horas de charla, burlándonos del poder y la historia.

 

Nuestros abuelos también tenían sentido del humor, y no lo callaban. En la misma tónica jocosa y ofensiva de los textos que se publicaron en los periódicos estudiantiles de finales del siglo XIX, repartidos en los corredores de las facultades de Derecho y Medicina, los padres de esos estudiantes rebeldes también hicieron lo suyo, burlándose e insultando a las figuras políticas del momento en panfletos y volantes anónimos. En un fascinante texto publicado en la revista «Anales» de la Academia de Geografía e Historia, en su tomo XLIII, el historiador Enrique del Cid Fernández publicaba algunos de estos poemas satíricos, de los cuales copiamos dos, escritos entre 1871 y 1872, conmemorando así, a nuestro modo los 143 años del triunfo de la Revolución Liberal.

 

Hermosa fotografía de la columna dedicada al general Miguel García Granados al inicio del boulevard 30 de junio (hoy avenida Reforma), pintada a mano según la costumbre de la época, monumento que aún sobrevive en su sitio original.

Hermosa fotografía de la columna dedicada al general Miguel García Granados al inicio del boulevard 30 de junio (hoy avenida Reforma), pintada a mano según la costumbre de la época, monumento que aún sobrevive en su sitio original.

 

-I-

Antecedentes

El día lunes de la semana pasada se conmemoraron 143 años del triunfo de la Revolución Liberal, que terminó con la larga dominación del partido Conservador en Guatemala, iniciada con el triunfo del general Rafael Carrera sobre las fuerzas de Morazán en el ya para entonces lejano 19 de marzo de 1840. Todos hemos leído en los libros de historia y escuchado en nuestras clases de educación primaria acerca de la lucha desencadenada por un caudillo rural de la zona occidental, llamado Justo Rufino Barrios quien enfrentó a las tropas guatemaltecas en varias batallas en su ruta hacia la ciudad de Guatemala, derrotándolas definitivamente en la batalla de los llanos de San Lucas, Sacatepéquez, el 29 de junio de 1871, triunfo que le entregó la somnolienta ciudad de Guatemala en bandeja de plata. Hemos leído (o escuchado) también que Vicente Cerna “Huevo Santo”, que carecía del carisma y del liderazgo de Rafael Carrera no logró sostener el apoyo de su Gobierno, y que se enfrentó con un ejército mal entrenado y mal equipado a una fuerza pequeña y eficaz, que gracias a las gestiones realizadas por Miguel García Granados, venía equipada con armas de última generación, compradas al señor F. W. Kelly, a través de su representante Diego Meany, consistentes en 1,000 fusiles de repetición Remington y 30 carabinas Winchester modernas.

La realidad que había enfrentado Huevo Santo en el país cuyo Gobierno heredaba, en medio de acusaciones de fraude electoral, lo superó totalmente. Guatemala era para la segunda mitad del siglo XIX un país que reclamaba cambios. El cultivo del café había desplazado a la cochinilla y a diferencia de esta, su cultivo exigía más tierra, más mano de obra, mejores vías de comunicación, créditos bancarios e inversión extranjera. Aunque el primer período de la presidencia de Cerna (1865-1869) se había desarrollado sin mayores inconvenientes, su reelección agitó las aguas políticas. En estas elecciones se le enfrentó como candidato opositor, el prestigioso mariscal José Víctor Zavala, veterano de la Campaña Nacional contra los Filibusteros, apoyado por el ala moderada de los liberales, pero fue derrotado. El resultado electoral causó descontento y tras rumores de fraude electoral sucedieron disturbios en la ciudad de Guatemala hasta que se tuvo que sacar a las calles al Ejército para imponer el orden.

Mientras tanto en el interior del país, el panorama también se iba complicando. Una rebelión acaudillada por el eterno disidente general Serapio Cruz “Tata Lapo”, había estallado en la cercana población de Sanarate, tomando armas del cuartel local. Un segundo movimiento tuvo lugar en occidente, liderado por Francisco Cruz, conmocionó al país, pues terminó con la larga Pax Carreriana. Francisco Cruz fue capturado y fusilado en San Marcos. Serapio fue derrotado tras un encuentro con el general Gregorio Solares y huyó a México, volvió al país en 1869.

El general Cruz regresó al país gracias a la ayuda de un hacendado cafetalero de San Marcos, Justo Rufino Barrios, quien lo introdujo por Huehuetenango con una pequeña fuerza con la que trataron de tomar la cabecera, pero fueron rechazados. Barrios resultó herido en la refriega y regresó a su hacienda El Malacate, ubicada en el departamento de San Marcos y fronteriza con México, mientras que el general Cruz se internó en la zona central del país, aprovechando su terreno montañoso. La aventura de “Tata Lapo” terminó el 23 de enero de 1870, en la población de Palencia, en donde fue sorprendido por el general Antonino Solares, mientras desayunaba con el párroco local.En la refriega que siguió resultó muerto el general Cruz, cuando intentaba romper el cerco. Su cadáver fue decapitado y la cabeza fue despachada a ciudad de Guatemala como prueba del triunfo de Solares.[1] Su cabeza fue expuesta en la puerta del Hospital San Juan de Dios.[2]

Eliminada la amenaza del general Cruz, Cerna decidió endurecer la posición frente a los liberales y ordenó la captura de sus líderes más visibles: el mariscal Zavala y Miguel García Granados, quien era diputado de la Asamblea y que destacaba por su honradez y por las acusaciones directas que hacía desde el piso de la Asamblea de estancamiento del régimen conservador. García Granados logró huir y asilarse en la Legación de la Gran Bretaña, en donde recibió protección en todo su camino hasta el Puerto de San José, en donde fue embarcado en un vapor rumbo a los Estados Unidos primero y México después.

García Granados buscó una alianza con Barrios, el caudillo fronterizo, y le envió un parque de armas modernas, al que ya hemos hecho alusión. Las tropas rebeldes se internaron en territorio guatemalteco a finales de marzo de 1871 y ya para el 2 de abril tomaban la población de Tacaná. El 8 de mayo ocuparon San Marcos. Desde allí publicaron un manifiesto denunciando a Vicente Cerna por su campaña ilegal de represión.

Sello postal emitido por Guatemala en conmemoración del centenario del nacimiento del general Miguel García Granados, líder de la Revolución Liberal que tomó el poder el 30 de junio de 1871.

Sello postal emitido por Guatemala en conmemoración del centenario del nacimiento del general Miguel García Granados, líder de la Revolución Liberal que tomó el poder el 30 de junio de 1871.

El avance de los rebeldes resultó virtualmente imparable. Para el 3 de junio las tropas ocupaban la población de Patzicía, Chimaltenango, en donde los jefes y oficiales del ejército rebelde, reunidos en Consejo, firmaron un acta en la que desconocieron al gobierno del general Vicente Cerna y nombraron como presidente provisional al general Miguel García Granados y se le encomendó la convocatoria para una Asamblea Constituyente que decretara una Carta Fundamental. Los líderes de la revolución tomaron una medida que roza lo genial: enviaron copias del Acta de Patzicía, como se denominó al documento, a las municipalidades del país, para esperar la adhesión de las comunidades al nuevo régimen político. En un virtual golpe de Estado, las municipalidades fueron remitiendo su adhesión al plan de Patzicía, legitimando en cierta forma el movimiento liberal, y desconociendo la autoridad del general Cerna.

En uno de los escritos que publicó el historiador Del Cid Fernández en el ensayo mencionado arriba, se hace una fuerte crítica al Acta de Patzicía, en la que se leen estos interesantes versos:

 

“En un triste poblado

Que los indios llaman Patzicía,

Juntóse un gran atajo

De léperos en torno a García.

Y llamando consejo

A aquella escandalosa borrachera,

Por más pícaro y viejo

Le proclamó la turba bochinchera.

En corro nauseabundo,

Motu proprio empuñaban la limeta,

Y alzar al más inmundo

Juraron por el sable y la escopeta

De Jefes y Oficiales

Despachos se asignaron al

Capricho,

Subiendo a Generales

El vil Rufino y el malvado bicho,

Tan criminal acuerdo,

Acta de Patzicía nominado,

Con gruñidos de cerdo

Lo publicaron súbito por bando…”[3]

 

El general Miguel García Granados tenía en esos momentos 62 años, y era en concordancia con su edad y experiencia, un liberal del ala moderada, mientras que Justo Rufino Barrios, por su juventud, encabezaba lo que podríamos llamar la facción radical del movimiento. En este sentido, es esclarecedor un párrafo escrito por David J. McCreery, en el que esboza a ambos cabecillas de la Revolución Liberal:

“El presidente provisional Miguel García Granados, un anciano liberal de la época post-independiente que había actuado por largos años en la oposición legislativa, tenía una visión esencialmente política de la reforma. Su apoyo provenía principalmente de una rama liberal de la élite criolla tradicional, que concebía un régimen oligárquico ilustrado según el modelo de Portales. El líder de la facción ‘radical’, un próspero cafetalero de la frontera con México, fue Justo Rufino Barrios, principal competidor de García Granados…”[4]

Por su parte el ala radical, explica McCreery en su interesante ensayo, buscaba modificar la composición y la orientación política de la élite política nacional, es decir, que intentaban abrirse espacio en esta estructura de participación política, pero sin tratar de revolucionarla. Era más una cuestión de acceso a la toma de decisiones, razón por la cual Wyld Ospina critica acremente en su ensayo El Autócrata, que se le llame Revolución Liberal, a lo que él considera una mera “escaramuza” por el poder. Así, según el norteamericano: “…Las reformas que buscaban los radicales iban dirigidas a facilitar la producción y la exportación del café dentro del sistema existente de relaciones económicas y sociales (…) no revolucionando fundamentalmente las estructuras de clase y producción…”[5]

Impresionante fotografía de la fachada principal del Mercado Central, que antes de ser inaugurado sirvió como cuartel de las tropas liberales que ocuparon ciudad de Guatemala el día 30 de junio de 1871, tras derrotar a las fuerzas del general Vicente Cerna en la batalla de los llanos de San Lucas el día anterior.

Impresionante fotografía de la fachada principal del Mercado Central, que antes de ser inaugurado sirvió como cuartel de las tropas liberales que ocuparon ciudad de Guatemala el día 30 de junio de 1871, tras derrotar a las fuerzas del general Vicente Cerna en la batalla de los llanos de San Lucas el día anterior.

 

Esta brecha no se habría de manifestar sino hasta la llegada al poder. Los cautos movimientos del presidente provisorio causaron exasperación en la rama radical de los liberales y terminaron con la renuncia de Miguel García Granados de la primera magistratura. Pero en el momento en que nos encontramos todavía no se había escindido el movimiento, y mientras se firmaba y se hacía circular el Acta de Patzicía, el presidente provisional tomaba las primeras medidas ejecutivas de gobierno, regresando a la ciudad de Quetzaltenango que ocuparon casi sin resistencia. Allí dictó sus primeros decretos de gobierno, habilitando el Puerto de Champerico, estableciendo aduana en la ciudad de Retalhuleu y nombrando al primer Jefe Político, rompiendo con la tradicional estructura de Gobierno interior colonial que utilizaba la figura del corregidor.

Las tropas rebeldes y las leales al general Cerna se enfrentan en las batallas de Coxón y Tierra Blanca, en el altiplano y en la batalla de San Lucas, que será la última de la campaña. Cerna, tras su derrota, huye del país. Las tropas liberales ocupan la ciudad de Guatemala el día 30 de junio de 1871.

 

-II-

El poema satírico

Como cualquier otro estado centroamericano que se precie, a la llegada de García Granados, el presupuesto estaba en trapos de cucaracha, y para afrontar la crisis y empujar el plan de “progreso” de la facción triunfante era necesario obtener fondos. Se hace necesario recordar aquí que el nuevo régimen se proponía romper lazos con el pasado, y prometía asimismo un tipo de “salto hacia adelante”, un esfuerzo mediante el cual Guatemala se insertaría en el mapa del mundo, en posición de gozar de la bonanza del comercio internacional. El nuevo régimen no tuvo un plan ideológico claro, más allá de las exigencias políticas que expuso en su momento García Granados al momento de asumir la presidencia provisional. Sobre este sustento ideológico señala el citado autor McCreery:

“Su administración nunca produjo una declaración coherente de ideología liberal, sino que obtuvo sus ideas acerca del desarrollo nacional de una serie de fuentes; experiencias personales como productores y explotadores de productos agrícolas; los programas reformistas de la época de Gálvez y de la Reforma mexicana, y ciertos dogmas vulgarizados del positivismo y darwinismo social, corrientes que en esa época (prevalecían) entre la élite ilustrada de Hispanoamérica.”[6]

Sin embargo, para cumplir con la modernización del país y cumplir con los sueños de prosperidad y civilización era necesario dinero. Y sabemos todos, gracias al venerable Benjamín Franklin, que en la vida solo dos cosas son inevitables: la muerte y los impuestos.

 

Conmemoración del triunfo de la Revolución Liberal a los pies del monumento de la Patria al general Miguel García Granados, y que continúa decorando el inicio de la Avenida Reforma en nuestros días. Al fondo del boulevard se puede ver la silueta del Palacio de la Reforma, hermosa construcción totalmente destruida por los terremotos de 1917-1918. (Fotografía de Valdeavellano).

Conmemoración del triunfo de la Revolución Liberal a los pies del monumento de la Patria al general Miguel García Granados, y que continúa decorando el inicio de la Avenida Reforma en nuestros días. Al fondo del boulevard se puede ver la silueta del Palacio de la Reforma, hermosa construcción totalmente destruida por los terremotos de 1917-1918. (Fotografía de Valdeavellano).

 

Así que para financiar esos caminos adecuados, esos ferrocarriles que cruzarían de cabo a rabo el mapa patrio, esos muelles a los que llegarían innumerables vapores de todos los rincones del planeta con sus productos a intercambiarlos por los nuestros, era necesario meter las manos en los bolsillos de los buenos y pacíficos ciudadanos guatemaltecos. Así, el nuevo régimen se vio inmerso en la tarea de reformular el sistema fiscal, heredado del anacrónico sistema conservador, que aún guardaba reminiscencias coloniales. Las reformas fiscales causaron como hoy, molestia en la población que, sin poder oponerse de otra forma a las medidas respaldadas por el triunfo de las armas, tuvo que desahogarse en el papel, consignando sus protestas y sentimientos en la soledad de la hoja en blanco.

“Adelantáronse veinte y siete años a los fundadores e impulsadores del famoso ‘No nos tientes’, aparecido hasta 1898. Encerrados en grandes casonas, aprovechando el silencio de la noche, llevaron al papel íntimas situaciones y juicios que ayudan hoy a comprender mejor las conveniencias políticas sociales posteriores a la Revolución del 71…”[7]

 

De esos deseos de desahogo salieron entonces esos escritos publicados por Del Cid Fernández que rescatamos hoy, escritos en los que: “Delinearon con amenidad versificada y profundo conocimiento, las intrigas dignas de apuntarse en aquella Guatemala de hace cien años, cuyo ambiente de por sí se prestaba a ellos. Sagaces, burlescos, seguros de sus asentamientos…”

Así, sin abundar más en las justificaciones y en el trasfondo de la protesta para no agobiar al lector, ni abusar de su paciencia, transcribo el texto íntegro de uno de esos curiosos escritos, respetando la ortografía original, tal y como apareció publicado en Anales:

 

LEY DE CONTRIBUCIONES[8].

Yo don Chafandín[9] primero

Por arte de los infiernos

Coronado con dos cuernos

Símbolo de Libertad

Al pueblo Guatemalteco

Porque con servil bajeza,

Agachando la cabeza

Adora mi magestad:

Por encanto estoy investido

De Omnímodas facultades

Para hacer barbaridades

Hasta ya más no poder;

Y no alcanzando las rentas

Para tantos olgazanes

Carnívoros gavilanes

Que es forzoso mantener;

Y siendo por otra parte

Muy equitativo y justo

Que a los que les dimos gusto

Nos den ellos de cenar,

He juzgado conveniente

Decretar, y ahora decreto,

Que a todo diablo o sugeto

Algún Pellisco he de dar.

Que el dueño de tienda o casa

Afloje un cinco por ciento

Por ahora, y quede contento

De que no le arranco más.

Estando la agricultura

Tan triste y tan abatida

Le daremos su mordida

Porque no se quede atrás.

Los fanáticos y viejas

Que vayan a Catedral,

Desenbuchen medio real

Cuando entren, y uno al salir.

No habrá otra contribución

Para sostener al clero,

Ni arrancar ya el dinero

Al que a misa quiera ir.

Si antes íbamos despacio

Ahora vamos más que al trote

No ha de quedar monigote,

Ni fraile, ni sacristán.

Los sitiaremos por hambre,

El diezmo ya está abolido;

Así alzarán el volido

Y libres nos dejarán.

Llegó la hora del progreso

Y todo debe volar

Las casas se han de pintar

En hora y media o en dos.

Que los vecinos sus frentes

Los enlocen por encanto

Y que forjen cal y canto

Por un milagro de Dios.

Si acaso no encuentran piedras

Ni canteros, ni albañiles,

Los zambumbias concejiles

Tienen otra testuz.

Y si no que nos lo diga

El impolítico Jefe,

El insulso mequetrefe

Gran bribón de Antonio Cruz.

¡Oh, que leyes tan famosas

Las que pasa el Provisorio!

Tienen un tacto tan notorio

Que no le iguala el de un buey.

No hay cosa más liberal

Que obligar a un ciudadano

A que atrinchere a su hermano

Y así lo manda esta ley.

Señores Capitalistas,

Banqueros o Comerciantes,

Fotografía del monumento al General Miguel García Granados, publicada en la revista "La Ilustración Española", en 1897.

Fotografía del monumento al General Miguel García Granados, publicada en la revista «La Ilustración Española», en 1897.

No piensen irse como antes,

Que ya los ordeñaré.

Mas vivan todos seguros

Que aquellos que me mantengan

En dándome cuanto tengan

Muy felices los haré.

Verán que buenos caminos

Ferrocarriles y puentes,

Alamedas, parques y fuentes

Y cuanto quieran habrán.

Que ya todo lo está haciendo

De papel pintado y cera

Don Juliancito Rivera

Y en la pascua se verá.

Yo he de contentar a todos

Hasta el exijente Murga

Que ya lo apura la purga

Que le dimos a vever.

Y pide con mucha urgencia

Que le arrimen luego el Banco

Uno celestito y blanco

Le mandaremos hacer,

Y se lo pondrá con tiento

El Ministro de Fomento.

 

1] Santa Cruz Noriega, Pedro. El gobierno del General Miguel García Granados 1871-1873. Serviprensa, Guatemala: 1978. Página 25.

[2] Información dada por Ramiro Ordóñez en comunicación electrónica.

[3] Del Cid Fernández, Enrique. Humorismo, Sátira y Resentimiento Conservadores hacia los Jefes de la Revolución de 1871, y la Nueva Sociedad. Revista Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, Tomo XLIII. Enero a diciembre de 1970. Página 147.

[4] McCreery, David J. La estructura del desarrollo en la Guatemala Liberal: Café y Clases Sociales. Revista Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, Tomo LVI. Enero a diciembre de 1982. Página 213.

[5] McCreery. Op. Cit. Página 213.

[6] McCreery, Op. Cit. Página 213.

[7] Del Cid Fernández. Op. Cit. Página 132.

[8] Se respeta la ortografía original publicada en la revista Anales.

[9] De las notas originales de don Enrique del Cid publicadas en su ensayo:

“Chafa, Chafandín, Chafarote, Diente de Ajo y Huevo Tibio –aplicados indistintamente al Capitán General y Presidente Provisorio don Miguel García Granados.

Chafa- diminutivo de chafandín.

Chafandín- Chisgarabís, títere.

Chafarote- Ordinario, grosero en sus modales. Quien lleve sable o espada ancha. Hacia 1729 ‘alfanje’, que deriva de una variante árabe safra-, pronunciada chafa…”


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