La suerte de los que se quedan…

Los hechos que siguieron al asesinato de Reina Barrios

Rodrigo Fernández Ordóñez

 

Disipado el humo del disparo que se llevó la vida del presidente José María Reina Barrios, la vida del país y de su familia habrían de cambiar para siempre. Edgar Zollinger yacía en el suelo asesinado también por un agente de la policía y rematado por “Matamuertos”, a pocas cuadras del sitio en donde se desplomó el presidente. ¿Qué pasó en los días inmediatos al asesinato? ¿Qué suerte corrió la familia del general Reina Barrios? ¿Cómo les cambió el destino ese crimen?

 

Interesante retrato del Presidente José María Reina Barrios publicado en la revista "La Ilustración Española". (Fotografía original de Valdeavellano).

Interesante retrato del Presidente José María Reina Barrios publicado en la revista «La Ilustración Española». (Fotografía original de Valdeavellano).

  

-I-

No tenemos información de quién llevó la noticia del asesinato de su esposo ni del impacto que esta causó en doña Algeria. Solo sabemos que perdió la razón. Don Antonio Batres Jáuregui, protagonista principal de los hechos que abordaremos aquí, relata que el cuerpo sin vida del presidente fue llevado de inmediato a la Casa Presidencial y colocado sobre la mesa de uno de sus salones. Podemos imaginar el desconcierto, el caos desatado por el crimen. Imaginamos portazos, órdenes y contraórdenes en los pasillos, pasos apresurados. Algún llanto y lamentos. Quizás no hay noticias porque al momento de su muerte, el presidente Reina llevaba diez meses de haberse separado de doña Algeria, quien además, parece que era medio enfermiza, con frecuentes viajes al extranjero para “curar su salud”, según ha documentado el investigador Rodolfo Sazo en los periódicos de la época.

Tenemos, sí, el recuento en primera persona de don Antonio, que relata:

“…Era la noche del 8 de febrero del año 1898. Me encontraba yo, a las 8, en casa de mi amigo Agustín Gómez Carrillo, cuando el doctor don José Matos, Subsecretario de Relaciones Exteriores, acompañado de mi hijo Carlos, entró diciendo en alta voz: ‘¡Don Antonio acaban de asesinar al Presidente Reyna Barrios!’ Salí al instante, embozado en una capa, sin arma alguna, y en dirección al palacio. Llegamos corriendo. La guardia estaba dispersa. El Jefe del Estado Mayor, general Toledo, se había ido al teatro; ningún otro de los ministros se encontraba aún. El cadáver del infortunado caballero, del valiente militar, del Jefe de la Nación, tendido sobre una mesa en el mayor desamparo y abandono. Tal el triste cuadro que allí se veía…”[1]    

 

Esa noche de febrero todo es confusión. Lo relata también Rafael Arévalo Martínez en su ¡Ecce Pericles! Al saberse del asesinato del mandatario se reúne en palacio el consejo de ministros, compuesto por el licenciado Mariano Cruz de Gobernación, Justicia e Instrucción Pública, el licenciado Antonio Batres Jáuregui de Relaciones Exteriores, Francisco Castañeda de Hacienda y Feliciano García de Fomento. El ministro de Guerra, Greogorio Solares, nos informa don Rafael, siempre acucioso, no estaba en la ciudad. Andaba de descanso en el Puerto San José. Los ministros discutían qué hacer con la vacante de la presidencia, sabiendo todos que el Primer Designado para cubrirla era el licenciado Manuel Estrada Cabrera, exministro de Reina Barrios y quien había pasado los últimos meses retirado de la política. Refiere don Rafael que Estrada Cabrera, al enterarse de la muerte del presidente corrió al palacio para enterarse de la situación, y cuando ingresó al salón en donde discutía el Consejo de Ministros, que supuestamente ya había llegado a un acuerdo en asumir en comité la primera magistratura. Le cedo la palabra a Arévalo Martínez:

“-No puede ser- les dijo con énfasis. Es inconstitucional. Yo soy el que en calidad de primer designado debo ser el Presidente interino. Hagan otro acuerdo.

Hubo resistencia y se elevaron las voces y con más vehemencia que nadie el que ya se creía presidente.

Saqué la pistola del pecho, los encañoné a todos y les afirmé levantando la voz:

-Estoy dispuesto a matar a todo el que no firme.

En ese mismo instante entró el Jefe del Estado Mayor de Reyna Barrios y me dijo:

-¿Llamaba usted, Señor Presidente?

Aunque a regañadientes doblemente compelidos firmaron los circunstantes…”[2]

 

Así que ya ven ustedes cómo se hacía política en aquellos años. Al parecer don Manuel era hombre de armas tomar y de no dejarlas sino hasta muchos años después. Además del impacto del asesinato, esa misma noche, nos relata el siempre sospechoso Adrián Vidaurre en su libro de memorias, se sublevaron los hombres de la comandancia de armas, pero estos no quisieron enfrentarse con los caballeros cadetes que vigilaban el palacio presidencial, por lo que rápidamente se disolvió el levantamiento, no sin cobrarse un saldo de vidas humanas. Sus cabecillas, el general José Nájera, comandante y el coronel Salvador Arévalo ante su fracaso, huyeron a El Salvador, dejando muerto al general Daniel Marroquín, fiel a Estrada Cabrera.

El nuevo presidente publicó un manifiesto a la población al día siguiente de asumir el despacho en el que aseguraba: “Llamado por ministerio de la ley a ejercer la presidencia, es su deber declarar que nunca hubiera aceptado tal designación si hubiese sabido que tendría que ejercerla; pero que no desfallecerá porque está convencido de que para gobernar a Guatemala sólo se necesita cumplir con la ley, fija la vista en un punto único: la Constitución de la República. Corta y de carácter interino será su administración”. Imagínense ustedes si 22 años se le antojan cortos, cómo les habría ido a nuestros abuelos si no se rebelan en abril de 1920.

La situación, como es fácil de imaginar era de confusión, y en la confusión sacan provecho los hábiles. ¿No se han preguntado por qué el general Reina Barrios, presidente liberal, está enterrado en las bóvedas de la Catedral Metropolitana? Don Antonio Batres Jáuregui, quien afortunadamente se sentó a escribir sus recuerdos, nos relata:

“El día 10, cuando me disponía, a las ocho de la mañana, a irme al Palacio sin saber nada de lo ocurrido, pues yo estaba durmiendo en mi casa esa noche, para reponer la anterior que había sido de angustia, trabajo y desvelo completo, recibí un bondadoso aviso de doña Isabel Arrivillaga, por medio de dos sobrinas suyas, las apreciables señoritas María Teresa Zepeda y María Arrivillaga, diciéndome que no fuera al entierro del general Reyna Barrios porque había una turba de gente armada por El Gallito, dispuesta mediante un complot a asesinar a los ministros y a arrastrar el cadáver del Presidente (…) Supuestos prosperistas. El entierro iba a ser en el Cementerio General, pero para evitar la turba, apenas dos horas antes, se decidió hacerlo en las bóvedas de la Catedral.”

 

Nos sigue relatando don Antonio que esa misma mañana un carpintero conocido suyo, llamado Juan Bejarano fue hasta su casa para advertirle:

 “Vea señor –me dijo- no vaya al entierro, porque están disponiendo una matazón. Mire, estos cinco pesos, que me acaban de dar en la fonda El Conejo, para que yo vaya entre los revoltosos; cogí el pisto, y vengo a avisarle lo que está pasando…”[3]

 

Así que alguien estaba armando una situación explosiva. Algunos acusan a don Manuel de estar detrás de éstas maquinaciones. Otros acusaron a don Próspero Morales, eterno opositor de los regímenes de Reina Barrios primero y Estrada Cabrera, después. Lo cierto es que para evitar la violencia, los pocos hombres prudentes que quedan en situaciones exaltadas como esas, decidieron darle la vuelta al plan maquiavélico y acuden a la Iglesia para salir del entuerto. Según el testigo privilegiado de don Antonio Batres, a él se le ocurrió la idea de enterrarlo en la Catedral. Para evitar un cortejo multitudinario, el asunto se debería despachar con sigilo, pues don Manuel, no se sabe con qué intención, le había informado a Batres que había puesto a disposición una tropa de cien soldados para acompañar el féretro hasta el Cementerio General. El testigo al que hemos recurrido cuenta que por su parte él había calculado que para prevenir cualquier disturbio hubiera sido necesario contar al menos con mil soldados al mando de un general.[4]

El licenciado y múltiple ministro, don Mariano Cruz, fue nombrado para realizar las gestiones y lograr la autorización del arzobispo Casanova de hacer uso de la Catedral, en donde también reposan los restos del general Rafael Carrera. “Aunque el general Reyna era masón de alto grado, no opuso dificultad el jefe de la Iglesia; porque comprendió las circunstancias, y además, porque el general Reyna no había hostilizado, en lo más mínimo, a la religión católica ni a ningún otro culto…”[5] Así las cosas, se levanta el cuerpo del mandatario de la capilla ardiente que se había montado  en el salón de recepciones del palacio. El féretro fue llevado en hombros por generales del ejército, acompañados de los ministros, autoridades superiores, cuerpo diplomático y consular. El cortejo fúnebre se dirigió hacia el Portal de Comercio y lo recorrieron paralelo, sobre la plaza hasta llegar a las bóvedas de la Catedral. Así que se despachó el entierro sin más pompa, bajo un cargado ambiente de violencia en gestación.

Así terminaba el gobierno progresista del general Reina Barrios, que por supuesto también tuvo sus sombras. Basta recordar esos locos planes de guerra con México, gigante al que pretendía derrotar, pues “…esperaba que Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica harían causa común con él. Si triunfaban, seguiría una república centroamericana, de la que él sería el primer presidente…”,[6] sin duda imitando los planes más descabellados de su difunto tío, y sin aprender de su ejemplo, abatido según parece por sus propias tropas, en los campos de Chalchuapa, en El Salvador. Según el artículo citado, Reina Barrios había logrado levantar un ejército de alrededor de cuatro mil hombres, y los concentraba cerca de la frontera, en Champerico y Quetzaltenango. Había dotado a esta tropa con uniformes alemanes y cascos blancos (imaginamos que los famosos salacots, conocidos en todas las fotografías de los dominios imperiales europeos).

El periódico reportaba que apenas un año antes habían ocurrido serios incidentes en la frontera con El Salvador, que habían provocado rumores de guerra, y que Guatemala había recibido un gran contingente de artillería. Afirma el citado diario: “La carga para Guatemala consistía en 600 toneladas de cañones de montaña Krupp. También pertrechos militares y municiones. Extrañamente, la artillería arribó a Guatemala empacada como mercadería con destino al Ministerio de Agricultura”.[7]

-II-

La viuda

Tras la muerte de su esposo doña Algeria decidió regresar a su país nativo, los Estados Unidos. Ignoramos la fecha, pero sabemos por ejemplo, que dejó asuntos sin resolver, pues su lujosa residencia ubicada sobre el Paseo 30 de junio, Villa Algeria, quedó abandonada por mucho tiempo. Hoy día es un discreto hotel. Marchó no sabemos si todavía embarazada o ya con la bebé en brazos, a quien puso por nombre Consuelo. Doña Algeria, reporta un diario de la época, era originaria de Virginia y había conocido al general Barrios en Nueva Orleáns, en donde ella actuaba de vedette. Reina Barrios se enamoró de la norteamericana y se la llevó a Nueva York, en donde se casaron, para luego viajar a Europa, en donde el general asumió el consulado de Guatemala en Hamburgo, un puesto diplomático de primera importancia en ese entonces.

Según reporta el sitio neworleanspast.com, doña Algeria regresó a Nueva Orleans, pero estuvo como alma en pena. Incluso reportan que estuvo arrestada en Londres y Nueva York, acusada de intoxicación. Al parecer se volvió drogadicta, porque para el año nuevo de 1910 la tenemos ingresando en el Asilo Touro-Shakespeare en Nueva Orleans, sin un centavo y casi ciega.

  

Asilo Touro-Shakespear en Nueva Orleans, así lucía cuando ingresó en él Algeria Benton.

Asilo Touro-Shakespear en Nueva Orleans, así lucía cuando ingresó en él Algeria Benton.

 

El Asilo Touro-Shakespeare fue construido con fondos dejados para ese propósito por el filántropo sureño Juha P. Touro, y estaba ubicado en la actual calle Daneel, entre la calle Joseph y la avenida Nashville. La propiedad fue transferida a la ciudad de Nueva Orleáns al final de la Guerra Civil. El edificio fue demolido en 1932.

Al parecer, al llegar a sus oídos la noticia del asesinato del general Barrios, su esposa perdió la razón. De lo que escribe Batres Jáuregui habrá sido del puro cargo de conciencia, pues doña Lilly, como también le decían, quedó embarazada de una relación extramarital con el general Toledo, a quien insistentemente se acusó de estar implicado en el asesinato del presidente. Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que doña Algeria no quería a su hija Consuelo, y su relación fue tan distante que incluso un diario extranjero, el New Orleans Times Picayune reportó que la viuda había abandonado a su hija en las escaleras de la iglesia de la Magdalena en París. A consecuencia del estado calamitoso de la salud de la viuda, que ya sabíamos era frágil y de su drogadicción y alcoholismo, Consuelo fue ingresada en un convento en la ciudad de Londres, por órdenes del Ministro de Guatemala en Londres, quien me parece que para la época era José Tible, tío de Enrique Gómez Carrillo, quien se casó con una señora multimillonaria norteamericana de apellido Julliard, pero eso no viene al caso. Lo que sí nos importa es que al convento la iba a visitar su madre, obligada por una enfermera que la atendía. Quien nos da estos detalles es María F. Davis, en una intrigante investigación que tituló Forggie: The lost waif, en que recorre Europa y los Estados Unidos siguiendo los tenues rastros de dos hijos del general Reina Barrios: uno, supuestamente llamado René y Consuelo. Sabemos a ciencia cierta que el presidente tuvo un hijo anteriormente, José Reyna de Campos, del que no he podido conseguir mayor información. El libro de la señora Davis puede ser consultado parcialmente en línea, pero yo he ordenado el mío para buscar otros datos que nos puedan interesar y hacérselos saber en cuanto lo tenga en mis manos.

Por de pronto podemos complementar con trozos de información recogida de mil lugares que para 1911, la señorita Consuelo Barrios vivía “…en el Convento y Abadía de Santa María y Escuela Santa María, Mill Hill N. W. como estudiante en Hendon, Middlesex, England…”

Doña María Davis nos da información adicional de Consuelo. Al parecer era muy enfermiza, la aquejaba el asma y la bronquitis, ella aventura que acaso por el clima de Londres. Lo cierto es que tras once años de reclusión en el convento es enviada a Guatemala a vivir, en donde se establece por cuatro años. De allí viaja a Nueva Orleáns en donde moriría el día viernes 6 de junio 1919. Al día siguiente reportaba el Times-Picayune, en la página 6:

“La señorita Barrios muere. Hija del Presidente de Guatemala es enterrada aquí.

El funeral de la señorita Consuelo Reyna Barrios, de 21 años, hija del Presidente Barrios de Guatemala, quien murió en la Enfermería Touro el viernes por la tarde, tuvo lugar el día sábado a las 11 de la mañana, en el Cementerio Greenwood. La señorita Barrios había quedado bajo la custodia del Presidente guatemalteco Manuel Estrada Cabrera desde el asesinato de su padre. Su único familiar en la ciudad era su abuela, señora C. B. Wheeler, con residencia en el 1241 Prytania Streer, con quien vivió el pasado año y medio. La señorita Barrios había sufrido de quebrantos de salud antes de venir a los Estados Unidos, y nunca se recobró completamente de un ataque de Fiebre Española el otoño pasado. Ella se había involucrado activamente en el esfuerzo bélico, dedicando devotamente la mayor parte de su tiempo en el Club de Servicios británico, del que era miembro.”[8]

 

Puerta de entrada del Cementerio Greenwood, en la Parroquia de Orleáns, ciudad de Nueva Orleáns, en donde reposan los restos de Consuelo.

Puerta de entrada del Cementerio Greenwood, en la Parroquia de Orleáns, ciudad de Nueva Orleáns, en donde reposan los restos de Consuelo.

 

Su madre, la hermosa Algeria, (a juzgar por la fotografía iluminada que se publicó en el número 44 de la revista Galería, “Arte y Mujer”), le había precedido en el sueño eterno cuatro años antes, el 20 de abril de 1915, y también en el sur de los Estados Unidos, pero ella en la ciudad de Biloxi, Mississippi.

Su muerte fue anunciada en el Daily Herald, el 21 de abril de 1915:

 “Dos muertes ocurren en el hogar de los Hammet en pocas horas.

La señora Barrios, quien estaba de visita, murió anoche.

La señora Barrios muere. La muerte de la señora Algeria de R. Barrios, ocurrida  en Hammet Home, fue inesperada, pese a que la dama había estado enferma por varios días. La señora Barrios, viuda del presidente de Guatemala, había estado de visita en la ciudad de Nueva Orleáns. Vino a Biloxi el domingo último y cayó enferma a su arribo por tren, aunque su condición no fue calificada de seria. Fue llevada de inmediato al hogar de los Hammet, a donde iba de visita, y fue empeorando hasta morir anoche finalmente. La señora Barrios era una vieja amiga de los señores Hammet y había venido a visitar esta familia en los últimos años en diferentes épocas. Unos días antes había escrito a los señores Hammet informándoles de su intención de visitarlos y fue invitada a hacerlo. La señora Barrios tenía sólo un familiar cercano de lo que se sabe, una hija, la señorita Consuelo Barrios, que vive en Guatemala. Era nativa de Virginia, hija de una de las mejores familias del lugar. En sus años de juventud estuvo casada con el señor Barrios, quien luego fue jefe del ejecutivo de Guatemala. Tenía aproximadamente 40 años. La dama fue llevada al establecimiento de Bradford Livery & Undertaking Co. en la avenida Howard. Los arreglos del funeral no se habían logrado concretar, toda vez que ha sido sumamente difícil comunicarse con los parientes sobrevivientes. Se ha enviado telegramas a familiares en Virginia y a amigos en Nueva Orleans. Tan pronto como se obtenga respuesta se realizarán las exequias.”[9]

 

Esta información se complementa con la publicada en el Times-Picayune de la ciudad de Nueva Orleáns, quien cuenta a su lectores el día 25 de abril de 1915:

“Biloxi, Mississippi. La señora Algeria de R. Barrios, la viuda del expresidente de Guatemala, quien murió en esta ciudad la pasada noche del domingo, fue enterrada en el cementerio de Biloxi esta mañana a las 10, siguiendo las instrucciones recibidas del cónsul guatemalteco en Nueva Orleáns. El entierro será temporal mientras se arregla su embarque para Guatemala.”[10]

 

Una calle de Harrison County, Biloxi, Mississippi (1913). Probablemente por ella se paseó doña Algeria durantes sus visitas a la familia Hammet, oriunda de la ciudad.

Una calle de Harrison County, Biloxi, Mississippi (1913). Probablemente por ella se paseó doña Algeria durantes sus visitas a la familia Hammet, oriunda de la ciudad.

 

Muelle del puerto de Biloxi, por el que habrá desembarcado doña Algeria, en sus continuas visitas a la ciudad.

Muelle del puerto de Biloxi, por el que habrá desembarcado doña Algeria, en sus continuas visitas a la ciudad.

 

 

El general José María Reina Barrios supervisando maniobras militares en el Campo de Marte. (Fuente: pacayablogspot. Original de El Progreso Nacional, número 427, del 13 de noviembre de 1896).

El general José María Reina Barrios supervisando maniobras militares en el Campo de Marte.
(Fuente: pacayablogspot. Original de El Progreso Nacional, número 427, del 13 de noviembre de 1896).

 


[1] Batres Jáuregui, Antonio. La América Central ante la Historia. Ediciones del Organismo Judicial de Guatemala. Guatemala: 1993. Página 576.

[2] Arévalo Martínez, Rafael. Ecce Pericles. Editorial Universitaria Centroamericana, San José, Costa Rica: 1983. Página 45.

[3] Batres Jáuregui. Op. Cit. Página 579.

[4] Batres Jáuregui. Op. Cit. Página 580.

[5] Batres Jáuregui. Op. Cit. Página 580.

[6] S/A. Trouble not improbable. Serious Strain in the Relations of México and Guatemala. The New York Times. December 23, 1894. Página 21. Traducción libre el autor.

[7] The New York Times. Op. Cit. Página 21.

[8] Esta crónica puede leerse en el interesante sitio findagrave.com, en el que se nos aporta otro dato interesante y desconcertante a la vez: “…She is listed as a male in the New Orleans Louisiana Death records.”

[9] Tomado del sitio www.findagrave.com.

[10] Tomado del sitio www.findagrave.com, en donde se informa que el cementerio de la ciudad de Biloxi se encuentra en el condado Harrison.


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