Rodrigo Fernández Ordóñez
Hay dos cosas que me he negado a renunciar por la inseguridad de nuestro país: el sueño de tener un jardín en donde colgar una hamaca, y mis paseos por el Centro Histórico de la ciudad de Guatemala. Manteniendo estas dos preciadas posesiones he estado en condiciones de vivir entre «razor ribbon», muros altos, instalar alarma, viajar en carro con vidrios polarizados, guardando mochilas bajo el asiento, escondiendo el iPod y el teléfono y con las ventanas cerradas.
Lo del jardín ya va en camino de solucionarse. Las caminatas por el Centro Histórico son momentos de abstracción y sueños. De toda la zona, la que más me gusta es el Centro Cívico, pues me parece que es el lugar que representa ese anhelo de modernidad y desarrollo que Guatemala ha venido buscando desde que se fundara como república independiente un lejanísimo 21 de marzo de 1847.
-I-
El Centro Cívico, fue formulado por un grupo de arquitectos guatemaltecos[1] formados en el extranjero, como un espacio de confluencia entre Estado y ciudadano, constituye un espacio ideal para el paseo y para la detenida observación, siempre y cuando se tenga el cuidado de no obstruir el paso de los cientos de apresurados transeúntes que fluyen por las aceras y puentes y siempre con un ojo en alerta para detectar a ese sigiloso y sospechoso vecino que nunca falta, lo quiera asaltar a uno. Por eso recomiendo la visita del Centro Cívico un día sábado por la mañana. Las ocho es la hora ideal, pues presenta la mejor luz por si además usted quisiera tomar unas fotografías de los edificios-obras de arte que constituyen este conjunto arquitectónico.
El germen conceptual del Centro Cívico, relata el arquitecto Jorge Montes[2], surgió de las tertulias de café que unió en amistad a varios arquitectos y artistas a inicios de los años cincuenta. Según Montes, a su regreso de los Estados Unidos en 1952, ingresó como arquitecto a Obras Públicas, en donde hizo amistad con Rodolfo Galeotti Torres, quien le presentó posteriormente a toda una generación de brillantes artistas: Dagoberto Vásquez Castañeda, Guillermo Grajeda Mena, Roberto González Goyri y Roberto Ossaye. A la tertulia se unieron posteriormente, los ingenieros Efraín Recinos y Carlos Haeussler. “Obras Públicas estaba localizada muy cerca de la Escuela de Artes Plásticas, allá en la octava avenida. Era muy fácil vernos, encontrarnos y apreciar las cosas en que estábamos”, cuenta Montes. De estas pláticas y la posterior fundación del Departamento de Arquitectura en 1953, como parte de la Facultad de Ingeniería, en la que se involucraron como catedráticos varios artistas, fueron surgiendo ideas en torno a la “relación, la aplicación y el ánimo de llevarnos a pensar, algún día, en la integración de las Artes Plásticas con la Arquitectura”, afirma el arquitecto Montes en su escrito, en el que hace referencia a que en su estudio de arquitectura en la avenida de las Américas, acudían casi diariamente todos los artistas a discutir y a darle forma a la propuesta de integrar la plástica a los edificios del Centro Cívico, propuesta que al final fue aceptada por las instituciones involucradas, desde la fase misma de conceptualización.
Los trabajos de esta compleja obra iniciaron durante la gestión presidencial de triste recuerdo del general Miguel Ydígoras Fuentes, pero sus planos ya habían sido aprobados durante el gobierno del coronel Carlos Castillo Armas, en 1954. El espacio físico destinado para el ambicioso proyecto estaba ubicado entre la colina que albergaba las instalaciones del Fuerte de San José de Buenavista, el Estadio Autonomía y la Penitenciaría Central, llamada también “La tencha”, con la irreverencia acostumbrada de los guatemaltecos, quienes le dieron ese apelativo familiar a una instalación tan tenebrosa y tan llena de violencia. Asimismo, se integró al espacio los predios del Luna Park (no encontré mayor referencia al respecto) y al parque Navidad.
La maqueta del proyecto, presentada por el alcalde de la ciudad, ingeniero Julio Obiols, contenía la idea de fusión de dos herencias culturales, pues los amplios espacios, (conformando plazas abiertas), las escalinatas y los edificios confrontados evocaban a las ciudades precolombinas,[3] que contrastaban con el estilo internacional de las estructuras, que a su vez, como el caso de la torre del Banco de Guatemala, están recubiertos con lienzos de concreto con murales que hacen referencia a las estelas mayas. Este juego obedecía al interés de combinar las raíces de la cultura indígena con una cultura moderna, cosmopolita.
Los arquitectos que afrontaron la tarea de diseñar los hermosos edificios que conforman el conjunto del Centro Cívico fueron, para el caso del Palacio Municipal, Roberto Aycinena y Pelayo Llerena Murúa, que dicho sea de paso, fue el primer edificio en construirse entre los años 1954 y 1958, como una declaración de la Municipalidad de Guatemala, de constituirse en la impulsora del desarrollo urbano moderno. El edificio del IGSS fue diseñado por Roberto Aycinena y Jorge Montes Córdova, y ejecutado entre 1957 y 1959; el edificio del Crédito Hipotecario Nacional, diseñado por Jorge Montes Córdova, Raúl Minondo y Carlos Haeussler, ejecutado entre 1960 y 1963 y la torre del Banco de Guatemala, es un diseño de Jorge Montes Córdova y Raúl Minondo, construido entre 1961 y 1964. A estas magníficas estructuras se le sumaron posteriormente otros de inferior diseño, como el Palacio de Justicia y Torre de Tribunales y el edificio del Ministerio de Finanzas Públicas, que tiene como única virtud haber sido el edificio más alto de la ciudad con sus 22 niveles.
-II-
Para fundir esta cultura indígena con las corrientes modernas y plasmarla en los muros exteriores e interiores de los edificios, se buscó a artistas guatemaltecos para que diseñaran obras para el efecto, mediante concurso.
MUNICIPALIDAD DE GUATEMALA (1954-1958): este edificio tiene un mural exterior de líneas sencillas pero enérgicas, sobre la séptima avenida (ala poniente) de Guillermo Grajeda Mena, titulado La Conquista, elaborado en 1957, y en la cara oriente uno de Dagoberto Vásquez. En el interior del edificio se conserva un mural en mosaico veneciano de Carlos Mérida, titulado Canto a la raza, elaborado entre 1954 y 1958.
El mural de Guillermo Grajeda Mena está dominado por las imponentes figuras del conquistador y del evangelizador, transmitiendo precisamente el drama de la imposición que constituye toda conquista. En el análisis que del mural realizó la licenciada Irma Lorenzana de Luján, apunta:
“Las dos figuras poseen una jerarquía plástica dentro del conjunto, ya que las percibimos como unidad, independientemente que una represente al guerrero y la otra al evangelizador. Pero las dos representan la fuerza de la represión, una por medio de la fuerza y la otra por la persuasión religiosa…” [4]
A los lados dos figuras femeninas, una en actitud de sumisión, le acerca una ofrenda al conquistador. Del otro lado, otra figura femenina acepta la fe del evangelizador. Es la síntesis de la historia de Guatemala que ofrece Mena, en su obra, la primera en ser fundida in situ, en el concreto de la fachada. La característica principal de este mural según la autora citada arriba, es que el orden de la imagen y sus símbolos dominan en la composición, transmitiendo el significado completo de su idea en un solo vistazo a la obra.
El conjunto, lo explica nuevamente Lorenzana de Luján:
“Cada figura posee en sí las propiedades que salvaguardan la identidad de su papel en el mural. Para que no quede duda al respecto a la fuerza que representan, la figura frontal y agresiva del conquistador y, en segundo plano, la del evangelizador, el Maestro Grajeda Mena colocó muy claramente una J estilizada con un punto. Esta marca, según el autor, es la forma del hierro con el cual se marcaba a los indios esclavos, produciendo una clara determinación plástica lograda por la selección y ordenamiento iconográfico para tal fin, es decir, aquellos en los que los criterios de eficacia visual y emocional, actúen fuertemente sobre el espectador.”[5]
Don Dagoberto Vásquez ejecutó el mural que decora la fachada oriental del palacio en 1956, y se nos recuerda a uno de sus grabados: líneas claras y figuras sencillas pero contundentes, dibujadas a la perfección, a pesar de su apariencia masiva. Según Monsanto: “Su propuesta establece un balance figurativo en donde se representa a Guatemala como una mujer desnuda, dentro de un ambiente natural, la cual recibe ofrendas en especie de manos de diferentes personajes.”[6]
INSTITUTO GUATEMALTECO DE SEGURIDAD SOCIAL –IGSS-: en este edificio se pueden observar dos murales. El espectacular mural de Roberto González Goyri, que concentra la historia de Guatemala desde el Popol Vuh hasta el año de realización del mismo en unos pocos paneles, titulado Nacionalidad Guatemalteca, y un mural en mosaico de colores vivos de Carlos Mérida que representa la historia de la Seguridad Social y que acompaña al transeúnte hasta la puerta de ingreso del mismo edificio y que se reflejaba en un estanque, para impedir que la gente se apoyara en él y lo dañara, estanque que fue rellenado y luego vuelto a hacer en 1992.
En un documento firmado por Carlos Mérida y publicado por Luján Muñoz en su libro dedicado a la figura del artista, describe los murales exteriores del IGSS, que por su interés y la poca disponibilidad del libro en la actualidad, transcribo a continuación:
“…En el exterior de la loseta, el tema central lo constituye “el hombre”, como foco principal sobre el que recae la obra que desarrolla el Instituto, el hombre en sus atributos físico y espirituales, bajo la égida y el cuidado, siempre vigilante, de lo que representa la función primordial de esta institución social. Bajo un tratamiento moderno, como respuesta a la modernidad del edificio, están tratados, en el extenso mural, algunas de las más importantes atribuciones de prestación social que corresponden ejercer al Instituto como son: la maternidad, la atención médica, derramada a la familia, y como correlación, al logro de la meta, mediante la atención física, de llegar a condiciones espirituales para el pleno goce de la vida (…) Además, para simbolizar el carácter nacional de la benemérita acción social, el quetzal aparece en el mural, desde su estilización maya, que constituye una de las raíces de nuestra raza actual, hasta su estilización colonial y moderna que forma la otra piedra miliar de lo que somos actualmente. La imagen de la fe, al lado de la cruz cristiana, que es amor, desinterés, abnegación, no podía faltar en un mural que representa los valores más nobles dentro de una justicia social bien entendida…”[7]
El documento, fechado en 1959, también contiene una descripción del maestro de los murales que decoran los muros exteriores del auditorio, que por su arquitectura (buscando la optimización acústica), pareciera querer saltar sobre la avenida:
“…El mural exterior del auditorio, píensase realizarse en azulejo fabricado en Guatemala. El azulejo es un ladrillo ferruginoso cocido a alta temperatura, y esmaltado, más tarde, a fuego. También constituye una vitrificación superficial que es inalterable a la intemperie. El tema de este mural lo constituye “Un Canto Lírico al Quetzal”, el ave simbólico de nuestra libertad. Está tratado el tema en forma moderna, para integrar esta decoración, como ocurre en el mural del patio, a la arquitectura. Se encuentra en el referido desarrollo del mural temas mayas en su totalidad, pero transmutados en formas completamente modernas. Lo que se persigue es contribuir, con esto, a la evolución de un tema de las facetas espirituales más definitivas que nos legaron nuestros ancestros. La superficie de este mural alcanza 200 metros cuadrados aproximadamente…” [8]
En cuanto a la técnica de ejecución del mural de González Goyri, que se extiende sobre la séptima avenida, explica su autor sobre la innovación y la modernidad de la misma:
“…En cuanto a la escultura (los relieves) la técnica empleada fue muy novedosa para nuestro medio. No es que hayamos inventado nosotros pues la verdad es que ya se habían hecho experimentos y ensayos en Europa, por ejemplo, el artista holandés De Laak. Pero para nuestro medio, repito, sí fue algo novedoso. Esta técnica consiste en elaborar un relieve al revés, directamente sobre la formaleta haciendo las veces de negativo. La idea era al mismo tiempo, que la fundición copiara todos los accidentes de la madera e incluso jugar con las huellas de la madera estableciendo ritmos como parte de la composición. En otras palabras haciendo ostentación de que era un colado. Esto es lo que se llama verdad al material: no hacerlo aparentar como si fuera una talla en piedra. A este método de fundir directamente con la formaleta adosada al muro se le llama ‘fundido in situ’, e indudablemente el que mejor los logró fue Dagoberto Vásquez (…) Por mi parte en el mural del IGSS también se hizo el mismo procedimiento de hacer el negativo en la formaleta pero con la diferencia que no se fundió in situ sino por partes, en el suelo, y luego se fueron pegando al muro con sabieta y, por supuesto, todas las partes amarradas con hierro…” [9]
Sobre este mural en particular, Antonio Morales Nadler escribía en El Imparcial, el 21 de septiembre de 1959, un texto interesante, que expresa la maravilla de los guatemaltecos ante estas técnicas artísticas innovadoras:
“Aprovechando un duro y díscolo material –el cemento- González Goyri ha domesticado la materia y al material pesado le hace danzar, merced al prodigio de finura de sus líneas. Los relieves obedecen a una concepción de síntesis y sencillez preñada de simbolismos y así se desplazan en una dinámica clara, sin confusiones entregando su mensaje concreto y cabal. Dan la impresión tales figuras, estilizadas y elementales de forma, de trabajo, de metalurgia, sugiriéndonos que si el material puede ser rebelde, puede también aprender a balbucear los murmullos de esoterismo, de esos profundos significados que las cosas tienen en el Popol-Vuh…” [10]
CRÉDITO HIPOTECARIO NACIONAL –CHN-: en sus muros exteriores se puede contemplar un hermoso mural de Efraín Recinos, que relata la historia del comercio, con sus meticulosas figuras que casi tocan la línea de la caricatura, dándole un aire de fresca informalidad al edificio y a la totalidad del conjunto, interrumpiendo la gravedad de las contundentes figuras humanas de González Goyri al frente y de Guillermo Grajeda Mena en el muro exterior del Palacio Municipal.
La historia de los murales del maestro Efraín Recinos tiene un origen peculiar, pues cuenta Lorena Recinos:
“El maestro Recinos contaba que un día viernes lo llamó el maestro Roberto González Goyri, diciéndole que recordara que había que entregar el diseño de estos murales el día martes, para poder participar en el concurso de construcción de los mismos. Pasó entonces desde el día viernes hasta el martes sin casi dormir, trabajando en el diseño de estos 5 paneles para lograr entregarlos a tiempo. Entregó los diseños y ganó el concurso, ganando el segundo lugar el maestro González Goyri. Sus murales se encuentran en la parte oriente del edificio.” [11]
Según la experta citada arriba, los murales son bajorrelieves en concreto reforzado, cubierto de granito de mármol y acusan una acentuada influencia maya, representando una serie de figuras con abundante movimiento. El mural se debe leer de izquierda a derecha, y se concentran 5 temas principales: el trueque y el cambio, en un recorrido desde las formas más simples de intercambio hasta la moneda; la industria, que se enfoca en el dominio del hombre sobre la naturaleza y la máquina como símbolo de la industrialización; el ahorro, la agricultura, representada con el maíz y la fusión de la agricultura con la técnica y la banca comercial y la cultura, representada en su estrato histórico más bajo, el del hombre prehistórico.[12]
Por otra parte, en la “cara oculta” del edificio, la fachada oriente, Roberto González Goyri elabora un mural en cinco partes, cuyo significado también explicó, para fortuna nuestra, en su ya citado libro de reflexiones:
“En los cinco paneles del Crédito Hipotecario, por el contrario, sí son abiertamente figurativos aunque con ciertos lineamientos abstractos como parte de la estructuración de los mismos. Se me fijaron temas específicos que se leen de izquierda a derecha y son como sigue: trueque y cambio; el ahorro; economía y agro; economía e industria y por último, la actividad el hombre desde sus más remotos orígenes; su lucha constante para emerger de la barbarie que rodea su génesis y todas las implicaciones que conlleva desde un ser cruel y violento obligado a matar para procurar su alimentación, hasta el dominio que llega a tener sobre todas las circunstancias y elementos adversos. Todo ello lo consigue con su técnica, la que a su vez es producto de su brillante inteligencia. Este proceso culmina con la cultura si ésta se entiende como la máxima expresión del hombre, o sea, el triunfo de un genio desde todos sus aspectos: religiosos, filosóficos, científicos, económicos y artísticos…”[13]
BANCO DE GUATEMALA: este edificio en su exterior ostenta los trabajos de Dagoberto Vásquez y Roberto González Goyri decorando los lados oeste y este de la torre respectivamente, lamentando que la hermosa obra de don Dago no se pueda apreciar en toda su hermosa concepción, pues queda de espaldas a la séptima avenida y para contemplarlos, por pasos cerrados que interrumpen el flujo de las plazoletas, hay que buscar la novena avenida que hace callejón con la Superintendencia de Bancos para poderlos admirar.
La obra de Vásquez, de acuerdo a Silvia Lanuza, debe de leerse de izquierda a derecha, de abajo hacia arriba, y cada panel por separado. Así, el primer panel, partiendo desde su base relata la historia de la creación, basando su visión en el Popol Vuh. El segundo panel, expone la importancia de la cultura, y su raíz precolombina, llamando la atención que en la segunda parte del panel una llama representa el origen de la civilización. Por último, el tercer panel se enfoca en la economía, dando realce a las primeras actividades de supervivencia del hombre, como la caza, la pesca y la agricultura. [14] El mural es, en esencia, una genial síntesis de la historia de la civilización.
La dinámica del mural, la explica el propio maestro, citado por Monsanto:
“…Los planos cerrados en donde se encuentra el relieve son de continuidad vertical. Su enlace horizontal está realizado con líneas divisorias que seccionan el mural… líneas tácitas y evidentes con desarrollo curvo… ofrecen un enlace dinámico entre los paneles, para la unificación del conjunto, respetando el carácter cerrado y continuo del plano en el que se encuentran…”[15]
Por otra parte, de los relieves que decoran la cara oeste de la torre, nos explica su autor, el maestro González Goyri:
“En el mural del Banco de Guatemala no hay ningún tema en particular. Es un diseño abstracto y acaso algunas reminiscencias figurativas. Pero más que nada son formas que deben ser vistas sólo como formas, con un valor estético en sí mismas.
Sin embargo y pese a lo anterior, sí conviene aclarar lo siguiente: cuando los arquitectos de la obra me llamaron para colaborar en el diseño del mural que me correspondía, me comunicaron la idea que tenían en mente y a lo cual yo traté de adaptarme: la idea era elaborar los relieves de tal manera que tuvieran una reminiscencia como de estela maya, es decir, una superficie un tanto barroca, accidentada, sin muchos espacios vacios, en fin, algo que recordara el carácter de una estela pero, claro, sin hacer arqueología. En otras palabras, elaborar un diseño que evocara nuestra nacionalidad pero dentro de un lenguaje moderno…” [16]
En el interior, y para romper con la monocromía de los lienzos exteriores del edificio, un mural de Carlos Mérida custodia las cuatro cajas de los ascensores, titulado Sacerdotes danzantes mayas, y en la sala de reuniones de la Junta Monetaria se encuentra un mural del artista hondureño Arturo López Rodezno, titulado Integración Económica de Centroamérica, obsequio de la banca central hondureña. Ambos murales en técnica de esmalte vidriado en cobre.[17]
-III-
El conjunto, inspirado en la obra arquitectónica de Le Corbusier, está fundamentado en la idea de integrar el espacio público y el utilitario al arte, adecuándose a la topografía del terreno. Por eso sus edificios en sus primeras plantas ostentan obras de arte de reconocidos artistas guatemaltecos, pues fueron concebidos para que funcionaran como una especie de galería de exposición permanente. La idea de unir los espacios para el trámite y el arte lo representa mejor quizás el edificio del Crédito Hipotecario Nacional, en cuya primera y segunda plantas, que integran un mismo espacio abierto a manera de mezanine, unas hermosas figuras de colores de Carlos Mérida escoltan la caja de los elevadores, que dicho sea de paso, están recubiertas de mármol blanco de Zacapa. En los pasillos del segundo nivel, nueve cartones con bocetos pintados a mano de Carlos Mérida decoran sus paredes, bocetos de un mural en placas de cobre esmaltado que estallan a la vista en el cuarto nivel, rodeando un espectacular jardín.
Estos murales resultaron severamente dañados por el terremoto de 1976 y fueron retirados y almacenados para ser restaurados a “futuro”, y en ese incierto futuro los encontró Carlos Mérida en 1979, provocando una razonable protesta al Arquitecto Jorge Montes, a la sazón, Presidente de la Sociedad de Arquitectos de Guatemala:
“…Penosa y deprimente hubo de ser tal visita al encontrar retirados los murales que bajo la égida de usted, arquitecto, ornaban el ya nombrado Crédito Hipotecario y sorprendente e inesperada la noticia que se me dio de que los tales murales estaban en bodega sin que se hubiera realizado el retiro por manos expertas dada la fragilidad de las placas de cobre esmaltado que forman el referido ya mural. Esto indica la poca estimación que se ha guardado para tal obra de parte de los directores del instituto bancario, si se tiene en cuenta que el trabajo muralístico, laborioso y costoso, teníase ya como obra de patrimonio artístico nacional…”[18]
Resultado de esta airada queja, se conformó un comité de recuperación y los murales restaurados fueron inaugurados por segunda vez, en su locación original, en el año 1984.
La idea de integrar las estructuras a los accidentes del terreno, tanto como monumento como edificio utilitario, se comprende mejor con la contemplación del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, pues sus líneas inclinadas repiten tanto los volcanes y montañas circundantes como las líneas de la colina sobre la que fue construido.
La primera etapa de construcción fue realizada por los arquitectos Marco Vinicio Asturias Montenegro, Juan José Tres García y Miguel Ydígoras Laparra, siendo el cálculo estructural responsabilidad del ingeniero Roberto Solis Hegel. Las obras, iniciadas en 1960 quedaron en suspenso a la muerte del arquitecto Asturias, quedando en adelante a cargo del ingeniero Efraín Recinos Valenzuela, quien las dirigió desde 1970 hasta su conclusión en 1978. La intervención del maestro Recinos resultó providencial, no sólo porque le dio su toque característico a la estructura, sino que un espacio que originalmente se había destinado para talleres y bodega, lo rescató para ubicar allí su hermoso teatro de Cámara Hugo Carrillo.
-IV-
La idea original de sus formuladores era que el Centro Cívico funcionara también como un gran parque, en el que el ciudadano no sólo realizara sus trámites sino también pudiera pasear a su antojo. Era una promesa de urbanización racional, eficaz y hermosa. La intención es que el peatón pudiera subir hasta la colina del Centro Cultural, contemplar sus vastas estructuras y regresar al bullicio de la ciudad abajo. En ciertos esbozos publicados en prensa, conmemorando su construcción, se puede observar incluso que algunos puentes y terrazas pretendían ser como jardines colgantes, para refrescar las horas en las que el sol cae a plomo sobre las explanadas. Lastimosamente, el conjunto que debería permitir el lento discurrir de los peatones por sus plazas y espacios abiertos se interrumpe en la actualidad a cada poco por bardas metálicas y verjas que algunas instituciones han colocado, impidiendo el paso y la libre circulación para el que quiera contemplar libremente las monumentales obras de arte exteriores, adulterando la idea original del Centro Cívico. Espero que cuando haya solucionado el problema de mi jardín, pueda pasear también tranquila e ininterrumpid
[1] Los arquitectos involucrados en el proyecto fueron: Roberto Aycinena, Jorge Montes Córdova, Raúl Minondo, Pelayo Llerena Murúa, Carlos Haeussler, Jorge Molina Sinibaldi y Max Holzheu. Para mayor información sobre la concepción del proyecto ver: Stewart, William R. Urbanismo y Arquitectura. Historia General de Guatemala, Tomo IV, Época Contemporánea. Páginas 510 y 511. Asociación de Amigos del País. Guatemala: 1997.
[2] Montes, Jorge. Un recuerdo merecido por el amigo Dagoberto. En: Monsanto, Guillermo. Vásquez. Editorial Galería Guatemala. Guatemala: 2005. Página 11.
[3] Lanuza, Silvia. Los Murales del Banco de Guatemala. Una visión estética de la nacionalidad. En: www.banguat.gob.gt/info/murales_banguat. Página 3. El ensayo contiene unas interesantes fotografías de detalle de los murales de ambas caras de la torre.
[4] Lorenzana de Luján, Irma. El Mural en Guatemala. Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Trabajo de licenciatura para optar al grado de Licenciada en Arte. Guatemala: 1994. Página 52.
[5] Lorenzana de Luján. Op. Cit. Página 52.
[6] Monsanto. Op. Cit. Página 50.
[7] Luján Muñoz, Luis. Carlos Mérida, precursor del arte contemporáneo latinoamericano. Cuadernos de la Tradición Guatemalteca, Número Extraordinario. Serviprensa, Guatemala: 1985. Página 127.
[8] Luján Muñoz. Op. Cit. Página 128.
[9] González Goyri, Roberto. Reflexiones de un Artista. Serviprensa. Guatemala: 2008. Página 96.
[10] Gonzalez Goyri. Op. Cit. Página 264.
[11] Recinos, Lorena. Ruta Guatemalita. Recorrido por su obra pública. Revista Galería Guatemala, número monográfico dedicado al maestro Efraín Recinos. Año 15, Número 43. Guatemala: 2013. Páginas 35 y 36.
[12] Recinos. Op. Cit. Páginas 35 y 36.
[13] González Goyri. Op. Cit. Página 97.
[14] Lanuza, Op. Cit. Página 15.
[15] Monsanto, Guillermo. Vásquez. Editorial Galería Guatemala. Guatemala: 2005. Página 52.
[16] González Goyri. Op. Cit. Página 96.
[17] Lanuza, Op. Cit. Página 23.
[18] Luján. Op. Cit. Página 103.