Un sueño de Primavera, Ramiro Ordóñez Jonama
Rodrigo Fernández Ordóñez
Dice el consejo popular que el tiempo lo cura todo, hasta las ausencias. Pero en ciertos casos, las excepciones ponen a prueba a la regla, como el reciente fallecimiento del historiador y genealogista Ramiro Ordóñez Jonama, quien nos dejó el pasado 11 de septiembre y a quien pasados los meses se le extraña cada vez más. Por fortuna, los lectores tenemos el consuelo de sus escritos, en los que a cada párrafo despunta su personalidad, haciendo bromas o dando cátedra con una autoridad irrebatible. Su libro Un sueño de primavera, es el primero del que yo tenga noticia, que intenta poner en perspectiva el movimiento revolucionario del 20 de octubre de 1944 y la llamada Primavera Democrática. Su libro asume una postura crítica insobornable, que desmonta con un aparato erudito de soporte todos y cada uno de los mitos de estos hechos tan glorificados y deformados como descontextualizados. Su lectura resulta urgente para todos aquellos que deseen comprender una época a la que se nos sigue retrotrayendo como una época dorada de ídolos, cuando en realidad fue, como dicta la lógica, una época de confrontación, de incertidumbre y de hombres comunes y corrientes, con sus ambiciones, pasiones y errores.
El libro Un sueño de Primavera, lo explica su autor, es una recopilación de artículos sobre la Revolución de Octubre y la Primavera Democrática que publicara en las páginas del Diario La Hora, como respuesta a otras columnas y opiniones sobre los hechos históricos, así como una crítica exhaustiva a una publicación especial que regaló la revista Crónica (primera época) a sus lectores, que encargó a una docena de escritores. Afirma Ordóñez: “…Fueron pues, entre las dos series, 59 entregas que aparecieron entre el 29 de diciembre de 1993 y el 11 de mayo de 1995”, inspiradas también con la intención de confrontar a todos aquellos que secuestraron el sentido original de la Revolución de Octubre y desvanecer sus manipulaciones.
“Fue ella la razón de que dispusiera invertir tiempo en escribir con mayor extensión sobre el tema aprovechando además, que por haber sido mi papá, Ramiro Ordóñez Paniagua, un alto funcionario durante los gobiernos que se sucedieron entre 1944 y 1954, conservo un no despreciable archivo que sumado a las excelentes colecciones que guarda la Hemeroteca Nacional Clemente Marroquín Rojas me dieron el soporte documental de todo lo que relato y afirmo”.
Para leer la historia, se debe tener siempre en mente la frase hermosa de Jorge Luis Borges sobre que las cosas no fueron como sucedieron sino como las recordamos, y de allí la dificultad que afronta el historiador al reconstruir los hechos del pasado, que pasan irremediablemente por el filtro de la memoria de quien haya sido testigo de los hechos, condición que se supera parcialmente cuando se consultan las fuentes primarias, como los periódicos o revistas de la época, documentos oficiales, gacetas, panfletos, cartas, etc., aunque, a decir verdad, la subjetividad nunca se supera totalmente, aunque se trate de documentos áridos, pues siempre se está necesariamente atado a la mente del autor que lo produjo.
Por ello, se debe señalar que Un sueño de Primavera, goza de dos grandes virtudes: primero, la voz del autor que nos guía por los recovecos políticos de la Guatemala de mediados del siglo XX tiene un tono ácido, crítico y contundente de su relato, lo que le da frescura y actualidad, haciéndolo un libro muy fácil y ameno de leer, aliviando en cierta forma la densa trama política que el autor quiere desenmarañar. Este tono socarrón le permite a Ordóñez Jonama abordar temas tan espinosos como el nunca aclarado asesinato del coronel Francisco Javier Arana desde una nueva perspectiva, como cuando al respecto del crimen de este importante protagonista apunta: “…Árbenz aceptó la idea pero, de acuerdo con sus asesores, la mejoraron en sentido de que los ejecutores del proyecto, al ponerlo por obra, aprovecharan para resolver definitivamente el complejo problema que encarnaba Arana. El puente de la Gloria pasó a ser el ‘puente a la gloria’…”.
Segundo, la novedad de las fuentes, en las que don Ramiro se aleja de los refritos de constante referencia en el ámbito académico nacional y aporta extensas y riquísimas notas al pie de página que refrendan cada afirmación. El libro se aleja así del común que sobre el tema se viene produciendo por parte de los sectores interesados en perpetuar la historiografía como una serie de relatos que encajan perfectamente con un discurso equívoco según el cual las pasiones y envidias de los hombres no influyeron en las personalidades de las grandes figuras de la época: Juan José Arévalo, coronel Jacobo Árbenz Guzmán y el malogrado coronel Francisco Javier Arana. Este libro recupera la humanidad de los protagonistas de la historia, nos los acerca hasta casi parecer cualquiera de nuestros vecinos y eso nos permite adquirir nuevas perspectivas para entender nuestra complicada historia reciente. Así, también las opiniones sobre los hechos nos permiten asomar a una historia científica, razonada, ajena del discurso de los actos electoreros. Copio un comentario a partir del asesinato de Arana, que es tono común en toda la obra:
“En ese momento se murió, también, la primavera democrática que se suponía iniciada aquél viernes 20 de octubre de 1944 porque a partir de ese crimen impune a nadie le quedó duda de que en Guatemala seguiría siendo el asesinato, por muchísimos años, un procedimiento político aceptable y eficaz. El camino de Árbenz hacia la Presidencia se pavimentó con la sangre de Arana”.
De la sinceridad de la investigación realizada por el autor de Un sueño de Primavera, puede dar fe el dato curioso de que aunque provengan de dos espectros ideológicos completamente antagonistas, muchas de las conclusiones del libro de Ordóñez coinciden con las que plasmó el italiano Piero Gleijeses en su obra de referencia Shattered Hope, que por cierto la Editorial Universitaria de la USAC tradujo al español y publicó hace unos pocos años con gran calidad, en cuanto a la radicalización de la revolución por un grupo más bien minoritario entre todos los que participaron en ella, y en la innegable calidad de comunista de su líder, coronel Jacobo Árbenz Guzmán. Se debe señalar que incluso Gleijeses llega a afirmar en su obra que el comunismo militante de Árbenz fue incluso “subestimado”, por sus compañeros de lucha política.
El tono crítico del libro es consistente en todas sus páginas, sin permitir que nos refugiemos en la zona de confort de nuestro conocimiento adquirido. En cada párrafo algún dato nos confronta y nos cuestiona, como cuando apunta, desmontando el mito de la primavera democrática: “El principal candidato opositor, Miguel Ydígoras Fuentes, vivió la campaña a salto de mata desplazándose por el territorio nacional de noche y disfrazado, pendiendo sobre su persona orden de captura fulminada por el juez cuarto de Primera Instancia del Ramo Penal, licenciado Salvador Chicas Carrillo, quien le involucraba en un fabuloso ‘complot de los sargentos’. Durante la última etapa de la campaña electoral fue tan dura la persecución desatada en su contra que tuvo que refugiarse en El Salvador…” o bien este pasaje, retrato de esas elecciones de las que Árbenz resultaría ungido con la primera magistratura del país, hoy en franco desprestigio: “Las ‘alegres elecciones’, como las llamara el doctor Arévalo, llegaron y se celebraron en tres días: 10, 11 y 12 de noviembre de 1950 con la nutrida concurrencia de los mozos colonos de las fincas nacionales e intervenidas que, como analfabetas que eran, estaban obligados a emitir su voto de viva voz a la vista de sus capataces y de otras autoridades civiles y militares que tenían como misión lograr el triunfo de Árbenz”.
El examen es lúcido, casi sin piedad de todos los sucesos que conforman la Primavera Democrática, apenas suavizado por el humor cáustico de Ordóñez, que sin embargo y pese al doloroso proceso de desmitificación de la Revolución de Octubre y del arbencismo ya nos había advertido en su introducción:
“Sólo personas de una extremada debilidad mental podrían pensar que yo soy un enemigo de la Revolución de Octubre, gesta de las más gloriosas que haya protagonizado el pueblo de Guatemala, militares y civiles, que tanto admiro y a la que quiero comprender como el conjunto de hechos de manifiesta insurrección popular que tuvieron lugar durante el año de 1944, desde mayo hasta octubre (…). Nadie, mucho menos un historiador, puede ser enemigo de un acontecimiento histórico. No se puede ser enemigo, no serviría de nada…”.
Lo que critica es el secuestro y desvío de la revolución por aquellos a los que califica de “estalinistas”, que terminaron por radicalizar la vida política de Guatemala; radicalización que redundó en una reacción violenta en contra de ellos mismos. En fin, glosar un libro tan bien documentado, que a cada página aporta nueva información es tarea titánica, casi imposible, por lo que no me queda más que dejarle la palabra a su autor, para que nos descubra sus hallazgos y nos haga partícipes de la novedad que plantea su desafío: repensar la historia. Por estas razones, acercándose el feriado del 15 de septiembre, recomiendo leer Un sueño de Primavera, para que el lector recupere el gozo de leer historia bien escrita y bien pensada, pero sobre todo, con un innegable sentido crítico, que nos obliga a cuestionarnos lo aprendido en las aulas, y atrevernos a cuestionar el discurso oficial.