Los monederos falsos es un libro polifónico, caleidoscópico, geométrico, con múltiples facetas… Hay 35 personajes —colegiales, universitarios, escritores, chicas, chicos— que se entrecruzan en París y buscan todos lo mismo: huir de un destino tan marcado que parece dinero falso. No dicen “familia, los odio” porque en 1897 Gide ya lo había escrito en Los alimentos terrenales, pero, de todos modos, los personajes lo piensan en voz alta.
Los monederos falsos es un himno a la libertad. Libertad en la forma, libertad en el fondo. Cuando Gide murió, Sartre (en Les temps modernes) y Camus (en Combat) se pusieron por fin de acuerdo y admitieron que Gide era el escritor más libre de su siglo. Los monederos falsos es el grito de sinceridad de una pandilla de adolescentes en una época de cómodas mentiras. Cuarenta y tres años antes del Mayo del 68, Gide era un auténtico rebelde, un inmoral hedonista.
La novela cuenta la historia de un joven escritor, Bernardo Profitendieu, que acaba de descubrir que no vive con su verdadero padre. En un acto de rebeldía y resentimiento decide irse de la casa. Allí comienza la historia que se entrecruza con los relatos del diario de Eduardo, un escritor maduro a quien Bernardo le roba la valija y hermanastro de la madre de Oliverio, su amigo entrañable. Eduardo es amigo de Laura, amante de Vicente, este —a su vez—, hermano de Oliverio. Laura, casada con un hombre mediocre, se encuentra embarazada y abandonada. Bernardo observa su propia historia. Sin embargo, es más benévolo frente a su reproducción.
Los monederos falsos es un relato de relatos. Los personajes se relacionan unos con otros, las historias se entrecruzan para construir una novela rica en sucesos, y personajes. Uno de los relatos que más llama la atención es el de Boris, un joven huérfano a quienes sus compañeros llevan al suicidio en un macabro juego. Bernardo y Oliverio se convierten poco a poco en adultos. Su amistad se ve afectada por los celos. Eduardo convierte a Oliverio en su amante y esto afecta a Bernardo. Las relaciones homosexuales entre los personajes a veces es explícita, como la mencionada, otras, poco clara. Todo esto es, sin duda, un reflejo del homosexualismo confeso de André Gide. Al final de la obra, Bernardo vuelve con su padre, quien se encuentra enfermo. La narración podría seguir, como sigue la vida misma, pero la novela debe concluir. Los monederos falsos es un libro complejo e infinito que vale la pena leer.
Ligia Pérez de Pineda