Libros para las vacaciones II

El General en su laberinto. Gabriel García Márquez

 

Rodrigo Fernández Ordóñez

Pareciera que recomendar la lectura de un libro de García Márquez es un acto ocioso, una obviedad o casi una irreverencia. En esta ocasión, para esos días de fin de año en que uno encuentra unas horas vacías, recomendamos encarecidamente la lectura de una maravillosa novela histórica que nos acerca al Simón Bolívar humano, lejos de las manipulaciones infantiles del bolivarismo venezolano. En esencia la novela es una obra magníficamente bien ambientada que relata la búsqueda del hombre y su destino.

 

Simón Bolívar (Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios), en sus días de gloria. Retratado en plena acción, cargando contra los realistas en la batalla de Araure, el 5 de diciembre de 1813, la pintura se encuentra en la Casa de Bolívar, en Caracas, Venezuela.

Simón Bolívar (Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios), en sus días de gloria. Retratado en plena acción, cargando contra los realistas en la batalla de Araure, el 5 de diciembre de 1813, la pintura se encuentra en la Casa de Bolívar, en Caracas, Venezuela.

 

-I-

La novela

 

Pasados los días de gloria, lejos del poder y fracasado el ambicioso sueño de la Gran Colombia, a Simón Bolívar, el Libertador, ya no le queda más que recordar. El mismo hombre que lideró la guerra de independencia de medio continente con su valentía y su espada, es ahora un hombre débil, enfermo, asqueado de la naturaleza intrigante del hombre. Se ha autoimpuesto el exilio europeo, siguiendo quizás, el ejemplo de su colega de gloria, el general José de San Martín, el mismo que estuvo dispuesto a luchar bajo sus órdenes pero que el orgullo bolivariano no aceptó “porque dos gallos son muchos en el mismo corral”. Pareciera que era destino común el exilio para los grandes hombres, o la muerte. O’Higgins también en el exilio. Francisco de Paula Santander, sufriendo exilio por órdenes de Bolívar. Después de la guerra de independencia vino la guerra de las ambiciones, y por todos es sabido que la revolución se come a sus hijos.

El último viaje del General será remontando el río Magdalena, hasta su desembocadura en el Mar Caribe. Este viaje es la excusa de la novela para contarnos la vida de Bolívar. Las ilustraciones desgraciadamente sin autor, fueron tomadas del siguiente sitio: http://cvc.cervantes.es/actcult/garcia_marquez/obra/novelas/historia_oficial.htm).

El último viaje del General será remontando el río Magdalena, hasta su desembocadura en el Mar Caribe. Este viaje es la excusa de la novela para contarnos la vida de Bolívar. Las ilustraciones, desgraciadamente sin autor, fueron tomadas del siguiente sitio: http://cvc.cervantes.es/actcult/garcia_marquez/obra/novelas/historia_oficial.htm).

La maravillosa novela de García Márquez empieza justamente con el primer día del viaje al exilio de Bolívar, quien sale de Bogotá repudiado hasta por quienes en un momento lo apoyaron. Es un hombre consumido, derrotado, que tras un largo baño en el que parecía haberse ahogado: “Terminó afeitándose a ciegas sin dejar de dar vueltas por el cuarto, pues procuraba verse en el espejo lo menos posible para no encontrarse con sus propios ojos.” Así, Bolívar es un hombre que huye de la culpa, del pasado, de sus propias acciones.

Sus divagaciones internas, sus sueños atormentadores unos y tormentosos otros, son el hilo conductor de este viaje desde la serranía colombiana hasta la costa. El relato es lento, trabajoso, como el propio caminar cansino del general. Pero la ambientación es tan minuciosa, tan enfocada en el detalle, que logra envolvernos desde la primera página. Un ejemplo del arte garcíamarquiano de ir construyendo un escenario a nuestro alrededor de forma silenciosa, imperceptible, es el siguiente párrafo:

“Leía a la luz escasa de la palmatoria, sentada en un sillón que aún tenía el escudo de armas del último virrey, y él la escuchaba tendido boca arriba en la cama, con la ropa de civil de estar en casa y cubierto con la ruana de vicuña. Sólo por el ritmo de la respiración se sabía que no estaba dormido. El libro se llamaba Lección de noticias y rumores que corrieron por Lima en el año de gracia de 1826, del peruano Noé Calzadillas, y ella lo leía con unos énfasis teatrales que le iban muy bien al estilo del autor…”.

 

La atmósfera de la situación de tensión e incertidumbre que se vive en Bogotá esa madrugada del 8 de mayo de 1830, se construye a base de frases que pudieran sonar casuales, pero que tienen un fuerte impacto en el lector, como esta plática del Libertador con Manuela Sáenz:

“Pero después de la última ronda estalló de pronto una carcajada unánime de muchos hombres, que alborotó a los perros de la cuadra. Él abrió los ojos, menos inquieto que intrigado, y ella cerró el libro en el regazo, marcando la página con el pulgar.

Son sus amigos, le dijo.

No tengo amigos, dijo él. Y si acaso me quedan algunos ha de ser por poco tiempo.

Pues están ahí afuera, velando para que no lo maten, dijo ella…”.

 

Esas frases, hábilmente manejadas por el escritor colombiano, se mezclan con otras de menos fuerza, para crear una lectura inquietante, como lo pudo haber sentido el propio Bolívar, prisionero de la incertidumbre de las luchas políticas. Así, abunda en la situación de inseguridad, apuntalando la conversación con estos otros datos, que nos va soltando de a pocos:

“El zaguán y los corredores en torno del jardín interior estaban tomados por los húsares y granaderos, todos venezolanos, que iban a acompañarlo hasta el puerto de Cartagena de Indias, donde debía abordar un velero para Europa. Dos de ellos habían tendido sus petates para acostarse a través frente a la puerta principal de la alcoba…”.

 

Y en seguida, para darle realce a la urgencia de la situación, por medio del mecanismo de quitarle importancia, se sumerge en la narración del día a día del general, como sus ataques de tos, momento que atestigua uno de sus edecanes, el irlandés Belford Hinton Wilson, quien se asoma a la habitación al escuchar la crisis de Bolívar, “…y vio al general atravesado bocabajo en la cama, tratando de vomitar las entrañas.” La magia del artilugio narrativo de García Márquez también se basa en ponernos enfrente a testigos históricos de la cotidianidad de Bolívar para contarnos lo que ven, pero siempre a través del narrador, esa “voz en off”, que dirige la lectura durante toda la novela. Así, terceriza la experiencia de otros, para que nosotros la podamos asumir como propia. No pretendo aburrir a nadie ni arruinar la aventura de leer esta maravillosa novela analizando los subtextos y los niveles de lectura, así que no digo más, aunque parezca abrupto, y mejor dejo hablar a García Márquez, para que nos embruje con su estilo.

 

-II-

La voz de García Márquez

 

Dejo unas frases escogidas al azar, a manera de invitación de una de las mejores novelas del Nobel colombiano, (a mi gusto), y de las menos valoradas:

“La prensa adicta al general Francisco de Paula Santander, su enemigo principal, había hecho suyo el rumor de que su enfermedad incierta pregonada con tanto ruido, y los alardes machacones de que se iba, eran simples artimañas políticas para que le rogaran que no su fuera. Esa noche, mientras Manuela Sáenz le contaba los pormenores de la jornada borrascosa, los soldados del presidente interino trataban de borrar en la pared del palacio arzobispal un letrero escrito con carbón: ‘Ni se va ni se muere´. El general exhaló un suspiro.”

 

“En los baúles personales de José Palacios, junto con el botiquín y otras pocas de valor, llevaba el Contrato Social de Rousseau, y El Arte Militar del general italiano Raimundo Montecuccoli, dos joyas bibliográficas que pertenecieron a Napoleón Bonaparte y le habían sido regladas por sir Robert Wilson, padre de su edecán. El resto era tan escaso, que todo cupo embutido en un morral de soldado. Cuando él lo vio, listo para salir a la sala donde lo aguardaba la comitiva oficial, dijo:

Nunca hubiéramos creído, mi querido José, que tanta gloria cupiera dentro de un zapato.”

 

“Se conservaron poco más de tres mil cartas y unos ocho mil documentos firmados por él. A veces sacaba de quicio a los amanuenses. O al contrario. En cierta ocasión le pareció mal escrita la carta que acababa de dictar, y en vez de hacer otra agregó él mismo una línea sobre el amanuense: ‘Como usted se dará cuenta, Martell está hoy más imbécil que nunca’…”

“De pronto, al final de una galería abierta a los vastos llanos azules, vio a Reina María Luisa sentada en el sardinel. Una bella mulata en la flor de la edad, con un perfil de ídolo, envuelta hasta los pies en un pañolón de flores bordadas y fumando un cigarro de una cuarta. Se asustó al verlo, y extendió hacia él la cruz del índice y el pulgar.

De parte de Dios o del diablo, dijo, ¡qué quieres!

A ti, dijo él.

Sonrió, y ella había de recordar el fulgor de sus dientes a la luz de la luna. La abrazó con toda su fuerza, manteniéndola impedida para moverse mientras la picoteaba con besos tiernos en la frente, en los ojos, en las mejillas, en el cuello, hasta que logró amansarla. Entonces le quitó el pañolón y se le cortó el aliento. También ella estaba desnuda, pues la abuela que dormía en el mismo cuarto le quitaba la ropa para que no se levantara a fumar, sin saber que por la madrugada se escapaba envuelta con el pañolón. El general se la llevó en vilo a la hamaca, sin darle tregua con sus besos balsámicos, y ella no se le entregó por deseo ni por amor, sino por miedo…”.

 general3“La última noche de Honda abrieron la fiesta con el valse de la victoria, y él esperó en la hamaca a que lo repitieran. Pero en vista de que no lo repetían se levantó de golpe, se puso la misma ropa de montar que había usado en la excursión a las minas, y se presentó en el baile sin ser anunciado. Bailó casi tres horas, haciendo repetir la pieza cada vez que cambiaba de pareja, tratando quizás de reconstituir el esplendor de antaño con las cenizas de sus nostalgias”.

“Montó en un caballo de refresco, de buena estampa y enjaezado como el de un virrey, y se fue a todo galope sin volver a mirarlo. Él esperó en el portal hasta que dejó de verla en el fondo de la calle, pero seguía viéndola en sueños cuando José Palacios lo despertó al amanecer para emprender el viaje por el río.”

general4 “Manuela se impuso con una determinación incontenible y sin los estorbos de la dignidad, pero cuanto más trataba de someterlo más ansioso parecía el general por liberarse de sus cadenas. Fue un amor de fugas perpetuas. En Quito, después de las primeras dos semanas de desafueros, él tuvo que viajar a Guayaquil para entrevistarse con el general José de San Martín, libertador del Río de la Plata, y ella se quedó preguntándose qué clase de amante era aquél que dejaba la mesa servida en mitad de la cena. Él había prometido escribirle todos los días, de todas partes, para jurarle con el corazón en carne viva que la amaba más que a nadie jamás en este mundo…”.

“Uno de los conjurados contó en sus memorias que saliendo de la casa donde se acordó el crimen, en la plaza mayor de Santa Fe, había sufrido una conmoción del alma al ver al mariscal Sucre en la neblina helada del atardecer, con su sobre todo de paño negro y el sombrero de pobre, paseándose solo con las manos en los bolsillos por el atrio de la catedral.”

“Soledad tenía el nombre bien puesto: cuatro calles de casas de pobres, ardientes y desoladas, a unas dos leguas de la antigua Barranca de San Nicolás, que en pocos años había de convertirse en la ciudad más próspera y hospitalaria del país. El general no hubiera podido encontrar un sitio más apacible, ni una casa más propicia para su estado, con seis balcones andaluces que la desbordaban de luz, y un patio bueno para meditar bajo la ceiba centenaria. Desde la ventana del dormitorio dominaba la placita desierta, con la iglesia en ruinas y las casas con techos de palma amarga pintadas con colores de aguinaldo”.

 

No se diga más: feliz lectura.


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