La sonrisa etrusca es una historia de amor, aunque huye de todo tipo de romanticismos vacíos, cosa que se agradece si no se es fan de Danielle Steel, Nora Roberts o Corín Tellado. El protagonista es un antiguo partisano calabrés , en la fase final de su vida. Padece un cáncer, y es consciente de que su tiempo se acaba; decide salir de su pequeño pueblo para irse a vivir a la ciudad con su hijo, su nuera y su nieto, pero lo hace obligado por las circunstancias.
El protagonista es un personaje poco habitual. Salvatore Roncone, alias Bruno, es un hombre fuerte como una montaña, que en su juventud se bebía la vida a grandes tragos y se comía el mundo a bocados. Pero aunque conserva toda su fuerza moral y bravura, es un anciano y la vida se le acaba. Y aún así tendrá tiempo de aprender muchas cosas sobre el cariño y la ternura, sobre los diferentes tipos de amor: El amor de abuelo, sobretodo, pero también el amor hacia una mujer, hacia su hijo y hacia sus amigos.
Lo primero que destaca en el libro es la fuerza de su protagonista. Ese hombre duro y rural, gruñón que pone quejas a todo y a quien, poco a poco, el lector le va tomando cariño adivinando un regusto cariñoso en el tono de sus quejas. Un hombre que presenta toda su fortaleza al enfrentarse con el tema de la enfermedad y la muerte. Solo el pequeño Bruno consigue sacarlo de su aislamiento emocional para conseguir conectar con él y hacerlo recapacitar sobre los sentimientos hacia las personas que lo rodean. La primera conexión viene por el nombre del nieto, Bruno, que es el antiguo nombre de partisano de nuestro protagonista, que participa extrañado a la vida que llevan su hijo y su nuera.
Es imposible no emocionarse leyendo este libro, y eso que huye de todo tipo de cursilerías. O quizá precisamente por eso. Es muy interesante conocer el pasado del viejo partisano, lleno de acción y aventuras, y ver la espectacular evolución que sigue a lo largo del libro; él continúa siendo igual de valiente y aguerrido que en su juventud, pero comprende que el amor puede interpretarse de una forma mucho más profunda e intensa de la que él hacía de joven, y se esforzará por proteger y enseñar a su nieto todo lo que debe saber, aunque el niño también le enseñará al abuelo alguna de las lecciones más importantes de la vida.
Sampedro nos muestra en esta obra su profundo conocimiento del ser humano y su envidiable inclinación hacia la ternura y la serenidad. Nos devuelve, con un estilo sobrio en ocasiones y en otras,divertido, lo que de verdad importa: el amor, la entrega, la pasión y la muerte.
Ligia Pérez de Pineda