Un libro que cae de una estantería, un gato que sitúa sus patas sobre el nombre de una mujer y la imaginación de Muriel Barbery han posibilitado que podamos tener entre nuestras manos La elegancia del erizo, una oda a la belleza de las personas que nos rodean y una crítica mordaz a la burguesía francesa. La escritora habla en su literatura de la soledad, de la inteligencia del individuo y de la solidaridad. La elegancia del erizo descubre a mujeres y hombres que viven juntos pero en mundos diferentes, separados por la cultura y las condiciones sociales. Cuenta una historia que emerge del número 7 de la calle Grenelle, un inmueble burgués de París, en el que nada es lo que parece. Dos de sus habitantes esconden un secreto. Renée, la portera, lleva mucho tiempo fingiendo ser una mujer común. Paloma tiene 12 años y oculta una inteligencia extraordinaria. Ambas llevan una vida solitaria, mientras se esfuerzan por vencer la desesperanza…
El personaje de la portera aparece fugazmente en La golosina, el anterior libro de la escritora, profesora de Filosofía en Bayeux, trabajo que abandonará durante un tiempo tras el éxito editorial logrado en su país. «Deseé crear un personaje en el que cupiese el desarraigo y la soledad más absoluta y que al mismo tiempo tuviese la capacidad de tener un amplio conocimiento de la vida y fuese una sabia». Muriel Barbery ha llegado a la conclusión de que «la inteligencia es algo transversal a todos los estratos sociales» y, por ello, tanto Renée como Paloma pueden compartir las mismas inquietudes intelectuales. A pesar de tener un físico muy poco agraciado, Renée es, en realidad, una experta en gramática, sensible con las naturalezas muertas holandesas, que lee a Tolstói, escucha a Mozart y al rapero Eminem, y le encanta el cine japonés de Ozu -una pasión que comparte también la escritora, que se trasladará un año a Villa Kujoyama en Japón para escribir su próxima novela-. «Si hubiera una intención en el libro sería la de mostrar a unos personajes solitarios», subraya Barbery, quien explica que la aparición de Paloma, que escribe un diario doble, se produjo cuando llevaba escrito el 80% del libro y tuvo que volver a empezar para darle un protagonismo mayor.
La narración está estructurada en dos perspectivas en primera persona con un mismo escenario, una especie de 13 rue del Percebe de la alta sociedad de París. Una es la de la de joven Paloma y la otra la de la madura Renée Michel. Sus consideraciones se van alternando a lo largo del libro en cortos capítulos, significadas las dos perspectivas en la impresión del libro con distinto empleo de fuentes. La esencia de este agridulce cuento, además de establecer una mirada irónica y sardónica sobre muy diversas costumbres y formas de pensar (en un recorrido muy plausible por su enfoque plural e incisión mordaz) es la del encuentro de dos caracteres solitarios, inadaptados, especiales, que buscan su evasión a través de la cultura y el desprecio de una sociedad marcada por la apariencia y la mediocridad. De manera preferente es la belleza y la sensibilidad aportada por sus querencias las que fundamentan su inmersión y evasión artística, que no es más que una búsqueda de felicidad fugaz en un mundo vulgar.
Globalmente el libro, de prosa elegante y musical, no deja de ser un canto de amor a la vida, al arte, a la beldad con que el arte recoge la vida y a la posibilidad de hallar a gente de interés dentro de tanta vulgaridad. Muriel Barbery sabe crear situaciones de humor, contiene agudas apreciaciones vitales, y posee sensibilidad y lirismo en los momentos dramáticos. Lo confieso: me ha encantado La elegancia del erizo. Es de esos textos en los que encuentras una buena parte de ti mismo.
Ligia Pérez de Pineda