Esas lejanas ruinas humeantes. Guatemala en la Primera Guerra Mundial

Rodrigo Fernández Ordóñez

En estos tiempos en los que el mundo se ha convertido en una aldea global con comunicaciones inmediatas, es difícil imaginar cómo se vivían acontecimientos sucedidos hace cien años. Actualmente podemos ver, gracias a las grandes cadenas de noticias, batallas en vivo por medio de cámaras instaladas en los cascos de los periodistas o de los propios combatientes, un atentado en una lejana ciudad de Afganistán aparece en las pantallas de nuestros televisores con apenas unos minutos de diferencia de ocurrido. Pero, ¿cómo se vivió en Guatemala, por ejemplo, la terrible Gran Guerra? ¿Fue nuestra montañosa y remota república ajena a un acontecimiento que azotó con su violencia a grandes extensiones del planeta? Este ensayo pretende responder, de forma moderada estas interrogantes.

 

-I-

 

ABC Asesinato en SarajevoPara empezar, debemos recordar que el día 28 de junio de 1914 se acaba el mundo. Al menos, como nuestros bisabuelos lo conocían. En una ciudad con el exótico nombre de Sarajevo, un estudiante serbo-bosnio dispara tres tiros en el pecho al Archiduque Francisco Fernando y a su esposa doña Sofía. Francisco Fernando es el heredero al trono Austro-húngaro y su asesino es un joven llamado Gavrilo Princip, miembro de una organización nacionalista secreta que sueña con construir un estado balcánico dominado por Serbia[1]. El día es significativo para el pueblo serbio: Día de San Vito, fecha histórica que marca el fin de la independencia de la serbia medieval. Este atentado sin mayor importancia aparente (salvo claro, que el asesinado resulta ser el heredero de la corona del Imperio Austro-Húngaro), viene a accionar los engranajes de un complicado mecanismo de alianzas y pactos de mutua defensa que a base de telegramas, amenazas, intimidaciones y malentendidos, va a tener como resultado que un mes después se estén movilizando millones de hombres a la guerra.

 

Jorge García Granados, interesante testigo de la época, nos cuenta cómo se vivían en la calle de la pequeña capital guatemalteca las noticias de la guerra:

 

“En agosto de 1914 estalló la Primera Guerra europea y todos en Guatemala tomamos partido. Entre los intelectuales y los estudiantes había muchos francófilos, ya que la cultura francesa tenía hondas raíces en algunas familias; yo, por supuesto, lo era violentamente y sentía como si mi propia patria estuviera peleando. En todas partes entablaba discusiones interminables defendiendo el punto de vista aliado contra los pocos germanófilos que conocía. En los primeros días de la guerra en Guatemala había tal interés, que los periódicos mantenían en las puertas de sus oficinas un pizarrón en el que escribían las últimas noticias…”[2]

 

 

Pero por supuesto también existía simpatía por esa colonia de europeos conocidos por su laboriosidad, sacrificio y tenacidad, que hacían surgir dinero de la profundidad de las selvas y montañas de la república, como atestiguan las prósperas fincas de café de capital alemán que se extendieron por los departamentos de Alta Verapaz, Retalhuleu y Quezaltenango, además de otras obras de inversión, como las empresas de electricidad de Guatemala y Quezaltenango, el ferrocarril de Verapaz  (Ferropazco) y el puerto fluvial de Panzós, últimas dos obras que abrieron una ruta de comercio que evitaba los costes de viajar hasta la capital, pues por medio de la población de El Estor, se podía utilizar el Lago de Izabal como salida a Livingston y conectar con el mundo. Además, Catherine Rendón nos da noticias de la habilidad de relaciones públicas de la colonia alemana en Guatemala, cuando apunta:

 

“Friedrich Katz, el historiador que ha investigado las actividades alemanas en la región durante esta época, dice que el servicio de información alemana Transozean invirtió unos 64 mil marcos en propaganda en Guatemala hasta 1917, y publicaciones con simpatías alemanas como El Eco Alemán siguieron apareciendo después de 1917, ante el disgusto del gobierno estadounidense.”[3]

 

 

La doctora Regina Wagner, en su interesante investigación sobre los alemanes en Guatemala, apunta que la colonia alemana radicada en el país funda el periódico El Eco Alemán, diario que empieza a circular a partir del 1 de septiembre de 1914, y que empezó a difundir noticias en forma diaria sobre Alemania. Señala la historiadora que a partir de 1915 el imperio alemán “…estableció el Transozeandienst en Centroamérica, con sede en México, desde donde se transmitían las noticias a Guatemala por telégrafo”[4], y alemanes locales traducían las notas y las distribuían a los periódicos locales.

 

-II-

 

En el plano formal, la República de Guatemala, en respuesta al estallido del conflicto, declara su neutralidad el 12 de agosto de 1914, mediante el Decreto Gubernativo 718[5], ratificado luego por la Asamblea mediante el Decreto Ley 920[6], publicado el 19 de abril de 1915, en el que: “Aprúebase el decreto gubernativo número setecientos dieciocho, por el cual se declaró la neutralidad de esta República en el actual conflicto europeo”. La respuesta fue en verdad, bastante rápida, al menos por parte del ejecutivo. La ratificación tardía de la Asamblea se habrá debido al período de sesiones iniciado hasta ese momento. En todo caso, para fines políticos internos, la guerra ya servía para echarle la culpa de ciertas cosas, como lo recoge Rafael Arévalo Martínez en Ecce Pericles, en un pasaje en el que explica que Estrada Cabrera menciona la Gran Guerra en su informe anual a la Asamblea el 15 de marzo de 1915, en estos términos:

 

“…los trabajos del ferrocarril de los Altos fueron interrumpidos por la necesidad que hubo, a consecuencia del conflicto europeo de dedicar todos los brazos a la agricultura (…) La guerra iniciada en Europa, la langosta y la falta de lluvias fueron causa que hubiese en las rentas una disminución… Afortunadamente ha sido insensible en Guatemala la reacción económica que aflige a otros países… No fue posible continuar las gestiones para el arreglo de la deuda interna y el saneamiento de la moneda porque la guerra de Europa las impidió formalmente…” [7]

 

 

La guerra se mantendría como un asunto ajeno al que pueden achacarse los problemas domésticos hasta el año de 1917, en el que sucedería un acto sorpresivo por parte del gobierno de Guatemala, tomando en cuenta la declaratoria de neutralidad de 1914. Bajo la presión de los Estados Unidos, el Gobierno de Guatemala emite el Decreto Gubernativo número 727[8], rompiendo relaciones diplomáticas con el Imperio Alemán el 27 de abril[9], argumentando “violación al Derecho de Gentes” y se le solicita al ministro alemán Curt Lehmann que abandone el país[10], quien se va, pero no sin antes amenazar: “¡Apunta republiqueta, ya Alemania pegará!”, como nos recuerda Arévalo Martínez.[11] Previsiblemente, el acto tiene sus consecuencias: se expropian los bienes alemanes en suelo guatemalteco, de forma que algunos pasaron posteriormente a manos de capital estadounidense, como la Bond & Share Electrical Company, que adquiere la Empresa Eléctrica de Guatemala al amparo de una ley bajo el paraguas de “Acto de Propiedad Enemiga”. De hecho, de conformidad con el Acuerdo Gubernativo 742, publicado en el Diario Oficial el día 5 de octubre de 1918, se “Autoriza al intendente general del Gobierno para que, mediante las formalidades del caso, proceda a la confiscación, nacionalización y venta en su caso de la Empresa Eléctrica de Guatemala.”[12]

 

El sorpresivo cambio en la política exterior de Guatemala en la época se debió, no sólo a las fuertes presiones de los Estados Unidos, sino también a la declaración de guerra marina irrestricta, lanzada por el Imperio Alemán, y que tendría como resultado el involucramiento del gigante del norte en el conflicto europeo. Al respecto, y acusando un poco de confusión, Catherine Rendón apunta en su biografía de Manuel Estrada Cabrera:

 

“En marzo, Guatemala protestó ante el anuncio del gobierno alemán de que habría guerra submarina sin restricciones, y esto le dio la oportunidad a don Manuel de declarar la ley marcial en el país aunque Guatemala apenas tenía marinos.”[13]  

 

 

Sin embargo, las dudas se aclaran entendiendo las implicaciones de la declaración de guerra irrestricta marítima proclamada por el Imperio Alemán, pues en realidad esta declaración afectaba directamente a todo el comercio por mar, ya que la marina alemana quedaba autorizada por el Káiser para detener, incautar e incluso atacar cualquier buque cuyas intenciones no quedaran claras a criterio del capitán alemán involucrado. La declaración constituía indirectamente, una declaración de guerra a todos los países que comerciaban con Europa, pues implicaba que la marina alemana adquiría autoridad de policía marítima. Consultando la base de datos en línea del proveedor Infile, que recopila las leyes de Guatemala en formato digital, se puede encontrar además una serie de convenciones internacionales firmadas en La Haya en 1907, a instancias del Emperador Alemán, por medio de las cuales los países firmantes adquirían serios compromisos sobre cómo conducirse en caso de guerra, entre ellas destacan: “Convención relativa a la ciertas restricciones en cuanto al ejercicio de derecho de captura en la guerra marítima”, “Convención relativa a los derechos y a los deberes de las potencias neutrales en la guerra marítima” y la “Convención relativa a los derechos y a los deberes de las potencias y de las personas neutrales en caso de guerra”[14], es decir, que existía además un marco jurídico de derecho internacional que garantizaba ciertos derechos de los países neutrales, derechos que pisoteaba la declaración del Imperio Alemán, en esta medida desesperada, tomada para debilitar a las potencias británica y francesa y romper la línea de suministros que iba de los puertos de los Estados Unidos hacia los ingleses.

 

A manera de comentario un poco marginal, sobre la Conferencia de Paz de La Haya, celebrada en el mes de octubre de 1907 se puede mencionar como dato interesante, que el periodista Enrique Gómez Carrillo fue enviado por el diario El Liberal para cubrirla, y allí compartió con su primo, José Tible, quien acudió como delegado de Guatemala, y quien trabajaba en ese entonces en Londres como Secretario de la Legación. En una antología de crónicas del periodista guatemalteco, para uso de los estudiantes de institutos públicos y editada por el gobierno de Estrada Cabrera, se incluyó una crónica de estas sesiones en las que Gómez Carrillo deja translucir su profundo aburrimiento ante las larguísimas discusiones, y divaga sobre la campiña holandesa y sus míticos molinos. Lejos estaban todos de imaginar que quien fuera el principal promotor de estas conversaciones, sería años más tarde uno de los más comprometidos impulsores de la Gran Guerra europea: el Káiser alemán.

 

Regresando al rompimiento de relaciones diplomáticas del país con el Imperio Alemán, con la situación tornándose cada vez más desesperada en los fangosos frentes europeos, el gobierno guatemalteco toma la decisión de alinearse con el bando de los Aliados. Al respecto, amplía la historiadora Regina Wagner:

 

“El 19 de abril de 1917 la Asamblea Legislativa autorizó al Poder Ejecutivo el uso de facultades extraordinarias durante su período de receso, ante lo cual el Presidente Estrada Cabrera declaró, el 27 de abril de 1917, rotas las relaciones diplomáticas con el Gobierno Imperial Alemán y entregó los pasaportes al Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, Dr. Curt Lehman, su familia y su séquito, otorgándoles ocho días para que abandonara el territorio nacional. Al mismo tiempo canceló los exequáturs a los cónsules alemanes acreditados en Guatemala, estos eran el Cónsul imperial Max Obst en Guatemala, y los vicecónsules Carlos Sauerbrey en Quetzaltenango,  para la región de Quetzaltenango, Totonicapán y Huehuetenango; August Dieseldorff en Cobán para los departamentos de Alta y Baja Verapaz, Izabal y Petén; J. Prochazca en Retalhuleu; los agentes consulares J. A. C. Kaufmann en Champerico, Enrique Voege en Lívingston y Puerto Barrios y José R. Cottern en San José.”[15]

 

Entonces la guerra, aunque lejana, tiene un impacto directo y concreto, en la forma de vida de nuestra pequeña república, tal y como da testimonio el ya citado Jorge García Granados, quien en sus memorias de la época comenta:

 

“…Comenzando a dos pesos por dólar cuando tomé noción del dinero, dos o tres años después estaba a cinco, enseguida a doce y cuando regresé de Europa había subido a dieciocho pesos por dólar. Fluctuó entre dieciocho y veinte hasta que comenzó la Primera Guerra Mundial y entonces, a causa del pánico por la guerra y la pérdida de mercado de nuestro café en Europa, la tasa de cambio saltó de un golpe a cuarenta pesos por dólar…”[16]

 

Además, gracias al cambio de posición adoptado por Estrada Cabrera a raíz de las circunstancias que hemos expuesto arriba, las medidas tomadas sobre la población alemana se tornan cada vez más estrictas, en beneficio del dictador, pues decide intervenir sobre los bienes e inversiones de esta laboriosa colonia. Al respecto, el historiador Mario Aníbal González, expone:

 

“La Primera Guerra Mundial abrió las puertas para que la inversión norteamericana se fincara en el sector de la energía eléctrica. El proceso fue el siguiente: La Asamblea Legislativa decretó el 20 de abril de 1918, que en el conflicto internacional Guatemala asumía la misma actitud beligerante de Estados Unidos contra el imperio alemán. El 1 de mayo de 1918, el Presidente Estrada Cabrera decretó la ley marcial y suspendió las garantías constitucionales (¿?). El 1 de julio de 1918 dispuso la ocupación e intervención en forma absoluta de los intereses, derechos y acciones de la Empresa Eléctrica de Guatemala, el Ferrocarril Verapaz, la Empresa de Alumbrado Eléctrico de Quezaltenango y los Teléfonos de Occidente, dejando su funcionamiento y administración en manos de un Intendente General.”[17]

 

Ferrocarril en 1920Así las cosas, el capital estadounidense se abre paso en sectores no agrícolas, como las inversiones de la frutera, que poco a poco se había ido apropiando también de los medios de transporte y comunicación del país (basta recordar la compañía de ferrocarriles IRCA, dueñas de la línea férrea de la Capital hasta Puerto Barrios y propietaria del muelle, o la Tropical Radio, que fue propietaria del servicio de telégrafos en el país) y fueron probando suerte en sectores de tecnología, como el sector energético. Al respecto, apunta Mario Aníbal González:

“El decreto 747 mencionado fue aprobado pocos días después de que el War Trade Board de Washington concedió el 4 de febrero de 1919 a la Electric Bond and Share Company, de Nueva York, la licencia para negociar la compra de la Empresa Eléctrica de Guatemala. El 10 de febrero el vicepresidente de la Electric Bond and Share Co. Autorizó en una carta dirigida al Ministro de Estados Unidos en Guatemala, a su apoderado y delegado portador de la respectiva licencia, al abogado Whatland Catlin, para negociar la compra de la Empresa Eléctrica de Guatemala.”[18]

 

 

A riesgo de extender demasiado estos apuntes, se hace necesario abundar en un aspecto interesante de la guerra, el frente económico, que llegó a alcanzar ciertos niveles de sofisticación, tomando en cuenta lo lejano y anticuado que se nos puedan antojar las comunicaciones hace cien años. Le cedo una vez más, la palabra a la doctora Regina Wagner:

 

“A raíz de las ‘listas negras’ que elaboraron los Aliados en 1917, que prohibían comerciar con las casas comerciales y las fincas de los alemanes en Centro y Sudamérica, los alemanes en Guatemala se vieron imposibilitados de exportar su café. Los que lo hacían, se arriesgaban a que los ingleses confiscaran sus embarques en alta mar con su elaborado sistema de informantes, que detectaban y denunciaban a través del telégrafo, el verdadero nombre del propietario de las partidas de café, aun cuando éste las enviara bajo un nombre neutral o ficticio o de un guatemalteco. Esto dificultó en mucho la sobrevivencia de la población alemana residente en Guatemala durante esos años.”[19]

 

Estos hechos dan luces sobre el sofisticado sistema de inteligencia que había logrado montar el Imperio Británico en rincones tan lejanos del planeta, como lo podía ser la Centroamérica de principios del siglo XX, así como las claras inclinaciones de ciertas personas que sin participar activamente en las tareas bélicas que azotaban al Viejo Continente, colaboraban con información en el esfuerzo bélico, denunciando vía telégrafo la verdadera información falseada en los manifiestos de carga.

 

-III-

 

En el plano del ciudadano de a pie, la gran conflagración se vive gracias a las crónicas que a partir de noviembre de ese mismo año de 1914, remiten desde el frente los periodistas, destacando las que cablegrafía el famoso escritor guatemalteco y corresponsal de guerra, Enrique Gómez Carrillo y que se publicaban en las páginas de los diarios locales o bien en las recopilaciones que en formato de libro llegaron en los años siguientes. Ese mes de noviembre es invitado por el gobierno francés para recorrer el frente occidental, y a partir de esa fecha no dejará de visitar las trincheras sino hasta el final de la guerra.

 

Un tedioso pero rápido listado de los lugares que visitó nos dan la idea del trabajo de este corresponsal. En 1915 visita Meaux, Monthion, Senlis, Soissons, Arras, Toul, Fontenay, Liverdun, Frouard, Toul, Troyón, Amines y Nancy. En 1916 visita Boulonge, en donde recorre los pabellones de un hospital británico cerca del mar, en el que convalecen las tropas que han sufrido los ataques de gas alemanes. Visita el frente de Flandes y la carnicería de Yprés. Visita Messines, Notre Dame de Loretto, Soudrez, Carency, Saint Omer y las primeras líneas en Ablain, recorriendo las trincheras y atisbando la tierra de nadie. Durante 1917 visita Chantilly, Noyón y los escenarios de la gran ofensiva de Chemin-des-Dammes y en el frente doméstico, en París, tiene que defenderse de sus enemigos que le acusan de haber traicionado el amor de Mata Hari, entregándola a los franceses.

De su paso por la localidad de Noyón, en 1917, extraigo estas impresiones:

 

noyon«Los pobres cementerios se han convertido así en fortalezas deleznables… En los cementerios los muros ostentan troneras, poternas y rastrillos improvisados… No se cita una batalla en la que el cementerio haya dejado de desempeñar un papel estratégico considerable (…) A medida que avanzamos tenemos, por fuerza, que darnos cuenta de que el cementerio fue, durante algún tiempo, un campamento de tropas. Junto a las tapias se descubren aún los abrigos, los hornillos, los puestos de reposo. He aquí una cama de hierro… He aquí una mesa… He aquí una cocina de campaña… Tener que vivir en semejante sitio es triste, sin duda, y tal vez sentiríamos algo de lástima al pensar en los que acamparon bajo estos cipreses, a no ser por los detalles horribles que nos demuestran la manera que tuvieron de vivir. Todas las tumbas están abiertas… Por todas partes se encuentran calaveras, jirones de sudarios, fragmentos de féretros…». 

 

 

Ese año también se publica la traducción al inglés de su libro En el corazón de la Tragedia, bajo el título In the heart of the tragedy, editado por Hodder & Stoughton, con sede en Londres y Nueva York, libro del que posteriormente recibirá felicitaciones por parte de su amigo Rubén Darío, en una de sus últimas cartas.

 

En 1918 es condecorado por el gobierno galo con la Legión de Honor por su guerra periodística, pues además de sus viajes al frente, en su casa de la Rue de la Castellane, número 10, funciona la Association des correspondents de guerre de la presse étrangere. Ese año firma una crónica en la que testimonia las celebraciones del armisticio en la ciudad de Verona, Italia.  

 

De las crónicas de guerra que escribe para el diario español El Liberal, surgen los volúmenes de su extensa obra dedicados a la Primera Guerra Mundial: en 1915, publica Crónica de la guerra, Reflejos de la tragedia y Campos de batalla y campos de ruinas; en 1916 publica En las trincheras y En el corazón de la tragedia. En 1918 publica Tierras Mártires, La gesta de la Legión y El alma de los sacerdotes soldados. En 1920, en El Segundo libro de las crónicas, incluyó artículos sobre la guerra, por ejemplo: Una visita al Generalísimo Joffre o El defensor de Verdún. En 1922, publica El Quinto libro de las crónicas, con artículos relacionados con la Gran Guerra, algunos ya publicados anteriormente entre los que incluye: Los campos del Marne y Visiones de Flandes. Y en 1924 publica su defensa a las maledicencias que persistían en El misterio de la vida y la muerte de Mata Hari.[20]

 

Sin embargo, pese a la gran calidad de sus escritos y el incomparable valor de sus testimonios presenciales en el campo de batalla para el historiador de hoy en día, por decisiones personales del escritor, como romper con su patria definitivamente a partir de 1902 y apoyar incondicionalmente al dictador Estrada Cabrera, montando propaganda a su favor en el extranjero, su importante aporte a la literatura y al quehacer periodístico latinoamericano ha caído en el olvido casi absoluto.

 

-IV-

 

Hasta hace no mucho tiempo, de la participación de guatemaltecos en la Gran Guerra sólo teníamos una breve noticia. En la tercera edición del primer tomo de la Calle donde tú vives, publicado en 1981, a la página 42, el periodista Héctor Gaitán afirmaba en un pie de foto que Dante Nannini Sandoval había sido el único guatemalteco en luchar en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, gracias a otros autores, ahora sabemos que en realidad, varias familias guatemaltecas o extranjeras radicadas en Guatemala, tuvieron que llorar a sus hijos, llamados por el deber o la aventura a luchar en remotos campos lodosos. Algunos nunca regresaron, como deja constancia el frontispicio del Panteón Italiano del Cementerio General de ciudad de Guatemala, visitado hace unos pocos meses por quien esto escribe:

 

“Su questa estrema dimora terrestre degli italiani di Guatemala veglino tutelani gli espíritu di:

 

Cesare Giacomo Ciani

Francesco Panazza

Vincenzo Loffredo

Pericle Enresto Doninelli

Liberale Ferretto

Gustavo Ascani

Dante Nannini

Che

Accorsi a traverso gli oceani al richiamo della patria in armi eroicamente morirono perche vivesse l’Italia.”

 

 

Del piloto aviador Dante Nannini sabemos que sobrevivió al conflicto, y que en su viaje de regreso a Guatemala cayó enfermo de escarlatina o “fiebre española”, en la ciudad de Nueva York, en donde moriría en 1919. El autor de su biografía, Juan Manuel Quesada Fernández, nos cuenta que junto con Nannini viajaron a los campos de batalla europeos otros jóvenes guatemaltecos, como Francisco Odera, Carlos León Doninnelli, un joven de apellido Ascani (quizás el Gustavo del Panteón Italiano), otro de apellido Visón, dos hermanos de apellido Fumagalli y dos hermanos de apellido Ciani. Todos embarcaron rumbo a Europa en junio de 1915.[21]

 

De la colonia francesa radicada en Guatemala sabemos que acudieron a la lucha en 1916, Feliciano Laylle, quien murió en combate y su hijo Juan B. Laylle, quien a su regreso cursó estudios de piloto aviador causando alta el 1 de junio de 1930 en la Fuerza Aérea Guatemalteca.[22]

 

Con respecto a los alemanes, la doctora Wagner nos narra sus peripecias en un párrafo que me parece interesante transcribir, en extenso:

 

“Cuando llegó a Guatemala la noticia de que Alemania había entrado en la guerra, todos los alemanes residentes en el extranjero, pertenecientes a los grupos de reserva o sujetos al enlistamiento militar, debían presentarse ante sus respectivos cónsules para unirse cuanto antes a las fuerzas armadas del Imperio. En Cobán, el vicecónsul August Dieseldorff despidió a 17 reservistas, que se dirigieron a la ciudad de Guatemala, donde se presentaron unos 50 jóvenes alemanes ante el Cónsul Max Obst. La mayoría de ellos se embarcó por cuenta propia vía Livingston a Nueva Orleáns y a Nueva York. Hubo empresas, como Schlubach, Dauch & Cía., que otorgaron los medios necesarios a sus empleados para viajar a Alemania, en tanto los que no tenían cómo costearse el pasaje, fueron enviados por el Cónsul Obst a costa del Imperio Alemán a México, en donde les darían instrucciones de cómo continuar su camino.”[23]

 

-V-

 

La guerra terminaría al fin, con la firma del Tratado de Paz entre los Aliados y las Potencias Centrales, más conocido por todos como el Tratado de Versalles, el 28 de junio de 1919. En la misma fecha se emite el Decreto Gubernativo 749, que: “Declara días de fiesta nacional el 29 y 30 junio y el 1 de julio próximo entrante, en celebración de haberse firmado en Versalles el Tratado de Paz que pone término a la desastrosa guerra.”[24] Guatemala participó en la firma del Tratado de Versalles y como presidente de la comitiva fue nombrado el Doctor Rodolfo Robles Valverde[25], quien un año antes había expuesto ante la Sociedad de Enfermedades Exóticas con sede en París, sus descubrimientos relativos a las lesiones oculares causadas por la oncocercosis, hoy llamada “enfermedad de Robles”. Sus hallazgos fueron publicados originalmente en el American Journal of Ophtalmology, en febrero de 1918, en donde había descrito “Disturbios en la visión en pacientes con ciertos tumores filiares.”

 

Como era de esperarse en el caso de los acontecimientos que sacuden al mundo, la paz fue bien recibida en el país, celebrándose a lo grande el fin del enfrentamiento, como da cuenta Roberto Villalobos Viato[26] de la fiesta llevada a cabo en la Legación Británica, establecida en esa época en la “Casa Mudéjar”, esquina de la 9 avenida y 13 calle de la zona 1, que todavía sobrevive gracias a una extensa restauración, justo a un costado del edificio de Prensa Libre. Nos cuenta por su parte la periodista Ingrid Roldán Martínez, citando una crónica de la época:

 

“Desde los extremos de la 9ª avenida resplandecía, como si fuese de luz, la casa de la Legación. Desde lejos distinguíase la palabra PAX hecha con bombillas de colores. Los más distinguidos miembros de la colonia, animados por el mayor y más justo de los entusiasmos, apresurándose a contribuir al mejor éxito del festival. Hubo marimba- la Azul y Blanco de los señores Quiroz-; baile en los salones, corredores y patio; cena a media noche. La celebración terminó a las 4 de la mañana.”[27]

 

 

A esa fiesta de la noche del 19 de julio de 1919, le pusieron la pusieron nota exótica ciertos invitados, pues asistió un joven guatemalteco de apellido Gerhke, “delgado y de piel pálida”, que luchó con su regimiento en las batallas de Salónica, enfrentando la contra ofensiva turca. Nos informa también Villalobos que: “Durante la fiesta, los invitados se volvían para verlo, por las condecoraciones que llevaba ceñidas en el uniforme.” En el mismo artículo citado, el periodista rescata de la neblina de la historia a otro guatemalteco de apellido Guthrie, a quien describe de “caballero de andar vacilante”, veterano del frente occidental y aviador en el frente ruso.

 

El 2 de octubre de 1919, la Asamblea Legislativa emitía el Decreto Ley 1015, en el que se “…aprueba en todas sus partes los 440 artículos que contiene el Tratado de Paz y el Protocolo anexo, hecho en Versalles, firmado por los representantes de las Naciones Aliadas y Asociadas y por los Representantes de las Potencias Centrales.”[28] A juzgar por los acontecimientos descritos arriba, ni ésta “república decorativa”, como alguna vez nos apodó el gran viajero Paul Bowles, se pudo escapar de los estertores de la guerra, y puso su cuota de sangre y dolor en una de las más tremendas contiendas de la historia.

 



[1] Sobre la historia de la Gran Guerra recomiendo dos libros, distantes uno del otro en su fecha de publicación, pero ambos con análisis detallados y bien informados sobre la evolución de la guerra en todos sus frentes y sus consecuencias el primero y de la historia previa al estallido del conflicto el segundo:

Keegan, John. The First World War. Vintage books, New York: 1999.

Tuchman, Bárbara W. Los cañones de agosto. Editorial Bruguera, Barcelona: 1963.

[2] García Granados, Jorge. Cuaderno de Memorias 1900-1922. Artemis y Edinter, Guatemala: 2000. Página 132.

[3] Catherine Rendón. Minerva y La Palma. El enigma de don Manuel. Artemis y Edinter. Guatemala: 2000. Pág. 231.

[4] Regina Wagner. Los Alemanes en Guatemala 1828-1944. Afanes, Guatemala: 2007. Página 253

[5] Recopilación de Leyes. Tomo XXXIII, página 381.

[6] Recopilación de Leyes. Tomo XXXIV, página 6.

[7] Arévalo Martínez, Rafael. Ecce Pericles. Editorial Universitaria Centroamericana. San José, Costa Rica: 1983. Páginas 333 y 334.

[8] Recopilación de Leyes. Tomo XXXVI, Página 15.

[9] El Decreto Gubernativo es aprobado por la Asamblea Legislativa mediante Decreto Ley 966, de fecha 30 de abril de 1917: “Apruébase el Decreto número 727, expedido por el Poder Ejecutivo, y, en consecuencia, hace suyos sus términos…” Recopilación de Leyes, Tomo XXXVI, Página 11.

[10] Rendón. Op. Cit. Página 231.

[11] Arévalo Martínez. Op. Cit. Página 376.

[12] Recopilación de Leyes, Tomo XXXVII, página 26.

[13] Rendón. Op. Cit. Página 132.

[14] Todas estas convenciones fueron firmadas por Guatemala en la ciudad de La Haya, Holanda, el 18 de octubre de 1907, aprobadas por la Asamblea Legislativa mediante el decreto 791 del 29 de abril de 1909 y ratificadas el 26 de enero de 1910.

[15] Wagner. Op. Cit. Página 254.

[16] García Granados. Op. Cit. Página 135.

[17] González, Mario Aníbal. Historia Económica de Guatemala: Con énfasis en la crisis de los años 30. FLACSO. Guatemala: 2012. Página 133.

[18] González. Op. Cit. Página 134.

[19] Wagner, Op. Cit. Página 154.

[20] De este libro, nos cuenta Juan Manuel González Martel en su exhaustivo catálogo de obras del cronista: Enrique Gómez Carrillo. Obra literaria y Producción periodística en libro (Tipografía Nacional, Guatemala: 2000), se realizó una película titulada Mata-Hari. El filme alemán, dirigido por Friederich Feher e interpretado por la austríaca Magda Sonja y Fritz Kortner fue realizado en 1927 y estrenado en Guatemala en mayo de 1929 en el cine Capitol.

[21] Juan Manuel Quesada Fernández. Dante Dannini Sandoval y los inicios de la Aviación Guatemalteca. Argrafic, Guatemala: 2008. Página 83.

[22] Jorge Antonio Ortega Gaitán. Los Pilotos Aviadores. Centro Editorial y de documentación para la historia militar. Guatemala: 2011. Página 140.

[23] Wagner. Op. Cit. Página 253.

[24] Recopilación de Leyes. Tomo XXXVIII, página 27.

[25] Este científico, que después incursionaría en la política en tiempos del general Lázaro Chacón, fue condecorado con la orden de Caballero de la Legión de Honor y Gran Oficial de la Legión de Honor, (otro guatemalteco que junto con Enrique Gómez Carrillo portaron la importante distinción), ambas otorgadas por el presidente francés por su trabajo científico en el importante Instituto Pasteur.

[26] Roberto Villalobos Viato. La Casa Mudéjar. Revista D, Número 374. Guatemala, 18 de septiembre de 2011. Página 18.

[27] Ingrid Roldán Martínez. La casa de la Legación. Diario Prensa Libre, Guatemala, 13 de junio de 2004.

[28] Recopilación de Leyes, Tomo XXXVIII, página 22.


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