Tal es el lema de la Ilustración, como lo escribió Kant en su famoso ensayo. Ese fue también el grito de batalla de aquellos que lucharon para lograr su independencia de la monarquía española, y lo que creían que ésta representaba. Aparte de haber sido bloqueados de comerciar con quienes así lo quisieran, la mayoría de los criollos hispanoamericanos (un porcentaje considerable de la población después de dos siglos y medio de mezcla intensiva y extensiva) tenían nominalmente prohibido ejercer altos puestos gubernativos, que estaban oficialmente reservados para españoles nombrados por la corona. Los criollos hispanoamericanos estaban dispuestos a luchar en contra de una situación que los privaba de voz y voto en la conducción de sus propios destinos. Como apunta, José del Valle en 1826: “se trata de crear una república donde no había más que una colonia regida por un gobierno lejano”.
La situación de los criollos era similar a la que critica David Hume en su ensayo Of the Rise of the Arts and Sciences, en la que un gobierno despótico, que delega el poder del soberano en un puñado de pequeños magistrados, que hacen lo que se les place, de forma arbitraria, puesto que es la lealtad al amo y no la obediencia a la ley la que asegura su permanencia en el puesto.
Existían las condiciones necesarias para un cambio en América Latina al inicio del siglo XVIII. Como señala, C.K. Webster en la introducción de Britain and the Independence of Latin America, los criollos fueron quienes lucharon por la independencia con serias limitaciones:
“Tuvieron que enfrentar inmensas dificultades, puesto que a diferencia de los líderes de los Estados Unidos, no heredaron una tradición de gobernarse a sí mismos, o instituciones que pudieran adaptarse a la nueva situación… España no les permitía experiencia de auto-gobierno a la mayoría de la clase media y alta, debajo de las cuales yacía una masa de personas inculta e ignorante” (5).
Webster, C.K. editor. Britain and the Independence of Latin America. London: Oxford
University Press, 1938.
Este era un tema de debate para los europeos, pero particularmente para los criollos independentistas, que se vieron a sí mismos en el alba de sus naciones, enfrentados a la tarea de fundar instituciones políticas que tuvieran larga vida.
El libro más influyente de la lucha independentista es, posiblemente, El contrato social de Rousseau, que expresaba dicho reto de la siguiente manera.
“¿Cómo puede una multitud inculta, que con frecuencia no sabe lo que quiere, puesto que rara vez sabe para lo que es buena, ejecutar, por sí misma, un esfuerzo tan grande y difícil como un sistema de legislación? En sí mismos, el pueblo siempre será bueno, pero por ellos mismos no siempre logran comprender en qué consiste dicho bien. La voluntad general siempre tiene razón, pero los razonamientos que las guían no siempre son ilustrados” (35).
Rousseau, Jean Jacques. The Social Contract. Edited by Frankel, Charles. New York:
Hafner Publishing Company, 1947.
¿Consideras que algunas de estas preguntas siguen vigentes?