Con un profundo afán conciliador, ahora que el término criollo ha llegado hasta las protestas populares, me gustaría explorar la forma en que lo definió el autor Severo Martínez (Quetzaltenango, 1925 – Puebla, 1998) ) en su influyente libro “La patria del criollo: ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca” (Guatemala, 1970). Sospecho que dicho ensayo es el origen del uso masivo actual de dicha palabra, que Martínez Peláez utilizó para sintetizar una interpretación de la sociedad guatemalteca durante el período histórico a finales del siglo XVII, que retrata Francisco Antonio Fuentes y Guzmán en la “Recordación Florida”.
Es conveniente hacer la salvedad que el empleo que realiza Martínez de dicho término, que fundamenta su influyente ensayo, apropiado para el momento histórico que estudia, de ninguna forma nos permite explicar a cabalidad lo que sucede actualmente, dadas sus limitaciones fundamentales, su rigidez esquemática, el dogmatismo incandescente que lo habita. Quisiera resaltar que me baso en el buen uso del lenguaje de Martínez, quien fuera estudiante destacado del maestro Salvador Aguado, para profundizar en el análisis semántico del léxico empleado.
Los criollos: hijos de españoles, nacidos en América.
La primera definición funcional que aporta Martínez es la siguiente: “De manera general, la palabra criollo designaba a los hijos de los españoles nacidos en América sin ningún mestizaje” (p. 20). Según este, la sociedad guatemalteca durante la colonia estuvo al inicio dividida a partir de los orígenes de sus pobladores: indios, españoles y criollos. Con estas generalizaciones, Martinez anula especificidades fundamentales, sin matizar las diferencias.
Qué es el indio, según Martínez: un “natural” oprimido
Severo Martínez acaso define el término “indio” de la siguiente manera: “el resultado de ese género de vida [el sistema colonial] fue la conversión de la masa de los ‘naturales’, de los conquistados, en la clase social de los indios siervos. Así, pues, el problema del indio surgió al mismo tiempo que el indio como clase, ya que la opresión hizo al indio y lo ha conservado como tal” (p.471).
Si vemos el actual diccionario de la Real Academia Española, indio es alguien natural de la India, país de Asia o de igual manera perteneciente o relativo a los indios de América. La doble acepción del término se remonta a la confusión inicial acerca del descubrimiento del nuevo continente en 1492. Como se ha relatado reiteradamente, Cristóbal Colón pensó que había descubierto una nueva ruta marítima hacia a las Indias, atravesando el Océano Atlántico. De ahí que llamó “indios” a los pobladores de estos lares.
Américo Vespucio descubre aquella equivocación gigantesca. Se percata de que Colón no había llegado a las Indias sino a un nuevo “mundo”. Así titula Vespucio su obra insigne: Mundus Novus. Por eso el continente lleva su nombre, porque Américo Vespucio supo darse cuenta y aclarar la situación. De lo contrario, el continente se llamaría Colón o Colombia. Algunos aún persisten en este fallo denominativo original, que supuestamente se había superado desde Vespucio.
¿Cómo llamar a los hijos de los criollos?
Con el complejo devenir histórico de América, pareciera que el término criollo comienza a precisar una modificación funcional que deriva de la imperiosa necesidad de definir cómo se le denominará a los hijos y nietos de los criollos. El actual diccionario de la Real Academia Española (RAE), define criollo como “autóctono o propio de un país hispanoamericano, o del conjunto de ellos”. Su raíz es el verbo “criar” y comúnmente se refiere a alguien “criado ahí”. La definición de criollo que usa Martínez pareciera que aplica únicamente a los inicios del período histórico de dominación española.
Martínez sabe que el proceso de mestizaje que se produjo durante los siglos siguientes en el Nuevo Continente complicó las definiciones tajantes, rígidas, esquemáticas. Por ello, anota lo siguiente: “De las uniones entre los tres elementos raciales básicos — españoles, indios y negros — surgieron tres tipos de mestizos que también podemos llamar básicos: el procreado por español con india, al que se llamó propiamente ‘mestizo’; el procreado por español con negra, al que se llamó ‘mulato’y al procreado por negro con india, al que se llamó ‘zambo’.” (p 207 y 208).
De españoles americanos a hispanoamericanos
La mezcla entre estos seis “elementos raciales básicos” se volvió cada vez más compleja en los siglos XVII, XVIII y XIX. En capítulos posteriores, Martínez se refiere a los criollos también como “españoles americanos” (páginas 258 y 276). De ahí surge el término compuesto “hispanoamericanos”.
A lo largo y ancho del continente, se les empezó a decir “americanos” a estos descendientes de españoles nacidos en América. Después de la independencia, el gobierno de Guatemala buscó atraer la migración de alemanes, belgas, franceses, ingleses y otros europeos a la región. El mestizaje aumentó con la llegada de estos nuevos tipos de europeos, cuyos hijos ya no serían criollos en el sentido estricto que les da Martínez (hijos de españoles, sin mestizaje).
De americanos a “Mexicans” o “Sudacas”
Siglos de convivencia entre los pobladores de América, sin distinguir su origen, ha llevado a llamar americanos a quienes simplemente han nacido en América. Después de los procesos de independencia y para distinguir de la apropiación del gentilicio que han realizado los estadounidenses, empezaron a llamarnos hispanoamericanos o latinoamericanos. Así como llaman a los “naturales” de sus territorios, “indios americanos”.
Ahora, por economía lingüística, los estadounidenses nos llaman simplemente “hispanos”o “latinos”. Algunos incluso usan la denominación “Mexicans” o “Sudacas” para agruparnos a todos, con cierto desdén y descuido denominativo. Un poco como hace Severo Martínez cuando utiliza los términos indio, español y criollo.
Indígena y criollo, sinónimos
Con el paso de los años, la palabra indígena ha sustituido prácticamente a la palabra indio en el uso común (por ejemplo, la discusión en este interesante artículohttps://elpais.com/diario/2006/01/22/opinion/1137884409_850215.html). La palabra índigena, cuya raíz latina se compone de “inde” que significa de ahí y de “gene” que significa nacido. Es decir, nacido ahí. Aunque durante siglos se han empleado como antónimas, al considerarlo detenidamente, la palabra “criollo” y la palabra “indígena” significan lo mismo (algo o alguien autóctono de un lugar específico). En el plano semántico, acaso se puede apreciar la profunda conciliación que significa concebir estos dos términos como sinónimos.
Apelo al uso adecuado de la hermenéutica para que los lectores puedan apreciar la armoniosa y profunda coincidencia significativa de estas palabras. Acaso se funden y fusionan en la palabra “americano”. De tal manera, en términos teóricos, esperaría que pudiéramos vislumbrar la categoría “americano” como una suerte de propiedad emergente, que nos permite la posibilidad radical de considerar un futuro compartido.