Durante el siglo XVIII, España encontró difícil mantener las regulaciones comerciales que había impuesto a los territorios bajo su dominio en el Nuevo Mundo; en especial, a aquellas respectivas al modelo mercantilista fomentado por la Casa de Contratación de Sevilla. Haring en The Spanish Empire in America refiere:
“Así que gradualmente evolucionó bajo el inicio de la época de los Habsburgo, un rígido y elaborado sistema comercial, cuyas operaciones pretendían últimamente extraer la mayor parte de la riqueza de América posible para llevarla a España. Todo el comercio exterior de las colonias estaba reservado para la madre patria, España les brinda todo lo que requerían de Europa, cargado en barcos españoles, y las colonias en general producían materia prima y artículos que no competían con los productos de España… Esta política de monopolio colonial fue mantenida hasta el fin del régimen colonial” (314).
Haring, C.H. The Spanish Empire in America. New York: Oxford University Press,
1947.
El monopolio sobre el comercio que ejercía la Casa de Contratación de Sevilla no era del todo beneficioso o eficiente, puesto que, según anota Haring, “las colonias eran mantenidas crónicamente con un stock negativo, y tenían que pagar precios exorbitantes por bienes europeos” (321).
De alguna forma, la situación histórica de España y los territorios bajo su dominio en América en el alba del siglo XVIII era similar a la de Francia que parodió Voltaire en las Letters Concerning the English Nation, una sociedad supersticiosa que le daba preeminencia a clérigos y nobles, antes que al progreso de la nación. Muy lejos estaban los territorios bajo el dominio de la corona española de la grandeza y libertad de naciones que como Inglaterra, según Voltaire, habían adquirido por medio del comercio. El control estricto que impuso Sevilla sobre el comercio de, dentro y hacia los dominios españoles en América se convirtió en una fuente de inestabilidad y descontento, que marcó el clima social y política que culminó en la Independencia.