El aprendizaje humano no es una simple actualización del sistema operativo de los seres humanos que pueda realizarse por wifi. Las personas no somos apps que necesitamos de actualizaciones constantes para operar sin problemas o errores. Los centros educativos son más que el hub de conexión a una antigua y extensa red de conocimiento. La educación de las futuras generaciones es un proceso complejo, ahora más que nunca.
La educación virtual ha sido un paliativo indispensable, pero al parecer no ha sido suficiente por una multiplicidad de factores, que van desde la falta de concentración de los estudiantes hasta la dificultad de acceso continuo a las plataformas de aprendizaje. Es crucial darse cuenta de los efectos menguantes que ha tenido esta valiosa herramienta en el proceso de educación formal. Algunos expertos mencionan la falta de atención de los estudiantes, la necesidad de enfatizar nuevamente simples procesos de interacción y convivencia, para no detenernos en el contenido retrasado o en los desafíos académicos.
Si algo ha logrado la educación virtual ha sido la participación de los padres de familia en el proceso, incluso hasta el agotamiento. Ha quedado en los padres de familia, en términos generales en las madres, la mayor parte de la educación escolar de sus hijos. Se han involucrado acaso como nunca lo imaginaron. He escuchado de lo problemático que resulta ocupar dos roles a la vez, como madre y docente de sus hijos. Por supuesto que la educación formal es un proceso de colaboración social que no depende exclusivamente de los docentes, ni de los padres de familia.
Es cierto que la educación nunca se ha circunscrito al aula o la pantalla, sino que se expande hasta abarcar la sociedad entera. De ninguna manera se puede reducir el complejo proceso de aprendizaje individual a lo que sucede en el aula, en el centro educativo, en el hogar o a una pantalla. Se trata de un proceso complejo, que requiere de colaboración entre individuos, familias y la sociedad como tal.
Sin embargo, resulta casi paradójico afirmar que el aprendizaje individual deriva de una compleja interacción social. El individuo interactúa con el docente, con sus pares, con una comunidad educativa que se congrega en un determinado lugar, con un propósito determinado. Esa compleja interacción aún no logra replicarse en el mundo virtual con el éxito deseado. Aún precisa de mediación pedagógica, generalmente brindada por pares y mentores.
Considero que en los últimos años hemos sido testigos y partícipes de una progresiva transición hacia un mundo post-humano, que se ha experimentado una aceleración desde el inicio de la pandemia en 2020. Ahora consideramos usual la convivencia mediada por dispositivos electrónicos. Las máquinas moldean nuestro diario vivir. No obstante, están aún lejos de sustituir la imprescindible interacción humana necesaria para el aprendizaje en los años formativos.
De tal forma, que celebro el esfuerzo general que se ha emprendido para el regreso a clases presenciales, de una manera responsable. No es sólo necesario para los estudiantes y los docentes, sino que para la sociedad entera.