Guatemala, según John Gunther
Rodrigo Fernández Ordóñez
Descubrí al periodista estadounidense John Gunther (muerto en 1970), en una librería de viejo del Centro Histórico. Me compré su ‘Sud América por dentro’, y disfruté cada línea por su amena escritura y sus impresiones de primera mano. Gunther escribía con asombro sobre países llenos de luz como Brasil, Uruguay y Argentina, y recuerdo siempre una cómica anécdota de un golpe de Estado que fracasó en Brasil por culpa del denso tránsito de Río de Janeiro, en donde los tanques y los transportes de tropas se quedaron varados, fracasando la intentona. Allí leí también un comentario risueño de un brasileño entrevistado por él, que comentó con sabiduría latina (aplicable para todo nuestro continente): “Brasil progresa de noche, cuando los políticos duermen”. Muchos años después, justo el Lunes Santo de esta Semana Mayor que recién nos deja me topé en la siempre llena de sorpresas librería Marquense, con otro libro de Gunther, ‘El drama de América Latina’, en el que para mi sorpresa y deleite escribe de su paso por la Guatemala de Ubico en 1941 (primera parte del capítulo VIII). Retomamos entonces la palabra al periodista norteamericano, al que interrumpimos la semana pasada:
“ESTO ES GUATEMALA
Guatemala, la más poderosa de las repúblicas de la América Central, con su abrupta perspectiva matizada de volcanes y con su primitiva economía agraria basada en el café y en las bananas, es acentuadamente indígena. Su población es de unos tres millones de habitantes y su superficie más o menos como la de Mississipi. Muy atrasados, muy heterogéneos, los indios difieren en su lenguaje e indumentaria de una región a otra; algunos son demasiado primitivos para saber lo que es el dinero, y otros viven aislados durante toda la vida en sus pueblos remotos.
Por contraste, la ciudad de Guatemala es casi desconcertantemente rectilínea, disciplinada, moderna y, como he dicho, aseada como ninguna de las ciudades que he visto. Tiene tonalidades sombrías, especialmente en la noche. Los agentes de policía permanecen en pie en todas las esquinas durante la noche, debajo de los faroles de alumbrado. No hay casi tráfico (el límite de velocidad es alrededor de dieciséis kilómetros por hora), y aunque todo el mundo se haya ido a acostar, la policía permanece en servicio hora tras hora observando las siniestras y limpias calles. Se prohíbe, dicho sea de paso, detenerse en las puertas y conversar con el vecino, ¡aún de día! Está regularizado el tránsito de peatones e igualmente todas las formas de juegos. Ni siquiera se puede jugar al cubilete por el consumo, en un club particular.
Guatemala se considera como el primero de los países situados entre México y Colombia, y el sueño dorado del enérgico Ubico es formar una federación americana central de la que él sea el jefe. Los cinco Estados de la América Central estuvieron, en realidad, unidos en otros tiempos, formando un solo organismo –desde 1823 a 1839, después de haberse emancipado de España- y hoy esa unidad podría ser conveniente. Sin embargo, existen enormes obstáculos, a saber:
Primero, en cuatro de los cinco países, el dictador local quiere, naturalmente, seguir siendo el rey de su territorio. (Esto no es aplicable a costa Rica, que es una democracia).
Segundo, los nacionalismos locales (y también las características indígenas) son acentuadamente divergentes, sobre todo entre los guatemaltecos y los salvadoreños. Los países con vínculos naturales más estrechos son Honduras y Nicaragua, que tienen una base similar por su ascendencia mestiza. Se ha hablado de federación durante muchos años, a pesar de una disputa fronteriza, pero también en esto Costa Rica es un caso aparte.
Tercero, las malas comunicaciones. En cuanto a esto, la mente se confunde. Desde la ciudad de Guatemala a la capital de El Salvador existe un camino, pero se requiere alrededor de ocho horas para atravesar ciento setenta y cinco kilómetros. Entre El Salvador y Honduras no hay comunicación alguna, excepto por vía aérea. El viaje podría realizarse en barco o a lomo de mula, pero sería una verdadera aventura. Del mismo modo, no existen comunicaciones entre las capitales de Honduras y Nicaragua, a no ser por vía aérea; hay sesenta y cinco minutos de vuelo por la línea de la Pan American Airways, pero una carta que no sea enviada por avión puede ser despachada por vapor, y requiere dos semanas para ser entregada. Tampoco hay una ruta directa por tierra entre las capitales de Nicaragua y Costa Rica.
Cuarto, la influencia de la United Fruit Company –que es enorme en esa región-, poderosa compañía que prefiere tratar con esas repúblicas separadamente y no juntas.
En general podría decirse que cada país de Centroamérica desea mantener estrechas relaciones con el país que está exactamente más allá de su vecino inmediato. Hay una fuerte tendencia idealista hacia la unificación, a la vez que otra contraria a este fin. No obstante, los cinco países cooperan amigablemente. Últimamente todas estas naciones enviaron un llamamiento en común al general Franco encareciéndole que no entrara en la guerra europea; también formaron un frente común ante la disputa de Belice, y obraron al unísono aprobando el discurso de Roosevelt del 27 de mayo
Belice es el nombre guatemalteco que se da a las Honduras Británicas, la controversia sobre sus fronteras data de años atrás. Cuando Guatemala se independizó, en 1821, los británicos ya tenían “derechos usufructuarios” (pero no la soberanía) sobre Belice. Luego se expandió el territorio, llegando hasta lo que los guatemaltecos denominan Guatemala propiamente dicha. Los detalles de este asunto son demasiado complicados para tratarlos aquí, pero en 1859 Guatemala firmó un tratado con Gran Bretaña reconociendo las actuales fronteras de Belice, con tal que los británicos cooperaran en la construcción de una carretera desde la ciudad de Guatemala al Caribe. Los británicos dieron largas al asunto, y al final Guatemala abandonó sus reclamaciones sobre Belice sin obtener en compensación ni la carretera ni una promesa de arreglo financiero. En 1938, después de largos años de disputas, los británicos dieron por terminada la cuestión y declararon que considerarían responsable a Guatemala por cualquier incidente. A esto respondieron los guatemaltecos declarando, en represalia, anulado el tratado de 1859. Nunca se ha trazado una frontera final y un esfuerzo de mediación realizado por el presidente Roosevelt fue infructuoso. La cuestión puede parecer de poca importancia, pero es extremadamente aguda para todos los guatemaltecos. Después de la caída de Francia, en 1940, Ubico declaró que abandonaría el asunto por el momento. No quería entorpecer a los británicos en sus horas de apremio.
Tuve oportunidad, en la ciudad de Guatemala, de detenerme a observar las casas de comercio en la esquina de la Quinta Avenida y de la calle Catorce (las calles están numeradas al estilo norteamericano). Se me había dicho que los alemanes eran numéricamente poderosos en las mesetas y que, en realidad, el 50 por ciento de las mejores fincas de café eran de propiedad alemana. Pude comprobar que muchos negocios de la capital llevaban también nombres alemanes.
En la principal librería, parecía que las autoridades imponían una neutralidad estricta. Tanto el Mein Kampf, de Hitler, como Hitler me dijo, de Rauschning, han sido prohibidos; es bastante singular que mi obra El drama de Europa haya sido igualmente prohibida, pero que El drama de Asia, también mía, pueda venderse.
En Guatemala hay dos mil doscientos ciudadanos alemanes registrados, los cuales forman una comunidad sólidamente unida. Estos se han arraigado –en parte casándose con guatemaltecas- hace muchos años; son sanos y eficientes, siendo también grande su influencia. En dos provincias, San Marcos y Mazatenango, dominan por completo la industria del café, y en otra, Alta Verapaz, son propietarios del ferrocarril, que es la única salida al mar. Los agentes de la quinta columna muéstranse muy activos entre ellos. Alemania presta gran atención a Guatemala, y un cálculo digno de fe indica que aquel país gasta no menos de quince millones de dólares por año en propaganda, en la América Central en general. Estados Unidos, en cambio, no gasta casi nada.
El doctor Otto Reinebeck, ministro alemán ante los cinco Estados de la América Central y Panamá, vive en Guatemala y es el que dirige las actividades del Eje en la región. Durante un tiempo la hoja informativa distribuida por su legación, llamada Servicio informativo, tuvo una vasta circulación en toda la América Central. Las valijas diplomáticas están ahora prohibidas en Guatemala y la correspondencia sólo puede ser distruibuida por correo. Poco antes de la Conferencia de La Habana, Reinebeck se dirigió a los seis gobiernos ante los cuales estaba acreditado para advertirles de que no “afectaran la neutralidad de sus respectivos países” con actos contrarios a los intereses alemanes, pero aquellos gobiernos le prestaron poca atención.
Es innegable que los alemanes son importantes en Guatemala, pero Ubico lo es más. A este respecto circula una broma. Se dice que si los alemanes tienen una quinta columna, el enérgico general posee las otras cuatro. En mayo de 1939 se publicó un decreto declarando fuera de la ley al partido nazi, a la Jugend de Hitler y demás centros alemanes. Hasta ese momento los alemanes habían marchado abiertamente con sus camisas pardas y llevando la swástica. La ley prohíbe, además, toda actividad política de los extranjeros, exigiendo que las autoridades diplomáticas se abstengan de participar en los asuntos internos. En junio de 1940, un nuevo decreto restringió la propaganda efectuada por ciudadanos guatemaltecos nativos o naturalizados.
Sin embargo, tres de los ministerios del Gabinete de Ubico son considerados comúnmente como partidarios de los alemanes. Son ellos el ministro de Hacienda, González Campo; el de Agricultura, Rudecindo Anzueto, y Sáenz de Tejada, ministro del Interior. Pero los ministros de Guerra, el general José Reyes, y el de Relaciones Exteriores, el doctor Carlos Salazar –ambos de más de setenta años- son partidarios de los norteamericanos.
En junio de 1940, sesenta aeroplanos militares de Estados Unidos volaron desde Panamá a la ciudad de Guatemala para asistir a la celebración de la fiesta nacional. Ubico pidió a los aviadores que pasaran sobre Cobán, un distrito de café que es una fortaleza alemana, a fin de asustar a los nazis.
Las relaciones entre Estados Unidos y Guatemala son excelentes en todo sentido, y mejores que nunca. El general Ubico nos ha prometido toda clase de facilidades en caso de necesidad, y sus partidarios dicen francamente que se sentirían complacidos de enviar a todos los alemanes del país a un campo de concentración si Estados Unidos declara la guerra a Alemania. Tal acontecimiento brindaría, en realidad, a Ubico una espléndida oportunidad para enriquecer al país mediante la confiscación de las propiedades alemanas.”
El libro:
Gunther, John. El drama de América Latina. Editorial Claridad. Buenos Aires, Argentina: 1942.