Alegorías e imágenes del desarrollo en las notas de banco
Rodrigo Fernández Ordóñez
A María Andrea, por su amistad a prueba del tiempo.
En el pasillo del sexto nivel del edificio de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín, se puede observar una interesante muestra de billetes de bancos privados utilizados en Guatemala durante el cuarto final del siglo XIX. Forma parte del proyecto ‘Exploraciones de la historia’, y no solo recoge estos ejemplos de billetes, sino explica algunas de las figuras mitológicas que decoraban esas notas de banco. En el presente texto utilizamos algunos ejemplos de estos muros como excusa para explorar el mensaje político impreso en los billetes, que servían de alguna forma como propaganda del nuevo régimen instaurado luego del triunfo de la Revolución Liberal de 1871. Las fotografías de los billetes (de una excelente calidad) fueron obtenidas del artículo Billetes de Guatemala, publicado en la revista ContraPoder, en su versión electrónica: http://www.contrapoder.com.gt/es/edicion20/economia/673/Billetes-de-Guatemala.htm.
-I-
De las emisiones privadas de billetes
Durante el régimen conservador se realizaron dos reformas monetarias, que intentaron poner orden en la circulación de monedas en el país. La segunda, por ejemplo, llevada a cabo en los últimos años del régimen, apunta el historiador Valentín Solórzano: “…consistió en la reacuñación de las macuquinas creándose así la moneda nacional basada en el sistema de la unidad monetaria del peso. El presidente Cerna obtuvo un empréstito en Londres por valor de quinientas mil libras esterlinas, iniciándose inmediatamente el retiro de macacas de la circulación…”[1] Esta reforma monetaria implicó la emisión de la ley monetaria del 9 de junio de 1869 que establecía los valores y peso de las monedas, estableciendo además el sistema decimal. Al llegar el producto del empréstito a Guatemala en barras de oro y plata se procedió a la acuñación de nueva moneda y al retiro de la vieja macuquina. El peso se estableció en paridad con el dólar. Comenta Solórzano que cuando la población guatemalteca abrazaba con entusiasmo las operaciones de reconversión, se vino encima el triunfo de la revolución liberal del 30 de junio de 1871.
Es interesante que bajo el gobierno de los conservadores, aunque no existían bancos, se desarrolló un sistema paralelo al de la circulación de monedas, y que consistía en los “billetes particulares”, que eran documentos de crédito firmados por personas comunes con solvencia mercantil. Estos documentos particulares funcionaron como papel moneda. Según Solórzano:
“…Ese papel de confianza ara admitido en los negocios como billete de banco, y era frecuente no cambiarlo por moneda, a su presentación al firmante, sino por otros, ya fueran propios o firmados por otras personas. Los firmantes eran responsables de aquellos singulares billetes respaldados con su crédito personal, y cuando así se les exigía, los cambiaban por moneda corriente. A estas monedas mercantiles se les denominó ‘quedanes’. Eran varios los comerciantes fuertemente establecidos que firmaban ‘quedanes’ y los echaban a circular…”[2]
Pero este sistema no logró desarrollarse completamente, y el crédito siempre estuvo restringido, pues se obtenía, en el caso de los cultivadores de cochinilla, por ejemplo, comprometiendo en garantía la cosecha futura. Las personas que podían otorgar préstamos a los cultivadores regularmente no aceptaban la tierra en garantía por el desembolso. Como se apuntó arriba, se acostumbraba “…adelantar el crédito mercantil asegurado por el embargo preventivo de la cosecha. La tierra, sin capital o trabajo suficiente, no tenía valor…”[3] Así la actividad económica quedó reducida casi al autoconsumo, al carecer de un adecuado sistema de crédito agrícola, al no existir, en palabras de Solórzano: “…los estímulos naturales de lucro…”, tanto para el prestamista y el prestador. Esta situación de un arcaico sistema crediticio y las limitadísimas posibilidades de participar en el comercio mundial a causa de una casi inexistente infraestructura, fueron algunas de las causas del triunfo de Barrios y García Granados, pues de acuerdo a David McCreery: “Frustrados por una molesta explotación y por la inhabilidad o falta de deseo de un gobierno incapaz de proteger o promover sus intereses, los cultivadores del occidente se opusieron cada vez más al tambaleante régimen conservador nacional.”[4]
El nuevo régimen se puso manos a la obra, desarrollando un amplio esquema de organización de empresas agrícolas, pues de acuerdo a Solórzano:
“…los terrenos comunales y ejidales de muchos pueblos, y es más, aquellos que no poseían la suficiente extensión de tierras y que necesitaban depender de otros, arrendándoles la tierra, fueron dotados de ejidos por la reforma. Las tierras baldías, propiedad del Estado o tierras realengas coloniales fueron repartidas entre gran número de agricultores, constituyéndose así la empresa agrícola de propiedad privada, base indispensable para el engrandecimiento económico nacional…”[5]
Por otra parte, el nuevo régimen dio el paso decisivo para solucionar los problemas de acceso al crédito, preparando un motor del desarrollo agrícola, que en la mente de Barrios, cultivador él mismo de café, era necesario para insertar a Guatemala en el mundo moderno. Así, en 1874 se funda el Banco Nacional de Guatemala, el primero del país, con fondos provenientes de la desamortización de manos muertas. Este banco emitió billetes, que fueron aceptados de buena manera por la población y “Una oficina estaba encargada en el mismo local del Banco de canjear los billetes por moneda metálica al público que así lo solicitara.” Desgraciadamente, este banco quebró a raíz de la guerra con El Salvador en 1876, a raíz de una corrida bancaria.
En este tema, resulta muy interesante la lectura del volumen de Valentín Solórzano, al que hemos venido citando, pero para no arruinar la lectura a nadie termino con una cita extensa, pidiéndole disculpas al lector, pero resulta interesante el recuento que este historiador realiza sobre el surgimiento de las instituciones bancarias durante este período:
“…En la época inmediata a la reforma, de 1877 a 1893, asistimos al nacimiento y evolución del sistema bancario en el país. El primer banco comercial que se fundó fue el Banco Internacional, el 3 de septiembre de 1877; luego el Banco Colombiano, el 27 de agosto de 1878. Estos tuvieron el carácter de emisores y gozaron de toda clase de facilidades para su desarrollo. El 10 de junio de 1881 se fundó en la ciudad de Quetzaltenango, centro de la zona agrícola de Los Altos, el Banco de Occidente, a iniciativa y con apoyo del gobierno. Quedó organizado en forma de sociedad anónima, pudiendo ejercer las operaciones de emisión de billetes, giros, depósitos y descuentos. El gobierno de la república garantizaba su capital y le hacía exención del uso y de impuestos de importación y exportación. Posteriormente se fundaron el Banco Americano, en 1892; el Agrícola Hipotecario en abril de 1893, y el Banco de Guatemala, en diciembre de 1894…”[6]
-II-
De los símbolos y alegorías
Los billetes emitidos durante esta época contenían una serie de símbolos e iconografía que a la distancia resultan fascinantes, pues hablan de la forma en que nuestros antepasados concebían al mundo. En esta sección trataremos de contextualizar para el lector de hoy, estos mensajes que a los ojos modernos resultan hasta cierto punto, incomprensibles. En términos generales, los billetes de banco que insertamos a continuación nos hablan de un tema preciso: el progreso. Incluso las figuras clásicas, tomadas de la mitología griega y romana, deben entenderse dentro de esta línea de discurso, en el cual, el gobierno liberal venía a romper con una larga tradición eclesiástica y de economía de aislamiento, y que trataba de empujar al país al escenario mundial. Debemos de tomar en cuenta que, de acuerdo a la educación que se impartía en esa época, las figuras no eran en absoluto ajenas para las personas que tenían algún grado de estudios. El discurso progresista tenía sus matices, como puntualiza el historiador McCreery:
“El entusiasmo por la ‘modernización’ originó algunas promesas imposibles de cumplir tanto por las personas como por el gobierno en cuanto a lo deseable del desarrollo industrial. Sin embargo, la lógica de los beneficios del café socavó cualquier promoción seria a corto plazo de las manufacturas locales. El capital era escaso y producía mejores ingresos en el café.”[7]
Es por esta circunstancia que no nos debe extrañar que en los billetes convivan imágenes bucólicas del campo y del paisaje guatemalteco con poderosos símbolos de la modernización. Por la confianza depositada en el café es que vemos en algunos billetes humeantes locomotoras, y en otros en cambio, aparezcan mujeres tapizqueando los frutos de la planta estimulante. Pero en todo caso, en los billetes se estaba elaborando un discurso de modernidad, se estaba construyendo una visión de país, fundamentado en los valores de la agricultura extensiva, el comercio y la industria.
Banco Nacional de Guatemala. Billete de 1 peso, correspondiente a la emisión de 1875. A cada lado aparecen dos hermosas representaciones: la Victoria y Minerva. A la izquierda, la Victoria, que para los romanos era el símbolo del triunfo, llamada en la mitología griega Niké. Se le solía representar como una mujer alada, con una palma en la mano o bien una corona de laurel ceñida tal y como aparece en esta ocasión. La diosa está sentada a espaldas de una escena moderna, en la que una locomotora avanza por un campo. A sus pies, un canasto en representación del antiguo cuerno de la abundancia, derrama su contenido frente a la diosa que su postura, parece absorta en sus pensamientos. A la derecha aparece la diosa Minerva, que era para los romanos, la diosa de la sabiduría y de las artes, las técnicas de la guerra y la patrona de los artesanos. En la mitología griega se le llamaba Atenea. Se le suele representar como una belleza simple y modesta, noble y majestuosa. Porta como distintivos un casco en la cabeza y una pica en una mano. Aparece sentada sobre un jergón de paja, y a sus espaldas, un buque con las velas desplegadas cruza el horizonte, simbolizando el comercio con el mundo exterior.
Aparece también al centro y junto al retrato del dictador de turno, general Justo Rufino Barrios, el escudo de armas de la república, diseñado por el grabador suizo Juan Bautista Frener (1821-1892), quien trabajaba a la sazón en la Casa de la Moneda. El escudo fue aprobado de forma oficial el 18 de noviembre de 1871, y según el experto en Heráldica e Historiador Ramiro Ordóñez Jonama, es un conjunto de trofeos y no un escudo.[8]
Banco Comercial Americano. El primer banco privado del país, fundado en 1877. Billete de 5 pesos, correspondiente a una emisión de 1892. Ceres, diosa romana de la agricultura, las cosechas y la fecundidad, para los griegos era Démeter. Según la mitología, ella le enseñó a los hombres a cultivar la tierra, cosechar el trigo y a elaborar el pan. Se le representa como una mujer hermosa de cabellos dorados como el trigo. En esta representación abraza un haz de espigas de trigo. Una túnica de corte clásico le cubre hasta los pies.
El Banco Colombiano. Fundado en 1878. La figura dominante aparece dentro del medallón a la izquierda, extrañamente el dios romano Marte, Ares en la mitología griega. Digo extrañamente, porque el dios Ares no tenía atributos positivos para los griegos, quienes lo despreciaban por su carácter violento y voluble, pero era admirado por los romanos por sus virtudes guerreras. En las emisiones de billetes en que se hace eco a la paz y al progreso, Marte pareciera como una figura discordante. Representado como un guerrero de armadura brillante, con sus armas listas, pareciera que la explicación de que aparezca en el billete cuelga de la lanza que abraza: el gorro frigio, símbolo de la república. Pareciera que fue representado como el presto defensor de la república.
Al centro una estampa típica del campo, con unas reses que caminan por campo abierto, con los infaltables volcanes detrás, haciendo referencia a la vida simple y pastoral del país, escoltada por los dos escudos nacionales que justifican el nombre del banco.
Tesorería Nacional de Guatemala. Billete de 5 pesos de la emisión de 1880. Contiene la poderosa imagen de una locomotora. Según McCreery, “…para los liberales, el ferrocarril constituía el quintaesencial ‘emblema del progreso’ y la llave del sistema de transporte de una nación moderna.”[9] El ferrocarril traía beneficios obvios para un país como el nuestro, azotado por intensas lluvias por largas temporadas, que dependía para sus comunicaciones y comercio de una red de caminos inadecuados que había heredado de la colonia. Los costos del tendido de rieles resultaban mucho más altos que la construcción de un camino, pero la capacidad de gran volumen de carga y la eficiencia de su transporte, eran ventajas imposibles de desechar. El primer contrato para tender el ferrocarril del Puerto de San José hasta la ciudad de Guatemala se firmó en abril de 1872, cuando el Ministerio de Fomento contrató a William F. Kelly para la ejecución de la obra.
Banco Americano de Guatemala. Fundado en 1892. Billete de 100 pesos correspondiente a la emisión de 1914. En la imagen central del billete se puede observar a la izquierda a la Victoria, en esta ocasión porta como sus distintivos la palma, símbolo de la paz, y en la cabeza la corona de laurel. A su espalda se despliega toda una alusión a la agricultura y sus frutos, presentando al país como la tierra de la abundancia. Como detalle interesante, la Victoria posa su mano derecha sobre la rodilla de Minerva, con quien comparte asiento. A espaldas de la diosa Minerva se despliega en contraste, un paisaje industrial, en el que se puede distinguir el yunque y el martillo, símbolo del trabajo, dos ruedas dentadas una en la que apoya su mano (en donde porta un caduceo, que representa el árbol de la vida) y otra tumbada en el suelo, simbolizando a la industria y el progreso, y como telón de fondo una chimenea lanzando humo y un buque a vapor, el enlace con el mundo exterior.
Al reverso del billete se presenta una escena que debo confesar es de mis favoritas. Dos medallones a cada lado de ella contienen los escudos que justifican el nombre del banco. A la izquierda, el escudo de la república de Guatemala y a la derecha el escudo de los Estados Unidos de América. En el centro un paisaje retrata el ideal de la vida del régimen liberal. Un beneficio de café y otras instalaciones industriales, enmarcadas por una cadena de volcanes imponentes. Los edificios están rodeados de cafetos, entre los cuales se puede ver a los trabajadores escogiendo las cerezas listas para la cosecha. Unas carretas de bueyes recorren el patio del beneficio, conectando directamente a la finca con la línea férrea que se cruza enfrente, por la que pasa a toda velocidad (a juzgar por la posición de la columna de humo) un ferrocarril. Todo el paisaje resume la propaganda liberal: la facilidad de trasladar los productos de las grandes fincas cafetaleras a los mercados extranjeros gracias a la infraestructura desarrollada por el régimen. La presencia del escudo estadounidense en el caso de este billete, o la presencia de nombres de otros países o el uso de la internacionalidad, para nombrar a las instituciones bancarias también es un producto de la ideología liberal, que según McCreery, evidenciaba una inclinación a valorar desproporcionadamente, “…la superioridad de las ideas y las personas extranjeras, sino que asumieron que la mayoría de los guatemaltecos estaban en una posición genética desventajosa para tratar de competir con ellos…”[10]
Banco Agrícola Hipotecario. Billete de un peso, correspondiente a la emisión del 30 de junio de 1920. Al centro se observa a la diosa Cibeles, en su carro tirado por dos leones, que en la mitología griega era la diosa de la Madre Tierra, simbolizando la tierra fértil. A su izquierda aparece otra representación de Minerva, recostada sobre los bultos en los que ya han sido embalados los productos de la agricultura que esperan listos en el muelle a ser cargados en las bodegas del buque que apenas se distingue en el horizonte a la altura de su codo derecho (a la izquierda del observador), que empuña un caduceo, el cetro que representa el árbol de la vida. En el medallón de la derecha se desarrolla una escena bucólica en la que una madre ordeña a una vaca frente a su hijo en un campo abierto, mientras dos ovejas se yacen tumbadas pacíficamente en el pasto. El billete evoca directamente a quien lo observe, las virtudes del régimen liberal, la paz, el comercio y las bondades de la tierra guatemalteca.
Banco Agrícola Hipotecario. Billete de cinco pesos correspondiente a la emisión del 5 de abril de 1895. Al centro aparece la diosa Cibeles, en su carro tirado por dos leones mansos. En el medallón de la izquierda, Mercurio o Hermes, mensajero de los dioses y símbolo del comercio, que se complementa con la escena del medallón derecho, en la que se representa una escena de mercado, a juzgar por la mujer sentada que ofrece un canasto de frutas a sus pies, los hombres que cargan bultos a su espalda y un pastor (portador de un alto cayado) que pareciera llevar a su ganado para la venta. En una pequeña plazoleta del Mercado Central de ciudad de Guatemala se levantaba una estatua de Mercurio, como bendiciendo las operaciones que se llevaban a cabo dentro de ese recinto.
Banco Agrícola Hipotecario. Fundado en 1893. Billete de 1 peso correspondiente a la emisión de 1920. Al centro la diosa Ceres o Démeter, como era conocida en el mundo griego, diosa del trigo y de los cereales, se solía representarla con el pelo amarillo. En esta representación Ceres fecunda el suelo con sus semillas, que porta en el canasto que sostiene con sus manos, para subrayar esta idea, la diosa luce un pecho destapado. El resto de la representación más bien debe asumirse: un cisne extiende sus alas y detrás del ave se adivina un objeto que pareciera ser una carabela, en lo que bien pudiera ser una alegoría del encuentro de dos mundos, en la que el cisne debería ser Zeus, en el conocido pasaje en el que seduce a Leda, que podría representar a Europa.
Banco de Occidente. Fundado en la ciudad de Quetzaltenango en 1881. Anverso y reverso de un billete de 1 peso, correspondiente a una emisión de 1921. Destaca en este billete la hermosa alegoría de la República de Guatemala, personificada en una mujer joven y bella, que luce un peinado austero, decorado de flores, que adornan también el margen externo del medallón. A su derecha una escena del trabajo en el campo. En el reverso, al centro un hermoso grabado del Escudo de Armas de la República.
Banco de Occidente. Al centro del billete de 5 pesos, reina una bella alegoría que con detalle reproduce el sueño liberal: Minerva se recuesta en un bulto embalado listo para su embarque. Un barril se adivina detrás del bulto. Su mano derecha descansa sobre una rueda dentada, símbolo de la industria y del progreso. Atrás un yunque y un martillo, representando el trabajo. Ambas virtudes del desarrollo. Al fondo, una locomotora a todo vapor cruza un majestuoso puente de arcos, representa la república pujante y el comercio interno. Al otro lado, unos barcos con velas recogidas esperan amarrados en el muelle, representan el contacto con el mundo exterior.
Banco de Occidente. Anverso y reverso de un billete de 20 pesos. Al centro, una alegoría de la República de Guatemala, representada por una mujer con ropas de la época de la Grecia clásica, que recostada en una columna sostiene en su mano izquierda a un quetzal macho, el ave nacional. Sobre su hombro derecho, una pica clavada en el suelo porta en su punta un gorro frigio, símbolo republicano por excelencia. Detrás de ella se despliega a modo de escenario una colección de estampas de la hermosa naturaleza del país, haciendo gala de exuberancia y de prosperidad.
Banco de Occidente. Anverso y reverso de un billete de 5 pesos. En el medallón de la izquierda, una alegoría de la República de Guatemala, encarnada en una bella joven tocada con el gorro frigio. También su peinado es austero, virtud considerada republicana. Al centro un hermoso grabado que reproduce a Hermes o Mercurio, con todos sus símbolos, que desde una roca observa el comercio marítimo, que se adivina en los barcos en el horizonte.
Banco de Occidente. Fundado en 1881. Billete de 100 pesos correspondiente a la emisión de 1916. Al centro una escena que se aunque se empezaba ya a observar en el área rural de Guatemala desde años tan lejanos como 1840, con el triunfo liberal se volvió la ambición del régimen: el cultivo del fruto que trae riqueza. Para la revolución triunfante, el cultivo del café se convirtió en el símbolo de modernidad por excelencia, pues sus ventas en los mercados extranjeros permitían llevar a cabo las ambiciosas obras que habrían de convertir al país en una nación próspera. La visión con respecto al café, como un símbolo de identidad nacional, que se vendió de esta forma incluso en las Ferias mundiales, ha persistido hasta nuestros días. Sólo hace falta ver el reverso del billete de cincuenta quetzales que circula hoy. Pero la pacífica escena esconde las consecuencias de la repartición de tierras, que acríticamente describió Valentín Solórzano líneas arriba y que dio lugar a situaciones duras, que rompieron todo un sistema social radicado en el campo. Aunque para el detalle habría que recurrir a J. C. Cambranes, en su obra Café y Campesinos, que ya antes hemos recomendado, McCreery resume la situación en unas cuantas frases para nuestra conveniencia, así que le cedo la palabra: “La población indígena de Guatemala no había llamado la atención de los foráneos durante gran parte de la época colonial y los comienzos de la nacional porque pocos terratenientes sembraban un producto que requiriera trabajadores baratos en gran escala. Empero, al difundirse la producción del café luego de la segunda mitad del siglo, se estimuló una lucha sin precedente para asegurarse la necesaria mano de obra (…) las décadas siguientes a 1871 fueron testigo de un asalto masivo a las tierras de los pueblos. Dando como excusa la mayor eficiencia de la propiedad privada, el Ministerio de Fomento entregó o vendió sistemáticamente las tierras comunales a empresarios prominentes, y muchas más cambiaron de dueño por medio de engaños y fraudes…”[11]
Banco de Guatemala. Institución privada fundada en 1894. Billete de 100 pesos correspondiente a la emisión de 1896. El mensaje de modernidad y desarrollo es obvio, pero resulta interesante la colocación de las locomotoras, que apuntan a rumbos contrarios, con el escudo nacional en medio de ellas, transmite el mensaje de una república pujante.
Comité Bancario de Guatemala. Estaba conformado por seis bancos. Institución creada por el presidente Manuel Estrada Cabrera. Billete de 25 pesos, correspondiente a la emisión de 1899. Encerradas en círculos aparecen dos imágenes de progreso y modernidad. En la derecha, una humeante locomotora cruzando un paisaje tropical, que todos entendían era Guatemala. En la izquierda, un barco a vapor cruza los mares. Si el ferrocarril permitía el transporte rápido y eficiente de los productos desde los campos hasta los muelles, eran los buques los que conectaban a Guatemala con el mundo exterior, siendo la clave del éxito del intercambio comercial. Explica McCreery: “…Los exportadores locales consiguieron su primer nexo confiable, aunque caro, con los mercados de Europa y Norte América con la apertura en 1856 del ferrocarril de Panamá y el funcionamiento de sus líneas de vapores adjuntas (…) Los liberales abrieron un segundo puerto en el Pacífico, Champerico, para el comercio internacional, y planificaron un sistema de nuevos caminos para unir las áreas de producción con el Pacífico…”[12]
-III-
El Banco Central de Guatemala
Banco Central de Guatemala. En el año de 1923, el presidente de la república, general José María Orellana impulsó una tercera reforma monetaria, encomendada a dos técnicos guatemaltecos, Carlos O. Zachrisson y Enrique Martínez Sobral, que perseguía establecer una unidad monetaria fija y un sistema de de banca central. La nueva moneda se llamó quetzal y al día de hoy, es la moneda más antigua de Centro América. El Banco Central de Guatemala se convirtió en el único emisor de moneda en el país. La reforma se materializó mediante el decreto 879, dictado el 26 de noviembre de 1924, que establecía en su artículo primero: “La unidad del sistema monetario de la república de Guatemala se denominará quetzal, y estará representada por un grama 50 centigramos 4.675 millonésimos de oro puro. Un quetzal equivale a $60.00”[13], y en su artículo 25 prohibía a los demás bancos efectuar nuevas emisiones de billetes.
Según el historiador de la economía nacional, Valentín Solórzano, al que hemos venido citando a lo largo del presente texto, “…El valor en oro de la nueva unidad monetaria era equivalente al del dólar americano; su composición era de 900 milésimos de oro y 100 milésimos de cobre para las monedas de oro, que serían las de valores de 5, 10 y 20 quetzales. El quetzal sería de plata y tendría divisiones del mismo metal por valor de ½ y ¼ de quetzal; o sean de 50 y 25 centavos, respectivamente. La plata quedaba en el nuevo sistema, como es de rigor en el régimen de patrón oro, con el carácter de subsidiaria.”[14]
Los billetes de quetzal fueron apodados “chemas”, por la imagen que contenía del presidente de la República, general José María Orellana, y sus diseños fueron abandonando los temas mitológicos clásicos, para ir abrazando temas más concretos, como las virtudes nacionales del trabajo, el comercio, la paz y la prosperidad, transmitidos mediante estampas típicas del paisaje guatemalteco.
Billete de un quetzal, 1928. Dos hombres montan carga en una grúa de puerto. Alegoría del comercio exterior.
Billete de dos quetzales, 1928. Al centro domina una pacífica estampa del Lago de Atitlán, visto desde su ribera.
Billete de diez quetzales, 1929. Se perfila un paisaje típico de cualquier parte del macizo montañoso guatemalteco central o de la costa sur. Un campo abierto que termina en un volcán alzándose en el horizonte.
Billete de cinco quetzales, 1931. Escena realista de hombres con el torso desnudo cargan y ordenan bultos, en una alegoría al trabajo y al esfuerzo. El trazo del grabado recuerda al magnífico trabajo de Arnoldo Gálvez Suárez en los frescos del Palacio Nacional.
Billete de cincuenta centavos, 1938. Confirmando la vocación agroexportadora de la economía nacional, se representan a ambos lados del billete los principales productos de este país para la época: una plantación de banano a la izquierda, y a la derecha, una finca de café en plena cosecha.
Billete de cinco quetzales, 1941. Porta una estampa completamente moderna, lejos del romanticismo de los paisajes campestres. Aborda el tema del progreso y el desarrollo con un imponente barco amarrado en un muelle de febril actividad.
Billete de un quetzal, 1942. Domina una apacible imagen de paz, trabajo y desarrollo, con un campo abierto al frente, bordeado a la derecha por cafetos. Al fondo instalaciones agro-industriales de una finca (probablemente un beneficio de café), y detrás la imponente geografía nacional. Estampa ideal de la “Pax Ubiquista”.
Billete de veinte quetzales, 1944. La escena, en la que dominan dos hombres con el torso desnudo, colocan bultos en una plataforma de carga. Al fondo un barco amarrado, por lo que se presume que la escena se desarrolla en un muelle.
Billete de veinte quetzales, 1945. En este billete se recobra el tema clásico y la alegoría. Recostado sobre el retrato del general José María Orellana aparece una hermosa representación de Hermes/Mercurio, que como hemos apuntado antes, era el dios del comercio y mensajero de los dioses, considerado también de la abundancia y del éxito comercial. Sus símbolos distintivos son las talarías (alas en su calzado), el pétaso (sombrero alado), y el cetro mágico, llamado caduceo, que tiene varias interpretaciones, pero comúnmente se le acepta como símbolo de la paz o bien la representación del árbol de la vida. En la antigua Grecia los embajadores o mensajeros solían portar un caduceo como señal de inviolabilidad personal, pues era el símbolo de Hermes.
[1] Solórzano, Valentín. Evolución Económica de Guatemala. Ediciones Papiro, Guatemala: 1997. Página 278.
[2] Solórzano. Op. Cit. Página 279.
[3] McCreery, David J. La Estructura del Desarrollo en la Guatemala Liberal: Café y Clases Sociales. Revista Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, Tomo LVI. Enero a diciembre de 1982. Página 214.
[4] McCreery. Op. Cit. Página 212.
[5] Solórzano. Op. Cit. Página 287.
[6] Solórzano. Op. Cit. Páginas 300-301.
[7] McCreery. Op. Cit. Página 214.
[8] Ordóñez Jonama, Ramiro. Vexilología Guatemalteca (Notas Bibliográficas). Aparte de la revista Hidalguía, número 300. Madrid: s/f. Página 797. Ordóñez aporta varios datos interesantes al respecto de nuestro escudo: “…Es evidente que el señor Frener no sabía ni media palabra de heráldica, pero tuvo acierto –y eso fue lo que salvó la vida de su creación-, de incluir en la composición al quetzal, ave de singular belleza, idónea como pocas para el simbolismo existente (…) Pero lo que es aún una incógnita es la manera en que el quetzal llegó hasta allí (…) Sin embargo quiero dejar aquí la versión que escuché a mi inolvidable maestro, don Edgar Juan Aparicio y Aparicio quien me refirió que su abuela materna, doña Francisca Mérida (1838-1916), vecina de Quetzaltenango y aficionada a la poesía, escribió unos versos dedicados, o al menos que ponderaban, al quetzal. Estos versos fueron recitados en un acto literario escolar al que el general Justo Rufino Barrios, recién posesionado como comandante general de Occidente, asistió, y simpatizó mucho con las cualidades atribuidas a la bella avecilla por la poetisa que, dicho sea de paso, sería su suegra tres años más tarde. Fue él, según Aparicio, quien sugirió se la incluyeran en el conjunto de trofeos que tenemos, por escudo nacional…”
[9] McCreery. Op. Cit. Página 215.
[10] McCreery. Op. Cit. Página 219.
[11] McCreery. Op. Cit. Página 224.
[12] McCreery. Op. Cit. Página 214. Inicialmente, Guatemala tuvo que contratar los servicios deficientes de la Pacific Mail Steamship, que quedaron al descubierto con la puesta en servicio de los primeros ramales del ferrocarril. McCreery apunta: “…El café se apilaba en el muelle, ya menudo los pasajeros se encontraban varados cuando los barcos salían antes de la fecha o simplemente no paraban. El manejo rudo destruía las mercaderías y aterraba a los pasajeros…”, como alternativa, Guatemala contrató en el otoño de 1881 un vapor de la compañía alemana Kosmos, que evitaba el ferrocarril transítsmico y viaja a Europa vía el Estrecho de Magallanes. El Ministerio de Fomento formalizó un contrato anual con la línea Kosmos, para 1883.
[13] Solórzano Fernández, Valentín. Op. Cit. Página 341.
[14] Ibid, Página 342.