«Nacido el 20 de octubre. Novela histórica» de Carlos Sabino

La novela «Nacido el 20 de octubre» de Carlos Sabino es una mirada íntima a la vida política de Guatemala durante el siglo XX. Sabino ha escrito abundantemente sobre la historia de Guatemala, particularmente en la de dicho siglo, y esta obra de ficción de alguna manera viene a complementar aquel esmerado trabajo para ahondar en lo que realmente sucedió en nuestra historia.

En la primera parte, la narración sigue las vicisitudes de Hans, quien llega a la ciudad de Guatemala procedente de Suiza, huyendo de la Segunda Guerra Mundial, un 19 de octubre de 1944. Viene en búsqueda de su hija Anna, quien le ha dado tres nietos. Anna llegó a Guatemala siguiendo a Joseph, su prometido, cuyo tío había venido para trabajar en los ferrocarriles y en una finca de café. Acá, Hans experimentará una suerte de segunda vida, por lo cual su arribo también es una especie de renacimiento. 

A semejanza de lo que ocurre con la famosa novela «Los hijos de la medianoche» de Salman Rushdie, ese mismo día, mientras se gesta la Revolución de Octubre, nacen Jorge, Alfredo y Álvaro. La vida de estos hombres, verdaderos hijos de la Revolución, nos servirá para ahondar en algunos de los principales sucesos de la segunda parte del siglo XX, particularmente la clandestina vida rebelde. Cristina, la nieta de Hans, quien se enamora de Alfredo, es el hilo conductor entre estas dos narrativas, entre estas dos mitades de dicho siglo.

El destino de estos jóvenes estudiantes se parece más a la amplia experiencia de la clase media guatemalteca, que la retratada en las novelas de este período histórico que tuvieron algo de fama hace algunos años. Pienso en la épica fallida que intentaron «Los Compañeros» de Marco Antonio Flores o «Los demonios salvajes» de Mario Roberto Morales, cuyos protagonistas no lograron resolver el dilema rebelde de una manera sencilla, como lo hizo la mayoría de la población. Más bien ahondaron en el autoritarismo de la militancia, que se dio en la penumbra de la clandestinidad, antes que adentrarse en la incertidumbre de la democracia. 

Me parece que la historia más íntima de esta novela es la de Hans. Acá el autor se permite detenerse para que el personaje y sus dilemas cobren vida antes nuestros ojos. Este personaje, que se me hace muy cercano, es el principal logro de esta novela. A través de él se descubre cierto «sueño guatemalteco», que para algunos pudo ser esta patria que descubrieron apacible y hospitalaria, detrás de la bruma, en las montañas. 

No podemos olvidar que miles de personas que vinieron a estas tierras huyendo de tantas guerras, buscando un mejor oportunidad económica que la que dejaron atrás, en contextos aún más enfrentados y aún más desesperanzados. Aquí, con nosotros, en nuestras expresiones idiosincráticas, como  «el fíjese que» y «no tenga pena», encontraron «el buen provecho» que nunca pensaron que andaban buscando. 

A veces damos por sentado que lo mejor que nos podría pasar es irnos lo más lejos posible, buscar mejor fortuna en otras tierras. De pronto, olvidamos que habitamos una tierra prometida, para otros. Acaso vivimos en el paraíso, sin darnos cuenta. 

Miles de personas tal vez vinieron para mientras, pensando que iban de paso hacia otra parte. De pronto, casi sin percatarse, se fueron quedando hasta hacer de este rincón en el mundo, su domicilio permanente, su patria adoptiva. Algunos hasta se han adoptado a sí mismos como chapines, guatemaltecos honorarios.

A todos aquellos que encontraron en Guatemala el hogar que andaban buscando, bienvenidos y enhorabuena. Esta historia se parece a la de ustedes. Gracias Carlos por escribirla y dejar constancia.

Reseña por Ronald Flores.


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