La primera noticia sobre la génesis de Cinco horas con Mario la tenemos en una carta del 2 de agosto de 1965 de Miguel Delibes a Joseph Vergés, su editor en Destino, esto dice Delibes:”He iniciado una novela (…) en la que una viuda joven ante el cadáver de su marido (…) evoca su vida de matrimonio, que abarca, más o menos, los “25 años de paz”. El monólogo de esta mujer y los reproches al marido darán por el gusto a los censores, pero, al propio tiempo, espero que quede bien claro que la conducta de este es la honrada y la justa a despecho de tópicos e hipocresías”.
Cinco horas con Mario se publicó en 1966, casi una década antes de la muerte de Franco en 1975, y refleja la sociedad española durante la dictadura franquista en una ciudad de provincias castellana. Como temas principales destacan: la familia, la política y la religión. Sin embargo, se incluyen temas complementarios tales como la educación de los hijos, la justicia social, el orden y las relaciones de género.
La novela empieza de una forma rotunda. Con una esquela. Este recurso es más importante de lo puede parecer pues, más allá de informarnos de que el Mario del título es un fallecido, la misma estructura de la esquela nos permite conocer su edad -49 años- y a algunos de los personajes que aparecerán posteriormente en la novela: su esposa Carmen, sus hijos, su suegro -padre político-, sus cuñadas -Julia y Encarna-…. Por si no fuera poco, la esquela nos informa de que la novela está ambientada en un día preciso; el 24 de marzo, en concreto, la noche del 24 al 25 de marzo de 1966.
Cinco horas con Mario es una novela «sin trama»; el padre de la familia, Mario Díez, muere súbitamente. La noche del velorio Carmen, su esposa, se queda en vela junto al féretro para, en varias ocasiones, después de leer un trozo de la Biblia, iniciar una y otra vez una serie de reconvenciones, reclamaciones y regaños al muerto; así durante cinco horas en las cuales Carmen, a su manera, hace y deshace a la sociedad española para caer finalmente de rodillas ante el muerto para hacerle una confesión respecto a su fidelidad matrimonial. Antes de estos trances, el narrador inicial nos dice que «Carmen experimentaba una oronda vanidad de muerto, como si lo hubiese fabricado con las propias manos. Como Mario, ninguno, era su muerto; ella misma lo había manufacturado», frases que sirven para la lectura alegórica: Mario «No es un muerto; es un ahogado» por las injusticias del sistema social español de la época.
Cualquier lector medianamente atento encontrará en el soliloquio de Carmen una crítica demoledora a la sociedad franquista. La mujer de Mario es tan superficial que no es capaz de entender la dimensión intelectual de su marido ni su actitud ante la vida, su denuncia de las injusticias sociales y su humanismo cristiano, alimentado por la doctrina del Concilio Vaticano II, muy polémico para el catolicismo tradicional español de la época. Está claro que hay mucho del propio Delibes en el personaje de Mario, tal y como confiesa el propio autor en las páginas de su libro «Un año de mi vida»: «A mi juicio, el novelista auténtico se nutre de la observación y la invención tanto como de sí mismo. El novelista auténtico tiene dentro de sí, no un personaje, sino cientos de personajes. De aquí que lo primero que el novelista debe observar es su propio interior. En este sentido, toda novela, todo protagonista de novela, lleva en sí mismo mucho de la vida del autor.»
Carmen es una mujer con una arraigada conciencia de clase, que cree que la pobreza es algo consustancial al orden natural de las cosas, que los pobres son necesarios para practicar la caridad. Es incapaz de comprender la manera de actuar y de pensar de Mario, su falta de interés por ganar dinero y prestigio social. Carmen, que declara haber disfrutado de los días de Guerra Civil —para ella una Cruzada, por supuesto—, ha sido y sigue siendo una muchacha de muy buen ver, dotada de un gran apetito sexual, que no consigue ocultar en su monólogo, aunque tiene remordimientos por haber flirteado con otros hombres. Sus reproches e insultos a Mario son constantes, pero ante todo le duelen dos cosas: que la rechazara en su noche de bodas y que no le comprara un coche.
Está claro que «Cinco horas con Mario» se erige como una diáfana metáfora del franquismo, representado por la protagonista, machista, reprimida y represora, defensora de un status quo que privilegia a su propia clase social e incapaz de tener una visión más allá de su propia realidad cotidiana.
Ligia Pérez de Pineda